GA196 Dornach 10 de enero de 1920 La ilusión y el mal como grandes misterios de la vida. Su conexión con la enfermedad y la muerte.

 Índice


La ilusión y el mal como grandes misterios de la vida. Su conexión con la enfermedad y la muerte. 

RUDOLF STEINER

segunda conferencia

Dornach 10 de enero de 1920


Para hacer la transición de la consideración histórico-cultural de ayer a las perspectivas a las que luego pasaré mañana, insertaré hoy una especie de episodio que tal vez les parecerá un poco rebuscado, pero que sin embargo hay que insertar por una vez, aunque sea como una consideración bastante difícil.
En la vida humana intervienen dos poderes que parecen misteriosos dentro de esta vida, que exigen ser comprendidos, porque en realidad caen fuera del curso habitual de la vida. Uno es el hecho de que el hombre es capaz de ilusionarse, que el hombre puede entregarse a ilusiones. La otra es que el hombre puede ser presa del mal. El efecto de la ilusión y el efecto del mal en la vida se encuentran ciertamente entre los mayores misterios de esta vida.
Ahora bien, ya en varias ocasiones he tenido ocasión de referirme al para señalar el misterio de estos dos hechos de la vida. El misterio que se presenta consiste únicamente en que su pensamiento se sale de los cauces habituales. 
Y todo eso que uno tiene que pensar en relación con la ilusión y en relación con el mal en la vida está relacionado con el problema, con el enigma de la enfermedad y de la muerte, que en realidad no son sentidos en toda su profundidad por el hombre, -como todos estos enigmas-, sólo porque el hombre se ha acostumbrado a tener ilusiones, mal, enfermedad y muerte dentro de la vida. Estas cosas por sí solas deberían ser bastante incomprensibles para aquellos que proceden de una concepción materialista de la vida. En particular, la persona de mentalidad materialista tendría que preguntarse una y otra vez: ¿Cómo es compatible esa desviación del curso habitual de las leyes de la naturaleza en la vida, esa desviación que aparece en la enfermedad y la muerte? - Porque las leyes de la naturaleza que se supone que actúan a través de los organismos se expresan sin duda en el curso normal y sano de la vida. La enfermedad y la muerte, sin embargo, interfieren anormalmente en el curso de la vida.  

Para desarrollar algo sano en toda la cosmovisión de la humanidad civilizada, que se ha vuelto enferma, hay que darse cuenta poco a poco de que la enfermedad y la muerte, el mal y la ilusión sólo pueden comprenderse desde el punto de vista de una cosmovisión espiritual. El hombre, tal como es expresión de los hechos del mundo que le son conocidos, debe tener claro que su desarrollo no es posible si en este desarrollo sólo intervienen los hechos naturales que en un principio sondea, si no interviene nada más que aquello de lo que la ciencia de hoy en día acostumbra a hablar. Sólo considera lo siguiente desde el punto de vista del sentido común. Piensen: lo vital, las fuerzas vitales se vuelven en ustedes más vivas de lo que son en el llamado estado normal, más vivas, por ejemplo, en la fiebre, más vivas de lo que ustedes son capaces de controlarlas. En todos estos casos en los que no se sobreponen, no dominan las fuerzas naturales que actúan en ustedes, la conciencia cesa, o al menos la conciencia pasa a un estado anormal.  

Cualquiera que mire la vida imparcialmente debe decirse a sí mismo: tener vida y tener conciencia son dos cosas muy diferentes. Tener conciencia depende de que uno tenga dominio sobre la vida. Si la vida se vuelve exagerada, si la vida se vuelve febril y uno pierde el dominio sobre esta vida, entonces es imposible continuar teniendo conciencia de la manera correcta. Sin embargo, de esto se deduce directamente que lo que suscita la vida en el organismo y lo que son las fuerzas de la vida en el organismo no pueden ser al mismo tiempo las fuerzas de la conciencia. Si examinamos el desarrollo de la humanidad tal como ha tenido lugar en el cosmos, sabremos que esta conciencia terrestre, a la que normalmente nos referimos cuando hablamos de la conciencia de la humanidad, y que queremos tener en cuenta hoy, sólo se produjo en el transcurso del tiempo; que esta conciencia terrestre fue precedida por otros estados de conciencia menos brillantes. A menudo les he señalado cómo este planeta nuestro fue precedido por una encarnación planetaria, que llamamos la encarnación lunar de la Tierra. En aquella época, cuando el ser humano estaba conectado con este estado lunar planetario, el hombre sólo tenía una especie de conciencia onírica. Pero también estaba, como se puede leer en mi "Ciencia Secreta en Bosquejo", mucho, mucho más entremezclado con las fuerzas vitales que hoy en día.  

