GA226 Oslo, 19 de mayo de 1923 -Ser humano, destino humano y evolución del mundo - La voluntad y el pensar en relación con el destino pasado y futuro del hombre

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    RUDOLF STEINER 

Ser humano, destino humano y evolución del mundo
LA VOLUNTAD Y EL PENSAR EN RELACIÓN CON EL DESTINO PASADO Y FUTURO DEL HOMBRE

 Oslo, 19 de mayo de 1923

cuarta conferencia

Al contemplar el alma del hombre, encontramos su elemento interior compuesto por el pensar o formación de representaciones mentales, el sentir y la voluntad. ya saben que he hablado a menudo de estas tres actividades del alma. Sin embargo, quisiera decir hoy algunas palabras sobre esta triple constitución del alma humana, en cuanto se relaciona especialmente con el presente ciclo.

La vida en el estado de vigilia se refiere esencialmente a nuestra actividad mental. En el estado de vigilia somos plenamente conscientes de lo que pensamos. Si se hacen la pregunta: ¿Somos igual de conscientes de los sentimientos que experimentamos en el estado de vigilia que de las representaciones mentales? la respuesta tendría que ser negativa. En cierto sentido, la conciencia despierta percibe los sentimientos de forma vaga y tenue. Y si comparamos las experiencias de nuestro mundo de los sentimientos con las que se nos presentan en las múltiples imágenes del mundo de los sueños, encontraremos el mismo grado de conciencia en el mundo de los sentimientos que en el mundo de los sueños. En el mundo de los sentimientos, soñamos de un modo diferente; sin embargo, también en ese mundo sigue siendo sólo soñar.

Fácilmente nos engañamos sobre el carácter de este mundo de los sentimientos al traducir lo que sentimos en representaciones mentales. Hacemos una representación mental de nuestros sentimientos. De este modo, los sentimientos se elevan a la conciencia despierta. Sin embargo, los sentimientos, como tales, no son más conscientes que los sueños.

Lo que permanece aún más inconsciente, -podría decirse, totalmente inconsciente-, son los impulsos volitivos del hombre. Traten de visualizar lo que saben ustedes de la facultad generalmente llamada voluntad. Supongamos que extienden la mano para coger algo. En primer lugar, tienen una imagen mental del hecho de que van a extender la mano. Esa es su intención. Pero cómo se transmite esta intención a todo el organismo, cómo se transmite a los músculos, a los huesos, para que la mano pueda coger un objeto: de todo esto se sabe tan poco como se pueda saber, en la conciencia ordinaria, lo que le ocurre al yo durante el sueño. Sólo después de agarrar el objeto, se da uno cuenta, -de nuevo por medio de una representación mental-, de haber realizado un movimiento.

Lo que hay entre la representación mental que forma la intención y la imagen engendrada dentro de ustedes después de que esta intención ha sido efectuada externamente, lo que ocurre dentro de su organismo entre estas dos etapas, está velado por un dormir que se apodera de ustedes incluso en el estado de vigilia. La voluntad es una cuestión de dormir, el sentimiento una cuestión de soñar. Y sólo la actividad mental, el pensar, es una cuestión de vigilia real.

Aquí tenemos, incluso en el estado de vigilia, la triple alma humana: el alma despierta que forma representaciones mentales; el alma soñadora que siente; y el alma volitiva que duerme. De ahí que el hombre nunca pueda saber, desde su consciencia ordinaria, lo que ocurre en esas regiones donde la voluntad teje y vive.

Sin embargo, si iluminamos con los métodos de la investigación antroposófica las regiones donde palpita la voluntad, descubriremos lo siguiente: La intención de realizar un impulso de voluntad es ante todo un pensamiento, una representación mental. En el momento en que esta intención afluye al organismo, se produce algo que podría llamarse un proceso de combustión interna. Invariablemente, esta combustión se enciende en el organismo a lo largo de todo el camino trazado por el impulso volitivo. La combustión de los productos metabólicos que existen en su interior da lugar al movimiento que utiliza el brazo para realizar un impulso volitivo. De ahí que quien desea una acción, experimenta en sentido físico, una combustión y consumo de sus productos metabólicos. Los productos metabólicos deben ser renovados debido a que están siendo constantemente quemados, consumidos por el impulso de la voluntad.

