GA104a Cristianía, 15 de mayo de 1909 La evolución se ve reflejada en las grandes edades de la tierra y en los períodos culturales post atlantes

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La evolución se ve reflejada en las grandes edades de la tierra y en los períodos culturales post atlantes

RUDOLF STEINER


Cristianía, 15 de mayo de 1909

sexta conferencia

Para que podamos visualizar la tarea de nuestro tiempo y nuestra evolución futura, debemos echar un vistazo a los hechos que ya conocemos. Cuando hablamos de la Tierra, nos referimos a todos los seres espirituales que le pertenecen. Al principio de su desarrollo aún no estaba separada de los demás cuerpos de nuestro sistema solar. Incluimos en nuestro sistema solar todo hasta Saturno, y así como la ciencia física habla de un antiguo y gran globo del que se han separado los demás cuerpos celestes, así también la investigación espiritual habla del antiguo y gran Saturno, que, extendiéndose mucho más allá de la tierra actual, abarcaba todo el sistema solar y estaba formado por calores entrelazados. No había aire; el espacio en el que se encontraba esta antigua esfera estaba entreverado de corrientes regulares de calor. Éstos eran los antepasados de nosotros, los humanos; en aquella época nuestros cuerpos estaban formados por corrientes de calor.

Podemos formarnos una idea de esto si pensáramos en alejar del hombre lo que son los huesos, los nervios y los músculos y retener entonces sólo el calor de la sangre. Así pues, en aquella época la sustancia calorífica estaba presente en el hombre; no existía el reino mineral, pero el hombre mismo estaba dentro de la ley mineral. Eso era lo que hoy debemos percibir claramente como la singular época de nuestro desarrollo terrenal.

Hubo entonces una época en que la tierra se había desprendido del antiguo Saturno, pero el sol, la luna y la tierra permanecían unidos y seguían siendo un solo cuerpo. En aquella época el hombre existía en un cuerpo aéreo. Todo el poder que ahora viene del sol, venía de dentro de la tierra en aquel tiempo. Todo provenía del interior, la tierra irradiaba hacia el universo. Sólo cuando el sol se hubo separado de la tierra comenzó a irradiarla desde el exterior. Así que tenemos una segunda época en el desarrollo de la humanidad, en la que el hombre, aunque tuviera una existencia aérea, tenía sin embargo una existencia vegetal. ... [Gran espacio en blanco en la anotación; se describen el estado lunar y los períodos polar e hiperbóreo].

A continuación llega el tercer tiempo, el tiempo de Lemuria, cuando la luna emerge de la tierra y los seres de la luna actúan sobre ella desde el exterior. Sería imposible imaginar una cubierta vegetal de la tierra sin las fuerzas del sol y de la luna trabajando recíprocamente desde el exterior. Si la luna hubiera permanecido dentro del cuerpo de la tierra, ésta se habría vuelto tan rígida que el hombre se habría endurecido. Sólo porque la luna se había separado, la tierra se situó en el centro entre el sol y la luna; de lo contrario, la tierra se habría desarrollado demasiado deprisa bajo la mera influencia de las fuerzas solares. Así pues, debemos el tempo adecuado a nuestra posición entre el sol y la luna. Ahora tenemos una tercera etapa en la que la luna ya está fuera.

Estas tres etapas se reflejan en el desarrollo post-atlante de la humanidad. Lo que tuvo lugar en el exterior a gran escala durante el estado terrestre, se refleja a pequeña escala en el período post-atlante. Así vemos cómo los procesos cósmicos exteriores del llamado tiempo polar se reflejan en la primera cultura post-atlante, en el tiempo de la antigua India. En aquella época, en la era polar, todo estaba hacia dentro, dentro del cuerpo caliente de la tierra; y vemos cómo los antiguos indios sentían todo esto dentro de sí mismos. Por lo tanto, sus mentes no miraban hacia los reinos del mundo, sino que se sentían uno con Brahman.

A la era polar siguió la era hiperbórea, con una raza humana que pasó a formar parte de un cuerpo aéreo. El sol se había separado de la tierra y ahora actuaba desde fuera. La separación se refleja en la época cultural proto-Persa, cuando Zaratustra proclamó a Ahura Mazdao, el Espíritu del Sol. El espíritu solar es el principio rector y director en la época cultural proto-Persa.

