GA196 Dornach 9 de enero de 1920 Necesidad de la intervención de la ciencia de la iniciación en la vida exterior.

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Necesidad de la intervención de la ciencia de la iniciación en la vida exterior. 

RUDOLF STEINER

primera conferencia

Dornach 9 de enero de 1920


De las reflexiones que se hicieron aquí antes de mi partida, e incluso, yo diría, del texto básico de las conferencias públicas, se desprende que se "lee", por así decirlo, desde el sentido de la historia del desarrollo humano cómo hay que intervenir, incondicionalmente hay que intervenir en la vida exterior, en todo lo que hay que conocer y emprender en la vida exterior, la ciencia de la iniciación.  Si hoy no se es capaz de penetrar en esta verdad con toda seriedad, entonces se está dormido frente a las exigencias reales de la época. Este dormir frente a las exigencias reales de la época es el caso de la mayoría de las personas de hoy en día. Debemos ser conscientes de que los tiempos actuales plantean a la humanidad cuestiones que sólo pueden ser respondidas a través de la ciencia de la iniciación. No se trata sólo de que en todos los tiempos de la evolución de la humanidad haya existido una ciencia de la iniciación, de que en todos los tiempos haya habido, por así decirlo, iniciados en los acontecimientos, en las fuerzas de la existencia, sino que se trata de que también hoy existen tales iniciados en las causas de los acontecimientos y en las fuerzas de la existencia; sólo muy pocas personas tienen una idea adecuada de la naturaleza exacta de este asunto. Y la gente de hoy en día realmente no quiere hacerlo. En realidad rehúyen lo que puede llamarse la necesidad de la intervención de la ciencia iniciática en la conciencia del tiempo. Uno sólo se hace una idea de la gravedad de la situación cuando observa la diferenciación de este asunto en todo el mundo civilizado. Porque las cosas son muy diferentes con respecto a Oriente, son muy diferentes con respecto a Occidente. Y quien crea hoy que puede arreglárselas con juicios absolutos que supuestamente se aplican a todo, no vive en la realidad, sino en un mundo abstracto. Pero es necesario que las cosas se observen una y otra vez desde distintos puntos de vista, para que al menos en algunas personas se tome conciencia de la gravedad de la situación temporal. 

Si se mira primero a Occidente, preferiblemente al mundo de la población de habla inglesa en la tierra, entonces hoy el juicio público y lo que fluye del juicio público de los acontecimientos externos, de los sucesos externos, dentro de esta población de habla inglesa no depende meramente de lo que, -quiero expresarme hoy, lo digo con toda decisión-, los no iniciados sueñan y proponen como ideales de vida. Especialmente en el ámbito de la población de habla inglesa existe, por un lado, un enorme contraste entre lo que aparece como ideas en la conciencia exterior pública y lo que significan entre bastidores de la historia mundial aquellos que fueron o son realmente iniciados en los acontecimientos del curso del mundo.  

Pues si tomamos la conciencia general tal como se expresa en estas regiones de la tierra civilizada, ante todo en los mejores esfuerzos, en las mejores publicaciones públicas, podemos decir que existe una especie de ideal de cierta humanidad, una humanidad que trabaja por cierta humanidad, unas actividades humanas que se unen bajo el aspecto de la humanidad, unas instituciones que se instalan y se ponen al servicio de la humanidad. Queremos abstenernos de todo lo que es agua abundante, turbia, mentirosa; queremos buscar lo mejor de la vida pública, lo que viene de los no iniciados.  Se trata de un cierto esfuerzo por unir a los hombres bajo el aspecto de la humanidad. - Detrás de este esfuerzo exterior está el conocimiento de los iniciados, el conocimiento de los iniciados dirigentes. Y sin que el público lo sepa, sin que el público tenga la oportunidad de adquirir un conocimiento suficiente de las cosas en general, los juicios, las fuerzas directrices por parte de ciertos círculos iniciados desembocan en la opinión pública y en el curso de los acontecimientos, de los hechos exteriores, que dependen de ella.  

