GA196 Dornach, 7 de febrero de 1920 Captar las realidades espirituales para la vida práctica mediante la Ciencia Espiritual

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Captar las realidades espirituales para la vida práctica mediante la Ciencia Espiritual

RUDOLF STEINER

décimo primera conferencia

Dornach, 7 de febrero de 1920


En nuestras consideraciones de hoy nuevamente insertaré  una especie de episodio, que nos servirá para continuar mañana con el tema propiamente dicho. Para poder discutir ciertas cosas, hoy me veré obligado a utilizar una forma de presentación algo más abreviada. Hemos tomado los más diversos síntomas y fenómenos de los acontecimientos contemporáneos para reconocer la forma en que  estos acontecimientos conducen a la humanidad hacia la captación de las realidades espirituales. Y me he esforzado por dejar claro que esta captación de las realidades espirituales no puede ser simplemente una cuestión de que el hombre capte el mundo espiritual en el futuro, únicamente para tener algo en él, como si dijéramos, para sus horas dominicales. Precisamente ese ha sido el aspecto pernicioso de la civilización que se ha desarrollado en los últimos siglos, que la vida espiritual se ha convertido gradualmente en algo tan distante y abstracto. En respuesta a la pregunta que planteé en una conferencia pública en Basilea hace algún tiempo: ¿Cuál es el nexo entre la cosmovisión, la visión de lo espiritual o incluso de lo no espiritual que tiene alguien que es funcionario, abogado, fabricante, hombre de negocios, con lo que hace en su vida cotidiana? La respuesta es nada: de los pensamientos que tiene como visión del mundo nada fluye en sus asuntos profesionales y cotidianos, quiero decir en la gestión de los mismos. Por un lado, es una persona de vida práctica externa, y por otro lado tiene una visión del mundo puramente abstracta, sea más o menos religiosa, sea más o menos de tinte científico. Esto se ha convertido en la norma en los últimos siglos y ha alcanzado su punto culminante en nuestros ominosos tiempos. Y lo que subyace a esto se expresa en otra circunstancia, en realidad aún más fatal, que las personas que tienen la buena voluntad de adoptar una cosmovisión espiritual, en realidad toman en el contenido de esta cosmovisión espiritual, como si esta cosmovisión espiritual no tuviera nada que ver con su vida práctica. Porque la vida práctica, es algo real, es a lo que uno se dedica exteriormente, la espiritualidad es para el domingo, se la ha sustraído a la vida, y la vida no es digna de recibir esta espiritualidad. Siempre me he esforzado por dejar claro que la ciencia espiritual de orientación antroposófica a la que me refiero aquí quiere, en efecto, ascender a las más altas cumbres de la vida espiritual, pero luego, a través de este ascenso a los mundos espirituales, debe formar en el hombre una manera de pensar, una manera de imaginar, que le haga capaz de situarse hábil y prácticamente en todas las ramas de la vida cotidiana. Se debe tener para los negocios, para la vida práctica cotidiana, algo de lo que se ha elaborado espiritualmente para los mundos superiores.

