GA104a Cristianía, 11 de mayo de 1909 La Era de los siete sellos

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La Era de los siete sellos.

RUDOLF STEINER


Cristianía, 11 de mayo de 1909

tercera conferencia

Nos ha quedado claro que las siete cartas de los primeros capítulos del Apocalipsis están destinadas por el escritor del Apocalipsis a los siete representantes de las siete épocas culturales del período post-atlante, que siguieron a la gran catástrofe acuática también llamada Diluvio. La era que viene después de los siete periodos culturales post-atlantes se revela al iniciado en siete sellos como siete periodos de tiempo, iguales a los de nuestra era post-atlante.

Sobre todo, debemos darnos cuenta de que el desarrollo anímico de la humanidad todavía tendrá que experimentar muchos y múltiples cambios en el futuro. Cuanto más nos remontamos a los tiempos de la antigua y tenue autoconciencia, cuanto más encontramos una tenue clarividencia, tanto menos se nos aparecen las personas como individualidades. Si nos remontamos a los tiempos atlantes, no vemos a las personas como seres individuales, sino conectadas entre sí en la conciencia como almas grupales. Pero incluso en tiempos históricos, en los últimos siglos precristianos, seguimos encontrando la esencia del alma grupal; en aquella época el hombre de Europa Central se sentía miembro de un organismo, miembro de una tribu. Tácito nos cuenta cómo los Cherusci individuales no se veían a sí mismos como individuos, sino como miembros del yo tribal.

En los primeros tiempos del período atlante encontramos que las personas son muy similares entre sí en amplias y extensas áreas; se dividen en grupos de gran y sorprendente similitud. Hacia la mitad del período atlante, la humanidad sigue dividida en cuatro grupos principales. En el primer desarrollo atlante los miembros de los grupos individuales todavía se parecen mucho entre sí, sólo que los grupos difieren mucho entre sí. En aquella época el clarividente ve todavía muy poco de lo que hoy constituye el cuerpo físico; el cuerpo físico humano es entonces todavía de una materia muy blanda, como la de ciertos animales marinos, que hoy apenas se distinguen del resto del agua. En aquella época el aire estaba completamente impregnado por el elemento acuoso y el cuerpo físico del hombre era todavía muy difícil de distinguir de este elemento circundante. Sin embargo, los huesos y el sistema nervioso ya estaban presentes como fuerzas en aquella época. Sólo endureciéndose el hombre se convierte en un auténtico terrícola.

Si se quiere hacer una descripción de las diferentes personas de aquella época, por así decirlo, basándose en las ideas actuales, se puede ver en primer lugar a los que han desarrollado más densamente la naturaleza física; el ocultista los llama gente toro. Las personas en las que el cuerpo etérico está más desarrollado son las personas agresivas, las naturalezas de poder, las personas león. Un tercer grupo tiene un cuerpo astral que domina muy fuertemente a los otros miembros; éste es el grupo que ahora se denomina seres humanos actuales. Luego están las personas que podrían llamarse las águilas, que ya han desarrollado su yo de modo que gobiernan sobre los demás. Así se puede hablar de estas cuatro almas grupales y el clarividente las percibe mirando hacia atrás, a aquellos tiempos antiguos.

4 almas grupo
Estos cuatro grupos de personas se caracterizaban por lo que estaba más desarrollado en la Tierra. Los hombres-toro de aquella época tenían el aparato digestivo más desarrollado; los hombres-león tenían el corazón y la circulación sanguínea más desarrollados [laguna en los apuntes]. El clarividente puede ver cuatro almas grupales de este tipo; eso es lo que aparece en el mundo astral en la iniciación. Lo que aparece entonces al clarividente puede compararse aproximadamente con lo que son hoy los cuatro animales. Quien observa el desarrollo de la humanidad actual desde el punto de vista oculto, ve esta imagen de los cuatro grupos humanos simbolizados en estos cuatro animales.