Puede haber alguna que otra sociedad con bellos programas, bellos ideales. La gente puede estar rebosante de idealismo.  Pero en ellas, sin saberlo, vive no sólo aquello de lo que hablan, sino que hay formas y medios para dejar penetrar en todas estas cosas aquello que se quiere dejar penetrar desde un determinado lado, desde el lado de los iniciados. Y así sucedió que en el último tercio del siglo XIX, a principios del siglo XX, -queremos detenernos en estas cosas por el momento y no retroceder más-, personas bien intencionadas que no estaban iniciadas, que soñaban con todo tipo de bellos ideales, se reunieron para realizar estos bellos ideales uniéndose en sociedades, pero que detrás de esta actividad estaban los iniciados, aquellos iniciados que en los años ochenta, -como he dicho, no queremos retroceder más-, del siglo XIX hablaban de una guerra mundial.  Como he dicho, no queremos remontarnos más atrás. Decían que una guerra mundial tenía que llegar, y que tendría que cambiar la faz del Sur y del Este europeos. 
 
Si uno es capaz de seguir lo que se ha enseñado y hablado dentro de los círculos de los iniciados en este campo, entonces uno sabe que se han predicho con una gran certeza las cosas que como las terribles cosas se han derramado sobre el mundo civilizado en los últimos cinco años. Todas estas cosas no eran en absoluto un secreto para los iniciados de la población de habla inglesa, y a través de todas las discusiones corre la siguiente discrepancia: Por un lado, los bellos ideales exotéricos, el ideal de humanidad con la creencia real en este ideal de humanidad en las formas más diversas por parte de los no iniciados; por otro lado, la enseñanza consciente, estrictamente sostenida, de que todo lo que debe desaparecer de la civilización moderna que es el románico, que es la cultura centroeuropea, que debe predominar, debe alcanzar el dominio mundial, que es la cultura de la población de habla inglesa. 

Cuando estas cosas se dicen ahora, tienen mucho más peso que cuando se podían haber dicho hace veinte años, por la sencilla razón de que hace veinte años se podía responder a la gente que había dicho tal cosa: Pues oyes crecer la hierba. - Hoy se puede señalar que gran parte de todo lo que se ha dicho dentro de los círculos iniciáticos ha llegado realmente a buen puerto.
Hablo tan cuidadosamente como puedo, para no desviarme en modo alguno de la presentación de lo acontecido estrictamente. Pero esta presentación del estricto acontecer es algo extraordinariamente incómodo para la mayoría de la gente contemporánea. Quieren ignorarla, no quieren que les afecte. En la actualidad, cultivar el nacionalismo de esta o aquella manera, hablar de la Sociedad de Naciones, del restablecimiento de las viejas y sagradas instituciones nacionales, etc., es algo muy conmovedor. La gente de hoy no quiere saber que estamos en medio de una terrible crisis de la humanidad.
Ahora hemos señalado en pocas palabras la discrepancia entre lo que saben los no iniciados en Occidente y lo que late en sus decisiones sin que lo sepan. Uno sólo puede saber realmente cómo se integra como ser humano en lo que está sucediendo si se esfuerza por conocer lo que hay en el mundo, si no se deja llevar y empujar, sino que trata de encontrar caminos y medios que hagan realmente posible la libertad de la voluntad. 

