GA193 Berlín, 14 de septiembre de 1919 La importancia del ser humano para la vida de la tierra y para el mundo espiritual

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 RUDOLF STEINER

La importancia del ser humano para la vida de la tierra y para el mundo espiritual

octava conferencia
Berlín, 14 de septiembre de 1919

Les he hablado de cómo la época actual en la historia evolutiva de la humanidad, es una época que enfrenta a esta humanidad con grandes pruebas, aunque lo que tiene lugar a través de estas pruebas fluye ciertamente en su mayor parte en el subconsciente de las almas humanas.

Cuando las personas, decía, experimentan una especie de iniciación, cuando realmente entran conscientemente en este mundo invisible, saben y deben saber lo que significa cruzar el umbral hacia el mundo invisible. Pero algo similar le sucede, -no de la noche a la mañana, por supuesto, sino en el transcurso de largos períodos de tiempo-, a la propia humanidad, en el sentido de que esta humanidad tiene que experimentar que las fuerzas interactuantes del pensar, el sentir y la voluntad se separan, se desligan, del mismo modo que al atravesar el umbral hacia los mundos suprasensibles el pensar, el sentir y la voluntad se independizan. Todo esto está relacionado con cambios significativos en la naturaleza humana más íntima, y es tarea del tiempo asumir estos cambios de la naturaleza humana más íntima en la conciencia. Es precisamente este cómodo impulso de las personas del presente de no querer saber realmente lo que le pasa a la humanidad, este vivir sin darse cuenta en ilusiones y básicamente en ensueños sobre la vida, lo que hay que superar.

La mejor manera de comprender lo que tengo que decirles hoy es pensar en los hechos largamente conocidos de la existencia suprasensible, de cómo el yo humano y su cuerpo astral abandonan el cuerpo físico y el cuerpo etérico cuando nos dormimos y regresan a ellos cuando nos despertamos. Ahora bien, ésta es una característica general, hasta cierto punto esquemática. Generalmente se dice que el ser humano vuelve a su cuerpo físico y a su cuerpo etérico cuando se despierta. Pero este retorno se efectúa en diversos grados, por así decirlo.  Por ejemplo, si observamos a un niño pequeño, todavía inmaduro, nunca podremos decir que el yo y el cuerpo astral están completamente inmersos en el cuerpo físico y en el cuerpo etérico, como para que lleguen a ser completamente uno en su actividad con la actividad del cuerpo físico y del cuerpo etérico. Siempre hay algo en el yo y en el cuerpo astral que no está conectado con el cuerpo físico ni el etérico. Y si nos remontamos a tiempos más antiguos en el desarrollo de la humanidad, a ese importante e incisivo punto de inflexión en el desarrollo de la humanidad que, como ya les he dicho, se sitúa a mediados del siglo XV, entonces podemos decirnos a nosotros mismos que durante toda la vida humana en la antigüedad hasta ese momento se daba el caso de que no se producía una inmersión completa del yo y del cuerpo astral durante la vigilia, durante el tiempo de vigilia consciente del hombre. Esto es más bien lo tremendamente significativo en el desarrollo justo en nuestro período post-atlante, que nuestra alma y nuestro espíritu, nuestro yo y nuestro cuerpo astral, sólo ahora pueden sumergirse completamente en el cuerpo físico y el cuerpo etérico, y de hecho sólo ahora aproximadamente para nuestro tiempo, -más tarde las circunstancias cambiarán de nuevo un poco-, aproximadamente sobre los veintisiete y veintiocho años. Este es un misterio significativo en el desarrollo de la humanidad. Sólo ahora el hombre experimenta realmente la inmersión completa en su cuerpo físico, y sólo cuando ha alcanzado la edad plenamente madura de veintisiete o veintiocho años. ¿Y qué significa esta inmersión completa en el cuerpo físico? Significa que a través de esta inmersión somos capaces de desarrollar esos pensamientos, de desplegar esas ideas que han sido las ideas materialistas, científicas, desde la época de Galileo y Copérnico. Nuestro cuerpo físico es la herramienta adecuada para estas ideas, para esta visión científica. En siglos anteriores esto no se lograba estando despierto, por lo que el pensamiento científico no estaba disponible. El cual está completamente ligado al cuerpo físico. Todo lo demás que he tenido que decirles en estos días sobre la actividad que el hombre debe desarrollar, tiene que ver con el discernimiento espiritual-científico de tal modo que a su vez despierte interés en los seres de las tres jerarquías inmediatamente superiores, tal como les he explicado. Somos, por así decirlo, llevados tan lejos a través de los seres de estas tres jerarquías que podemos sumergirnos en nuestro cuerpo físico y así llegar a conocer científicamente el mundo exterior muerto y mineral.