En la actividad mental es diferente. Aquí tiene lugar una sedimentación constante de partículas salinas. Partículas terrosas, salinas, como cenizas, son excretadas del organismo. De manera que el pensar o la actividad mental es una precipitación de sal, en un sentido físico. La voluntad es una combustión. Desde el punto de vista espiritual, la vida humana aparece como una continua precipitación salina desde arriba y una combustión desde abajo. Esta combustión tiene el efecto de impedir que, gracias al fuego dentro de nuestro cuerpo, -si se me permite expresarlo de esta manera-, percibamos, por medio de nuestra conciencia ordinaria, la verdadera naturaleza de la voluntad. Esta combustión nos adormece con respecto a nuestra voluntad, o impulsos volitivos.

¿Y qué es lo que se hace invisible a nuestra conciencia ordinaria mientras dormimos? Si iluminamos con los métodos de la investigación espiritual el fuego orgánico que se enciende constantemente a través de la voluntad, percibimos que este fuego contiene los efectos de nuestro comportamiento moral durante las vidas terrestres anteriores. Lo que vive en este fuego puede designarse como destino humano, karma humano.

En realidad, es cierto que un determinado hecho puede asumir un significado totalmente diferente si se mira desde un punto de vista correcto, espiritual, en lugar de desde un punto de vista externo, sensible-intelectual.

Por ejemplo, un hombre puede conocer, en un determinado año de su vida, a otro hombre. Esto se considera generalmente como accidental. Y realmente parece como si las dos personas hubieran sido llevadas a encontrarse por los accidentes de la vida y se hubieran conocido en un momento casual. Sin embargo, las cosas suceden de otra manera. Si utilizamos los métodos de la investigación espiritual y miramos en toda la conexión de la vida humana, si miramos en todo lo que se ha hecho invisible por el proceso de combustión anteriormente mencionado, entonces encontramos que una amistad que se hizo en el trigésimo quinto año de un hombre, había sido anhelada y buscada por este hombre durante toda su vida de acuerdo con un plan definido. Si recorremos retrospectivamente la vida de alguien desde sus treinta y cinco años hasta su más tierna infancia, podemos descubrir y revelar qué caminos se han seguido para llegar al punto en el que se encontró con el otro hombre. Todo ello se ha llevado a cabo de acuerdo con un plan albergado en el inconsciente.

Si observamos el destino de un ser humano de esta manera, es notable descubrir qué artimañas fueron empleadas ocasionalmente por esta persona para llegar a cierto lugar, en cierto año, y encontrarse con cierta persona. Cualquiera que tenga una visión real de la vida humana no puede evitar decir que, si alguien está viviendo una experiencia, él mismo la ha buscado, con toda la fuerza de que dispone, durante toda su vida terrenal.

¿Y por qué buscamos una experiencia concreta? Porque esta búsqueda ha sido vertida en nuestra alma en vidas anteriores. Sin embargo, estas vidas terrenas anteriores no muestran su efecto dentro de nuestro pensar consciente despierto. Muestran su efecto en ese estado de conciencia constantemente adormecido por el proceso de combustión. Aunque lo hacemos inconscientemente, no obstante nos esforzamos por la consecución de nuestras experiencias terrenales.

Ahora bien, cuando se dice algo semejante, pueden surgir en nuestro pensamiento varias objeciones. En primer lugar, podría plantearse el siguiente argumento: Si todo esto es cierto, entonces toda nuestra vida está determinada por el destino; no tenemos libertad. Pero, ¿Acaso perdemos nuestra libertad por el hecho de que nuestro cabello sea rubio y no negro? También esto está predestinado. No obstante, somos libres aunque nuestro pelo sea rubio en lugar de negro, -aunque posiblemente prefiramos el pelo negro-; somos libres aunque no podamos bajar la luna, como habríamos deseado hacer de niños. No obstante, somos libres, aunque hayamos buscado ciertas experiencias desde el comienzo de nuestra vida terrenal. Pues no toda la vida humana se compone de tales experiencias destinadas; estas experiencias están siempre unidas a experiencias libremente elegidas.

Y estas experiencias libremente elegidas unidas a las otras las encuentra la ciencia espiritual en un lugar diferente.

He hablado a menudo de las tres etapas del conocimiento espiritual: La imaginación, cuando vemos por primera vez un mundo de imágenes; la inspiración, cuando este mundo de imágenes es penetrado por la realidad y la esencialidad espirituales; la intuición, cuando nos encontramos en medio de la realidad y la esencialidad espirituales.

Si el ser humano, en el curso de su investigación espiritual, alcanza la imaginación y, por tanto, ve ante sí el cuadro de su vida, al mismo tiempo siempre se hace visible algo más. No se puede alcanzar una cosa sin la otra. No podemos alcanzar la imaginación, el verdadero conocimiento espiritual de la vida vivida por nosotros hasta ahora en la tierra, sin ver emerger, de una manera extraña y parecida a la memoria, las experiencias sufridas por nosotros durante el sueño, entre el dormir y el despertar. Ya les he indicado en qué consisten estas experiencias.