Y si nos fijamos en Oriente: en todo Oriente existe también esta dicotomía entre los iniciados y los no iniciados. ¿Cómo hablan los no iniciados? - En Oriente, estos no iniciados hablan como Rabindranath Tagore. Rabindranath Tagore es un maravilloso idealista de Oriente, un hombre que defiende unos ideales extraordinariamente incisivos. Todo es bello en lo que expresa exteriormente. Pero todo lo que viene de Tagore es el discurso de un hombre no iniciado.  Los iniciados en Oriente hablan de otra manera, o según la vieja costumbre de Oriente: no hablan en absoluto. Tienen otras maneras de llevar a efecto, a efecto social, lo que realmente quieren. Quieren que la dominación mundial no sea buscada por ningún bando, pues tienen claro, -creen tenerlo claro-, que si todavía existe alguna relación de dominación en la tierra, sólo puede ser la de la humanidad anglo-americana. Pero ellos no quieren eso. 
Es por eso que en realidad quieren que la civilización de la tierra desaparezca. Después de todo, están íntimamente familiarizados con el mundo espiritual. Están convencidos de que la humanidad progresará mejor si se retira de las siguientes encarnaciones terrenales. 
Por lo tanto, quieren trabajar para que la gente evada las encarnaciones siguientes. Para estos iniciados de Oriente no habrá nada aterrador en los resultados del leninismo, pues estos iniciados de Oriente se dicen a sí mismos: si estas instituciones del leninismo se extienden cada vez más por la tierra, éste es el camino más seguro para arruinar la civilización terrestre. Esto, sin embargo, será lo más favorable para aquellas personas que, a través de su encarnación anterior, han hecho posible para sí mismos vivir sin la tierra.  

Cuando se habla de estas cosas a los europeos, se creen que se trata de una paradoja. En los círculos de los iniciados orientales se habla de estas cosas del mismo modo que el europeo, en su ignorancia, habla de que la sopa de guisantes sabe diferente de la sopa de arroz; para ellos se trata de realidades que no tienen por qué quedar fuera de la esfera de estas discusiones cotidianas. Si uno considera la condición del mundo civilizado actual y realmente quiere entenderlo, entonces no debe ignorar el hecho de que desde Oriente y Occidente estas cosas se están abriendo camino en nuestra civilización actual. Y no se puede trabajar en el sentido del progreso humano en la actualidad sin un sentimiento completo de estas influencias en el curso del desarrollo humano. ¿Es la vida exterior, tal como se presenta, una huella de lo que los hombres creen exotéricamente, de lo que piensan los hombres que sólo se dejan dominar por la ciencia de los no iniciados? 