La tarea de la humanidad actual consiste simplemente en ser consciente de estas cosas. Sin una conciencia de estas cosas, el hombre vive, por así decirlo, dormido en el período cultural actual, y ahí radica la razón por la que las personas viven hoy dormidas los acontecimientos que les rodean. Uno debe permitir que estos hechos concretos tengan un efecto en su alma para que pueda tomar conciencia de las fuerzas que están actuando en el desarrollo de la humanidad actual. Ya se puede decir: En el tiempo presente muchas cosas deben convertirse en nuevas, entendiendo por "tiempo presente", naturalmente, un largo período de tiempo. Sobre todo, cosas tales como los objetivos educativos deben convertirse en algo nuevo. Ya lo he señalado desde nuestro punto de vista. Debemos educar al hombre desde la infancia de tal manera que entre correctamente en una edad de la vida caracterizada por la inmersión completa en el cuerpo físico. Debemos llevar a las personas al punto en que puedan sumergirse completamente en el cuerpo físico. ¿Por qué hay que esforzarse por transformar y renovar nuestro sistema educativo?  Pueden hacerlo porque la humanidad, al entrar en una nueva etapa de desarrollo, debe estar preparada para la experiencia de esta nueva etapa. Cualquiera que observe la vida actual sabrá que actualmente hay un número extraordinario de naturalezas humanas rotas que no pueden hacer frente a la vida. ¿Y por qué no pueden con la vida? Porque, como ya he descrito, no pueden mirar hacia atrás, hacia experiencias que deberían haber tenido en su educación, en su infancia. Ciertas facultades sólo pueden desarrollarse en la infancia. Si en esa etapa se desarrollan, permanecen presentes durante toda la vida, las poseen y entonces están a la altura de la vida. Si no lo tienen, no están a la altura de la vida. Así debe entenderse el sentido de la responsabilidad que debemos adquirir hoy hacia toda la educación.

Otra: debemos darnos cuenta de que el impulso Crístico entró en la humanidad en el cuarto periodo cultural post-atlante. Este período comenzó en el siglo VIII a.C. y duró hasta mediados del siglo XV d.C.. Aproximadamente después del final del primer tercio de este período, el que da sentido a todo el desarrollo de la tierra, el impulso Crístico, el acontecimiento del Gólgota, entró en el desarrollo de la humanidad. Entró cuando la humanidad estaba en el desarrollo del alma racional. Este desarrollo del alma racional, en el que el pensar y el sentir humanos eran más instintivos que en la actualidad, fue sustituido por el desarrollo del alma consciente en el siglo XV, en el que nos encontramos. La forma en que el acontecimiento del Gólgota entró en el desarrollo de la humanidad como impulso histórico-mundial estaba prevista inicialmente para la comprensión instintiva del cuarto período post atlante. Fue en aquel entonces recibida por la gente de este período. Para esta comprensión instintiva era natural recordar que en la personalidad de Jesús de Nazaret vivía el ser Crístico, que en aquel tiempo descendió de las alturas cósmicas para unirse con el cuerpo de Jesús de Nazaret para los hechos terrenales. Todos pudieron reconocer en el acontecimiento del Gólgota un gran y significativo acontecimiento suprasensible, tal como entró en la humanidad en aquel tiempo. Con el paso del tiempo, lo que estaba en las facultades del alma racional se fue paralizando cada vez más. Aquella comprensión del acontecimiento del Gólgota que todavía estaba presente en los primeros siglos del desarrollo cristiano no podía durar. Tenía que entrar en un estado anímico completamente diferente de la humanidad civilizada. Como resultado, con la aparición del alma consciente, el propio acontecimiento del Gólgota se fue materializando cada vez más. Y así vemos cómo el desarrollo de la humanidad civilizada en los últimos cuatro o cinco siglos ha sido tal que la comprensión de lo que realmente sucedió en el Gólgota, el que Cristo se albergase en la fisicalidad de Jesús de Nazaret, ha ido decayendo cada vez más. Este gran misterio, reconocido instintivamente en los primeros siglos cristianos, fue cada vez menos comprendido. Se fue materializando cada vez más, hasta nuestros días, en los que incluso se ha podido reconocer un progreso en este campo en el hecho de que la gente ya no quería saber nada del Cristo suprasensible, cósmico, y que empezó a hablar de Jesús de Nazaret simplemente como un hombre extraordinario, pero al fin y al cabo un hombre que es de la misma naturaleza que el resto de la humanidad.

