GA062 Berlín, 21 de noviembre de 1912 Las vías del conocimiento suprasensorial

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GA062 Rudolf Steiner


LAS VIAS DEL CONOCIMIENTO SUPRASENSORIAL


cuarta conferencia
Berlín, 21 de noviembre de 1912
En las conferencias introductorias al ciclo de invierno de este año ya se indicó varias veces cuáles son las fuentes del conocimiento suprasensible del hombre, - y también sobre su relación con el mundo en que vivimos-, aquellos conocimientos sobre los que va a tratar todo este ciclo de conferencias. Se ha explicado cómo estas fuentes de conocimiento suprasensible se encuentran en el alma humana, en cada alma humana, como facultades y capacidades latentes que pueden hacerse aflorar por medios adecuados en la experiencia íntima interior, de modo que el hombre pueda llegar a ser capaz de mirar en los mundos espirituales. El desarrollo de estas facultades latentes en el alma se esbozará en pocas líneas esta tarde. En las próximas conferencias se darán más explicaciones sobre lo que se va a exponer hoy.

Cuando se trata, en primer lugar, de hacer comprensible cómo se despiertan las facultades de conocimiento suprasensibles que dormitan en el alma, siempre se puede apuntar a un fenómeno, a un hecho que tiene lugar con todo ser humano en el transcurso de veinticuatro horas: a la alternancia del dormir y el despertar. El ser humano suele pasar precisamente por aquellos enigmas de la vida que intervienen en la vida cotidiana como algo familiar, y lo raro y, por su rareza, opresivo evocará fácilmente en la mayoría de los casos el anhelo de ser resuelto como un enigma. Hablaremos de tales enigmas opresivos de la vida en la próxima conferencia. Hoy, sin embargo, tomaremos como punto de partida un enigma que, en su misteriosidad, sólo elude al hombre porque está muy acostumbrado al fenómeno en cuestión, a saber, la alternancia del dormir y el despertar.

Cada día que pasa debemos pasar del estado de conciencia al de inconsciencia para mantener nuestra vida. ¿Qué ocurre, -basta sugerirlo popularmente-, cuando el hombre pasa al estado inconsciente dormido? Cesa la receptividad de los sentidos, cesa la capacidad de movimiento de los miembros orgánicos, cesa el pensamiento, que está ligado a la actividad del cerebro en cuanto activo en el mundo exterior.... Cuando nos dormimos, sentimos que se hunden todas las actividades y toda la plenitud de conciencia que nos llena durante el día. Sería una imposibilidad lógica para cualquier juicio imparcial pensar que lo que sube y baja en nuestra alma en el estado consciente de la mañana a la noche como nuestras concepciones, nuestros sentimientos, sensaciones, afectos, pasiones, sí, como nuestros ideales e ideas, pasara cada vez a la "nada" cuando nos dormimos, - y surgiera de nuevo a la mañana siguiente. Sólo un prejuicio lógico puede negar que la esencia anímico-espiritual del hombre también está presente mientras el hombre está en la inconsciencia del dormir.

Si hoy suponemos hipotéticamente, -las siguientes disertaciones pretenden justificar esta suposición-, que el hombre, mientras está en la inconsciencia del sueño, se ha retirado hasta cierto punto con su núcleo real de alma espiritual del ser del cuerpo físico y de las fuerzas que animan este cuerpo físico, y que entonces vive en un mundo espiritual. Por lo tanto, no es descabellado suponer, conjeturar, que la razón hay que buscarla en el hombre si él, con su núcleo anímico espiritual del ser sacado de su cuerpo, no puede percibir su entorno de la misma manera que lo percibe cuando utiliza sus ojos, sus otros instrumentos sensoriales y el instrumento del cerebro en el mundo físico. No es, repito, descabellado pensar que las facultades espirituales y mentales del hombre dependen al principio del uso de los sentidos y del cerebro en la vida ordinaria para tener un mundo a su alrededor, y que cuando el hombre, como cuando dormimos, se libra de la posibilidad de percibir por medio de estos instrumentos, son demasiado pequeños, demasiado débiles para ver realmente, sentir realmente y pensar lo que entonces podían percibir.

Tal suposición sólo podría resultar correcta si realmente existiera la posibilidad de sacar de su ocultación las fuerzas que se suponen débiles, por ejemplo, si uno fuera capaz de concentrar en sí mismo las fuerzas espirituales que son hasta cierto punto "débiles" en la vida normal ordinaria, de modo que no tendría que producirse lo que una persona experimenta en el sueño cuando deja de utilizar sus sentidos o su cerebro, sino que también podría darse un estado similar al de estar dormido y, sin embargo, en cierto aspecto completamente opuesto a él. Este estado tendría que ser semejante al dormir en el sentido de que el hombre no se vería forzado a apartarse de los sentidos o del cerebro, como cuando se duerme, sino que lo haría voluntariamente, por medio de sus fuerzas interiores, por medio de su voluntad; de modo que podría hacer que estuviera completamente despierto, pero no para ver lo que le rodea a través de sus ojos, ni para percibir nada a través de los otros sentidos, sino para llevar los ojos y los otros sentidos a un completo silencio. En otras palabras, que puede suprimir completamente toda actividad sensorial por medio de su voluntad, que puede suprimir igualmente el pensamiento ordinario, ese pensamiento que está activo en la vida cotidiana por medio de ideas sobre el mundo físico-sensorial exterior. Además, si el hombre pudiera suprimir así por medio de su voluntad lo que de otro modo le hace percibir, sería capaz no de llegar a la inconsciencia del dormir en su núcleo anímico-espiritual del ser, sino de concentrar fuerzas que de otro modo son débiles, delgadas, de modo que también pueda ser propiamente activo sin su cuerpo, al margen de su cuerpo.

Surge la pregunta de si lo que se acaba de decir puede llevarse a cabo de algún modo. Esto, naturalmente, sólo puede responderse por los hechos que el hombre produce en sí mismo, es decir, simplemente por el hecho de que llega a la situación de aplicar a su alma medios a través de los cuales se produce lo que se acaba de describir. Mediante la aplicación de tales medios al alma se llega al conocimiento suprasensible. El camino hacia el conocimiento suprasensible no es algo que nos lleve a través de medios externos, que requiere todo tipo de maquinaciones que están meramente presentes en el mundo exterior, sino que es un camino íntimo del alma, y todo lo que hay que hacer para ello tiene lugar en las profundidades de la propia vida anímica.