A quien quiera estudiar seriamente esta cuestión, le recomiendo que simplemente elija ocho días de mayo o junio de 1914 y lea artículos de periódicos, libros de mayo o junio de 1914 y se pregunte cuánto espíritu de realidad encuentra en ellos, es decir, cuánto encuentra en ellos de un conocimiento que germinó en el seno de la humanidad civilizada lo que luego estalló en esta humanidad civilizada a partir de agosto. ¡Nada hubieran podido soñar los no iniciados de estas cosas!  Ni los no iniciados de hoy se permiten soñar con lo que realmente está ocurriendo.
Pero los acontecimientos de la vida exterior no son imágenes del conocimiento de los no iniciados. Hay una fuerte discrepancia entre lo que la gente piensa y lo que realmente sucede en la vida. Hay que tomar conciencia de esta discrepancia y responder adecuadamente a la pregunta: ¿Cuánto saben realmente los no iniciados sobre la vida actual, sobre lo que rige la vida? La gente habla de la vida.  La gente hace teorías e ideales y programas, pero sin conocer la vida. Y cuando surge algo que se forma a partir de la vida, la gente no lo reconoce, lo considera teorías o absurdos o cosas por el estilo. Ahora bien, para la vida, las influencias de Occidente y de Oriente tienen significados muy diferentes. Este significado diferente se manifiesta en nuestras vidas en el sentido más evidente para aquellos que pueden observar estas cosas.
Si lo que tenemos en Occidente como teorías, como programas, como puntos de vista sociales, dominara la vida, no saldría nada de ello, nada en absoluto, realmente nada en absoluto. Que exista una civilización occidental, que la vida occidental pueda desarrollar instituciones en absoluto, esto no proviene del hecho de que esta vida occidental tenga ideas como las que tienen Spencer o Darwin u otras personas más pensantes socialmente; porque en realidad no se puede hacer nada con todas estas teorías y puntos de vista exotéricos. El hecho de que la vida continúe, de que la vida no se detenga, proviene únicamente de que en la población de habla inglesa viven viejos instintos tradicionales y de que la vida se guía por estos instintos, no por las teorías. Las teorías son sólo un decorado a través del cual se dicen bellas palabras sobre la vida. Lo que rige la vida son los instintos que salen a la superficie desde el inconsciente del alma. Esto es algo que debe ser observado y reconocido en el sentido más serio.
Y si vamos a Oriente, comencemos este Oriente en el Rin, porque muy pronto la vida desde el Rin hacia el Este se parecerá cada vez más a Oriente. Veamos lo que hay en Oriente. Primero obsérvenlo históricamente: a través de Alemania, a través de Rusia, incluso a través del Cercano Oriente. Si lo observan históricamente en Alemania, encontrarán algo extraordinariamente extraño. Descubrirán que estos alemanes tenían espíritus como Goethe, como Fichte, como Schelling, como Hegel, como Herder, pero que en realidad no saben nada de haber tenido tales espíritus. Dentro de Alemania, la civilización era propiedad de una pequeña aristocracia intelectual. Esta civilización nunca arraigó en los círculos más amplios. Goethe siguió siendo una personalidad desconocida para los círculos alemanes más amplios, incluso después de 1862. Digo 1862 porque antes de eso era muy difícil encontrar las obras de Goethe en Alemania. Todavía no eran libres, y los Cotta se aseguraron de que no fueran fáciles de encontrar.  Desde entonces se pueden imprimir libremente. Se leen, pero nunca han penetrado en la vida intelectual real de algo parecido a una nación alemana. Por lo tanto, ya comienza con los alemanes con una inseguridad instintiva del más alto grado. A esos poderes espirituales intensamente intervinientes que irradian de un Herder, un Goethe, un Fichte, a esos ciertos instintos vitales, se opone una inseguridad instintiva que puede llamarse en grado sumo, una inseguridad instintiva por la razón de que en estas regiones los instintos no han permanecido conservadores. En Occidente han permanecido más conservadores. Aquí no han permanecido conservadores, pero tampoco se han renovado, no se han impregnado de lo que la sustancia espiritual podría haberles dado.  

Esto es aún más perceptible en el Oriente europeo propiamente dicho.  Basta pensar qué papel desempeñó la llamada religión ortodoxa en este Oriente europeo, cómo desembocó en las instituciones públicas, cómo vivió una vida externa y cómo no fue nada, pero nada en absoluto para las almas. La conservación de esta ortodoxia tradicional, que hace tiempo que ha agotado su contenido, significa que las almas humanas han sido prácticamente empujadas a la incertidumbre de la vida. Cualquiera que se haya encontrado con rusos en Europa Occidental se habrá conmovido en grado sumo por la peculiar relación que estas personas tenían, por un lado, con la humanidad en general y, por otro, con esta religión ortodoxa. Como almas que se habían escapado de la religión ortodoxa hace muchos siglos, que todavía tenían los apéndices, los recuerdos de esta religión ortodoxa alrededor de sus cuellos, y que tenían la creencia de que esta religión ortodoxa podría ser algo para ellos después de todo, así aparecen estas personas a uno que no podía imaginar cuánto habían escapado de esta religión ortodoxa. - Eso es lo que caracteriza al alma rusa. Y con ella, la inseguridad instintiva, la incapacidad de dejarse sujetar interiormente por los instintos, se vierte sobre el Oriente europeo. La peculiar blandura que se vierte sobre el pueblo ruso está relacionada, en última instancia, con esta inseguridad instintiva. 