Este trabajo por los mundos espirituales debe ser tal que no le tiente a uno a decir: Este mundo espiritual, que es el más allá, no debe ser tocado en absoluto por la tosca vida cotidiana; la tosca vida cotidiana está ahí aparte, uno la desprecia, el mundo espiritual es lo elevado, lo sublime. - En años anteriores he señalado a menudo y muy marcadamente estas cosas y he dicho que, en efecto, muchas personas han venido a mí a lo largo de los años y me han dicho: Oh, tengo una profesión tan prosaica, me gustaría dejar esta profesión prosaica y dedicarme a algo más ideal. - Esa es la peor máxima que se puede tener en la vida. Si eres cartero por destino, por karma, y un cartero como Dios manda, sin duda servirás mejor al mundo, -como he dicho a menudo-, si cumples con tu profesión como es debido, que si eres un mal poeta o incluso un mal periodista o cosas por el estilo, que a veces se te antojan. Cuando nos acercamos a lo espiritual, es cuestión sólo de llevar lo espiritual a nuestra mente, haciéndolo de tal manera que no nos inhabilite, sino que nos habilite para la vida exterior. Debido a que desde el siglo XV esta máxima ha desaparecido de la vida y ésta, por así decirlo, se ha escindido en estas dos corrientes, en la vida práctica externa despreciada por idealistas y místicos y en la vida mística, religiosa e idealista considerada por los prácticos como algo así como un sueño arrebatador, nos encontramos hoy en el callejón sin salida de la vida que ayer les describí. Esa es la razón profunda por la que estamos atrapados en este callejón sin salida. Dando lugar a que, por un lado, en la vida práctica, cada individuo se encuentra allí en un pequeño círculo, como dije ayer, trabajando sin una visión de conjunto y también sin una participación de corazón en el todo, y por otro lado, si uno es lo suficientemente idealista como para dedicarse a una visión espiritual del mundo, entonces uno quiere tener esta visión espiritual del mundo de tal manera que uno no es educado en esta visión espiritual del mundo, por ejemplo, para el mantenimiento práctico de, digamos, un libro de contabilidad adecuado o un diario adecuado. Hay personas que consideran una ventaja que alguien no entienda ni pueda entender cómo llevar un diario o un libro de caja. Este es el gran perjuicio que se ha ido generalizando en los últimos siglos.

No es una ventaja no tener ni idea de la forma de llevar los libros de contabilidad, los libros de caja, como tampoco es una bendición para la humanidad que haya tantas personas como sea posible que quieran ser idealistas despreciando lo práctico y sólo queriendo entregarse a consideraciones espirituales. Lo único sano en la vida es cuando estas dos máximas se mezclan de tal manera que una apoya a la otra. Pero eso que en los círculos más pequeños se ha ido manifestando poco a poco como un daño para la vida en los últimos siglos, también se expresa en los grandes asuntos de la vida en la medida en que nadie realmente, realmente, se puede decir, nadie, salvo unas pocas personas que lo han hecho bastante poco práctico, se ha preocupado por ello: ¿Cómo puede surgir algo realmente saludable de las entidades que están obsoletas, -lo caractericé aquí ayer, cómo se ven en el mapa-, que antes de la guerra, hasta 1914, se llamaban los estados de la tierra?  Sí, incluso las pruebas de los últimos cuatro o cinco años desgraciadamente no nos han llevado lo suficientemente lejos como para pensar en estas cosas de una manera saludable. Sólo una cosa. Cuando uno tiene la cabeza fría para considerar las causas más lejanas de la terrible catástrofe de los últimos cuatro años y medio o cinco, encontrará cómo estas causas se encuentran entre Europa Central y las regiones occidentales, incluyendo América, en las condiciones industriales-comerciales, en esas condiciones industriales-comerciales que desde hace mucho tiempo han entrado en conflicto con las fronteras nacionales. Las estructuras estatales, que se formaron a partir de circunstancias completamente diferentes y que son una prolongación de las circunstancias medievales, estas estructuras estatales se han dejado utilizar artificialmente como marco para lo que no son más que intereses comerciales e industriales. No servían para esto, pero se dejaron utilizar para ello. Y hoy esto apenas se nota, tanto es así que un movimiento socialdemócrata, aunque desesperanzador durante mucho tiempo, pero extraordinariamente perturbador durante poco tiempo, no hace otra cosa. Hoy asistimos a la aparición de teorías socialistas en todas partes, incluso en el mundo asiático, que se vuelven particularmente radicales. Estas teorías socialistas quieren formar algo práctico. Antes de la guerra querían utilizar el marco de los antiguos Estados, ahora quieren utilizar el marco de lo que ha surgido de la catástrofe de la guerra, digamos que Rusia, tal como ha surgido de la guerra, debe utilizarse como marco para las teorías bolcheviques. Si se puede pensar de acuerdo con la realidad, no se puede pensar en nada más absurdo que eso que se está intentando. No hay mayor disparate que esta entidad, que se creó primero a partir de fuerzas puramente medievales, combinadas con los resultados antinaturales que surgieron cada vez más en la guerra que condujo a la Paz de Versalles, es decir, a la discordia. Que esta entidad del Este de Europa retome ahora las fantasías de Lenin y Trotsky es a la larga un sinsentido, por poco tiempo una agitación que debe retrasar enormemente el sano desarrollo de la humanidad en Europa. Este es el resultado de tener sentido de la realidad.