Aquí también nos encontramos en un punto de inflexión. Debe producirse una nueva comprensión de Cristo. Esta nueva comprensión de Cristo sólo puede llegar si se busca con los medios de la ciencia espiritual, si se busca de tal manera que con los medios suprasensibles se pueda volver a encontrar lo que en realidad sólo podía tener lugar en lo suprasensible, lo que sólo podía revelarse en lo sensible. Y esta nueva comprensión de Cristo debe surgir de tales profundidades de la naturaleza humana que, en relación con estas profundidades de la naturaleza humana cesen las diferencias confesionales que prevalecen sobre la humanidad civilizada. Estas diferencias confesionales están todas enraizadas en una constitución del alma que se halla más en la superficie del alma que en todo lo que hoy debe conducir desde fundamentos espirituales-científicos a una nueva comprensión de Cristo en Jesús. Y esta comprensión no será perfecta, no será tal como para poder realmente satisfacer las necesidades del alma humana de hoy, si no es al mismo tiempo de tal naturaleza que salve las diferencias de humanidad que han sido introducidas en esta humanidad por las confesiones. Tenemos algo que esperar de este nuevo impulso de Cristo, que todos debemos anhelar en el fondo, si somos serios y dignos de la humanidad, algo que tenemos que esperar, y que, de forma incomprensible hoy se busca por otras vías. 

Hoy se habla y se espera algo de una supuesta liga internacional de naciones. Es extraño cuánto anhela hoy la gente abstracciones para comprender la realidad. ¿De dónde se supone que vendrán los impulsos que trabajarán a través de las naciones para lograr la unidad que se pretende con la llamada Liga de Naciones? Basta con echar un vistazo a todas las ideas que se han propuesto hasta ahora para justificar esta Sociedad de Naciones: no son más que unas cuantas abstracciones. Pero la gente de hoy en día duerme con estas cosas. Hasta qué punto están dormidos ante estas cosas puede verse en un hecho como el siguiente: Woodrow Wilson, el inventor, o al menos reinventor de esta Sociedad de Naciones, había dicho, cuando Estados Unidos todavía no estaba implicado en todas las negociaciones mundiales de la forma en que lo está hoy, que la Sociedad de Naciones sólo puede fundarse de la forma correcta si no hay vencedores ni vencidos como resultado de esta catástrofe bélica. Esa sería la condición indispensable para la Sociedad de Naciones. Cualquiera que se tomara esto en serio entonces no puede tomarse en serio lo que se dice ahora de la Sociedad de Naciones. Ambas cosas son incompatibles. Pero la gente no se da cuenta de ello. Y eso es lo que es tan contrario al sano desarrollo humano hoy en día; que uno realmente acepta las cosas más contradictorias cuando sólo ha pasado un cierto período de tiempo. Es como si la gente de hoy no pudiera estar presente con su alma en lo que realmente está sucediendo.

No, esta Sociedad de Naciones no es nada en absoluto. Pues lo que se ha de fundar en la humanidad debe brotar a la superficie desde las profundidades del ser humano. Lo que hoy puede fundarse a partir de los impulsos de la humanidad contemporánea en todo el mundo civilizado por razones que no se basan en la diferenciación de los pueblos, sólo eso puede desarrollar la nueva concepción del impulso cístico. Sólo este impulso de Cristo en una nueva concepción espiritual-científica puede ser lo que una a los pueblos fragmentados en el odio y la incomprensión en todo el mundo civilizado. Esto debe calar hondo, muy hondo, en las almas como una convicción. Porque todo lo demás que no vaya en esta dirección es un obstáculo para el desarrollo de la humanidad actual. Y en el fondo es una frivolidad hablar de las exigencias del desarrollo humano de otra manera que no sea a partir de las razones más profundas de este desarrollo. Si la tierra ha recibido su significado real en relación con el desarrollo humano a través del acontecimiento del Gólgota, entonces hoy es el momento en que este significado debe entenderse de un modo nuevo. Y hasta que la humanidad no se comprometa con esta comprensión, no habrá curación para las heridas de este tiempo. Las cosas que tienen que suceder hoy no pueden ser conducidas una al lado de la otra desde este punto de vista, deben ser conducidas una dentro de la otra. Hoy no podemos hacer política hacia fuera, no podemos querer establecer una Sociedad de Naciones hacia fuera. Estas cosas exigen que sean interiorizadas por lo más profundo, por el impulso Crístico de la humanidad.