La humanidad entera de Asia puede hoy, puede en las próximas décadas, convertirse en presa de los conquistadores europeos, porque a los que están iniciados allí no les importa en absoluto que la humanidad general se convierta en presa de los conquistadores. Pues los miembros de esta humanidad general adquirirán tanto antes el gusto de retirarse de la vida terrenal y dejar la tierra para la próxima encarnación.
En estos efectos de fuerzas nos encontramos. Y hoy sólo tiene sentido hablar de la vida si uno deja que sus palabras estén impregnadas de la conciencia de que la situación de la vida actual es tal que hay que partir del supuesto de que hay que liberar de las almas de los hombres aquellas fuerzas que no van en una dirección ni en otra, sino que van tras una verdadera renovación de la ciencia de la iniciación.
Por lo tanto, hay que señalar una y otra vez cómo el hombre contemporáneo debe orientarse entre el intelectualismo extremo, por un lado, y el emocionalismo, por otro. 

<Nuestra vida discurre en esta dicotomía: entre un intelectualismo que aumenta y se desborda cada vez más y entre el emocionalismo, que se sumerge en lo más salvaje, en los instintos animales de la vida humana y busca así los impulsos de la existencia. El intelectualismo es esa vida espiritual que se ha desarrollado a partir de lo que ha crecido desde el siglo XV. Pero esta vida espiritual es sombría, esta vida espiritual es delgada, esta vida espiritual es como una frase. Por lo tanto, debido a que esta vida espiritual es delgada, sombría, las fuerzas que actúan en esta vida espiritual no están determinadas por lo verdaderamente espiritual, sino por los instintos, por las pulsiones, por lo animal de la humanidad. La humanidad actual no tiene el poder de impulsar los instintos con sus sombrías ideas intelectuales y así espiritualizarlos. Y así el hombre de hoy está completamente dividido en cada momento de su vida con referencia a su alma.
Supongamos que estás juzgando a tus semejantes. Eso es porque eres intelectualista. Cada vez que un hombre de hoy critica a sus semejantes del presente, se vuelve intelectualista. Cuando tiene que trabajar junto a ellos en comunión social, se vuelve emocional; entonces se vuelve tal que se deja gobernar por los instintos animales. Todo lo que buscamos en el trabajo de la vida lo sumergimos gradualmente en el instinto animalista; todo lo que buscamos en los juicios de la vida, aunque se extienda a nuestros semejantes, lo sumergimos en el intelectualista. La gente de hoy en día ni siquiera es consciente de esta dicotomía en sus almas. No se dan cuenta de lo diferentes que son cuando juzgan a sus semejantes y cuando deben actuar junto a ellos.  

La vida intelectualista, sin embargo, se vuelca. La vida intelectualista se esfuerza más allá de todas las realidades. La vida intelectualista es aquella que como tal no concede en realidad ninguna importancia especial a las condiciones terrenales. Con la vida intelectualista es como se elaboran bellos principios morales en medio de un orden social en el que las personas son siervas, en el que están esclavizadas. A menudo me he referido aquí a esto en términos concretos. Hoy quisiera recordarles la investigación que se llevó a cabo en Inglaterra a mediados del siglo XIX sobre las minas de carbón. Se descubrió, entre otros muchos daños, que a los niños de nueve, once y trece años se les enviaba a los pozos de carbón antes de la salida del sol durante toda la semana y luego se les subía después de la puesta del sol, de modo que los pobres niños nunca veían la luz del sol, excepto los domingos, y tenían que desarrollarse bajo tierra, en condiciones que les ahorraré describir, pues también allí hay cosas extrañas que contar. Pero con el carbón que así se sacaba a la luz, se hablaba en salones cargados de espejos de la caridad, del amor humano general sin distinción de raza, nación, clase, etcétera.  