Pero lo que hoy falta es ese sentido de la realidad, podría decirse, en todo el discernimiento público de la humanidad. La totalidad del discernimiento público de la humanidad no se forma a partir de un sentido de las realidades, sino en realidad a partir de abstracciones, de teorías abstractas. Y cuando surge algo que no se basa en teorías abstractas, como la triple articulación social, algo que está tomado de la vida y que, como no es posible escribir treinta volúmenes de una vez, que la gente no leería, hay que resumir brevemente, no se reconoce en ello el espíritu de la realidad, sino que, como hoy estamos completamente llenos de teorías, lo consideramos como una teoría mas. Ya no se tiene ningún sentido para lo que se toma de la realidad, porque uno se ha alienado completamente de la realidad.

Esto debe suceder para que la gente pueda volverse práctica en el sentido menos intelectual hoy en día y aún así ser capaz de mirar hacia arriba, hacia el mundo espiritual. Porque sólo de esta manera la mente humana se desarrollará sanamente hacia el futuro, para que estos dos elementos puedan coexistir en la mente humana. Cuando llegue el momento en que ya no se considere un necio a quien diga: "Hay almas que viven allá en Oriente y que se han desarrollado a través de las condiciones históricas especiales de Asia de tal manera que hoy en día tienen poco sentido para el mundo exterior y, por lo tanto, podrían convertirse fácilmente en presa de los europeos apegados al mero mundo material, pero que fueron capaces de conservar su visión del mundo espiritual, entonces veremos que tenemos almas así en Oriente". Un representante particularmente importante les ha sido mencionado a menudo por mi en la persona de Rabindranath Tagore. Pero este Rabindranath Tagore, que ni siquiera es un iniciado, sino simplemente un intelectual de Asia, tiene dentro de sí, diría yo, todo el espíritu de Asia, y se puede aprender mucho sobre este espíritu esforzado de Asia en su colección de conferencias "Nacionalismo".