Es deber de la ciencia espiritual de orientación antroposófica señalar de alguna manera lo que cada ser humano individual sólo puede despertar en sí mismo como entidad personal-individual, pero que debe ser despertado. Porque en cuanto se tocan estas cosas, debe sentirse toda la gravedad de nuestro tiempo. Esto duele tan profundamente que en el fondo todavía se siente tan poco toda esta seriedad de la época que se evita acercarse a las grandes tomas de conciencia que absolutamente deben incorporarse a la conciencia humana. Hemos vivido una época que nos ha alejado mucho del impulso interior que nos lleva al conocimiento que hoy necesitamos. Pregúntenle a un naturalista actual o a una persona que piense en términos de la ciencia natural actual: ¿Qué habría pasado con el desarrollo de la tierra si el hombre no hubiera participado en ello? Si el científico natural de hoy piensa racionalmente a partir de sus hipótesis, de sus puntos de vista, no puede dar otra respuesta que ésta: Entonces el hombre no estaría allí, y la tierra se desarrollaría sin el hombre, su reino mineral, su reino vegetal y su reino animal también se desarrollarían. Sería más o menos lo que ocurre hoy, sólo que el hombre no estaría allí, salvo que no se construirían casas, ni existirían ciudades y cosas por el estilo. Así que uno debe decir, si uno capta el significado de la ciencia natural actual, que la tierra se habría desarrollado sin el hombre, aunque el hombre no estuviera presente. Y sin embargo, esto es un completo error. Si ustedes recopilan todo lo que pueden encontrar en las diversas discusiones que hemos mantenido durante casi dos décadas, encontrarán que lo que voy a decir es evidente por sí mismo. Sólo tienen que ser consciente de ello.

Lo que el hombre lleva en sí como su cuerpo físico está entretejido con el alma durante el tiempo de su existencia entre el nacimiento y la muerte. Ahora que hemos entrado en esta época, incluso está entretejido con el alma de una manera especial: el ego y el cuerpo astral están completamente sumergidos en el cuerpo físico. Y otra vez, si entregamos el cadáver de nuestro cuerpo físico a la tierra por el fuego o por el entierro, esto no significa nada más para la dirección científica presente que: Este cadáver consiste en diversas sustancias que se añaden a la tierra con la muerte del hombre y siguen su camino según los diversos principios que se siguen hoy en la química orgánica y sobre todo en la inorgánica. Pero todo esto son meras tonterías. Lo que está en cuestión es más bien esto: que este cuerpo humano no carece verdaderamente de sustancia, que está habitado desde el nacimiento hasta la muerte por el ser humano anímico-espiritual. Y entregamos nuestro cadáver a la tierra en una forma, en una constitución, que sólo pudo haber recibido gracias al hecho de haber sido utilizado desde el nacimiento hasta la muerte por aquel ser que vivió antes del nacimiento o antes de la concepción en el mundo espiritual como el alma espíritu del hombre. Y la tierra en su desarrollo actual estaría de tal manera que hace tiempo que estaría en proceso de descomposición, de volverse desolada, si no absorbiera como un fermento, no importa si a través del entierro o a través de la cremación, lo que son los cuerpos humanos que han sido dejados por las almas pero vividos hasta la muerte. Cuando la gente horneaba pan, -antes lo hacían así, hoy es un poco artificial-, guardaban parte de la masa del pan viejo, que debían añadir como levadura la próxima vez que hornearan pan; eso formaba parte de ello.  Del mismo modo, la Tierra no podría desarrollarse sin que los cuerpos humanos, -no los animales-, se añadieran como una especie de fermento. Ellos hacen que la tierra, que hace tiempo habría llegado al punto de la atomización, lleve lo que hay en ella hasta el final en su desarrollo. El hombre participa, y especialmente ahora, en todo el desarrollo de la Tierra. E incluso lo que entregamos a la evolución terrestre con nuestra muerte tiene un significado para ella.

Y la otra cosa que le sucede al hombre en su desarrollo, especialmente a partir de la época actual, es que, a medida que experimenta la edad más madura, cuando pasa los veintisiete, veintiocho años, está entonces en una conexión con su cuerpo físico en el estado de vigilia que afecta al mundo espiritual, al mundo supraterrenal, de una manera muy especial. Este es el aspecto extrañamente polar del desarrollo del hombre: Cuando el hombre atraviesa la puerta de la muerte, deja atrás su cuerpo, entonces escinde algo de este cuerpo que sirve a la tierra como fermento para el desarrollo. Si pasa por la edad de los veintiocho a los treinta y cinco años, entonces da algo al mundo espiritual que es necesario para este mundo espiritual. Lo que uno entrega, -en el futuro explicaré cómo se modifica el asunto para los seres jóvenes que mueren antes de los veintiocho años, eso hoy sería irnos demasiado lejos-, lo que uno entrega al mundo espiritual, eso es lo más importante que uno vuelve a encontrar cuando revive la vida en el mundo espiritual después de la muerte. Eso es lo que realmente se entrega al mundo sobrenatural del mismo modo que se entrega el cadáver al mundo terrenal.