Al alcanzar por una parte la imaginación, se alcanza por la otra, gracias al silencio interior que envuelve nuestra alma, una visión especialmente profunda de lo que el ser humano experimenta durante el dormir. Ya les he descrito muchas cosas que experimentamos durante el estado de dormir. Lo que, sin embargo, se pone principalmente ante nuestra mirada interior en el dormir concierne al destino, tal como éste se forma de nuevo.

Si iluminamos el dormir que abarca nuestra voluntad incluso en el estado de vigilia, podemos ver en acción el karma resultante de vidas terrenas anteriores.

Y, si vemos en su verdadera luz las experiencias vividas por nosotros entre el ir a dormir y el despertar, reconocemos cómo el karma que se realizará en nuestra próxima vida terrenal se está tejiendo a partir de los actos libres realizados por nosotros en la presente vida terrenal.

Se podría creer que los que son capaces de penetrar en el reino del dormir se perturban al decirse a sí mismos: Tu propia conducta moral durante la presente vida terrenal está preparando tu karma. Sin embargo, este hecho no es más perturbador que el conocimiento de que el sol ha salido, ha subido a su posición más alta al mediodía, se ha hundido por la tarde bajo el horizonte, y repetirá el mismo curso al día siguiente. La licitud de salir de la profundidad del sueño no nos perturba, porque a través de la libertad todo lo que se ha formado en el estado dormido de la presente vida terrestre puede, de las más diversas maneras, surgir durante la próxima vida terrestre.

Y, cuando vemos que lo que empieza a tejerse mientras dormimos, oculto a nuestra conciencia ordinaria, es un nuevo karma, podemos ver claramente cómo el karma actúa en los estados subconscientes de nuestra voluntad, cómo se vuelve a hilar el karma.

También podemos ver cómo se entreteje en el ser humano el pasado con el futuro; podemos ver cómo lo que está velado para el ser humano despierto por el dormir durante el día, es decir, los secretos íntimos de su voluntad, se hilan junto con lo que está velado para él por el dormir durante la noche: a saber, los secretos íntimos de su yo y cuerpo astral tal como se han separado de los cuerpos físico y etérico y están tomando parte en tejer el karma futuro.

Tengan en cuenta que las cosas que el hombre piensa en su estado ordinario de vigilia se refieren, en su mayoría, a asuntos exteriores. Estas cosas externas pensadas por nosotros permanecen fijas, por medio del contenido ordinario de nuestra vida anímica, en nuestra memoria.

Sin embargo, todo esto sólo representa la superficie de nuestra vida anímica. Más allá de este nivel de pensamiento hay una vida anímica mucho más profunda. Todo lo que experimentamos durante el estado de vigilia como nuestro pensamiento, lo experimentamos en el cuerpo etérico, el cuerpo de fuerza formativa. Todo lo que sucede a un nivel más profundo en el cuerpo astral y el yo, sólo puede experimentarse penetrando conscientemente en los acontecimientos que atraviesan el cuerpo astral y el yo cuando se han separado de los cuerpos físico y etérico y se han dormido. Entonces se está tejiendo el karma futuro.

Durante el día, este karma futuro está velado para nosotros por los pensamientos exteriores contenidos en el cuerpo etérico. En la profundidad del alma, sin embargo, se va entretejiendo, también durante el día, junto con lo que mora en la voluntad inconsciente y dormida como el karma que emerge del pasado. De ahí que el karma del ser humano pueda ser divulgado con exactitud.

Aquí encontramos varios hechos interesantes. La edad de la primera infancia del ser humano es especialmente reveladora para la observación de las conexiones kármicas. Las determinaciones de los niños nos parecen totalmente arbitrarias; y, sin embargo, no lo son en absoluto.

Es cierto que las acciones del niño imitan lo que sucede en su entorno. He indicado en mi conferencia pública cómo el niño, completamente unido a su organismo sensorial, experimenta interiormente cada gesto, cada movimiento de las personas que le rodean. Pero experimenta cada gesto, cada movimiento, en su significado moral. Por lo tanto, un niño que se enfrenta a un padre colérico experimenta el elemento inmoral relacionado con un temperamento colérico. Y el niño experimenta, a través de los movimientos más sutiles de las personas que le rodean, los pensamientos que éstas albergan. Por lo tanto, nunca debemos permitirnos tener pensamientos impuros e inmorales en presencia de un niño y decir: Tales pensamientos son permisibles, porque el niño no sabe nada de ellos. Esto no es cierto.

