GA017 Berlín, año 1913 El umbral del mundo espiritual En cuanto a las entidades espirituales del cosmos

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RUDOLF STEINER

12º capítulo : En cuanto a las entidades espirituales del cosmos.


Cuando la conciencia clarividente cobra vida en el mundo elemental, se encuentra allí con seres capaces de desarrollar una vida en dicho mundo que el hombre sólo adquiere dentro del mundo físico. Estos seres no sienten su yo - su ego - como el hombre siente el suyo en el mundo físico; ellos impregnan ese yo con su voluntad mucho más de lo que el hombre hace con el suyo; ellos quieren su propia existencia por así decirlo, y sienten su existencia como algo que se dan a sí mismos a través de su voluntad. Por otra parte, con respecto a su pensamiento, no tienen la sensación de que están creando sus pensamientos, como el hombre crea los suyos; sienten todos sus pensamientos como sugerencias, como algo que no está en ellos sino en el universo, y que está saliendo del universo hacia su ser. Así, en estos seres no hay duda de que sus pensamientos son el reflejo del orden del pensamiento vertido en el universo. No piensan sus propios pensamientos, sino los cósmicos. Con su actividad de pensamiento viven en pensamientos cósmicos; pero ellos quieren su existencia. Su vida emocional está formada de acuerdo con su voluntad y su pensamiento. Se sienten un eslabón en todo el sistema cósmico; y sienten la necesidad de querer su existencia de una manera que corresponda a ese sistema.

Cuando el alma clarividente se familiariza con el mundo habitado por estos seres, llega naturalmente a una idea de su propio pensamiento, sentimiento y voluntad. Estas facultades del alma humana no podrían desplegarse dentro del mundo elemental en el cuerpo etérico del hombre. La voluntad humana sería sólo una débil facultad onírica en el mundo elemental, el pensamiento humano sólo un confuso y fugaz mundo de ideas. Ningún sentimiento del ego llegaría a existir allí en absoluto. Para todas estas cosas es necesario que el hombre esté investido de un cuerpo físico.

Cuando el alma humana clarividente asciende del mundo elemental al mundo espiritual propiamente dicho, se experimenta a sí misma en condiciones que divergen aún más que respecto a la diferencia que hay entre las condiciones elementales y el mundo físico. En el mundo elemental hay todavía muchas cosas que recuerdan al mundo físico; pero en el mundo espiritual el hombre se enfrenta a condiciones completamente nuevas. No puede hacer nada allí, si tan sólo tiene las ideas que ha adquirido en el mundo físico. Sin embargo, la vida interior del hombre como alma humana en el mundo físico debe haberse fortalecido tanto que traerá de ese mundo al mundo espiritual, aquello que haga posible una estancia allí. Si tal fortalecimiento de la vida del alma no fuera llevado al mundo espiritual, el hombre simplemente caería allí en la inconsciencia. Sólo podría estar presente allí de la misma manera que una planta está presente en el mundo físico. Tenemos, como almas humanas, que traer con nosotros al mundo espiritual todas aquellas cosas que no existen realmente en el mundo físico pero que se manifiestan allí sin embargo como si existieran. Debemos ser capaces de formarnos conceptos en el mundo físico, que, aunque impulsados por ese mundo, no corresponden directamente a ninguna cosa o acontecimiento en él. Cualquier descripción de las cosas en el mundo físico o de los acontecimientos físicos no tiene sentido en el mundo espiritual. Lo que puede ser percibido con los sentidos, o expresado en concepciones aplicables en el mundo físico, no existe en el mundo espiritual. Al entrar allí, todo aquello a lo que se pueden aplicar las ideas físicas debe, por así decirlo, dejarse atrás. Pero las ideas que han sido formadas de tal manera en el mundo físico que no corresponden a ninguna cosa o proceso físico, siguen presentes en el alma cuando ésta entra en el mundo espiritual. Naturalmente algunas de estas ideas pueden haber sido formadas erróneamente. Si están presentes en la conciencia al entrar en el mundo espiritual, por su propio ser se demuestran como no pertenecientes a ese mundo. Actúan de tal manera que imprimen en el alma la urgencia de volver al mundo físico o al mundo elemental, para cambiar estas ideas erróneas por las correctas. Pero cuando el alma lleva las ideas correctas al mundo espiritual, lo que se relaciona con ellas en ese mundo presiona para encontrarlas; el alma siente en el mundo espiritual que allí están presentes seres reales, que en realidad son en toda su sustancia interna lo que sólo aparecen como pensamientos dentro de sí misma. Estos seres tienen un cuerpo, que puede ser llamado un cuerpo de pensamiento. En este cuerpo se experimentan a sí mismos como seres independientes, al igual que el hombre se experimenta a sí mismo de forma independiente con el mundo físico.