Tales misterios están relacionados con la evolución de la humanidad, y tales cosas simplemente deben ser absorbidas en la conciencia de la humanidad actual. Estas cosas no sólo tienen el significado de sensaciones cognitivas, ¡verdaderamente no! Tienen un significado muy, muy diferente. Pues quien es capaz de tomarse estas cosas en serio, quien puede experimentarlas con todo su peso en su alma, también puede tomarse la vida mucho más en serio que otro. Y esta mayor seriedad ante la vida es necesaria para el hombre contemporáneo. Y la comprensión cabal de lo que debe darse con nuestra triple articulación del organismo social, -la comprensión exterior puede darse al mundo exterior, me gustaría decir exotérico, y debe transmitirse a él-, pero la comprensión realmente cabal, para que sea posible la cooperación más consciente en la evolución social actual, debe proceder de tal seriedad de vida, que se basa en la visión de la vida de la ciencia espiritual de orientación antroposófica. De lo contrario, no captamos las cosas con suficiente profundidad. Fuera en el mundo las cosas que están conectadas con la triple articulación deben ser proclamadas. Aquí en este lugar nos gustaría despertar el fuego necesario, el entusiasmo necesario en las almas, para que aquellos que puedan adquirir tal comprensión desde el punto de vista de la ciencia espiritual hagan todo lo posible para enseñar a otros la comprensión necesaria, para enseñarles a través del calor de su propia convicción, a través de su propio entusiasmo. Con el conocimiento tan superficial que la gente tiene en el mundo de hoy y que lleva a tales cosas que la gente cree que la tierra también podría desarrollarse si el hombre no estuviera allí, con tal conocimiento superficial no se puede lograr la seriedad necesaria para nuestro tiempo. Por eso caminamos hoy por las grandes ciudades y se nos desgarra el corazón al ver la total falta de conexión con lo que realmente está sucediendo en el desarrollo de la humanidad.

Estas cosas estaban gestándose. Su culminación preliminar fue precisamente lo que se llama la catástrofe de la guerra mundial, en la que esos puntos de vista superficiales han ido calando cada vez más. Hoy, sin embargo, es deber de los seres humanos llegar a esa triple profundización de la que hablaba ayer, hacia los seres de las tres jerarquías que están por encima de nosotros. Porque hoy debemos darnos cuenta de que vivimos dentro de este complejo de hechos. Como humanidad debemos atravesar la época en que el yo y el cuerpo astral descienden más profundamente al cuerpo físico y etérico, y por lo tanto estamos expuestos a las más fuertes tentaciones que surgen del hecho de que como seres humanos entramos en tan estrecha conexión con nuestro cuerpo físico.

Existen dos formas en que esta tentación puede producirse, una de las cuales me gustaría llamar la forma occidental de esta tentación, y la otra es la forma oriental. La forma occidental aparece más y más peculiarmente cuanto más se mira hacia Occidente, pero llevamos esta tentación particularmente fuerte en nuestra propia naturaleza. Consiste en el hecho de que, al sumergirnos cada vez más profundamente en nuestro cuerpo físico, entramos en contacto íntimo con las fuerzas terrestres con las que el cuerpo físico está conectado. Nuestro cuerpo físico está conectado con las fuerzas de la tierra. Sólo se desprende de estas fuerzas de la tierra superando en su conciencia la pesadez de la tierra y cosas similares que lo atan a ella. El hombre ni siquiera sabe cómo superar las fuerzas que actúan en él a través de su organismo. Una vez cité aquí algo que puede ilustrar lo que ahora estoy mencionando. Dije que el cerebro humano es tan pesado que, si desplegara todo su peso, aplastaría los vasos sanguíneos que se encuentran inmediatamente debajo de él. Sin embargo, el organismo humano tiene la peculiaridad de que el cerebro flota en la llamada agua cerebral. Según el principio de Arquímedes, todo cuerpo pierde en el agua tanto peso como la cantidad de agua que desplaza. Por esta razón, también se reduce la presión del cerebro sobre los vasos sanguíneos que tiene debajo, porque el cerebro flota en el agua cerebral, y así superamos la pesadez del cerebro. Así es como superamos muchas cosas. Precisamente estas fuerzas, a las que se hace tan poca referencia, muestran también en el ámbito físico qué maravilla del mundo está presente en la organización del ser humano. Así pues, estamos conectados con las fuerzas de la tierra, pero no debemos entrar en contacto directo con ellas. La tentación de conectar demasiado con estas fuerzas existe en el mundo occidental, en todas las percepciones occidentales de la vida. Esta tentación es ahrimánica. Sólo puede contrarrestarse si realmente logramos profundizar gradualmente nuestros conocimientos de tal modo que estemos en condiciones de examinar el desarrollo histórico de la humanidad y comprender realmente el acontecimiento del Gólgota como un hecho real en medio de este desarrollo histórico, del mismo modo que podemos comprender la posición de César, Augusto o Sócrates en la historia. Sólo así la cosmovisión occidental se salva de la tentación ahrimánica y de sus consecuencias, que esta cosmovisión occidental incluye al Cristo en su contemplación científica, cognoscitiva, que el Cristo entra en todo el pensamiento de la cosmovisión occidental.