Y si nos remontamos aún más atrás, a encarnaciones planetarias aún más remotas de nuestra Tierra, encontramos cada vez más procesos vitales en el ser humano. El ser humano vive la vida de todo el cosmos. Pero detrás de la conciencia lunar no encontramos otra conciencia salvo la de nuestro dormir sin sueños, es decir, desde el punto de vista terrenal, ninguna conciencia en absoluto. 
A través de estos estados, en los que el hombre estaba, por así decirlo, más vivo, pero en los que no podía tener conciencia terrena debido a esta vivacidad, se desarrolló hasta esta conciencia terrena. Y ya hemos hablado de lo que esta conciencia de la tierra depende. De esto depende que tengamos procesos que tienen lugar en nuestra cabeza, que, si se extendieran por todo el cuerpo, tendrían que traernos la muerte a cada momento. Nuestros procesos nervioso-sensoriales son procesos bastante equivalentes a lo que ocurre en nuestro organismo cuando es un cadáver. Sólo que, mientras vivimos, esta muerte constante de nuestro organismo nervioso-sensorial está paralizada, equilibrada por los demás procesos vitales de nuestro organismo. Debemos, por así decirlo, ser despertados a la vida desde nuestro organismo del torso y de las extremidades en cada momento. Porque si nuestra organización siguiera sólo las fuerzas de nuestra cabeza, estaríamos perpetuamente muriendo, o más bien expuestos a morir. Como ven, es necesario que el proceso de muerte, el proceso de destrucción, entre en la vida humana. Sin este proceso de destrucción en la organización humana, el hombre no podría desarrollarse hacia la claridad de la conciencia.  

Estas cosas deben verse como necesidades del desarrollo cósmico. Y en el fondo es una tontería pensar: Dios es todopoderoso, podría haber dispuesto las cosas de otra manera. -Eso sería más o menos como decir: Dios es todopoderoso, puede hacer un triángulo con cuatro esquinas.- De lo que se trata aquí es de una ley de absoluta necesidad.  El desarrollo de la conciencia no es posible sin la incorporación del principio de muerte a la organización humana. Pero en la medida en que vivimos en la organización terrestre, en la medida en que somos seres terrestres, estamos completamente integrados en esta organización terrestre, en este ser terrestre.  Hasta cierto punto, las leyes de la entidad terrestre pasan a través de nuestro organismo. Aquí es necesario distinguir entre aquellas leyes cósmicas que son las leyes terrestres propiamente dichas y aquellas leyes cósmicas que no pueden ser consideradas como leyes terrestres en sentido propio.

Se trata de una cuestión bastante difícil. Imaginemos esquemáticamente que estamos tratando con la tierra, con el sol, con muchas otras cosas en el llamado universo; todo lo que funciona y vive allí está conectado entre sí. Pero hay que omitir algo para poder decir: Todo lo que funciona y vive allí está interrelacionado. - Debemos omitir todo aquello para lo que nuestra luna es el centro. 
Porque en realidad vivimos cósmicamente en dos esferas de mundos que, aunque esferas que interactúan entre sí, pero que interiormente son diferentes entre sí diferentes entre sí. Lo que pertenece al Sol y a la Tierra en relación con el y a la Tierra en relación con las fuerzas activas, está conectado entre sí, y en esto, por así decirlo, se ha empujado todo lo que pertenece a las fuerzas activas de la Luna. En realidad debería dibujar así Tierra,  (E), Sol (S), y muchas otras cosas.  