La guerra de todos contra todos será la expresión del egoísmo siempre creciente evocado por la humanidad actual, en la que el ego será cada vez más fuerte. Este será el fin de la última civilización post-atlante. Esta catástrofe también tendrá su misión, su beneficio en el avance de toda la humanidad. La gran guerra de todos contra todos será algo mucho peor que la actual guerra con armas. Será la guerra de las almas, de las almas que ya no se comprenden, la guerra de clases, de estamentos. Esta catástrofe futura es difícil de comprender para la conciencia actual.

Los atlantes eran magos. Del mismo modo que hoy los humanos utilizan las fuerzas latentes en el carbón, los atlantes utilizaban las fuerzas de las semillas; ponían las fuerzas semilla de los organismos al servicio de su tecnología, de su industria.

Hay pues una misteriosa conexión entre estas fuerzas. Mientras los atlantes hicieron un uso correcto de las fuerzas semilla, éstas armonizaron con el funcionamiento de las fuerzas aire y agua. Sin embargo, desde mediados del período atlante, la magia de los atlantes fue cada vez más hacia su decadencia moral, y en los misterios de las escuelas de ocultismo negro se abusó terriblemente de estos poderes mágicos. Se pusieron al servicio del egoísmo más terrible. Así fue como las fuerzas del aire y del agua se excitaron cada vez más hasta que tuvo que producirse la tremenda catástrofe de las aguas del Atlántico. Los que hoy conocen el secreto de la utilización de estas fuerzas saben muy bien que si tales fuerzas simientes se utilizaran todavía hoy, serían fuerzas de magia negra las que provocarían esto. La magia nunca debe utilizarse con fines egoístas. Así pues, hoy en día, las fuerzas simientes de las plantas no deben utilizarse al servicio de la magia blanca. En la época Lemúrica, en cambio, se utilizaban las fuerzas simientes de los animales. Sin embargo, allí donde se abusa de estas fuerzas de crecimiento animal, se despiertan las fuerzas más terribles del fuego, el elemento volcánico de la tierra.

Hoy estas cosas no son tan evidentes; hoy el elemento de la autoestima, del egoísmo desbordante en el hombre, provoca la desecación, la desolación de aquellas zonas de la tierra que han llevado este egoísmo al más alto nivel. Es muy cierto que en la superficie de la tierra se está preparando esta guerra de todos contra todos, en el sentido de que existe una conexión entre la desecación egoísta de las fuerzas del alma y la solidificación de las fuerzas productivas de la tierra. Esto se nos cuenta en el mito nórdico del Crepúsculo de los Dioses.

Pero primero debemos aprender a comprender la diferencia entre el desarrollo del alma y el desarrollo corporal. Época tras época las almas humanas se encarnan una y otra vez en diferentes cuerpos, y por el hecho de que estas almas verán un día el conflicto que prevalecerá entre las almas humanas que nacerán en el último tiempo post-atlante, esto les servirá de lección para liberarse del egoísmo. Así crecerán hasta un tiempo en el que tendrán los frutos del egoísmo, pero sin sus daños. Y entonces vendrá un tiempo que será similar a los antiguos estados clarividentes de la Atlántida, pero con libre autoconciencia. El hombre habrá aprendido entonces en estas siete culturas del período postatlante lo que puede conquistar en el mundo físico; sólo en el cuerpo físico puede despertar este sentido del yo, pero el hombre debe volver a forzar el cuerpo físico. Después de la guerra de todos contra todos, el hombre habrá llegado a una etapa y en una corporalidad tal en la que ya no será esclavo, sino dueño de su cuerpo físico.

Y este impulso llega precisamente a través del principio Crístico. El acontecimiento Crístico se produce en mitad de la época entre la catástrofe atlante y la guerra de todos contra todos. Así, por una parte, el hombre debe el sentido del yo dentro del cuerpo físico a haber descendido a la materia y, por otra, el ascenso con los logros del mundo físico al acontecimiento Crístico. El hombre debe al principio Crístico la ascensión al amor fraternal general, al amor humano general, puesto que los hombres volverán a unirse en el amor mutuo en grupos.

Si ahora miramos hacia atrás, a la época de las almas grupales originales de la Atlántida, y luego hacia el futuro, aparecerán estas cuatro almas grupales; en su centro se alzará el cordero como signo de amor, que unirá a las personas en una corporalidad menos densa.