Ahora bien, si queremos ascender a los mundos que han de explicar el mundo exterior en el que vivimos, es decir, si queremos ascender a los mundos suprasensibles, hay tres etapas que debemos superar. Una descripción más detallada de estas tres etapas puede encontrarse en el libro "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?". Sin embargo, aquí sólo se insinuarán con unas breves pinceladas. Al describir estas tres etapas, les ruego que no se obsesionen con las palabras. Las palabras son en parte del tipo que se utilizan hoy en el lenguaje común para algo muy diferente de lo que aquí se quiere decir, y en parte estas palabras no tienen un buen sonido en los hábitos de pensamiento del presente, porque se utilizan para todo tipo de cosas que se reconocen de forma inexacta o poco clara, o también para las que se rechazan con razón. Esto evoca a veces una especie de énfasis emocional cuando se oyen estas palabras. Pero es fácil ver que esto debe ser así hasta cierto punto para las cosas que se van a discutir aquí, porque nuestro lenguaje está ahí para el mundo exterior. Por lo tanto, las palabras para las designaciones deben tomarse prestadas del mundo exterior y, en consecuencia, nunca pueden ajustarse exactamente a lo que se encuentra fuera del mundo sensorial exterior para el que se ha creado el lenguaje.

La primera etapa del conocimiento superior, suprasensible, es la llamada imaginación, el conocimiento imaginativo, por lo que les pido, a fin de evitar el error del que acabo de hablar, que entiendan por esta imaginación por hoy sólo aquello que caracterizaré dentro de un momento. La segunda etapa del conocimiento suprasensible es la inspiración, y la tercera etapa es lo que puede llamarse la verdadera intuición, si la palabra se emplea como la caracterizaremos más adelante, y no como se emplea a menudo imprecisamente en la vida ordinaria. A estos tres estadios del conocimiento suprasensible el conocimiento sensorial e intelectual externo que utilizamos en la vida ordinaria y también en la ciencia del mundo externo se comporta como una especie de estadio preliminar, de modo que en conjunto, si añadimos los estadios suprasensibles del conocimiento, podemos hablar de cuatro estadios humanos del conocimiento. 

Ahora bien, existen muchos medios y también deben aplicarse muchos medios cuando se trata de elevarse del conocimiento sensorio e intelectual ordinario hasta el primer estadio del conocimiento suprasensible, la imaginación, y, como no habría tiempo para una exposición más detallada, destacaré con toda concreción cómo el alma debe, por así decirlo, hacerlo con uno de los medios, -otros los encontrarán indicados en "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?"-, a fin de despertar las facultades suprasensibles del conocimiento que dormitan en ella. Uno de los medios es la llamada meditación.

Cuando nos hacemos la pregunta: ¿Cómo es esta meditación en el sentido espiritual-científico? debemos decir: Esta meditación es la dedicación a una idea, a una sensación de pensamiento o a un contenido volitivo de un modo tan intenso y de tal manera como no sucede en la vida ordinaria, sino como es adecuado para concentrar y condensar fuerzas que de otro modo están presentes en nuestra vida anímica de una forma diluida, por así decirlo. Aunque el otro caso también es posible, es bueno no utilizar ideas que de otro modo se obtienen en la vida ordinaria o en la ciencia ordinaria para dicha cognición del alma. También se pueden utilizar esos conceptos, pero no es tan bueno utilizarlos. Las ideas más útiles para la meditación son las ideas simbólicas. Quiero desarrollar aquí una idea simbólica de este tipo, que para algunos de los oyentes ya ha sido mencionada en otros contextos.

Al principio puede parecer grotesco, paradójico, que se espere que alguien permita que actúe en su alma lo que ahora se está comentando, pero más adelante caracterizaremos por qué debería ocurrir. Supongamos que alguien imagina que tiene ante sí un vaso vacío y una jarra parcialmente llena de agua. Ahora vierte el agua de la jarra llena en el vaso vacío e imaginen que, al verter el agua de la jarra llena en el vaso, la jarra no se vacía gradualmente, como ocurre en el mundo exterior, sino que se llena cada vez más. Probablemente se trate de una idea paradójica en un principio, pero esta idea debe ser un símbolo, y el hecho de que sea un símbolo debe vivir en la conciencia del investigador espiritual. Con ella se pretende caracterizar simbólicamente la naturaleza y la esencia del amor humano por nuestras almas. Con el amor humano y con todo lo que se incluye bajo la idea de amor en general, sucede ciertamente que esta fuente de amor es tan infinitamente profunda y tan infinitamente rica que, cuando nos enfrentamos con el hecho del amor en el mundo, debemos admitir humildemente en todo momento: Este misterio del amor es ciertamente insondable en su verdadera esencia para cada alma. Y cuanto más tengamos este sentimiento de inescrutabilidad, mejor será para el contenido y la intensidad de nuestra vida. Pero podemos conocer y destacar una cualidad del amor verdadero con toda claridad: se trata de la cualidad que nos representa simbólicamente la imagen de la que acabamos de hablar.

La persona que da amor, actos de amor, a otra persona nunca se empobrece, nunca se vacía por lo que hace por amor, sino que se llena más y más, se enriquece más y más en su vida anímica. Esta característica del amor, subrayada, puede verse claramente ante nosotros cuando imaginamos la imagen del vaso y el vertido de agua de la jarra en el vaso.

En cierto modo, lo hacemos de forma similar a como lo hacemos en otro campo de la cognición y llegamos así a resultados importantes para el mundo sensorial externo. Supongamos que tenemos un disco circular de alguna sustancia desconocida para nosotros. Cuando miramos por primera vez este disco circular, podemos decir: lo que es como sustancia, cómo se sueldan las sustancias, es al principio insondable para nosotros. Pero hay algo que podemos hacer si realmente queremos saber algo sobre este disco: podemos dibujar un círculo delante de nosotros. Entonces habremos puesto de relieve algo sobre este disco, a saber, que es circular, y este hecho destacado es con toda seguridad cierto, por poco que sepamos sobre el disco. Cuando pensamos matemáticamente, también lo hacemos de tal manera, -y en este sentido toda la matemática es simbolismo-, que destacamos algo simbólicamente. Este proceso de creación de imágenes sensoriales que luego son captadas por el alma es la preparación de la cognición imaginativa para los hechos anímico-espirituales, para las experiencias anímico-espirituales.

Si alguien dijera: Entonces el investigador espiritual se propone dejar vivir en su alma imágenes, imágenes de sentido que no corresponden a ninguna verdad en absoluto, se propone por tanto desde el principio pensar la falsedad y dejar vivir en su alma la falsedad-, a lo cual habría que responder: Pero, por supuesto, ¡el verdadero investigador espiritual es consciente de que lo que deja vivir en su alma como imágenes simbólicas no corresponde a ninguna realidad externa! Si por un solo momento fuera capaz de confundir el símbolo con cualquier realidad, no sería una persona en el camino del conocimiento suprasensible, sino en el camino de la ilusión. Estos símbolos no están ahí para representar realidades externas, sino para vivir en nuestra alma, para conectarlos y entrelazarlos con nuestra vida anímica y concentrar en ellos nuestra vida anímica.