La visión oriental del mundo está en la posición opuesta. El oriental se mantiene en cierto modo en el punto de vista infantil que no permite que su yo y su cuerpo astral se sumerjan en el cuerpo físico ni en el cuerpo etérico, ni siquiera en la época actual, en la que está predeterminado que la humanidad lleve a cabo esta inmersión. El oriental huye de esta sumersión. Es interesante comprender los fenómenos más importantes del presente desde este punto de vista. Rabindranath Tagore ha traducido algunos discursos muy hermosos, también al alemán. Cuando uno lee estos discursos, se dice a sí mismo, si los siente, que se trata de un sabor completamente distinto del que fluye hacia nosotros de la lectura de cualquier occidental. Aquí habla un espíritu completamente diferente. Del mismo modo que la perspectiva es diferente cuando los orientales pintan o dibujan que cuando lo hacen los occidentales, todo el estado de ánimo del alma de este Rabindranath Tagore es diferente del de un europeo o un americano. Esto se debe al hecho de que incluso el oriental educado de hoy, si está impregnado de la educación oriental, huye de esta conexión con el cuerpo físico. Ahí radica también una tentación, que es ahora el oficio de Lucifer, de no utilizar adecuadamente el cuerpo físico humano, de dejarlo inutilizado. Mientras que el americano se esfuerza por utilizar demasiado el cuerpo físico, el oriental se esfuerza por utilizarlo demasiado poco.

Así es como debemos conocer hoy la psicología de las naciones. Durante décadas, si se hubiera querido evitar la catástrofe de la guerra mundial, habría sido necesario examinar las relaciones entre los pueblos orientales y occidentales de Europa. No en vano di una conferencia sobre los espíritus de los pueblos en Kristiania en 1910. Lean varias cosas de este ciclo y se harán una idea de lo que ha ocurrido en la catástrofe de la guerra mundial en los últimos cinco años. Pero en todas estas cosas se trata realmente de estar preparado, de estar preparado con toda seriedad, no para huir de la realidad, sino para comprenderla de tal manera que el hombre debe situarse en el desarrollo de tal forma que no se coma siempre egoístamente a sí mismo, mirando siempre sólo a su entorno inmediato. No podremos cumplir nuestra tarea hoy si no desarrollamos la buena voluntad de situarnos en el conjunto del desarrollo de la humanidad, al menos con nuestra conciencia.

Lo que he dicho no pretende ser una crítica del pasado. A menudo he dicho que una crítica del pasado debe considerarse una tontería desde el punto de vista de la ciencia espiritual. De lo que estoy hablando es de la comprensión de que uno debe actuar y pensar de manera diferente para el futuro de lo que uno ha pensado y actuado en el pasado, que uno debe tener la inclinación de llevar al futuro lo que surge del conocimiento espiritual.