Este es el extremo de la vida intelectualista. En ninguna parte se abren las puertas de la realidad. Se revolotea con el intelecto más allá de la humanidad. Un espíritu de la realidad es simplemente aquel que, en todo lo que piensa, sabe cómo lo que piensa está conectado con lo que ocurre fuera en el mundo. Es tarea de la ciencia espiritual despertar este sentido de realidad en la humanidad. Desde este trasfondo, lo que he dicho recientemente en Basilea debe decirse más a menudo en público hoy en día: Los credos religiosos han tenido durante siglos el monopolio de todo lo que hay que decir sobre el alma y el espíritu -el espíritu fue abolido en 869-, <es decir, lo que hay que decir sobre el alma. A las personas que investigaban la naturaleza externamente no se les permitía buscar el espíritu en la naturaleza. Y hay que decir que la imagen más perfecta de una concepción del mundo desde este punto de vista fue creada, por ejemplo, por los extraordinariamente inteligentes jesuitas; cuando se convierten en naturalistas, ¡no hay nada de espíritu en su investigación natural! Si alguien se toma en serio lo que escribe un jesuita sobre la naturaleza, se convierte naturalmente en un materialista según el espíritu de la época. Hoy debemos distinguir entre lo que es teóricamente correcto y lo que es realmente esencial. Teóricamente correcto es que los jesuitas defienden una visión espiritual del mundo. Lo realmente esencial es que los jesuitas difunden el materialismo. - Teóricamente es correcto que Newton, además de su visión mecanicista del mundo, se quitara el sombrero cada vez que pronunciaba la palabra "Dios". Lo realmente esencial es que la visión mecanicista del mundo de Newton dio lugar al materialismo de una época posterior. Porque no es lo que uno quiere decir teóricamente lo que decide, sino lo que hay en las leyes de la realidad. Y la cosmovisión intelectualista nunca proporciona leyes de la realidad. Esta cosmovisión intelectualista conduce en última instancia a un completo luziferismo. En realidad, luciferiza el mundo.

Junto a este intelectualismo tenemos en la actualidad el emocionalismo, la vida desde los instintos, desde lo animal en el sentido que he mencionado. Esta vida instintiva, esta vida animal, domina realmente la existencia pública en el momento en que el hombre se siente inclinado a vivir, cuando ya no necesita juzgar. Uno puede juzgar, por ejemplo, que es vergonzoso, digamos, tratar a la gente en las minas de tal o cual manera. Uno puede juzgar así.  Pero ¡tú posees acciones mineras! Al cortar los cupones, eres tú mismo quien tortura a la gente de esta manera, sólo que no te das cuenta. Lo digo más como un símbolo de la vida, porque así es nuestra vida.  La gente piensa por un lado y actúa por otro.  Pero no se dan cuenta de la enorme discrepancia entre uno y otro.
Este estado de cosas hoy en día se debe a menudo a la comodidad de la gente con todas las oportunidades que nos brindan para entender la vida. La gente de hoy quiere ser una "buena persona" en la vida, sin hacer el esfuerzo de conocer realmente esta vida. 
Pero hoy no es posible vivir en la realidad sin conocer la vida. Esta guerra mundial surgió del hecho de que las personas que eran los llamados "gobernantes" -algunos de ellos todavía lo son- estaban muy alejados de la vida. Algunos de ellos todavía se mantienen- en sus puestos, eso sí.  