Dibujo el movimiento aparente de la Tierra y el Sol (1). A continuación debo dibujar la luna. Si ésta es la esfera de la luna (2), ésta es la esfera del sol (1), entonces ahora tendría que empujar a las dos una dentro de la otra (3), de modo que aunque coincidan espacialmente, internamente según las fuerzas son una dualidad, no están directamente unidas entre sí.  
Y los humanos vivimos en esta dualidad. Todo lo que pertenece a la luna es un resto, un remanente -puedes leer sobre esto con más detalle en mi "Ciencia Oculta"- del antiguo estado de la luna, no pertenece en absoluto a lo que la tierra ha llegado a ser en su progreso normal. Es este trozo el que pertenece a la luna, se ha quedado atrás como un cuerpo extraño, se ha alojado en ella, y nosotros participamos de ambos. Para quien quiera comprender realmente el ser del mundo, es indispensable tener conocimiento de esta independencia del ser-tierra-sol y del ser-luna.  Pues hay algo extraordinariamente importante que hay que atribuirle, algo tan importante que la ciencia actual no sólo no tiene ni idea de ello, sino que muy probablemente considera la mayor locura oír hablar de ello. 

Todo ser humano, cuando pasa por su desarrollo embrionario, no pasa por este desarrollo simplemente siguiendo las fuerzas que se desencadenan en el cuerpo de la madre por la fecundación. Si uno quiere hacer creer tal cosa, es como decir: Aquí tengo una aguja magnética, que se dirige en una dirección determinada, por lo tanto tiene las fuerzas en sí misma. - A ningún físico se le ocurriría eso. Todo físico dice: La tierra también es un gran imán, y atrae un extremo de la aguja magnética y el otro extremo atrae el otro extremo. - Esta es una muy buena manera de decir que lo que es autónomo es dependiente en su actividad, en su eficacia, en su posición en lo grande. Sólo cuando el ser humano nace en el vientre materno se quiere arrojar todo en este vientre que lo organiza, mientras que las fuerzas cósmicas actúan allí, las fuerzas del cosmos forman al ser humano. Y así es como la organización de la cabeza del hombre, todo lo que está relacionado con su aparato nervioso-sensorial, está relacionado con las fuerzas lunares y el resto de su organización con las fuerzas solares. Y así los seres humanos también nos convertimos en un ser ambivalente en la vida. Como ser humano cefálico nos convertimos en un ser lunar, y como resto del ser humano nos convertimos en un ser solar. Pero aquí es donde las cosas se complican mucho. Si no se observa con atención, enseguida se introduce en el asunto una maraña de malentendidos.  

En la medida en que el hombre es un ser cefálico, es un ser lunar, es decir, las fuerzas lunares están organizadas en su cabeza. En la medida en que es el resto del organismo, es un ser solar, es decir, las fuerzas solares están organizadas en el resto de su ser.
Pero debido a esto, la cabeza, cuando el hombre está despierto de cara al mundo, es especialmente receptiva a todo lo que viene del sol. La luz del sol, cuando cae sobre los objetos, es recibida por el hombre a través de su ojo. La cabeza, el aparato nervioso-sensorial, es una creación lunar; pero lo que recibe es precisamente lo solar. Y en el resto de su organísmo el hombre es un ser solar, es decir, está organizado como un ser solar.
Pero lo que obra en él en la medida en que se desarrolla en la Tierra, todo eso es lunar. 

Para que puedas decir: El hombre como ser principal es un recipiente lunar que recibe las corrientes de lo solar. El ser humano, como organización restante, es un ser solar que recibe las corrientes de las fuerzas lunares.
De esto se desprende: Si no se observa con atención, si no se captan las cosas con exactitud, sino que se buscan conceptos convenientes, entonces no se avanza.  Porque un hombre puede venir y decir: El hombre, como ser cefálico, como ser cabeza, es un ser lunar. -El otro dice: Eso no es cierto, es un ser solar, pues en él tienen lugar los procesos solares-. Ambos son verdaderos. Sólo hay que aprender la manera en que estas cosas actúan conjuntamente. Como he dicho a menudo, la realidad no es tan fácil de comprender para nosotros como para que unos pocos conceptos precisos basten para comprender esta realidad; se trata de hacer un pequeño esfuerzo para formar sólo aquellos conceptos que coincidan aproximadamente con esta realidad. En el propio ser humano, los seres lunares y solares interactúan de manera doble. Y todo lo que tiene lugar como procesos vitales no puede comprenderse si no se concibe al hombre en esta conexión ambivalente con el cosmos.  