Si ahora somos capaces de visualizar tal imagen tan fuertemente que usamos toda nuestra fuerza anímica para dejar que sólo esta imagen viva en nuestra alma y dejar de lado todo lo que podría penetrar en nosotros de impresiones externas, dejar de lado también todos los demás pensamientos, de modo que sólo traigamos tal imagen al centro de nuestra conciencia, entonces tal imagen ya es mejor que una impresión directa de una realidad externa, porque tal imagen siempre nos atrae una y otra vez con nuestras fuerzas anímicas a la realidad externa, nos dirige fuera de nosotros mismos, por así decirlo. Si, por el contrario, con plena conciencia de que tenemos algo puramente construido, nos hemos formado una idea figurada, arbitraria, a la que ahora nos dedicamos, entonces se trata de algo que conserva la realidad sólo en la medida en que está tomado de ella. Sean cuales sean las imágenes que nos formamos, hemos tomado los componentes para ellas de la realidad exterior. <Estas imágenes se presentan en colores, formas y demás, están tomadas prestadas de la realidad exterior, pero no se refieren a la realidad exterior. Porque eso no ocurre en la realidad externa, que un vaso se llena más cuando vierte en otro su contenido.

El resultado de tal ejercicio es que el alma tiene que concentrar sus fuerzas de un modo completamente distinto que si se sirve de lo que ha experimentado de otro modo para ayudarse. Si el que quiere seguir el camino hacia los mundos suprasensibles tiene paciencia y perseverancia para practicar una y otra vez tales concentraciones de su vida anímica, podrá tener una experiencia interior muy definida. Tener esta experiencia es el primer paso hacia el conocimiento imaginativo. Experimentará que con ello ha cambiado interiormente su vida anímica, y que después de algún tiempo puede darse cuenta de cómo de su propia alma, sin que él lo haya provocado primero, surgen tales imágenes simbólicas, tales cuadros, surgen de tal modo que se colocan ante él con toda apariencia de realidad, como de otro modo sólo se colocan los cuadros cuando hemos hecho percepciones externas y nos hemos formado ideas de ellos.

Mientras que en la vida exterior ordinaria las ideas surgen del alma como imágenes especulares de la realidad exterior, por así decirlo, mediante los ejercicios mencionados surgen ideas de las profundidades de la vida anímica, que al principio son sólo imágenes, por supuesto. Pero la elevación de la vida anímica consiste en que ahora el alma se siente fuerte interiormente y que puede, por así decirlo, entrar en un estado parecido y a la vez opuesto al estado dormido. En el dormir nos abstraemos de todas las percepciones exteriores y también del pensamiento ligado al cerebro, pero caemos en la inconsciencia. En la cognición imaginativa también nos apartamos de todas las percepciones externas y de todo pensamiento cerebral, pues suprimimos todo esto.

Pero sin embargo el alma no se vacía, no se vuelve inconsciente, sino que de sus profundidades surgen imágenes, imágenes que se hacen cada vez más ricas, cada vez más extensas, y que entonces se presentan ante el alma como un mundo nuevo. Este es precisamente el mundo que ya se ha indicado en estas conferencias, que puede ser confundido por el profano, que no está versado en tales cosas, y también puede ser confundido en su valor con el mundo de las ilusiones mórbidas, alucinaciones, delirios y similares. Pero sólo aquellos que no conocen la realidad en este campo, sino que sólo juzgan de acuerdo con la vida mórbida del alma, pueden cometer tal confusión; pues hay una enorme diferencia entre las ideas mórbidas de este tipo, que de alguna manera son mínimamente mórbidas, y las que se adquieren en el sentido correcto mediante la educación metódica del alma.

Cualquiera que sólo haya aprendido un poco sobre los llamados fenómenos mentales patológicos, alucinaciones, ilusiones o delirios, sabe una cosa: que las personas afectadas por tales ideas acaban creyendo en la realidad de las mismas tan firmemente que la creencia que ellas mismas tienen en las experiencias del mundo sensorial externo no es nada en comparación. Esta es la característica de los delirios, de las ilusiones, que quienes se ven afectados por ellos desarrollan al mismo tiempo una fe abrumadora en ellos. No hay nada más difícil que hablar con una persona que tiene ilusiones, -ni siquiera tienen que llegar al grado de alucinaciones, sino que sólo tienen que ser delirios ordinarios, ideas paradójicas-, para sacarla de tales ideas. Por ejemplo, si en una persona comienza a tomar forma, de manera patológica, la idea de que está siendo perseguida por otras personas, es extremadamente difícil deshacerse de esta idea por mera persuasión, y sucede que tal persona forma las más maravillosas construcciones lógicas de pensamiento para probar cuán correcto es todo lo que tiene como tales delirios. Una persona puede llegar a obsesionarse con lo que se le viene encima de esta manera, y cree firmemente en la realidad objetiva de tales ideas.

Si ustedes ahora toman en consideración sólo un poco de lo que se dice en el libro "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores? ", verán que, mientras el hombre se dispone a permitir que tales imágenes, concepciones pictóricas, obren sobre él en el alma, todo se hace al mismo tiempo mediante el correcto adiestramiento del espíritu, de modo que, en la misma medida en que este mundo de imágenes florece en el alma, el aprisionamiento por estas imágenes, la creencia en ellas como realidad objetiva, es expulsado del alma, de modo que en ningún momento la persona espiritualmente adiestrada puede llegar a la idea de que lo que así se le presenta como imaginaciones es una realidad objetiva. Todo entrenamiento espiritual que no evoque al mismo tiempo la comprensión en el alma es incorrecto:<Lo que llega a veces en forma de maravillas tales como nuevos mundos no tiene ninguna realidad objetiva cuando viene sobre uno. En un principio, todo está ahí sólo para vivificar el alma interiormente, para hacerla más rica en sí misma y, si queremos utilizar la expresión paradójica, para hacerla más real interiormente, para hacerla más llena de lo real. Y esto es lo mejor, de hecho, el único logro real del discípulo, que él sepa que las imaginaciones que surgen no son otra cosa que un reflejo de su propio ser.