Estas almas que están allá, sin embargo, carecen de toda relación interna con lo que se ha hecho en Europa y América con respecto a la vida exterior Quiero recordarles algo que ya he dicho ante ustedes. Sólo los últimos siglos nos han traído lo que podemos llamar una cultura puramente mecanicista. Todavía hoy (1920), encontrarán en los libros de geografía que toda la tierra está poblada por unos mil quinientos millones de personas. Pero eso no es cierto si se tiene en cuenta el trabajo que se realiza en la tierra. Si, digamos, un marciano bajara un día a la tierra y evaluara numéricamente la población terrestre de la siguiente manera, preguntaría primero: ¿Cuánto trabaja un hombre en la tierra, teniendo en cuenta la mano de obra que puede aplicar? - y preguntaría además: ¿Cuánto se trabaja en total? Si tomamos las cifras que existían antes de la guerra, las cifras actuales apenas se pueden utilizar para este fin, tampoco están disponibles todavía, entonces si uno tuviera que anotar cuántas personas viven en la tierra, el resultado no sería mil quinientos millones, sino dos mil millones o incluso dos mil doscientos millones de personas como población de la tierra. ¿Por qué? Porque las máquinas realizan tanto trabajo en la Tierra que equivale a unos setecientos millones de seres humanos. Si las máquinas no funcionaran y lo que hacen las máquinas lo hiciera el trabajo humano, tendría que haber setecientos millones de personas más en la tierra. He calculado esto a partir de la cantidad de carbón utilizado en la tierra, basándome en un tiempo de trabajo diario de ocho horas. Lo he calculado a partir de la cantidad de carbón utilizada en la Tierra, sobre la base de una jornada laboral de ocho horas diarias. Lo que he dicho se aplica al consumo de carbón aproximadamente a principios del siglo XX y para una jornada laboral de ocho horas, de modo que se puede decir: Según lo que se hace en la tierra, en realidad hay dos mil doscientos millones de personas en la tierra. Pero lo que se hace con instrumentos de trabajo puramente mecánicos se hace más o menos enteramente en Europa y América, no mucho en Asia hoy en día. También ha empezado allí, pero todavía está en pañales, porque los asiáticos todavía no tienen noción de esta mecanización del mundo, no tienen noción en absoluto de lo que ha surgido en Occidente desde el siglo pasado o incluso desde mediados del siglo XV. Pero no sólo hay que pensar en el hecho de que se trabaja mecánicamente, sino también en el hecho de que toda la imaginación de la gente se vuelca hacia esta mecanización del mundo. Alguien puede decir hoy: hicieron falta tantos obreros para construir el túnel de San Gotardo. Pero hoy no se puede construir un túnel del Gotardo sin saber cálculo diferencial e integral, y eso viene de Leibniz, los ingleses dicen que de Newton; no queremos discutir sobre eso. Así que el túnel de San Gotardo o el túnel de Hauenstein no se podrían haber construido aquí en el barrio si Leibniz no hubiera encontrado alguna vez en su estudio el cálculo diferencial e integral. Toda la forma de pensar de Europa desde Copérnico-Galileo se ha basado en esta mecanización del mundo. Lean ustedes a Rabindranath Tagore para saber cuánto odia esta mecanización del mundo.

¿Pero a qué tendrá que conducir eso? En el reflejo de la cosmovisión espiritual se puede responder: Todas esas almas que están encarnadas hoy en Oriente, en lo que llamamos Oriente, buscarán su próxima encarnación en Occidente. Los occidentales buscarán su próxima encarnación más en Oriente. El centro tendrá que formar un punto intermedio. Pero si ustedes dicen algo así como una exigencia histórico-cultural, que todo el sistema educativo y similares deben ser diseñados para que esta ola interseccional de almas cruce la tierra, digan algo así a la gente muy inteligente del presente, tomemos a los más inteligentes, los que son elegidos por los pueblos para llegar a los parlamentos, ¡entonces oirán que son unos tontos, que esto es una locura! Pero el reconocimiento de estas verdades debe apoderarse de la gente igual que en épocas anteriores la gente se apoderó de lo que ahora se llaman verdades antropológicas; la mezcla de razas, la distribución mutua de razas, etcétera. Debemos empezar a considerar espiritualmente todo lo que antes se consideraba meramente desde un punto de vista fisiológico. Hay buenos teósofos que, en los momentos solemnes de su vida, recuerdan que el hombre vive repetidas vidas en la tierra; para ellos es una declaración de fe. Pero eso no basta. La sola creencia en la reencarnación y el karma como acto de fe no tiene más valor que hacer una lista de la compra. Estas cosas sólo adquieren valor cuando se integran en todo el pensamiento sobre el mundo y también en las acciones, en todo el comportamiento y la conducta en el mundo. Estas cosas sólo tienen valor cuando se las tiene en cuenta cultural e históricamente. Y cuando uno deja de considerar estas cosas como algo a lo que uno se dedica sólo en los momentos solemnes de la vida, sino que impregna la vida, y si uno tiene realmente en serio tales pensamientos, -teosóficamente uno puede, por supuesto, jugar mucho con estos pensamientos-, entonces también tendrá sentido para llevar correctamente un libro de caja o un libro mayor, para organizar un banco de trabajo adecuado; tampoco desdeñará si uno mismo se ve en la necesidad de hacer el trabajo de zapatero. Porque sólo en aquellos que pueden estar dentro de la vida práctica, que pueden ser hábiles en determinadas circunstancias en las que es necesario acceder a todas partes, todo el organismo humano está tan imbuido de habilidad interior que esta habilidad interior también se vive en pensamientos verdaderamente sostenibles.