El conocimiento, si se siente correctamente, debe ser uno de los asuntos más importantes de la actualidad para la humanidad: ¡Cómo hemos perdido los antiguos conceptos conocidos por la humanidad en la clarividencia atávica, y cómo estamos sólo en los comienzos del copernicanismo, del galileísmo! - El hombre debería decirse que los antiguos egipcios todavía conocían al hombre como un miembro de todo el cosmos. . Hoy, el hombre mira hacia el cosmos y ve una gran maquinaria que él calcula con sus fórmulas matemáticas. Para él, los planetas se mueven alrededor de las estrellas fijas, ¡igual que si se quisiera calcular que los brazos y las piernas del hombre se mueven según leyes matemáticas!

En todo lo que hay en el cosmos y en lo que está encerrado el hombre, en todo lo que existe organización viven el alma y el espíritu. Y sin considerar el alma y la espiritualidad del cosmos, no se puede entender nada de la vida humana, que está contenida en esta alma y espiritualidad del cosmos. 
Así pues, yo diría que vivimos en la esfera lunar. Pero en esta esfera lunar vive con nosotros todo lo que es luciférico. Y en las desviaciones a través de nuestra organización de la cabeza, de nuestro organismo cefálico, es precisamente lo luciférico lo que nos lleva a adecuar este organismo de la cabeza a la naturaleza solar de nuestra existencia terrena. Y lo luciférico penetra en nuestra organización de la cabeza. 
Pero es tan ajeno a lo terrenal como la luna misma con su esfera. Del mismo modo que nuestro aparato nervioso-sensorial no está organizado a partir de las mismas fuerzas de las que están organizados nuestro corazón, nuestros pulmones, nuestro estómago, lo luciférico en nosotros no está organizado a partir de nuestra alma terrenal-espiritual. Se nos infunden con lo lunar. 

Pocas personas saben mucho más sobre la repercusión de esta influencia lunar en la vida terrenal que lo que los poetas les cantan sobre noches mágicas iluminadas por la luna, sobre noches de amor pasadas a la luz de la luna. Sabemos del parentesco de esos desfogues de la imaginación con la luz de la luna que desempeña en la vida amorosa, si es la vida superior del amor, la vida romántica del amor. Pero esto es sólo la parte más sombría de lo que proviene de la luna. No es simplemente lo imaginativo que tiene lugar entre los amantes en las noches mágicas iluminadas por la luna lo que interviene desde esta esfera lunar en nuestra existencia ordinaria, sino que fuerzas profundas intervienen desde esta esfera, fuerzas que se desprenden de la vida cotidiana, de lo que ata a los hombres a la tierra, del mismo modo que, por regla general, el juego amoroso se desprende de la vida cotidiana filistea en las noches mágicas iluminadas por la luna.  Y el extremo más exterior, que se vive a sí mismo, como jugando desde esta esfera ajena a lo terrenal, es el poder de la ilusión que el hombre puede desarrollar. Si esta esfera de poder de la luna no influyera en nosotros, como seres humanos no seríamos capaces de ilusionarnos. 

Pero entonces no podríamos desprendernos de lo vital, de la vida organizativa de nuestro organismo, y no podríamos elevarnos a ese brillo de conciencia que es necesario para nosotros, los seres humanos. Para elevarnos a ese brillo de conciencia, es necesario que podamos vivir en ideas que estén completamente separadas del organismo cotidiano. Pero entonces nosotros mismos debemos mantenerlas junto con el organismo cotidiano. Entonces está en nuestra mano mantener unido a este organismo cotidiano lo que pasa por nuestra cabeza, no dejar que las ilusiones se separen de la realidad, sino relacionarlas con la realidad de la manera correcta. Para que podamos desarrollar conceptos libres de sensualidad en el mundo, también debemos ser capaces de ilusionarnos. Que el hombre sea capaz de ilusionarse es simplemente una necesidad. Y esta capacidad de ilusión también está relacionada con la posibilidad de no estar constantemente en un estado de fiebre o desmayo, es decir, de ascender a la conciencia luminosa. Si entonces suelta las riendas, si no permanece dueño de la ilusión, sino que la ilusión se hace dueña de él, entonces esto es sólo un añadido necesario al hecho de que debemos ser capaces de ilusión. 
Así, por un lado, os he mostrado los orígenes cósmico-humanísticos de la capacidad del hombre para la ilusión, y os he señalado un lugar en la visión del mundo donde lo que llamamos necesidad natural y lo que llamamos actividad humana interior fluyen juntos, mientras que para la forma mecanicista ordinaria de ver las cosas hoy en día ambos se deshacen.  