Si el alumno del espíritu es capaz de superar toda creencia en la realidad, en la objetividad de sus imaginaciones en el mismo momento en que las recibe, entonces la formación del espíritu es la correcta. En general, para algunas personas es difícil aceptar lo uno con lo otro, porque la persona recibe, por así decirlo, un mundo nuevo, un mundo de ideas a veces maravillosas, al aplicar en su alma los ejercicios correspondientes. Pero para muchas personas esto es una extraordinaria satisfacción, un extraordinario consuelo, algo que les llena de profunda simpatía. Y cualquiera que intentara en lo más mínimo hacerles creer que todo esto no es una realidad objetiva, sino sólo un reflejo de su propio ser, que es sólo su propio ser el que se expresa con más contenido que antes, sería considerado por ellos como un enemigo, como un despojador de las más bellas esperanzas del alma. Pero hay que comprender que tales imaginaciones, tal como aparecen al principio, no son en absoluto aptas para proporcionar conocimiento de los mundos superiores, sino que sólo son un puente para el alma. Pues ahora comienza para el alma una tarea muy diferente, aquella tarea que conduce gradualmente de la imaginación a la inspiración. En cierto sentido, ahora comienza una lucha entre el alma y lo que aparece como su imaginación. Si he de caracterizar la naturaleza de esta lucha, debo utilizar un símil de la vida ordinaria.

En la vida ordinaria experimentamos una y otra vez que en nuestra conciencia no tenemos todo el contenido de nuestra alma. ¡¡Imagínense cómo sería si tuvieran todo lo que han imaginado en su conciencia a la vez! Eso les permitiría recordar ideas que pueden haber tenido hace décadas. Están latentes en los recovecos de su alma, y en alguna ocasión son evocadas. Esto significa que en la vida ordinaria se tiene la oportunidad de olvidar y sacar de sus almas lo que han olvidado. Así que uno tiene la posibilidad de sacar de la conciencia lo que la conciencia experimenta como ideas, y de separarlo de nuestra vida consciente para que sea independiente de ella en algún lugar de nuestra alma. Así el contenido de la conciencia puede ser bajado en algún lugar para que esté entonces fuera de la conciencia.

Aquél que es un investigador espiritual concienzudo, que quiere llevar a cabo tal investigación espiritual, que luego concienzudamente quiere comunicar al mundo, hace esto muy a menudo, él una y otra vez empuja hacia abajo lo que así aparece ante su alma como una imagen, que primero surgió, haciéndola inconsciente, erradicándola. Después vuelve a surgir, y ahora no sólo por arbitrariedad, sino por algo muy distinto: por una fuerza interna de la que sólo nos damos cuenta en este momento, cuando estamos en el nivel adecuado. Y no todas las imaginaciones surgen, sino que tenemos la clara conciencia de que hay imaginaciones que permanecen ahí abajo en una incógnita, que no pueden volver a surgir, o si vuelven a surgir, se muestran como aquellas que rechazamos.

Las imaginaciones cambian cuando vuelven a nosotros; entonces son también algo completamente distinto. Nos llegan del mismo modo que nos llegan las percepciones externas de las cosas del mundo físico. Por las mismas razones por las que, si tenemos sentido común, podemos distinguir exteriormente algo soñado, algo inexistente, de algo real, algo existente, por las mismas razones podemos reconocer lo que reaparece como imaginación en su realidad, en su esencia espiritual.

En una ocasión en la que se estaban analizando tales cosas, se preguntó: ¿Cómo puede estar seguro el hombre, cuando vuelven a él de este modo las imaginaciones, que primero arrojó fuera de su subjetividad y entregó a la objetividad para que las reprodujera, cómo puede convencerse de que representan realidades o irrealidades? Sabemos que hay sugestiones, imaginaciones, que son tan fuertes que abruman al hombre, de modo que percibe como realidad lo que no existe en absoluto. A esta pregunta se le dio un ejemplo ilustrativo: si alguien es tan sensible que, sin beber limonada, tiene el sabor de la limonada en la boca ante la mera idea de ella, esto es un ejemplo de que existe algo que no existe en la realidad. Por tanto, también se podría estar sujeto a un engaño similar en el caso de lo que son las imaginaciones renacidas.

Siempre se puede hacer una objeción de este tipo. También puede mantenerse en una mera dialéctica, en un mero juego de palabras, pero no frente a la realidad. Pues quien desarrolla su alma de la manera descrita llega a la misma posibilidad de distinguir la verdad del error lo mismo que se distingue la verdad del error en el mundo exterior, donde no se tiene más que el alma sana para distinguir la verdad del error. Todo el mundo puede formarse una idea de esto si piensa, por ejemplo, en la filosofía schopenhaueriana con la frase: El mundo que me rodea es mi imaginación.

No subestimo la filosofía de Schopenhauer, de lo contrario no la habría publicado yo mismo ni habría escrito una introducción a ella. Pero las grandes mentes suelen cometer los errores más simples. De hecho, la frase "El mundo es mi imaginación" se puede rebatir llamando la atención de alguien sobre el hecho bastante trivial de que si imagina un trozo de acero a 900 grados y piensa que sus dedos están conectados a él, no se quemará. Nunca se quemará con esa idea, por muy saturada que esté. Pero si tiene delante el acero real, se quemará. Así podrá distinguir la realidad de la imaginación, no a través de conceptos o filosofías, sino a través de la experiencia. Pero no hay otra distinción. Y tampoco hay otra distinción en el campo suprasensible que la de haber adquirido mediante el entrenamiento la relación correcta con la realidad suprasensible.

Por eso es necesario para nuestra conciencia que sepamos: Que las imaginaciones aparecen primero, nuestra alma las ha hecho por sí misma, y por eso son sólo un reflejo de nuestro propio ser. El hombre puede tener las más bellas imaginaciones, -lo mejor que puede hacer es interpretarlas primero de tal modo que se diga a sí mismo: ¿Qué hay en mí de oculto estado de ánimo, qué hay en mí de oculta pasión, qué creencia o superstición, para que justamente estas o aquellas imágenes aparezcan ante mi alma? - Si al principio no ve en las imágenes más que el reflejo de sí mismo, entonces ha adquirido el estado de conciencia adecuado para ascender por los caminos del mundo suprasensible.  Debe entonces ser capaz de ser un luchador contra sí mismo a partir de las fuertes fuerzas interiores de su alma. Debe ser capaz de arrancar de raíz aquello en lo que a menudo se siente más tentado a creer, lo que más ama, lo que para muchos ya podría significar la dicha, y dejar que se hunda en una esfera de ideas olvidadas. A continuación, cuando ha arrancado tan desinteresadamente de sí mismo lo que su alma ha hecho en primer lugar y lo ha entregado al mundo exterior a él, vuelve a él como inspiración. Entonces es capaz de vivir con aquellas entidades, seres reales y hechos del mundo suprasensible a los cuales pertenecen tales ideas.