Pero este estado debe ser preparado mediante el hecho de que hoy ya se está separando un pequeño grupo que puede transmitir el amor fraternal. Por eso ha surgido en nuestro tiempo una corriente que conduce al amor fraternal a través del verdadero conocimiento espiritual. Predicar el amor fraternal no llevará a la humanidad al amor fraternal, sino que lo hará el conocimiento. Los predicadores que siempre hablan de amor no consiguen nada; pero si a la gente se le da la sabiduría, el conocimiento del desarrollo de tal manera que este conocimiento sea vida en el alma, entonces la humanidad llegará a amar. El alma logra esto cuando se calienta con la sabiduría; entonces puede irradiar amor.

Por eso los maestros de la sabiduría y de la armonía de los sentimientos han fundado esta corriente para que el amor irradie en la humanidad y para que la sabiduría afluya a la humanidad. La humanidad, que se apresura hacia la guerra de todos contra todos, encontrará entonces el fruto del movimiento teosófico como la comprensión de la paz, mientras que a su alrededor la naturaleza de los hombres de todas partes habrá llevado a la lucha a aquellos que no habrán escuchado la llamada de los Maestros de Sabiduría y de la Conjunción de los Sentimientos sobre la base del Impulso Crístico del cuarto período.

Volvamos una vez más la mirada al primer período de nuestra cultura, a los santos Rishis que señalan al Vishva Karman, a quien ven como clarividentes gracias a los cuerpos etéricos de los iniciados atlantes que llevan en su interior. El clarividente apocalíptico dirige su mirada espiritual hacia Él y ve cómo sostiene en Su mano los siete oráculos estelares a través de los siete Rishis. Estos santos y sencillos hombres querían despertar el sentido espiritual de la humanidad diciéndole que el mundo que la rodeaba era maya o ilusión; ellos sólo llamaban verdad al espíritu que había detrás, y los santos siete Rishis apuntaban hacia él. El hombre tuvo que descender a esta vida física; pero para evitar que descendiera demasiado a la materia, primero tuvo que absorber la enseñanza de la maja o ilusión. Las almas que ahora habitan en nuestros cuerpos vivieron en cuerpos indios y aprendieron entonces a considerar la materia como una ilusión. Pero a su alrededor estaban las almas de las muchas personas que estaban atadas por los grilletes de la materia. Hoy significa para estos reencarnados que son materialistas teóricos. Estos son los más inofensivos; porque en el futuro estos pensamientos serán expulsados de ellos por el hecho de que la tierra se volverá desolada y sólo el alma, en la que hoy ya no creen, permanecerá viva. Lo peor, sin embargo, es el materialismo práctico. Pero esta forma de materialismo era aún más peligrosa en los tiempos antiguos, porque en aquella época todavía existían los recuerdos de los poderes mágicos; este materialismo tenía que conducir al arte de la magia negra. Así que este materialismo en aquel tiempo siempre significaba la decadencia hacia la magia negra; y el apocalíptico siempre habla de esta gente como los Nicolaítas que han dejado el primero, el maravilloso amor del espíritu. Por eso dice, donde tiene que alabar, que los Nicolaítas son odiados.

Dentro de la antigua cultura india es donde menos encontramos del arte negro; la mayor parte la encontramos como abuso en Egipto, donde la alta enseñanza de Hermes pasó al arte de la magia negra. Con Balaam se alude a un mago negro; el Apocalíptico dirige su advertencia a la iglesia de Pérgamo en el versículo 14: "Pero tengo algunas cosas contra ti, que tienes allí gente que se aferra a la enseñanza de Balaam". (Hechos 2:14) No se refiere a la fornicación ordinaria, sino al desarrollo de las fuerzas de la materia, la magia negra.

En las escuelas ocultistas de la primera era postcristiana, el Apocalipsis era un libro predilecto. Los misterios antiguos indagaban en la sabiduría primordial, la sabiduría de los atlantes. Los misterios cristianos, por su parte, trataban de mirar hacia el futuro, no sólo para conocer, sino también para estimular la voluntad a fin de que la humanidad pudiera experimentar encarnaciones cada vez más elevadas con el bien espiritual.

Traducido por J.Luelmo jul,2024

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