Pero ahora la otra esfera. Habrán notado ustedes quizás que he hecho un pequeño retoque, y como probablemente sois extremadamente atentos, ya me lo habréis lanzado en vuestros pensamientos interiores como una especie de reproche de que he hecho una especie de retoque. Primero dije que la esfera terrestre-solar y la esfera lunar están entrelazadas. Luego hablé de la esfera solar. En cierto sentido tenía razón. Pues lo que actúa en la organización nerviosa-sensorial, incluso desde la tierra, es siempre acción solar. Incluso las superficies iluminadas de los objetos son sólo la luz solar reflejada. Y así, todo lo que actúa, aunque provenga de la tierra, en la medida en que actúa en nuestra vida consciente, es efecto solar. Pero no todo. Sólo he podido omitirlo hasta ahora. Es cierto que todo lo que primero se procesa en la conciencia está conectado con el sol.  Pero el hecho de que las cosas pesen cuando se ponen en la balanza es un efecto terrestre. En verdad, sin embargo, la esfera solar, es decir, lo que hasta ahora se me ha permitido describir como una esfera uniforme, está a su vez diferenciada en sí misma. La tierra es una cierta inclusión en esta esfera tierra-sol. Y esta tierra, siendo una especie de inclusión en la esfera tierra-sol, tiene un efecto sobre lo que nos llega del sol. No nos permite ser seres puramente solares. Una vez más, en lo que se refiere a este punto, no debemos considerar el cosmos como un mero mecanismo, sino contemplarlo en su espiritualidad.  

En sus facultades subconscientes, el hombre se rige más por las fuerzas reales de la tierra, ya que está ligado a la esfera tierra-sol. En sus actividades conscientes ya se rige por lo que el sol envía a la tierra. Pero si uno examina lo que pesa, lo que está relacionado con todo lo que nos da un cierto peso cuando nos subimos a la balanza, no se trata simplemente de la fuerza gravitatoria que Newton describió, sino que al mismo tiempo es todo lo que experimentamos como algo que interviene en nuestra vida moral. Con el sol ocurre realmente como dice el poeta: brilla para lo bueno y para lo malo. Es indiferente. Pero si uno examina la tierra espiritualmente, se da cuenta: No es indiferente, sino que esta tierra es la expresión de ciertas fuerzas que quieren sobresalir de todo nuestro sistema planetario.  Al igual que la luna se ha deslizado hacia dentro, la tierra quiere "soltarse" hacia fuera.  Quiere salir, quiere independizarse. Nosotros, los seres humanos, no tendríamos algo muy definido si no viviéramos bajo la influencia de estas fuerzas terrestres que quieren independizarse: no tendríamos el sentimiento de independencia. Si ustedes fueran capaces de correr junto con los elementos sin ser arrastrados por la pesadez de la tierra, nunca alcanzarían la independencia. Sólo por el hecho de que la tierra siempre nos atrae -si se me permite esta expresión, pero como expresión de un hecho, no de una teoría- se desarrolla la independencia. Y esta inclusión de la tierra en la esfera tierra-sol está ahí para darnos independencia. 

Ahora pueden plantear otra objeción, que probablemente ya han hecho mentalmente: ¿No ocurre lo mismo con los animales? - No, no es lo mismo. Porque la cabeza animal cuelga de una columna vertebral horizontal; la cabeza humana se asienta con todo su peso sobre el resto del organismo. Esa es la diferencia. Es por eso que el hombre tiene este sentimiento de independencia, que el hombre está ligado de una manera muy diferente a las fuerzas de la tierra y a las fuerzas del sol que en el caso del animal. Cuestiones como las que aquí nos ocupan sólo pueden abordarse si preguntamos, por así decirlo, de forma alternativa: ¿Qué sería de nosotros, los seres humanos, si se nos dejara sólo a la influencia de la tierra, aparte de la influencia de la luna? -¿Qué sería de nosotros, los seres humanos, si se nos dejara sólo a la influencia del sol? - Si los seres humanos fuéramos dejados sólo a la influencia del sol, seríamos una especie de ángeles, pero estúpidos.  No quiero decir que los ángeles sean estúpidos. Los ángeles ya son inteligentes, pero nosotros seríamos una especie de ángel, pero no inteligentes como los ángeles, sino estúpidos. Porque careceríamos del sentido de la independencia. Sólo seríamos miembros de la organización del cosmos. Que seamos independientes se lo debemos a nuestra existencia en la Tierra. Pero si sólo estuviéramos bajo la influencia de la existencia terrenal, si el sol no tuviera efecto sobre nosotros, ¿Qué seríamos? - Bestias, depredadores, seres que desarrollan los instintos más salvajes.  