Al principio tales imaginaciones son de tal manera que nos parecen bastante familiares, porque podemos investigar cómo no son diferentes de lo que nosotros mismos somos en el alma, cómo son sólo un reflejo del alma. Siempre se puede probar desde el mundo de las imaginaciones que estas imaginaciones son de esta manera y de aquella, dependiendo de lo que nosotros mismos somos y de nuestro estado de ánimo. Sin embargo, cuando vuelven, es diferente. No vuelven las mismas imágenes, vuelven otras, cosas nuevas a las que no nos habíamos enfrentado antes, y que se anuncian como una realidad igual que las realidades externas se nos anuncian como tales. Sólo se tiene un sentimiento completamente diferente hacia ello.

Nos enfrentamos a las cosas del mundo exterior de tal manera que nos situamos fuera de ellas. Una mesa a la que miramos está fuera de nosotros. Está ahí, y no entramos en las cosas. Con los hechos y las cosas de los mundos superiores que entonces se nos presentan, si nos hemos preparado para ellos de la manera descrita, tenemos inmediatamente la experiencia interior de la conciencia de que sólo hemos podido llegar a ellos porque antes les hemos entregado algo que  hemos hecho surgir en nosotros desde las profundidades del alma. Es realmente como cuando tengo un objeto delante de mí y quiero asirlo: del mismo modo que tengo que extender la mano y tomar conciencia de su realidad, así también tengo que, mediante lo que primero alcanzo por el método descrito, separar lo que entonces se me presenta como imaginación de mi propio yo, hundirlo en el olvido. De este modo, sin embargo, extiendo mi propio ser hacia un mundo que entonces puedo asir.

De cuanto acabamos de decir experimentamos muchas refutaciones en el mundo. Pero por mucho que se mire alrededor, por mucho que se quiera familiarizarse con esas refutaciones, por mucho que se quiera, siempre sale a la luz una cosa: las personas que refutan lo que se acaba de decir aún no lo han comprendido. Esto se demuestra por la forma en que hablan de ello. Y los que lo han comprendido ni siquiera piensan en refutarlo. Así que uno se encuentra muy a menudo con esta supuesta refutación, que uno oye a la gente decir: ¡Pero estas ideas suprasensibles, que entonces tenéis, y que tomáis por impresiones de seres, que se supone que os inspiran, no son entonces diferentes de ilusiones o engaños bastante ordinarios! Estas difieren enormemente en que el verdadero investigador espiritual tiene una conciencia diferente de ellas, una conciencia que le permite mantener su sentido común hacia estas cosas al igual que lo hace hacia las cosas del mundo exterior. Por eso las personas supersticiosas o crédulas, las que comúnmente se conocen como entusiastas, son las menos indicadas para convertirse en verdaderos investigadores espirituales.

Cualquiera que acepte fácilmente una verdad ciertamente no será capaz de hacer una investigación espiritual adecuada. La imaginación y la fe son los mayores enemigos de la verdadera investigación espiritual, aunque lo que es imaginación en el arte y lo que es fe en la realidad, por ejemplo, pueden ser en última instancia los dones más maravillosos de la investigación espiritual. Pues lo que es investigación en lo espiritual puede transformarse en fantasía y convertirse en obra de arte. Del mismo modo, cuando se dice: Lo que los investigadores espirituales proclaman es algo que sólo habla a la fe, -la frase debe aplicarse: Ciertamente el científico espiritual cree lo que sabe. Pero sería verdaderamente un necio si no creyera en lo que sabe; sin embargo, no cree en otra cosa salvo en lo que él sabe.

Se acaba de decir que debemos arrancar del alma lo que hemos adquirido inicialmente, que debemos por ello, por así decirlo hacer que se extiendan los órganos espirituales y a través de los cuales recuperamos la realidad espiritual. Cuando vivimos cada vez más en tal vida anímica, también crecemos cada vez más junto con los seres y las cosas del mundo espiritual. Entonces tirnr lugar aquello que aparece en nuestra conciencia de tal modo que no nos comunicamos con estos seres del mismo modo que una persona se comunica con otra a través de órganos externos, sino a través de aquello que habla directamente de ser a ser, que es percibido directamente por los seres, en que nuestra alma está directamente con el ser que percibe, de modo que no está, por así decirlo, fuera de él, sino dentro de él.  Entonces se produce la intuición, que en realidad no es más que la conclusión del conocimiento suprasensible, ese conocimiento suprasensible que no nos conduce a una vida espiritual vaga y nebulosa, sino a una vida concreta, con forma de ser y llena de realidad. No hay otra manera de unirse realmente con el espíritu y su existencia que fundirse con él, tal como se ha descrito. Pero todo aquello con lo que no nos fundimos no puede considerarse nunca como una prueba del espíritu, pues no hay otra prueba que encontrar que la propia experiencia coincide con la experiencia del espíritu. Quien quiera experimentar un ser espiritual debe llevar su alma tan lejos que pueda hacer coincidir su propia experiencia con la experiencia de este ser espiritual.

La totalidad del curso de la experiencia espiritual, tal como se ha descrito, puede explicar, -de nada serviría ocultar las cosas, sino que deben expresarse abiertamente-, que el hombre puede reconocer más fácilmente por medio de la cognición imaginativa, si se me permite decirlo así, a los espíritus "puros", cuya existencia es sólo espiritual, que no están revestidos de otra envoltura que la anímica-espiritual. Las entidades espirituales que no llegan a encarnarse, que no se expresan en efectos naturales externos, pueden reconocerse ya en el plano de la imaginación si no tenemos todavía la capacidad de penetrar hasta la inspiración. Esto sucede entonces de tal manera que las imaginaciones, que hemos bajado al olvido, vuelven a nosotros en forma cambiada, y entonces las reconocemos como imágenes de entidades espirituales, que son tan espirituales como concebimos nuestro ser anímico-espiritual sin cuerpo.

Por otro lado, uno debe ascender a la inspiración si quiere reconocer entidades que están conectadas, por ejemplo, con los elementos de la naturaleza, con el resplandor en la naturaleza, con las condiciones de calor en la naturaleza y así sucesivamente, en resumen, reconocer los poderes creadores y las fuerzas de las entidades detrás del mundo de los sentidos que se expresan en la existencia exterior y allí sólo pueden ser reconocidas en sus expresiones externas. Esto sólo es posible a través de la inspiración. Para ello, para que lo que tenemos en el alma pueda descender, debe arrancarse más intensamente que en el caso de los seres que tienen una existencia puramente espiritual. Y hay que emplear los más fuertes poderes de visión si se quiere reconocer aquellas fuerzas creadoras que la conciencia intelectual exterior sólo aborda como fuerzas materialistas de la naturaleza, pero que en verdad son entidades creadoras.