Siempre que pensamos, nuestras fibras nerviosas vibran de un modo u otro. Y esta vibración es percibida por el niño, especialmente durante sus primeros años. El niño es un sutil observador e imitador de lo que le rodea.

El hecho más extraño y, -podría decirse-, el más interesante, en un sentido más elevado, es el siguiente: El niño no imita todo, sino que elige. Y esta elección se hace de una manera muy complicada.

Supongamos que el niño tiene ante sí a un padre colérico y acalorado que hace muchas cosas que no están bien. El niño, totalmente uno con su organismo sensorial, debe absorber todas estas cosas. Como su ojo no puede protegerse a sí mismo, debe percibir lo que ocurre en el entorno del niño.

Sin embargo, lo que el niño absorbe sólo lo hace en estado de vigilia. Al final, el niño se va a dormir. Los niños duermen mucho. Durante el sueño, el niño puede elegir: Lo que quiere absorber lo envía de su alma a su cuerpo, a su organismo físico; lo que no quiere absorber lo expulsa durante el sueño al mundo etérico. De este modo, el niño sólo absorbe en su organismo corporal aquello que le ha sido predestinado por su destino, su Karma. El trabajo del destino se ve con especial viveza en los primeros años del niño.

Una persona con una inclinación meramente intelectual a menudo siente que es tremendamente inteligente y el niño tremendamente estúpido. Después de adquirir una visión del mundo, descartamos esta opinión y empezamos a darnos cuenta de lo estúpidos que nos hemos vuelto desde nuestra infancia. Nuestra inteligencia actual, a diferencia de la de la infancia, es consciente. Sin embargo, mucho, mucho mayor que toda la sabiduría que se nos da en años posteriores, es la sabiduría con la que el niño, como se describió anteriormente, elige entre lo que, de acuerdo con el destino resultante de vidas terrestres anteriores, debe incorporar en sí mismo, y lo que puede expulsar al mundo etérico general. Y lo que el hombre trae de vidas terrestres anteriores a la actual se hace especialmente visible durante los primeros años, cuando la cuestión de la libertad todavía no importa. A la edad en que surge la conciencia de la libertad, ya hemos traído a la vida terrenal actual la mayor parte de lo que estaba destinado a ser cosechado en vidas terrenales anteriores. Y si alguien tiene una determinada experiencia a la edad de treinta y cinco años, ha abierto un camino hacia esta experiencia desde sus primeros años de infancia. Los primeros pasos de la vida son los más importantes y esenciales para todo lo que está determinado por el destino.

He intentado señalar lo sabios que éramos de niños y cómo, fundamentalmente, nos volvemos cada vez menos sabios a medida que la vida continúa. Nuestra conciencia se expande: de ahí que valoremos el racionalismo consciente y no valoremos la sabiduría inconsciente del niño. Sólo adquiriendo la ciencia de la iniciación se nos enseña a valorar esta sabiduría.

He llamado la atención sobre estas cosas en el primer capítulo de mi folleto: La filosofía oficial me ha criticado duramente por ello. Sin embargo, es importante que seamos capaces de contemplar correctamente los primeros años de la infancia.

La gente, una vez que haya comprendido estas cosas, alcanzará un juicio más sólido sobre algo que hoy se menciona una y otra vez, pero que no se comprende en lo más mínimo: la cuestión de las cualidades heredadas. En la literatura y la ciencia actuales se tiende a basar todo en las cualidades heredadas de los padres. Si llegamos a comprender cómo el niño, en un sentido kármico, recoge de vidas terrenas anteriores lo que su sabiduría le impulsa a seleccionar, comprenderemos la relación correcta entre lo que está determinado por el destino y lo que representa la herencia y el ropaje externos. Pues esta herencia no es más que un ropaje externo. Que este último exista no parecerá extraño a quienes comprendan de manera correcta cómo los seres humanos se conectan, en cierto punto entre la muerte y un nuevo nacimiento, con la secuencia de generaciones. Volviendo su mirada del Más Allá hacia el ámbito terrenal, son capaces de prever quiénes van a ser sus padres. Desde el Más Allá, ayudamos a determinar las cualidades que tendrán nuestros padres. Por lo tanto, no es de extrañar que heredemos estas cualidades. Sin embargo, como ya hemos dicho, nosotros elegimos las cualidades que heredamos.

Observar al ser humano durante sus primeros años de infancia es un estudio tan interesante como sublime. Debo utilizar esta expresión una y otra vez. Recordarán que llamé su atención sobre las tres cosas que aprende el niño en sus primeros años: caminar, que incluye tantas cosas de las que se habló ayer, hablar y pensar. Estas tres facultades las alcanza el niño.