Esto es lo que debe impregnar la mente de la gente. Eso impregnará la cultura si uno se familiariza con lo que más teme la gente en el presente.

Puede decirse que hoy existen dos cosas que apuntan a dos estados de temor en la humanidad actual, -no creo que puedan demostrar que me equivoco si analizan el asunto con un sentido interno de veracidad-. La primera es que existe un gran temor en la mayor parte del mundo civilizado a descubrir las verdaderas causas de la guerra. La gente no quiere investigar, no quiere meter las narices, como mucho en el enemigo, ¡pero no en casa! Salvo contadas excepciones, la gente evita ocuparse de las verdaderas causas de la terrible catástrofe humana de los últimos años, le tiene un miedo irremediable. Durante la guerra, esto se realizó incluso de forma idealista. Había gente que pensaba que de esta guerra surgiría una nueva vida humana, una nueva fecundación de los ideales de la humanidad, etcétera. Podremos estudiar mucho sobre los acontecimientos de los últimos tiempos para descubrir la verdadera causa de esta terrible catástrofe. Pero entonces no surgirá nada positivo como contenido de esta guerra, sino que surgirá que las viejas formas de cultura y civilización se han podrido, que se han conducido ad absurdum en esta catástrofe bélica, que esta guerra no significa otra cosa que la conducción de la civilización ad absurdum tal como era hasta esta guerra. Esa es la única cosa a la que la gente teme irremediablemente, teme a un acontecimiento externo. Tienen tanto miedo que hoy han renunciado a pensar en el futuro. Por ejemplo, ninguna persona sensata puede creer que lo que se llama la paz de Versalles pueda llegar a ser una realidad, ni de un lado ni del otro. Y, sin embargo, como sólo se piensa para hoy, no para mañana, ha surgido este extraño instrumento. Se trata de un acontecimiento externo.

Pero hay algo más, que es el miedo que tiene la gente a avanzar hacia una conciencia cada vez mayor de la vida del alma. Si a la gente sólo le parece justificado de algún modo escapar de la consciencia al inconsciente, entonces es feliz. Cuando se encuentran con una visión del mundo como esta ciencia espiritual de orientación antroposófica, que lucha precisamente por un desarrollo completo de la conciencia y quiere llegar a sus verdades a partir de este desarrollo completo de la conciencia, entonces la gente no quiere acercarse a ella. Es demasiado difícil para ellos. Requiere actividad, requiere que realmente te involucres en una vida espiritual activa. Eso es demasiado difícil. 