Pero qué podría mostrar más claramente la completa alienación de la vida de las personas que son tan importantes, que esas "memorias" que han llegado en las últimas décadas, y que hablan tan claramente de nuestra cultura, de nuestra civilización, y que ahora se están acumulando tanto. Cada semana, alguien, primero de las potencias derrotadas, los demás también le seguirán, publica sus memorias. Esto demuestra lo acertado de su juicio: No se puede creer con qué poca comprensión se gobierna el mundo. - Pero las consecuencias de tales presuposiciones no son fácilmente extraídas por la gente del presente. Por ejemplo, estas personas del presente no quieren ver a través del hecho de que no puede haber sentimiento social y conocimiento social sin un conocimiento real del mundo. Todavía se puede establecer la zoología sin un conocimiento del mundo, porque los animales están organizados por su organización física para una determinada actividad, para un determinado funcionamiento.  En el hombre, el rasgo característico es precisamente que su organización queda abierta a lo que se supone que absorbe del conocimiento del mundo. Así pues, no puede haber conocimiento social sin un conocimiento del mundo subyacente. Nunca se podrá construir una verdadera ciencia social sin saber que todo aquello por lo que el hombre tiene que esforzarse a través de su ser interior es el resultado de todo el desarrollo que encontraréis esbozado en mi "Ciencia Oculta en Esbozo" hasta el actual desarrollo terrenal, y que todo aquello que el hombre actual absorbe a través de la comunidad social es una semilla para lo que ha de suceder más adelante con el desarrollo terrenal. 
No se puede comprender la vida social sin comprender el mundo en general. Es imposible que las personas de hoy intervengan en la vida pública con programas o ideas o ideales sin sentar una base espiritual para esta intervención; porque lo que falta en todas partes es la captación del alma por aquello que es realmente importante.  

Allí se experimentan cosas extrañas. El excelente teórico socialista alemán Karl Kautsky también ha escrito ahora un libro: "Cómo se produjo la guerra mundial". Comienza hablando de la cuestión de la culpa. En las primeras páginas Kautsky hace una extraña confesión. Me gustaría comenzar con lo siguiente. Me gustaría decir que Kautsky es uno de los que en las últimas décadas martilleó una doctrina de partido y una disciplina de partido en el proletariado por todos los medios, martilleó la doctrina en las cabezas de que no son las personas individuales como personas las responsables de los acontecimientos mundiales, sino el capitalismo, por ejemplo. Y así, en todas partes no se habla de capitalistas, sino de capitalismo. Con tales doctrinas de partido se puede agitar, se puede justificar a los partidos, se pueden encontrar martillos eficaces para las cabezas de la gente, de modo que tales doctrinas se convierten en credos. En cuanto uno se ve obligado, no quiero decir en absoluto, a intervenir en la realidad de manera operativa, sino sólo a juzgar la realidad, ¡entonces toda la doctrina se va por el desagüe! Pues ahora que Kautsky escribe sobre los culpables, ¿qué hace?  Tendría que dejar todo su libro sin escribir si quisiera continuar con sus viejas letanías sobre el capitalismo. ¿Qué hace entonces? En la primera página hace una confesión, una extraña confesión, que sólo citaré con algunas palabras de su libro: "No se puede presentar al capitalismo como único culpable. Porque el capitalismo no es más que una abstracción, que se obtiene de la observación de numerosos fenómenos individuales y que es una ayuda indispensable en el esfuerzo por investigarlos en sus interrelaciones lícitas.  Pero no se puede luchar contra una abstracción, salvo teóricamente; pero no prácticamente. Prácticamente, sólo podemos luchar contra fenómenos individuales ... determinadas instituciones y personas como portadoras de determinadas funciones sociales".  

Ahora el teórico socialista sólo se coloca frente a sí, ni siquiera quiero decir para intervenir en la vida social de forma constructiva, sino sólo para juzgar la vida social en una cuestión, y ahora de repente el capitalismo es una abstracción. ¡Ahí es donde se le ocurre! En el mismo momento en que el mismo Karl Kautsky tendría ocasión de discutir la idea real del tríptico, el capitalismo volvería a desfilar en la organización militar, ¡no como una abstracción, sino como algo sumamente real! - Uno ni siquiera se da cuenta de dónde está la diferencia entre lo que se saca de una observación real de la vida como visión social y lo que se saca de un pensamiento abstracto general o de un sentimiento abstracto. La comprensión es lo que el hombre de hoy debe buscar como medio de protección contra ese ilusionismo en el que debe caer por culpa del intelectualismo llevado al extremo. Así pues, hoy he tratado de llamar vuestra atención desde cierto punto de vista sobre cosas importantes del presente. Mañana y pasado mañana seguiré extendiéndome sobre estas cosas.  

Traducido por J.Luelmo jul 2023

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