Ahora observemos correctamente cómo el niño da sus primeros pasos. Puede apoyar las piernecitas y los pies con firmeza o con suavidad; avanzar con valentía o con timidez; doblar la rodilla con vigor o con menos vigor; utilizar con más frecuencia el dedo índice o el meñique. Aquellos que tienen una visión correcta de lo que está relacionado con el caminar, lo que está relacionado con el sentido del equilibrio a través del cual el niño se orienta en las tres direcciones espaciales - todos ellos reconocerán que el karma del niño se expresa simbólicamente en sus intentos de caminar. Vemos a cierto niño, cuando aprende a andar, apoyar sus piececitos con firmeza. Esto nos muestra que ha demostrado su valentía y coraje en diversas situaciones de vidas terrenas anteriores. Esta cualidad de valentía y coraje procedente de vidas terrenas anteriores se expresa, en una imagen sensible, por la manera firme en que el niño planta sus piececitos en el suelo. Así, podemos observar en los primeros intentos del niño por caminar una imagen milagrosa del karma humano. El karma personal de un hombre se expresa especialmente por la manera en que aprende a caminar.

En segundo lugar, aprendemos a hablar. Imitamos lo que se habla a nuestro alrededor. Cada niño lo hace a su manera; sin embargo, todos los seres humanos que aprenden a hablar su lengua materna dentro de una provincia lingüística imitan sólo esta lengua. De ahí que el destino nacional del ser humano se exprese en la forma en que el niño se adapta a la imitación de los sonidos. El niño, cuando aprende a caminar, expresa su destino individual; cuando aprende a hablar, su destino nacional. Y, cuando aprende a pensar, expresa el destino de la humanidad universal que vive en un período determinado en todo el planeta. De esta manera, en el hombre está entretejido en un triple destino.

Es cierto que vestimos nuestros pensamientos con diversos lenguajes. Sin embargo, al penetrar a través de la lengua hasta los pensamientos, suponemos que éstos pueden ser comprendidos por cualquier persona en cualquier parte del mundo. Existe una lengua china y otra noruega; sin embargo, no hay diferencia, -excepto individual-, entre los pensamientos chinos y noruegos. Porque hay que admitir que los pensamientos como tales, con respecto a su verdad o falsedad, son los mismos en todas partes. Tienen un matiz diferente por la única razón de que los seres humanos se expresan a través del lenguaje y los rasgos individuales. Sin embargo, el contenido del pensamiento, -no la forma-, es igual para todos los hombres. Al ajustarse a la vida del pensamiento en su tercera etapa, el niño se ajusta, en cierto punto, a toda la humanidad. A través del lenguaje, se ajusta al destino del pueblo; a través de su orientación en tres direcciones espaciales (aprendiendo a caminar, a manejar objetos, etc.) se ajusta a su destino personal, individual.

Para comprender correctamente el ser del hombre, hay que ver estas cosas desde todos los ángulos. Ahora quisiera explicarles, por medio de otro hecho, cómo está constituido el conjunto de la vida humana.

Volvamos al estado de dormir, a las experiencias que vivimos entre el dormir y el despertar. Aquí volvemos, con nuestro yo y nuestro cuerpo astral, al mundo espiritual; volvemos al punto de partida de nuestra vida. Sin embargo, el yo y el cuerpo astral tejen nuestro destino futuro.

Cuando el yo y el cuerpo astral vuelven de nuevo al cuerpo físico, entonces el destino se ha tejido de nuevo noche tras noche. La conciencia ordinaria del hombre, sin embargo, todavía no sabe nada de este destino. Él entra de nuevo en sus cuerpos físico y etérico. En el cuerpo etérico ha dejado atrás sus pensamientos. Sólo suponemos que no pensamos mientras estamos tumbados en la cama. Pensamos sin cesar, pero sin saberlo, porque nuestro yo y nuestro cuerpo astral habitan fuera de nuestros pensamientos. Pensar es una actividad del cuerpo etérico. Pueden ustedes observar fácilmente este hecho incluso en la vida cotidiana. Por ejemplo: han escuchado, por primera vez, una sinfonía que les ha emocionado mucho. Si tienen la inclinación de despertarse durante la noche, lo harán una y otra vez, encontrándose siempre en medio de los sonidos de esta sinfonía, que continúan vibrando dentro de su cuerpo etérico. Estas vibraciones no cesan. No es necesario que su yo esté presente mientras la sinfonía resuena en su interior. Si su yo estuviera presente, sólo sería consciente de las vibraciones del cuerpo etérico. Lo mismo ocurre con otros pensamientos. Están ustedes pensando toda la noche mientras están dormidos en la cama; sin embargo, como su yo está ausente, ignoran que piensan.