Pero las personas se esfuerzan por que se les revele en un estado de conciencia rebajado, en primer lugar, lo que es la vida espiritual, y en segundo lugar, lo que vive en el propio hombre. Cuántas personas hoy en día, muchas más de las que ustedes creen, no quieren involucrarse con verdades espirituales captadas por un sano sentido del alma. Pero cuando se les proclama esto o aquello de los mundos espirituales en alguna parte a través de una fuerza mediúmnica, a través de un médium, entonces caen en la trampa. No es necesario hacer un esfuerzo para comprenderlo. Esto ocurre de manera inconsciente, y el inconsciente quiere ser creído. La otra cosa que sigue inmediatamente es el psicoanálisis, que se extiende tan rápidamente. Cuesta creer lo rápido que este psicoanálisis está anidando en el alma de la gente. ¿En qué consiste? Consiste en el hecho de que todo tipo de médicos se están abriendo hoy en día y, -es difícil decirlo en pocas palabras, ya que a menudo he analizado el psicoanálisis aquí-, están poniendo en marcha algo que trae a la conciencia lo que hay de subconsciente en el alma humana. Se deja que la gente cuente sus sueños, se investiga lo que ha vivido en el pasado en cuanto a decepciones, deseos frustrados, etc., lo que luego se ha olvidado y ha formado islas del alma, etc., y de esta manera se intenta aclarar lo que realmente vive en el ser humano. Gente particularmente inteligente ha descubierto que en el alma humana vive mucho de las sensaciones antinaturales y de los sentimientos antinaturales que se instalan en esta alma en la primera infancia, que luego son empujados al subconsciente; pero luego viven en el ser humano, el ser humano es su esclavo. Estas personas atribuyen el mito de Edipo a los sentimientos antinaturales que todo niño debe tener hacia su madre, etc. En su opinión, estas personas tienen claro que toda niña en los años más tiernos de la infancia está celosa de su madre porque ama a su padre, y todo niño pequeño está celoso de su padre porque ama a su madre. Esto da lugar a un complejo de sentimientos que se transforma en un mito en el mito de Edipo y similares. No se quiere creer que las cosas espirituales juegan un papel, pero que tienen que ser penetradas por la luz de la conciencia, se le tiene miedo. La gente tiene miedo de sacar estas cosas a la luz de la conciencia. Quieren empujarlo todo a una nebulosa oscuridad. Llamé tu atención sobre el espléndido ejemplo que surge una y otra vez cuando se menciona el psicoanálisis: una señora es invitada a una velada en una casa donde la señora de la casa está enferma y se celebra la fiesta de despedida porque tiene que ir al balneario. El hombre de la casa se queda en casa, la señora de la casa tiene que ir a los baños. El entretenimiento de la noche ha terminado. La señora de la casa ya ha sido enviada a la estación de tren, la velada se termina y está de camino a casa. Un carruaje de caballos, no un automóvil, da la vuelta a la esquina, los 177 invitados se desvían a izquierda y derecha. Pero la dama a la que estoy refiriéndome no se desvía ni a izquierda ni a derecha, sino que se queda en medio de la carretera y corre delante de los caballos. El cochero, por supuesto, monta un jaleo terrible, pero la dama corre y corre, y el cochero tiene la mayor dificultad para refrenar a los caballos porque podría atropellar a la dama. Llegan a un puente. La dama, todo un objeto para los psicoanalistas, se arroja al arroyo, la comitiva nocturna, por supuesto, le sigue inmediatamente, abalanzándose sobre ella. ¿Qué hacen con ella? Bueno, por supuesto, llevarla de vuelta a la casa del anfitrión, ese es el siguiente medio de información.

El psicoanalista tiene ahora delante a esta señora. Le hace contar todo lo que vivió en su juventud, y felizmente llega a la conclusión de que cuando era todavía muy pequeña, una vez cruzó la calle y un caballo dobló la esquina; se asustó mucho. Eso bajó al subconsciente. Está ahí abajo. Desde entonces tiene tanto miedo a los caballos que incluso ahora huye de ellos por la calle, sin desviarse ni a derecha ni a izquierda. Esta es la región aislada de su alma, el miedo a los caballos que habita en el subconsciente.