Si queremos reconocer estas entidades creadoras que yacen ocultas detrás de toda existencia externa, entonces debemos ser capaces de arrancar de nosotros mismos nuestra vida anímica interior con tanta fuerza como cuando acabamos de ascender a la intuición. Esto significa que una de las cosas más difíciles es reconocer la encarnación anterior de una persona mediante el conocimiento suprasensible en un caso concreto, porque con una persona tal como se nos presenta en el mundo sensorial, también estamos tratando con algo que se presenta en efectos naturales, en efectos físicos.

Detrás de estos efectos físicos se esconde algo parecido a poderes creadores. Pero para el vidente espiritual esto está oculto detrás del exterior de lo físico así como las entidades espirituales que están presentes en el relámpago y el trueno y detrás de toda la naturaleza están ocultas detrás de éstos; y el uno es apenas más fácil de encontrar que el otro. Por eso se experimentará una y otra vez que las personas que llegan a la intuición cuentan todo tipo de ilusiones reales de encarnaciones anteriores. Por lo tanto es bueno darse lo menos posible a esto. El verdadero investigador espiritual sabe que esto es una de las cosas más difíciles, que sólo es posible para el alma desarrollada en tal o cual momento.

Lo que se ha dicho hasta ahora se refiere a la exploración de lo suprasensible, del tejer y de la vida espiritual. Quien prepara su alma de la manera descrita anteriormente convierte así esta alma misma en un instrumento para penetrar en los mundos suprasensibles. Para el investigador espiritual que quiere comunicar al mundo el conocimiento espiritual, sin embargo, sólo entonces viene la tarea más importante. Pues esta mirada a los mundos espirituales es en la mayoría de los casos mal entendida y mal valorada por las personas que no la conocen de la manera correcta. Y esto también pertenece a la valoración correcta de las vías del conocimiento suprasensible, que el hombre sea capaz de formarse un juicio sobre lo que es verdadero conocimiento espiritual y lo que es tontería, charlatanería o autoengaño.

Hay que decirlo una y otra vez: Para investigar en el mundo espiritual, para buscar hechos y entidades suprasensibles, el alma debe educarse a sí misma. Pero cuando el investigador espiritual, que ha penetrado de manera correcta en los mundos suprasensibles, describe sus observaciones correctamente con los conceptos que tiene el sentido común y que corresponden a un sentido correcto de la verdad, entonces lo que el investigador espiritual describe también puede ser comprendido de manera correcta por toda persona que no se deje llevar por prejuicios. La preparación del alma corresponde a la investigación de hechos y entidades suprasensibles, nunca a la comprensión. Este es, por así decirlo, el secreto de la representación de las cosas espirituales, que después de haber sido investigadas por las facultades de cognición suprasensibles, pueden ser representadas de tal modo que puedan ser comprendidas por toda alma.

Ahora bien, hay una peculiaridad: el alma humana necesita los resultados de la investigación espiritual para comprender aquellas cosas de las que hablaremos en la próxima conferencia sobre "Las cuestiones de la vida y el enigma de la muerte", por ejemplo. El alma humana está sedienta de tener ideas y conceptos sobre aquello que va más allá de la muerte, ideas y conceptos para poder captar realmente la esencia del alma. Y quien quisiera negarse a captar esta esencia del alma bien podría reprimir durante un tiempo lo que puede llamarse el anhelo del alma por la solución de los enigmas del mundo. Pero entonces se hace aún más evidente que podemos negar al alma el alimento espiritual, pero no podemos suprimir el hambre que surge y que puede llevar al alma no sólo a la desesperación, sino a la insalubridad. Hasta cierto punto, el hombre necesita los resultados de la investigación espiritual para su salvación y seguridad en la vida, y para hacer feliz al alma de la manera correcta con los resultados de la investigación espiritual, sólo es necesario el sentido común. El sentido natural de la verdad es suficiente para comprender lo que comunica el investigador espiritual. Mientras no se haya investigado, no se puede decir. Pero si es investigado y formulado de la manera correcta, puede ser comprendido.

Se puede ver mejor cuán cierto es esto por el hecho de que el propio investigador espiritual no tiene nada en absoluto de su " visión " para la felicidad de su alma, para todo lo que generalmente necesita para su alma. Tiene un mundo nuevo. Pero este mundo nuevo no le sirve de nada mientras no lo haya llevado tan lejos que se haya convertido en un juicio sobre la vida del alma que llevamos en la vida cotidiana, y que anhela en la vida cotidiana la solución de los enigmas del mundo. Lo que el investigador espiritual puede obtener de su investigación, lo tiene igualmente y en común con el otro, a quien sólo se le cuenta, y que lo comprende con un sentido natural de la verdad y del sentido común. Pero con respecto a lo que el alma necesita para la vida, el investigador espiritual no tiene nada a través de su investigación, sino sólo a través de lo que luego sale a la luz a través de la investigación y puede ser comunicado a todo el mundo. El investigador espiritual sólo puede ser útil a toda la humanidad cuando es capaz de verter los resultados de sus investigaciones en conceptos e ideas tales que las ideas de una época puedan captarlos, a condición de ser lo suficientemente imparciales y carentes de prejuicios. Ciertamente, esta imparcialidad sigue faltando en gran medida en el presente, porque se cree que otras ideas, por ejemplo las de la ciencia natural, contradicen los resultados de la ciencia espiritual. Pero si se observan más de cerca los resultados de la investigación científico-espiritual, se verá en todas partes que no es así.

Pero hay otra cosa que se interpone entre el investigador espiritual y su público. Lo que es el investigador espiritual por el hecho de que puede ver en el mundo espiritual es en realidad juzgado erróneamente en la más amplia medida. El investigador espiritual como tal está sujeto a serios equívocos precisamente cuando se quiere abordar la investigación espiritual o se tiene un anhelo por ella. Para no extenderme demasiado, sólo quiero comentar que el mayor error, especialmente entre los bienintencionados, es que el investigador espiritual, porque ha preparado su alma para mirar en el mundo espiritual, es considerado como una especie de "animal superior", que tiene algo por delante de otras personas. Pero con tal punto de vista el que quiere llegar al conocimiento suprasensible obstruye sobre todo el camino hacia él. La opinión se forma muy a menudo a partir de una cierta buena voluntad de que el investigador espiritual, por el hecho de que puede ver en el mundo espiritual, por lo tanto se eleva por encima de otras personas, vale más que ellas, que es algo particularmente deseable para el alma humana y su valor el poder ver en el mundo espiritual. El hecho de que en nuestra época este afán se produzca en los círculos más amplios se debe a un hecho que puede caracterizarse brevemente de la siguiente manera.