Incluso puedo revelarles que la vida de vigilia a menudo estropea nuestro pensamiento. Por lo general, nuestros pensamientos son mucho más agudos cuando nuestro yo está ausente por la noche. Esto es cierto, lo crean o no. El juicio de la mayoría de la gente sobre la vida es mucho más sólido por la noche que durante el día. Si el cuerpo etérico, que está en armonía con las leyes del universo, piensa por sí mismo y el hombre no estropea estos pensamientos, entonces el pensamiento del hombre, ya no enturbiado por el yo (como sucede tan a menudo durante el día) se vuelve mucho más sólido.

Mientras nuestro yo y nuestro cuerpo astral están fuera de nuestros cuerpos físico y etérico, nos dedicamos a tejer nuestro karma futuro. Lo que como yo y cuerpo astral vive y teje fuera de nosotros entre el quedarse dormido y el despertar, debe atravesar el portal de la muerte; debe entrar y pasar por el mundo suprasensible. Es cierto que el elemento astral se funde posteriormente con el yo, que sufre así un cambio de sustancia y debe continuar su camino solo. Sin embargo, todo lo que ha estado tejiendo, en el estado de dormir, fuera de los cuerpos físico y etérico, debe atravesar el portal de la muerte y debe, entre la muerte y un nuevo nacimiento, seguir su camino a través de las etapas descritas por mí durante los últimos días. Mi descripción les ha mostrado cómo el yo pasa por una etapa en la que trabaja al unísono con los seres de las Jerarquías superiores, a fin de preparar el germen espiritual de un futuro cuerpo físico.

Este trabajo requiere la experiencia de una profunda sabiduría entre la muerte y un nuevo nacimiento - una experiencia que sólo puede experimentarse si se comparte una actividad espiritual con los seres de las Jerarquías superiores.

Muchas otras cosas deben fundirse con el karma, tal como se teje entre el quedarse dormido y el despertar, a fin de unir todos los elementos en un futuro cuerpo físico. Pues hay que considerar qué tipo de camino hay que seguir. Todo lo que se teje como karma mora en el yo y en el cuerpo astral. Debe descender a aquellas regiones que poseeremos, en la próxima vida terrestre, como regiones volitivas inconscientes. Todos estos elementos deben mezclarse completamente con todo nuestro organismo corporal. Durante el estado ordinario de dormir, el Yo y el cuerpo astral tienen todavía muy poco de lo que deben alcanzar durante su transición entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Desde el estado de dormir, el Yo y el cuerpo astral deben volver al cuerpo físico; y, cuando despiertan, no comprenden muy bien cómo tratar con este cuerpo físico. Porque, habiendo recibido este cuerpo como resultado de una vida terrestre anterior, no saben cómo sumergirse en él de la manera correcta.

Dado que el cuerpo astral y el yo sólo pueden formar los cuerpos físico y etérico en la próxima vida terrena, trabajando en ellos en la infancia durante el primer y segundo septenio, y puesto que el yo y el cuerpo astral sólo entonces abarcarán todo lo que puede funcionar correctamente en el cuerpo físico: por eso ahora, cuando el yo, -al dormirse-, acaba de absorber la conducta moral del ser humano y el karma acaba de empezar a tejerse, este yo, al despertarse, no comprende correctamente todas las cosas contenidas en el cuerpo físico.

El Yo, al sumergirse de nuevo en el cuerpo físico, es totalmente inconsciente. Sin embargo, al pasar por la región de la actividad mental, surgen imágenes oníricas confusas. ¿Qué significan? ¿Por qué corresponden, en muchos casos, tan poco a la vida? Porque el Yo y el cuerpo astral tratan de sumergirse en los cuerpos físico y etérico, pero les resulta difícil hacerlo. Esta discrepancia entre lo que el yo no puede hacer, pero que debería hacer según los sabios principios de los cuerpos físico y etérico, esta discrepancia se expresa por las imágenes confusas que soñamos justo antes de despertar. Estos sueños nos muestran pictóricamente cómo el yo trata de poner en cierta armonía con el cuerpo físico y el cuerpo etérico lo que todavía no ha alcanzado. Y sólo cuando el yo, suprimiendo la conciencia en lo que respecta a la voluntad, se sumerge en las regiones subconscientes, y por lo tanto deja de confiar en su propia sabiduría, puede entrar de nuevo en el cuerpo físico sin producir imágenes mentales confusas.