Hay algo en este subconsciente, pero uno debe penetrar este subconsciente con la luz de la conciencia de investigación espiritual. Entonces uno se da cuenta de que este subconsciente es muy inteligente bajo ciertas condiciones patológicas, que bajo la conciencia individual ordinaria de la humanidad, sin embargo, no son exactamente los fundamentos del mito de Edipo, no exactamente el miedo al caballo que una vez se cruzó en el camino de uno, sino un cierto refinamiento. Pues la dama que había sido invitada a aquella velada no deseaba, naturalmente, otra cosa que pasar la noche en aquella casa después de que la señora de la casa se hubo despedido para ir a los baños, y el mejor medio que tenía el subconsciente para arreglar el asunto era aprovechar la siguiente mejor oportunidad, -si no hubiera sido el caballo, habría sido otra cosa-, de que los invitados a la velada debían llevarla de vuelta a la casa. Por lo tanto, había logrado su objetivo. Ella nunca habría violado su moralidad para hacer tal cosa, por supuesto, de acuerdo con la base de su educación, de acuerdo con lo que había absorbido. Ella no es tan ingeniosa cuando es consciente; pero en su subconsciente hay muchos impulsos refinados que pueden ser muy ingeniosos.

Todo este psicoanálisis en expansión, que adquiere hoy formas tan flagrantes, en el que, más de lo que se piensa, sobre todo los intelectuales más esperanzados creen hoy, -no lo digo en sentido despectivo, sino incluso con tono de verdad-, sobre el que incluso hoy los teólogos querrían construir la religión, este psicoanálisis es el otro miedo producto del presente. Se tiene miedo a la conciencia. No se quiere que las cosas se capten a la clara luz de la conciencia, sino que se quiere que las cosas más importantes se queden ahí abajo, en el subconsciente, que el hombre sea dominado en lo que se refiere a sus cosas más importantes, especialmente en lo que se refiere a sus sentimientos religiosos. Lean sobre ello en William James, el Americano. Porque si se llama psicoanálisis en algunas partes de Europa o si se llama así, como William James, el americano, expresa estas cosas, no hay ninguna diferencia. Hay un miedo a lo consciente. Lo más importante que vive en el hombre no se desea en su conciencia. El hombre tendría que pensar más si se rigiera con la voluntad consciente. Es importante que el hombre haya justificado que piensa menos.

Nuestra euritmia, se realiza totalmente desde la conciencia. Es lo opuesto a todo lo onírico. La gente teme, sin embargo, que sea menos artística porque asocian lo artístico con lo onírico. Pero eso no tiene sentido. Con lo artístico no importa si se extrae de tal o cual región, sino que sea artístico en sus formas, en su realización. Esta euritmia, que se basa enteramente en la supraconsciencia, en lo contrario de la subconsciencia, fue criticada hace poco por un caballero que, según me dijeron, ahora también es médico: El notó mucha inconsciencia en ella. Esto es, naturalmente, una prueba de que el caballero no había comprendido lo más mínimo sobre la euritmia. Lo que es la savia de la ciencia espiritual de orientación antroposófica se nota muy poco. Y sólo se habrá notado completamente cuando uno pueda realmente someterse a tal educación interior del pensar, del sentir y de la voluntad a través de esta ciencia espiritual que no le haga a uno menos hábil para la vida, sino más hábil. No pretendo afirmar que hoy todos los que han hecho de la Antroposofía su credo sean personas hábiles. Un acto de fe no significa mucho en este sentido. Realmente no me atrevo a afirmar que todos los antropósofos sean personas hábiles para la vida. Pero como ven, lo que se expresa en el movimiento real de la sociedad antroposófica es a menudo lo que se trae de fuera. Hoy en día, muy poco se lleva a cabo desde dentro. Y sólo entonces la ciencia espiritual de orientación antroposófica podrá ser lo que debe ser para el mundo, cuando no sólo se traigan las inclinaciones místicas, el alejamiento de la vida, el falso idealismo; no, me refiero a cosas parecidas-, sino cuando se lleve a cabo lo que se puede sacar de la ciencia espiritual de orientación antroposófica: una estimulación de la vida del alma que pasa a los miembros, que se apodera de todo el ser humano, -no meramente del credo-, y a través de esto la gente puede intervenir en los asuntos del mundo. De esto se trata principalmente. En esto se debe buscar toda la seriedad de la vida.

Traducido por J.Luelmo jul,2024

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