En estos días les he indicado el modo que ha de tener el hombre de ver toda su vida entre el nacimiento y la muerte. Al pasar por el nacimiento, traemos las fuerzas del mundo suprasensible de nuestra existencia suprasensible a nuestra existencia sensual-física. Estas fuerzas siguen teniendo un efecto. Esto es algo muy difícil de entender hoy en día. ¿Cómo tienen efecto? Tienen un efecto sobre todo lo que el hombre desarrolla como vida espiritual en este mundo físico. No tendríamos posibilidad de tener poetas entre nosotros, no tendríamos posibilidad de desarrollar una cosmovisión o ciencia ni de desplegar impulsos para la educación de los seres humanos, no tendríamos posibilidad alguna de desarrollar una vida espiritual si no digiriéramos, a través del nacimiento, esos impulsos que provienen de la vida natal. Lo que es vida espiritual se origina en la existencia de nacimiento. Por otra parte, lo que desarrollamos a partir de impulsos de la voluntad dentro de la vida económica, -fraternidad, amor a la humanidad, pensar, no sólo para nosotros mismos sino para los demás, trabajar, no sólo para nosotros mismos sino para los demás-, lo que hacemos, por así decirlo, bajo la mano, al estar en la vida económica, nos proporciona los impulsos más importantes para lo que llevamos como impulsos al mundo espiritual. Del mismo modo que sacamos del mundo espiritual las fuerzas que constituyen ante todo nuestra vida espiritual aquí, así también llevamos al mundo espiritual las fuerzas que desarrollamos en la vida económica en el amor humano y la fraternidad. Allí nos acompañan, allí son impulsos importantes para nosotros. Si observamos lo que sale de la vida infantil de año en año, tenemos en ello el legado de lo que sale del mundo espiritual, para que el hombre pueda desarrollar aquí su reino espiritual. Y si nos fijamos en lo que ocurre en la vida económica, que desarrollamos el trabajo para los demás a través de nuestra voluntad, entonces nos fijamos en lo que llevamos al mundo espiritual al pasar por la puerta de la muerte. Y lo que ahora se desarrolla sólo entre el nacimiento y la muerte se le presenta a aquel que puede mirar el mundo espiritual de tal manera que es lo contrario de lo que se desarrolla en el mundo espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento.

Si ustedes leen en el libro "Teosofía" lo que allí expongo sobre el país del alma, sobre el país de los espíritus, encontrarán que está descrito en términos que surgen enteramente de la visión viva de esas condiciones. Pero todo lo que constituye el estado constitucional es lo contrario de lo que son los impulsos en la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento. Establecemos nuestra vida espiritual con las fuerzas desde antes del nacimiento o la concepción, desarrollamos la vida económica para poder llevar las fuerzas desplegadas a través de ella al mundo espiritual, y lo que se desarrolla aquí, lo que pertenece sólo a la tierra, es decir, lo político, lo jurídico, el estado, no tiene ninguna relación con el mundo espiritual. El hombre se acomoda interpretando normalmente las cosas que se encuentran en estos ámbitos de la manera que a él le gusta interpretarlas. Son muchos los que hoy aplican al presente, -quizá a veces para volver a ser un poco monárquicos en estos tiempos republicanos-, el dicho bíblico: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Este dicho es difícil de aplicar al presente, porque sólo puede entenderse desde su entorno. El propio César romano era el dios de la época, el César romano exigía culto divino. Calígula exigió ese culto divino haciendo traer a Roma las estatuas griegas, -sólo se salvó la estatua de Zeus-, haciendo cortar las cabezas por todas partes y luego haciendo colocar en ellas la cabeza de Calígula porque le parecía lo correcto. E incluso entonces, cuando Jesús de Nazaret pronunció esa palabra, quiso darle este significado: Dad al César lo que es del César y guardad algo para el Dios que debéis buscar en otro ser que en el César. Con muchas cosas del Evangelio es necesario que se sitúen correctamente en nuestro tiempo, de forma distinta a como se toman ahora, entonces podremos penetrar cada vez más en esa concepción de la realidad que es necesaria para nuestro tiempo.