Si el Yo, al despertar, se sumergiera en el cuerpo físico cuando está plenamente consciente, o medio consciente como en los sueños, entonces de todo el cuerpo físico del hombre surgirían los sueños más aterradores. Sólo la circunstancia de que nos sumerjamos, en el momento oportuno, en la voluntad inconsciente, subyuga a las fugaces imágenes oníricas y nos permite hundirnos, como Yo y cuerpo astral propios, en las regiones de la voluntad inconsciente.

Es muy claro para cualquiera que mire estas cosas sin prejuicios, que cada sueño puede mostrarnos la desarmonía existente en la vida presente entre lo que el Yo y el cuerpo astral han adquirido en esta vida presente y los cuerpos físico y etérico plenamente desarrollados. Primero lo que ha sido tejido como elemento moral debe unirse, durante la transición entre la muerte y un nuevo nacimiento, con el germen espiritual del cuerpo físico. Entonces, lo que se ha tejido en la vida presente entre el dormir y el despertar, se vuelve tan poderoso que es realmente capaz de hundirse durante la próxima vida infantil, durante esta vida infantil soñadora y medio dormida, en los cuerpos físico y etérico, utilizándolos como herramientas para la vida terrestre.

Dentro de nosotros llevamos el resultado de las vidas terrestres precedentes. Sólo que todo lo que llevamos abajo, en nuestro organismo volitivo, como fuerzas de la vida terrestre precedente, está oculto por un fuego interior que consume nuestra sustancia física y nuestros productos. Sin embargo, estas fuerzas, aunque consumidas por el fuego, siguen activas. Seguimos nuestro camino a través del mundo por medio de nuestro karma. Existe un camino especial para cada experiencia. Al elegir, desde la infancia, lo que queremos imitar del mundo circundante y, al hacerlo, iniciar un acontecimiento que puede no producirse hasta los cincuenta años, y al mismo tiempo ejercer nuestra voluntad con el fin de llevar a cabo esta experiencia, experimentamos en nuestro interior una combustión de lo que es sustancia corporal. Y como el fuego nos hace inconscientes de nuestra trayectoria vital, nuestra percepción interior transforma lo que en realidad es un curso continuo del destino en algo que se nos aparece como deseos momentáneos, instintos, impulsos, variedades de temperamento, etcétera. A continuación discurre el camino de la vida determinado por el destino. Los fuegos están siempre ardiendo de nuevo. Nosotros, sin embargo, sólo podemos ver la superficie de los fuegos. Y en esta superficie, de las llamas hirvientes, por así decirlo, cobra vida lo que habita en nuestras almas como pasiones, deseos, instintos. Esto es sólo la apariencia externa, la revelación externa de lo que se teje en las profundidades como destino humano.

Lo que los hombres observan son las pasiones individuales, los instintos individuales, los deseos individuales, los gustos y disgustos momentáneos, los actos realizados o no realizados por simpatía o antipatía momentánea. Al hacer tales observaciones, sin embargo, nos comportamos como alguien que tiene una frase ante sí y dice: "Aquí veo d,i,o,s,g,o,b,i,e,r,n,a,e,l,m,u,n,d,o". Todo lo que puede hacer es deletrear las letras sueltas. Entonces viene otra persona y dice: "Las letras deletreadas por ti significan que Dios gobierna el mundo". Al igual que la ortografía difiere de la lectura, la ciencia ordinaria difiere de la ciencia espiritual.

La psicología ordinaria es capaz de deletrear. Al observar una vida humana, encuentra ciertos instintos e impulsos en el niño. El científico, que sólo sabe deletrear, registra estas cosas, y así continúa durante toda la existencia del ser humano en la tierra.

Quienes comprenden la ciencia espiritual son capaces de leer. Mirando más allá de la superficie del fuego, ven lo que hay debajo: el camino de la vida del hombre determinado por el destino.

Entre la psicología ordinaria, tal como se practica todavía hoy, y el conocimiento genuino de la vida anímica humana hay una diferencia semejante a la que existe entre deletrear y leer.

Podríamos hacernos entender con menos dificultad, si sólo pudiéramos decir a los demás que están equivocados. Pero, si alguien deletrea d,i,o,s,g,o,b,i,e,r,n,a, es imposible decirle: "Lo que dices está mal". Pues es perfectamente correcto. Sólo el otro, carente del conocimiento de que las letras pueden combinarse y leerse, nos dirá: "Estás loco. Todo lo que puedo ver es d,i,o.s, y así sucesivamente. Sería una completa tontería combinar las letras". No puede entender que no sólo sabemos deletrear, sino también leer.