Ahora bien, entre los conceptos adquiridos por el hombre, hay ciertos pensamientos saturados de sentimientos que han sido adaptados para fortalecer la vida del alma de tal manera que pueda recibir una impresión de los seres del mundo espiritual. Cuando el sentimiento de entrega, tal como debe desarrollarse para la facultad de transformación en el mundo elemental, se intensifica tanto que en esa entrega el ser en el que nos transformamos se siente no sólo como simpático o antipático, sino que puede volver a vivir a su manera especial en el alma entregada a él, entonces la facultad de percepción del mundo espiritual está llegando a existir. Entonces un ser espiritual habla, por así decirlo, de una manera al alma, otra de otra manera; y sobreviene un intercambio espiritual, que consiste en un lenguaje de pensamientos. Experimentamos los pensamientos; pero sabemos que estamos experimentando seres en estos pensamientos. Vivir en seres que no se expresan meramente en pensamientos, sino que están realmente presentes en esos pensamientos con su individualidad, es vivir con el alma en el mundo espiritual.

Sin embargo, en lo que respecta a los seres del mundo elemental, el alma tiene la sensación de que los pensamientos cósmicos fluyen hacia sus propios seres individuales, y que ellos tendrán su propia existencia de conformidad con este pensamiento universal que fluye en ellos.

Pero con respecto a los seres que no necesitan descender al mundo elemental para obtener lo que el hombre sólo puede obtener en el mundo físico, y que alcanzan esa etapa de la existencia en el mundo espiritual, el alma humana tiene la sensación de que consisten totalmente en sustancia de pensamiento; que no sólo los pensamientos cósmicos fluyen en ellos, sino que los propios seres viven realmente en ese movimiento de pensamiento con su individualidad. Permiten que los pensamientos cósmicos se piensen a sí mismos dentro de ellos de una manera viva. Su vida consiste en la aprehensión de este lenguaje cósmico del pensamiento, y su voluntad consiste en poder expresarse en el pensamiento. Esta existencia de sus pensamientos reacciona vitalmente sobre el universo, porque los pensamientos que son seres conversan con otros pensamientos que también son seres.

Los pensamientos humanos son el reflejo de esta vida espiritual de los seres pensantes. Durante el período a través del cual el alma humana pasa entre la muerte y el renacimiento, está entretejida en esta vida de seres pensantes, así como está tejida en la existencia física entre el nacimiento y la muerte. Cuando el alma entra en la existencia física a través del nacimiento, o más bien a través de la concepción, la entidad de pensamiento permanente del alma trabaja de una manera que forma e inspira el destino de esa alma. En el destino humano lo que ha quedado del alma de las vidas terrenales anteriores a la presente, actúa de la misma manera que los seres de pensamiento vivos puros trabajan en el universo.


Cuando la conciencia clarividente entra en este mundo espiritual de los seres vivos, se siente en una relación completamente nueva con el mundo físico. Este último la confronta en el mundo espiritual como otro mundo, así como aquí en el mundo físico el mundo espiritual le aparece como otro. Pero a la vista espiritual el mundo físico ha perdido todo lo que se puede percibir de él dentro de la existencia física. Todas esas cualidades que se captan con los sentidos, o el intelecto que está ligado a los sentidos, parecen haber desaparecido. Por otra parte, es evidente desde el punto de vista del mundo espiritual que la verdadera naturaleza original del mundo físico es en sí misma espiritual a la mirada del alma, mirando desde el mundo espiritual, aparecen en lugar del mundo físico anterior, seres espirituales que desarrollan sus actividades de tal manera que a través de la convergencia de esas actividades ese mundo se hace realidad que, mirado a través de los sentidos, es el mismo mundo que el hombre tiene ante sí en su propia existencia física. Visto desde el mundo espiritual, las cualidades, fuerzas, materiales, etc., del mundo físico desaparecen como tales, y se revelan como meras apariencias. Desde el mundo espiritual el hombre sólo ve seres, y en ellos reside la verdadera realidad.

Del mismo modo, desde el mundo elemental, cuando se contempla desde el mundo espiritual, desaparece todo lo que no es el verdadero ser. Y el alma siente que también en este mundo tiene que ver con seres que, al dejar converger sus actividades, hacen que se manifieste una existencia que a través de los órganos de simpatía y antipatía aparece como elemental.

La parte esencial de la proyección de la vida en los mundos suprasensibles consiste en el hecho de que los seres ocupan el lugar de las condiciones y cualidades que la conciencia tiene a su alrededor en el mundo físico. El mundo suprasensible se revela en última instancia como un mundo de seres, y todo lo que existe además de esos seres es la expresión de sus acciones. De hecho, tanto el mundo físico como el mundo elemental aparecen como las acciones de los seres espirituales.





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