En épocas más antiguas también encontramos comunicaciones de investigaciones espirituales que se hacían a las personas. Pero la mayoría de las veces sólo se comunicaban los resultados. Los métodos no se exponían como se puede exponer hoy, por ejemplo, o como se pueden divulgar hoy en un libro público, como "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?" o mi "Ciencia Oculta en Bosquejo". Por ciertas razones, sólo se hablaba de los métodos a unos pocos individuos que estaban muy seguros de ciertas propiedades. Esto era correcto para los tiempos antiguos porque para un público mayor había sentimiento y significado y también un sentido de verdad para dejar que los resultados trabajen en el alma y también para dejar que el alma se vuelva feliz, pero no lo suficiente para superar las dificultades para que el alma pueda entrar en el mundo espiritual.

Hoy las almas viven de otra manera. Hoy existe la posibilidad de pensar de un modo completamente distinto. Comparemos cómo puede pensar hoy la gente de un modo completamente distinto, no sólo gracias al avance de la ciencia natural, sino también porque la gente está aprendiendo a pensar de un modo completamente distinto a como lo hacía en el pasado como resultado de una educación en constante progreso. Como resultado, la época ha adquirido la capacidad de juzgar mejor las cosas. Por lo tanto, las cosas se pueden comunicar. Pero esto no ha hecho más que empezar. Por tanto, es inevitable que surjan errores.

Es un error considerar al investigador espiritual como algo especial. Pero el hombre, por el hecho de aumentar sus conocimientos, como se ha descrito, nunca es algo que se eleve por encima de la humanidad, que no puede tener tales conocimientos. Así como el químico no es algo diferente de los demás hombres por el hecho de saber química, tampoco el científico espiritual es algo diferente de los demás hombres. El valor del hombre no está determinado por tales cosas, sino, dentro de ciertos límites más estrechos, por la intelectualidad, por el poder de pensar sanamente. Una persona vale más si sabe pensar bien que otra que sabe pensar mal. Y en un sentido más amplio, el valor de una persona está determinado por su moralidad, por el hecho de que realiza acciones morales y tiene una constitución moral del alma. No es la formación especial de su alma lo que le da una ventaja, sino sus cualidades intelectuales y morales por sí solas.

Por esta razón, se debería erradicar por completo entre aquellos que quieren acercarse a tal conocimiento el hábito maligno que tanto obstruye los caminos hacia el conocimiento suprasensible, y que considera que el investigador espiritual que es capaz de ver en el mundo espiritual, sea una autoridad especial, algo especial, porque el hecho de poder hacerlo. Esto da lugar a una creencia en la autoridad y a un seguimiento ciego, que ya es bastante malo en otros campos, pero que es lo peor de todo en el campo de la investigación científica espiritual, porque la experiencia demuestra lo siguiente para el funcionamiento de la investigación espiritual. 

Aquel que, como otras personas en la vida ordinaria, ha adquirido un modo de pensar sano, recto y lógico dentro de la vida ordinaria, lleva este modo de pensar lógico y sano al mundo suprasensible y, de este modo, es capaz de juzgar lo que es real, lo que es correcto y lo que es verdadero, y sólo él puede entonces transmitir juicios correctos a sus semejantes a partir de lo que reconoce. No es mirando el mundo suprasensible como uno se forma juicios correctos, sino entrando en él con el intelecto correcto, con buena lógica. Un necio, por mucho que pueda ver en el mundo espiritual, donde puede ver una enorme cantidad de todo tipo de cosas espirituales, debido a que de alguna manera ha entrenado su alma para ello, también dirá un montón de cosas sin sentido sobre cómo son las cosas en el mundo espiritual. Cuando se llega a la verdad depende de cómo se sepa juzgar. Por eso, una persona con una buena mente, aunque no pueda ver en el mundo espiritual, siempre es capaz de formarse un juicio sobre si lo que alguien dice, por mucho que lo haya "visto" en el mundo espiritual, son tonterías o si tiene sustancia. Si alguien demuestra que no puede pensar bien, que no puede conectar las cosas correctamente, entonces en lugar de escuchar al científico espiritual, debería más bien montar guardia con el sentido común, porque entonces siempre sabrá si algo proviene de una mente sabia o tonta.

A este respecto, es aún más importante el estado moral del alma. Quien se acerca al mundo espiritual con malas pasiones, con malos sentimientos y emociones, pero sobre todo con vanidad y sed de honor, sólo verá lo que se le presenta de forma distorsionada y falsa. Verá las peores partes del mundo espiritual, y éstas aún se le presentarán de tal manera que no le proclamarán la verdad, sino que le impondrán ilusiones. La constitución moral del vidente espiritual determina lo que puede ver en el mundo espiritual. La videncia espiritual en sí no sirve para convertir a una persona en autoridad de ningún modo. Más bien, debemos prestar atención a la forma en que se prepara la investigación espiritual y debemos saber que causamos el mayor daño si no vigilamos con nuestro sentido común y sólo miramos lo que se puede juzgar objetivamente.

Esta es la manera de juzgar el conocimiento suprasensible por parte de aquellos que desean tal conocimiento para la salvación y la felicidad de su alma. Si el hombre se relaciona con el investigador espiritual de esta manera, entonces esta relación del mundo con el investigador espiritual no es realmente diferente de la relación del mundo con otras ciencias. Del mismo modo que no todo el mundo puede ir al observatorio o al laboratorio para realizar investigaciones, así también, aunque hoy en día siempre es posible una cierta inmersión en el mundo espiritual, son relativamente pocos los que pueden indagar en él. Pero esto tampoco es necesario, pues aquello que es fruto del conocimiento espiritual puede, al ser comunicado, ser comprendido a través de una comprensión imparcial. Ésta puede llegar a ser la relación correcta del investigador espiritual con su público, y ésta es también siempre la correcta en la convivencia de las personas.

Cuanto más aprendamos a no tomar al científico espiritual como una autoridad, sino a confiar en nuestro sentido común, a probarlo todo, y cuanto más juzguemos todo lo que dice el científico espiritual por cómo lo entendemos, comparándolo con la vida, en otras palabras, aplicando nuestro sentido común - cuanto más hagamos esto, más estaremos en terreno sano. Ciertamente, podemos decir que la ciencia espiritual, en la medida en que el mundo la necesita, es hoy accesible a todos porque es comprensible, aunque no se pueda ver en los mundos espirituales. Hoy ya estamos en el punto en el que a ningún alma se le niega realmente la oportunidad de entrar en el mundo espiritual. Nuestra época exige que la gente se convenza cada vez más de que también puede hacerse el camino hacia los mundos suprasensibles. Esto es lo correcto, en contraste con lo que lleva a la gente a creer ciegamente en la autoridad. Pero sólo lo que es correcto tiene valor para la felicidad y la salvación del alma.