Este hecho hace que nuestra posición sea muy difícil. El antropósofo podría llegar fácilmente a un entendimiento con los demás; no tiene que refutarlos. Tampoco está enredado en polémicas contra la ciencia externa. Sin embargo, si esta ciencia empieza a tacharle de loco, entonces, naturalmente, se ve obligado a afirmar que esto es exagerado y a señalar su disposición a considerar como válido lo que los demás quieren considerar como válido. Sólo que tendría que excluir el siguiente principio: Lo que tal o cual persona no ve es inexistente. Pues este principio no es criterio de verdad. Y las personas que lo sostienen deberían averiguar primero si los demás pueden ver lo que ellos mismos no pueden ver.

En vista de todo ello, quienes se sitúan en terreno antroposófico deben ser capaces de comprender esta difícil relación entre la Antroposofía y otras cosmovisiones. A lo sumo, podríamos llegar a la conclusión de que el que no tolera más que d,i,o,s,g,o,b,i,e,r,n,a, debe ser considerado como semianalfabeto. Del mismo modo, posiblemente podríamos decir al que no pudiera desprenderse del hábito de deletrear los instintos, impulsos, pasiones, temperamentos, etc., individuales: "Eres un semi-filisteo, un semi-bloqueador. El problema contigo es que no puedes elevarte". Sin embargo, no podíamos decirle que estaba equivocado.

La cuestión entre la Antroposofía y otras cosmovisiones es de tal naturaleza que no se puede llegar a ningún entendimiento hasta que aquellos, que sólo saben deletrear, tengan la intención de aprender a leer. De otro modo no es posible la comprensión mutua; y por esta razón todos los debates habituales no conducen a resultado alguno. Este hecho es advertido por muy pocos opositores a la Antroposofía. En mi opinión, es esencial que ustedes conozcan estas cosas.

Los opositores a la Antroposofía aumentan cada mes. Sin embargo, no logran imponerse. Porque, como la Antroposofía siempre está de acuerdo con ellos, pero ellos se niegan a estar de acuerdo con la Antroposofía, no pueden atacar muy bien lo que dice el antropósofo. Y por eso atacan su personalidad: la difaman, dicen mentiras sobre ella. Por desgracia, las polémicas tienden cada vez más hacia esa forma. Esto deben preverlo los que están en terreno antroposófico.

Hay que tener en cuenta que hoy en día existe un surtido muy extraño de libros antagónicos. Muchos de sus autores, que han leído la literatura antroposófica, habrán descubierto que yo mismo, en ciertos pasajes de mis propios libros, menciono todas las objeciones que podrían plantearse. Me dedico a polemizar contra mí mismo, a fin de mostrar cómo podría borrarse lo que afirmo. De ahí que todas las objeciones posibles contra la Antroposofía puedan encontrarse en mis propios libros. En consecuencia, muchos de mis adversarios se ocupan de copiar los argumentos que yo mismo, en mis propios libros, he citado contra la Antroposofía. Luego distribuyen estos escritos a otros para atacar a la Antroposofía. Así se pueden encontrar escritos hostiles plagiando mis propios libros y simplemente copiando mis palabras cuando digo: se podría plantear tal o cual objeción. El hecho de que el propio antropósofo tenga que señalar todos los argumentos que se pueden esgrimir contra él facilita bastante la tarea de sus adversarios.

Menciono estas cosas no con el propósito de atormentar a mis oponentes, sino para caracterizar cómo uno debe progresar si desea leer las experiencias de la vida, (con respecto a los impulsos de la voluntad), en lugar de simplemente deletrearlas. La ortografía sólo nos muestra lo que surge momentáneamente en forma de impulsos, de vida animal expresada por deseos, pasiones y anhelos. Aquellos capaces de combinar estas letras y leerlas penetrarán en cada destino humano individual. Este destino humano está trabajando en la fuente de la vida; y, por medio de este destino, el ser humano se une al curso siempre continuo de toda la evolución de la humanidad. Y sólo comprendiendo de este modo la vida entera de un solo ser humano podemos comprender la historia de la humanidad. Durante los próximos días, contemplaremos la historia de la humanidad; la contemplaremos como la vida de la humanidad en su destino antes y después del Misterio del Gólgota. Y veremos también cómo el Misterio del Gólgota ha influido en el desarrollo de la humanidad sobre la tierra.

Primero, sin embargo, tenía que erigir un fundamento y mostrar lo que actúa en el interior del ser humano. Sólo así puede reconocerse correctamente cómo los dioses y el Misterio del Gólgota actúan en el hombre individual, en todo su destino.

Traducido por J.Luelmo sept.2023

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919