En estos días ha sido mi deber llamar vuestra atención desde diversos puntos de vista sobre cómo es tarea del hombre en el presente luchar por alcanzar este punto de vista de la realidad, que sólo puede lograrse viendo la realidad espiritual como algo concreto junto a la realidad sensual. Lo que más daño causa en el presente es cerrar los ojos a la realidad. Durante mucho tiempo, la gente no ha seguido precisamente esta política en política: cerrar los ojos a lo real. La ciencia espiritual de orientación antroposófica quiere algo serio: abrir los ojos a la realidad. Hoy vemos que estos ojos todavía no están muy abiertos. Hoy en día se oyen cosas muy extrañas que dan fe de la falta de sentido de la realidad de la gente. Por favor, no juzguen mal, debo llamar su atención sobre tales cosas porque ilustran los tiempos. Ha habido muchas personalidades que están estrechamente relacionadas con los acontecimientos que trajeron este desastre a Europa Central, que no está en su final, sino realmente sólo en su comienzo, personalidades que sólo revelaron sus verdaderos colores a la humanidad cuando ocurrieron los terribles acontecimientos del verano de 1918 y especialmente del otoño de 1918. Algunas personas, responsables de muchas cosas, mostraron entonces su verdadera cara. Se encontraron en situaciones extrañas, situaciones extrañas porque eran diferentes de sus situaciones anteriores. Realmente he conocido a personas que miran las situaciones actuales de estas personalidades responsables con cierto pesar y ni siquiera se preguntan: ¿no hay incontables millones de personas en el mundo que todavía hoy están mucho peor, mental y físicamente, que aquellos que, como personalidades responsables, se han encontrado ahora en estas nuevas situaciones diferentes de las anteriores?  En estas cuestiones debería uno tratar de abrir los ojos, de tomar en serio lo que debe convertirse en la constatación de la realidad en el presente. La mentalidad de colmena consiste en dejarse llevar por ciertas ideas favoritas, a las que uno se aferra porque le convienen, sin mirar lo que dice la propia realidad. Hoy no es conveniente decir la verdad sobre tales cosas. Pero si uno ha tenido que observar con el corazón desgarrado cómo se han desarrollado las cosas, cómo la mentalidad de colmena ha surgido precisamente allí donde uno creía ver la práctica de la vida, si uno ha tenido que experimentar cómo esta mentalidad de colmena ha irrumpido de forma devastadora, mientras que lo que miraba a la realidad se entendía como idealismo utópico, entonces existe la obligación de señalar estas cosas. Y ahora que las cosas están claras, ahora que disponemos de nuestras propias confesiones, ninguna compasión debería impedirnos mirar a esos espíritus que pululan por la atormentada Europa Central, como ese Ludendorff, por ejemplo, que nunca se sintió cómodo viendo la realidad tal como es, sino que quiso moldearla según sus cómodas ideas. También en este ámbito hay que ver la realidad en su verdadera luz, porque hoy no se trata de pequeños, sino de grandes cargos. Todos estos intentos mal estilizados de justificarse ante el mundo son precisamente las acusaciones más graves ante el mundo. Y hasta que uno no siente que estas cosas deben tomarse en serio, que deben verse seriamente en su realidad, no hay salvación. No he venido aquí a decir estas cosas por una inclinación sutil. Siento la necesidad, la obligación de hablar de estas cosas en relación con la seriedad de un movimiento espiritual-científico. Pudimos experimentar, -y tuvimos que callar porque, nos pusieron candados-, el hecho de que la regencia de Michael estaba en marcha en un momento importante de los últimos cuatro o cinco años, y fue entonces cuando la incompetencia más absoluta fue llamada a puestos dirigentes. Estas cosas también corresponden aquí. Como una sombra se yerguen hoy junto a las grandes verdades que fluyen y deben fluir por la humanidad. Sé cuántas personas hoy en día siguen diciendo que se sienten heridas cuando se les dice la verdad sobre estas cosas. Pero no deben seguir cerrando los ojos al mundo en estas cuestiones. Sólo mirando honestamente estas cosas brotará la fuerza que puede hacer avanzar a la humanidad. Necesitamos esa fuerza. Necesitamos comprender lo que es fundamentalmente diferente de lo que comprendieron aquellos que llevaron a la humanidad a la situación actual. Debemos tener el valor de comprender algo nuevo. Las cosas que se han dicho aquí y en otros lugares del movimiento antroposófico ya nos han preparado para captar esta novedad, también en la realidad exterior. No estaban ahí para ser mejores sermones de domingo por la tarde, por así decirlo. Estaban ahí para proclamar la gravedad de los tiempos. Y un antropósofo, en el verdadero sentido de la palabra, es sólo aquel que se deja llevar por el espíritu de los tiempos, que quiere la verdad, no la mentira que tan mal nos ha enredado en las cosas del presente. Ojalá me hubiera sido posible penetrar en vuestros corazones con las pocas palabras en las que he esbozado la sombra de lo que es necesario. Porque no es sólo a la mente a la que deseo haber hablado, sino sobre todo al corazón, porque es del corazón de donde debe venir la gran comprensión de los tiempos, que es necesaria. Debemos encontrar los impulsos que puedan levantar de nuevo a la humanidad. Para ello, sin embargo, primero debemos darnos cuenta de hasta qué punto, hasta qué punto nos hemos enredado en el mero eslogan, en lo falso en todos los ámbitos. La verdad vendrá del espíritu. La sabiduría reside únicamente en la verdad. Debemos escribir esto en lo más profundo de nuestras almas.

He dicho algunas cosas que caracterizan al hombre en el presente, que caracterizan nuestra época de desarrollo humano desde el punto de vista espiritual. He expuesto estas cosas porque creo que a través de ellas pueden llegar al corazón humano las cosas más necesarias para el presente, ese estado de ánimo del que procede la seriedad necesaria para vivir hoy al servicio de la humanidad. Evocar en ustedes un sentimiento de esta seriedad fue la tarea que me propuse durante mi estancia esta vez.

Traducido por J.Luelmo jul,2024


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