Aquí tienen ustedes uno de los puntos en los que realmente pueden profundizar en la constitución del universo, porque deben decirse a sí mismos: Lo que actúa en el universo no puede actuar sólo desde un lado. Porque si actuara desde un solo lado, tendría que representar un extremo radical. Si sólo estuviéramos bajo la influencia terrenal, esta influencia terrenal desarrollaría en nosotros los instintos más salvajes. Las llamas del instinto se encenderían según nuestra voluntad. Pero si no actuara, la influencia terrestre, nunca llegaríamos a ser seres independientes. Debe estar ahí, de lo contrario nunca nos convertiríamos en seres independientes. Debemos tener la posibilidad de ser animales salvajes para poder convertirnos en seres independientes. Pero para que no nos convirtamos en animales salvajes, la influencia del sol debe contrarrestar la influencia de la tierra, debe neutralizarla. Eso es lo que ocurre. Y mientras sucede, se mira a través del origen del mal. Se da simplemente por el hecho de que estamos atados a la existencia terrestre. <De modo que, en efecto, estamos expuestos, por un lado, a un extremo radical, el extremo terrestre, que, si actuara sólo sobre nosotros, nos convertiría en seres malvados, sólo nos llenaría de ilusiones. En ambos, desde el cosmos, actúa lo solar. Lo solar hace posible que nos desarrollemos de tal manera que no seamos presa de la ilusión. Y lo solar hace posible que nos desarrollemos de tal manera que no seamos presa del mal. Bajo la ilusión se esconde la posibilidad de convertirnos en seres humanos inteligentes. Si no existiera todo aquello que nos hace capaces de ilusionarnos, nunca llegaríamos a ser seres humanos inteligentes. Dicho cósmicamente: si no fuéramos criaturas de la luna, no seríamos seres humanos capaces de ilusionarse, por un lado, y seres humanos inteligentes, por otro. Si no estuviéramos sujetos a la tierra y a sus fuerzas, por un lado no estaríamos expuestos a la posibilidad del mal; pero al mismo tiempo estaríamos condenados a no desarrollar la independencia en la vida.  

Se ve como el hombre debe tener la posibilidad, para ser inteligente, de tener ilusiones. Tuvo ilusiones a lo largo de extensas épocas. Luego vino su voluntad, que sólo nació en su constitución anímica en el transcurso del tiempo, y pudo hacer de la ilusión la efusión de su propio ser, pudo convertirse en mentiroso. Pues la mentira es, objetivamente, aparte del hombre, lo mismo que la ilusión. Sólo lo que no corresponde a la realidad es arbitrariamente puesto en oposición a la realidad por el hombre en el caso de la mentira.

Así, lo que obra en el hombre desde la esfera lunar es al mismo tiempo el creador, el creador de su inteligencia, y al mismo tiempo el creador de su mendacidad. En la antigüedad la gente reconocía esto y formaba proverbios a partir de verdades. Nosotros los alemanes, cuando vemos la luna así: ☽, decimos que se puede añadir a un § - la luna aumenta. - Cuando vemos la luna así: ☾ , decimos que uno puede completarla a una α - la luna disminuye. - Si se vuelve al francés, es decir, a las secuelas de la lengua romance, hay que decir a la luna menguante: La lune decroit, - de decroitre. La propia luna no dice cómo se comporta, sino todo lo contrario. Pues esta luna sólo ha empezado a decir la verdad para los alemanes. De ahí el proverbio latino: La luna es mentirosa. - Pero este proverbio también tiene su lado esotérico; pues las fuerzas que provienen de la luna son al mismo tiempo las fuerzas de la mentira humana, y el proverbio: La luna es mentirosa - tiene un trasfondo muy, muy profundo, como ahora han visto. Sólo cuando la civilización superó el siglo XV, esta luna comenzó a decir la verdad para ciertas lenguas con respecto a su exterior, así como el materialismo en general dice la verdad con respecto a su exterior. Pero en lo que se refiere a su interior, la luna es ahora aún más mentirosa. Se lo digo por mera mnemotecnia, para que recuerde esta verdad profundamente incisiva, cósmico-humana. Y ya ven, lo mejor que tenemos los seres humanos, la independencia, está interiormente conectado con el mal. Lo mejor que tenemos los seres humanos, la inteligencia, está interiormente conectado con la capacidad de ilusión, con la posibilidad de error. Y los seres humanos también debemos ser capaces de desarrollarnos. Debemos tener la posibilidad de no quedarnos quietos. No podríamos ser capaces de desarrollo si no estuviéramos llamados a formar algo nuevo sobre la base de lo que ha sido destruido. Esto significa que debemos llevar dentro la enfermedad y la posibilidad de la muerte, para poder desarrollar en nosotros las fuerzas del desarrollo.  