Y la tercera, la era Lemúrica se refleja en toda la visión religiosa en el período egipcio. La doctrina de Osiris e Isis puede ser caracterizada desde muchos lados y puntos de vista diferentes. <El aspecto más característico de esta enseñanza fue el siguiente: En la antigua era Lemúrica, el nacimiento y la muerte aún no existían. El hombre repitió por primera vez el estado en que se encontraba cuando el sol aún no se había separado de la tierra. En aquella época se encontraba en un cuerpo espiritual. Luego, cuando el sol ya no estaba unido a la tierra, lo llevó a un cuerpo aéreo; pero entonces el cuerpo humano estaba lleno de vapores acuosos. Antes de los tiempos de Lemuria, el ser humano sólo estaba presente como vapor y vaho, apenas distinguible de lo que flotaba alrededor como bruma o niebla, cambiante como las nubes, en constante cambio como las nubes actuales. En estos tiempos antiguos el hombre aún no estaba en absoluto sobre la tierra, sino revoloteando sobre ella. Pedazos de esta fina materia se alejaban constantemente del ser humano, derramándose fuera de él. La condensación del cuerpo humano no se produjo hasta el período lemúrico. Cuando el ser humano se condensó, ocurrió eso que se llama las encarnaciones sucesivas. Fue entonces cuando lo espiritual y lo físico se separaron de tal manera que se puede decir que el hombre comenzó a considerar lo exterior como un contraste con su interior. Hoy el hombre distingue su interior y su exterior como el contraste entre la vida del alma y la vida exterior. En el período solar de la Tierra, el hombre había percibido como mundo exterior lo que existía como entidad espiritual en su entorno. Ahora llegó el tiempo de la separación de la luna, cuando lo exterior comenzó a separarse de lo interior. Así surgió la diferencia entre la vigilia y el dormir: el hombre alternaba entre los estados de estar expuesto al sol y estar apartado de él. Y así llegó el tiempo en que el hombre empezó a percibir los objetos iluminados por el sol. Durante la noche, el poder de la luna estimulaba la vida del alma de tal manera que el hombre distinguía entre un tiempo en el que percibía el mundo exterior y un estado en el que sentía las fuerzas que actuaban a través de la luna de tal manera que se volvía clarividente. Entonces el hombre se dijo a sí mismo que a través de la espiritualidad que habita en la luna podía percibir el mundo espiritual, que fluía hacia su interior a través de los poderes de la luna. Así que las fuerzas lunares como reflejo del poder solar eran las que le transmitían el mundo espiritual, mientras que día a día el mundo exterior se le hacía cada vez más perceptible.

Esto se reflejaba en la vida emocional de los antiguos egipcios. El espíritu solar se llamaba Osiris y el alma que buscaba al espíritu solar se llamaba Isis. De este modo, todo esto se reflejaba en el servicio de Isis del antiguo Egipto. Así, la vida religiosa era un servicio lunar. Osiris es un ser solar que mora en la luna. Podía ser visto clarividentemente por las almas que lo buscaban. Pero a medida que el hombre descendía más y más en la corporalidad física, esta corporalidad se convirtió en una caja para Osiris. Cuando las personas se convirtieron en terrícolas en el verdadero sentido de la palabra, Osiris se retiró cada vez más.

Al periodo lemúrico siguió el antiguo periodo atlante y esto se refleja en el cuarto periodo de civilización, el grecolatino. Esta cultura tenía, pues, una visión que ya se había realizado cósmicamente en la época atlante. El hombre se fue condensando cada vez más. Al principio de su desarrollo los huesos sólo se indican como líneas de fuerza en el hombre; entonces el hombre es un ser aéreo, más tarde gelatinoso. Ahora las formas del sistema óseo se desarrollan cada vez más. Por otra parte, el poder espiritual era más fuerte en el mismo grado. Los sere lemúricos, que en la antigüedad estaban en cuerpos viscosos, tenían fuerzas anímicas mucho mayores que las razas siguientes. Algo similar ocurría con los atlantes. Si entonces hubiera habido balas de cañón, un atlante, por ejemplo, podría haber reflejado simplemente una bala lanzada contra él mediante la fuerza del alma, aunque su cuerpo físico no fuera tan denso como hoy. Los atlantes eran, por tanto, mucho más delgados como cuerpo físico.

Ahora bien, entre los atlantes había seres que no necesitaban pasar por el desarrollo hacia nuestra densa corporeidad. Eran similares a los humanos, sólo que más desarrollados. Estos seres ya podían pasar por su etapa humana completa en estos delgados cuerpos atlantes. Ellos están un grado por encima de nosotros los humanos, mientras que los humanos tienen que descender al cuerpo físico denso para desarrollar su conciencia del yo.

El recuerdo de todos estos seres se refleja en el antiguo mundo griego de los dioses y en todo el pensamiento y sentimiento de aquella época.

Las figuras divinas del norte europeo son, por así decirlo, antiguos camaradas de la humanidad, pero no entidades tan altamente condensadas. Los skalds aún sabían de ellos cuando dejaban hablar a su propio interior. En la antigüedad no se necesitaba el Edda, no un cuerpo de literatura, para probar que tal cosa había existido. Pero si el dios no hubiera descendido en nuestro cuarto período, el hombre habría olvidado a sus antiguos camaradas, que aún eran recordados vívidamente por muchas personas hasta los siglos XIII y XIV.

Ahora estamos entrando en nuestro propio periodo de tiempo. Pero ahora ya no tenemos nada que repetir. La gente ya no tiene memoria del pasado. Hemos visto cómo la antigua cultura se refleja siempre en la repetición. Pero ahora, en el quinto periodo, no había nada más que la humanidad pudiera repetir; el mundo habría estado vacío si la deidad Yahvé-Cristo no hubiera venido en el cuarto periodo y habitado en el cuerpo de Jesús de Nazaret. El quinto período se habría convertido en el período sin Dios si el Cristo no hubiera descendido al cuerpo carnal de Jesús de Nazaret.

Así vemos reflejado en el antiguo período indio el tiempo polar, en el proto-Persa el tiempo hiperbóreo, en el egipcio-caldeo el tiempo lemuúrico y en el greco-latino el tiempo atlante. <Y ahora veremos lo que sucede como cosa importante en el cuerpo etérico y astral de las personas que absorben el conocimiento del evento Crístico en nuestro período de tiempo.


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