Estos deberían ser algunos indicios sobre los caminos hacia el conocimiento suprasensible, hacia ese conocimiento que realmente nos conduce a un mundo espiritual que se encuentra detrás de nuestro mundo sensorial, y que también nos lleva a comprender este mundo espiritual. El investigador espiritual mismo sólo tiene algo del mundo espiritual para su personalidad, para su ser, cuando no sólo puede ver, sino que también puede comprender lo que ve. Pues todo lo que se ve no vale nada si no se comprende. Pero cuando es captado, captado por el sentido común caracterizado del hombre y por el sentimiento natural de la verdad, entonces penetra en nuestra alma, se conecta con ella, y nuestra alma siente directamente lo que hay allí, del mismo modo que el alma, cuando se pone delante de un cuadro, siente directamente lo que hay en el cuadro, aunque ella misma no pueda crear este cuadro. Así como no es necesario ser pintor para tener algo de un cuadro, así tampoco es necesario penetrar en un conocimiento, que también es necesario para el alma en grado sumo, por ejemplo de la inmortalidad o del paso por repetidas vidas terrenas, o penetrar en este conocimiento lo suficiente como para que uno mismo pueda formarse este conocimiento en el ver espiritual, -aunque sería bueno que cada vez más hombres penetraran en el ver espiritual. Pero el tiempo conquistará esto, y cada vez más personas lo harán, porque surgirá la necesidad necesaria, inconquistable, de vivir en el mundo suprasensible. Las almas se verán obligadas cada vez más a convertirse en videntes, por así decirlo, a crecer realmente junto con el mundo espiritual.

Pero la posesión de verdades suprasensibles, de conocimientos suprasensibles, le da a nuestra alma,-ya se entienda la visión de sí mismo, ya se entienda la visión del otro-, el conocimiento, al igual que reconocemos a través de la ciencia externa, de cómo todas las sustancias externas que se encuentran en nuestro cuerpo están presentes en todo el universo, de modo que estamos como incrustados en lo mismo que se extiende por todo el universo, -investigaciones que sólo han sido posibles a través del análisis espectral-, de cómo el hombre está formado a partir del universo. De este modo aprende también, a través de la investigación espiritual, a reconocer que en todo lo que sube y baja en su conciencia o en su subconsciente está conectado con un mundo de entidades espirituales que son verdaderamente más reales que las sustancias con las que está conectado el cuerpo.

Así el hombre siente gradualmente los frutos de la investigación espiritual en la paz de su alma, y también siente la fuerza para trabajar y estar activo en el universo espiritual, en el universo empapado de Dios y de espíritu. Pero esto es lo que hace posible que el hombre sepa lo que es y tenga el conocimiento necesario para él: que vive en reposo y activo, pensando, sintiendo y queriendo en el universo saturado de espíritu y se siente y se sabe conectado con él. Y eso es de lo que el alma no puede prescindir, lo que busca cuando no lo tiene durante cierto tiempo. El alma lo necesita para no desolarse en sí misma y para no volverse incapaz de cooperar con la humanidad a través de la desolación, de modo que no sólo desesperaría de lo divino, sino que también caería en la decadencia. Pero la conciencia de pertenecer conjuntamente a los mundos suprasensibles subyace en lo que en Goethe se vive como instintivamente sentido cuando dice:
Si el sol no estuviera ya presente en el ojo, 
No podríamos contemplarlo;
Si el propio poder de Dios no estuviera en nosotros, 
¿Cómo podría deleitarnos lo divino?

¡Bueno, el ojo es como el Sol! El mismo poder que está en el sol está en el ojo. Por eso, lo semejante puede reconocerse de lo semejante, como ya decían los antiguos filósofos. Hay algo divino en el hombre, el mundo entero está saturado de lo divino: por eso lo divino interior puede captar lo divino exterior. Pero Goethe también reconoció que lo contrario de esto es una verdad.

Schopenhauer, aunque convierte el mundo entero en un fenómeno de la voluntad, es incapaz de reconocer que lo interno no sólo es necesario para el conocimiento de lo externo que nos rodea, sino que, a la inversa, lo externo también es necesario para la existencia de lo interno. En el sentido schopenhaueriano, sería que el sol sólo existe porque tenemos un ojo. Esto es lo que dio lugar a la extraña filosofía que considera que el mundo carece de sonido, calor, etc., y que sólo permite que todo esto comience cuando los órganos humanos entran en el mundo. Pero Goethe sabía lo correcto: que no es sólo por tener ojos la razón por la cual vemos cosas, ni tampoco oímos por tener oídos, sino que un ojo sólo puede aparecer cuando el sol está ahí. 

De un ser que antes no tenía ojos, el hombre se ha convertido en un ser que ve por el hecho de que la luz llenó el espacio y sacó el ojo del organismo, que todavía no tenía ojo. El poder solar creó el ojo a través de la luz que difundía. Así pues, no es importante que llevemos lo divino dentro de nosotros y, por ejemplo, en el sentido de Feuerbach, sólo proyectemos hacia el mundo lo divino, que primero hemos creado dentro de nosotros, sino que debemos saber que no tendríamos en absoluto este "sentido de Dios" dentro de nosotros si lo divino-espiritual no hubiera llenado el mundo y creado un órgano espiritual dentro de nosotros, igual que el sol exterior creó el ojo exterior.

Por tanto, podemos decir: La conciencia de la unión de alma y mundo, que da al alma fuerza y poder y le permite descansar y ser activa en el universo espiritual, se compone de dos cosas, una de las cuales podemos caracterizar con el hermoso dicho goetheano:
Si el sol no estuviera ya presente en el ojo, 
No podríamos contemplarlo;
Si el propio poder de Dios no estuviera en nosotros, 
¿Cómo podría deleitarnos lo divino?

Pero está totalmente en el sentido goetheano si, complementando esta verdad unilateral con la otra, que la convierte en verdad plena, añadimos el otro dicho, que puede llamarse:
Si el mundo no estuviera dotado de sol,
¿Cómo podrían los ojos florecer en los seres?
Si la existencia no fuera revelación de Dios,
¿Cómo llegarían los hombres a la plenitud de Dios?

Traducido por J.Luelmo jul,2024

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