Estas verdades extraordinariamente importantes han sido completamente encubiertas, completamente enterradas por las visiones del mundo de los últimos siglos. Pues la ciencia actual, cuando se amplía a algo distinto de las matemáticas y la mecánica, sólo se llama así a la que tiene lugar en la Tierra. Desde fuera de la tierra sólo tienen efecto las leyes matemáticas y mecánicas. En primer lugar, la humanidad tendrá que comprender de nuevo que en este espacio planetario, en el que la luna sigue su camino, en el que las estrellas siguen su camino, actúan fuerzas muy distintas a las que se rigen únicamente por impulsos mecánicos-matemáticos calculables. Y si se tiene en cuenta que lo más ordinario en nosotros es en realidad un efecto del cosmos, que lo más ordinario no puede entenderse sin que el hombre se considere a sí mismo como un efecto del cosmos, ¡¿Cómo se pretende entonces verter pensamientos fecundos en aquello que ha de impregnar la vida humana como cosmovisión?! El hombre de hoy está perdido en el mundo. No tiene idea de su conexión con el mundo. Y le gustaría establecer una existencia social para sí mismo y ni siquiera sabe con quién, porque no tiene ni idea de lo que es. Sí, antes de que las preguntas entren en el alma de los hombres: Qué poco sabemos del mundo bajo la influencia de los últimos siglos, ¡Cuánto necesitamos saber! - antes de que haya salvación en todos los esfuerzos sociales. Dondequiera que sea posible decir algo mecánico o matemático, la gente de hoy en día todavía se digna a construir conexiones. Ustedes saben que todas las clases de cosas son conectadas con los períodos de las manchas solares, epidemias y similares en la tierra. Hay pasajes aislados en los que la gente quisiera vincular la existencia de la tierra a los acontecimientos del cosmos. Que todo lo que ocurre en la Tierra es resultado del cosmos es algo que la gente de hoy en día querría negar, no querría pensar en ello. Las cosas que ocurren en la tierra entre los seres humanos nunca podrán entenderse si no se entienden cósmicamente.  Y el hombre nunca podrá encontrar ideas eficaces para el trabajo terrenal si no impregna estas ideas eficaces con la conciencia de su pertenencia al cosmos. 

Hoy se tiene una sensación amarga cuando se observa históricamente lo que está ocurriendo en realidad. Si se tiene aquí una pared y se ven todo tipo de figuras sombrías correteando por la pared, entonces se investigará de dónde vienen estas figuras sombrías. Si ven los acontecimientos de los últimos cinco o seis años moviéndose sobre la superficie de la tierra, no investigarán, sin embargo éstos también son sólo las proyecciones, las sombras de lo que está ocurriendo en todo el cosmos. Y las grandes cuestiones que están teniendo lugar hoy en día entre las diferentes zonas de la Tierra sólo pueden ser comprendidas si la comprensión está impregnada de la idealidad cósmica. 
Hoy he leído un artículo en el que se habla de la esperanza de que los estadistas de Gran Bretaña encuentren los impulsos adecuados para crear un orden entre lo que ocurre en Rusia y lo que ocurre en los países occidentales. Quieren construir algo así en el centro, en una Alemania que está en ruinas. - Estas esperanzas no se cumplirán; porque todo lo que habla desde un espíritu así, que espera las intuiciones de los que crean a partir de lo viejo, no conduce a nada. 
Lo único fructífero para el futuro hoy es lo que crea a partir de algo totalmente nuevo. Sólo cuando la humanidad despierte a esto será el comienzo de la salvación para muchos daños en el desarrollo de la humanidad.  

Traducción de J.Luelmo jul.2023


No hay comentarios:

El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919