Conocemos tres mundos: el físico, el astral y el devacánico. El físico es conocido por todos los seres humanos: es el mundo que percibimos con los cinco sentidos. No así el astral, que es el mundo de todos los instintos, deseos, pasiones, etc. El ser humano necesita recibir instrucciones para poder orientarse en él. Si una persona sin preparación alguna tiene una visión del mundo astral, no sabrá orientarse en él. La mejor comparación es la huella de un sello: lo que en el mundo físico se nos presenta como relieve, en el mundo astral se presenta como hendidura, y viceversa, lo que aquí es hendidura, allí es relieve. Todo es un efecto espejo de la realidad. Los números se ven al revés: 364 aquí es 463 allí. Es mucho más complicado con las estructuras espaciales: se ve una esfera, como si se tuviera el ojo en el centro de la esfera. Todos los colores se ven al revés, lo que aquí es rojo, allí es verde, el amarillo aquí se convierte en índigo allí, el negro se convierte en blanco. El color opuesto es siempre aquel que, al superponerse, da lugar al blanco.
El tiempo, en realidad, corre hacia atrás. No se vive hacia el futuro, sino hacia el pasado. Los pueblos han expresado esta visión astral en los mitos. Solo quien tiene una visión astral puede comprender los mitos de Cronos, que devora a sus hijos: los hijos vuelven al seno de aquel de quien proceden. Urano significa el mundo mental, Cronos el astral y Zeus el mundo físico. Los mitos provienen de los iniciados, que partieron de la preexistencia y la postexistencia. Forman el espíritu a través de leyendas y cuentos de hadas. Lo que el ser humano no puede comprender en una vida, lo comprenderá en la siguiente. Las relaciones morales y espirituales también aparecen como el reflejo de un espejo. Los sentimientos del ser humano pertenecen al mundo astral. Y cuando observa sus propios instintos, estos también se le aparecen como el reflejo de un espejo. Cuando un deseo se mueve hacia el exterior, aparece [allí] como si se le acercara [a uno]. Como un animal que quiere arrebatarle algo cuando se lo quita. Así ve todo un mundo animal abalanzarse sobre él: son todos los deseos, las ansias y las pasiones que el ser humano emana.
El sueño es una especie de recuerdo de lo vivido en el plano astral; los sueños no son más que reflejos de las propias pasiones. La curiosidad, por ejemplo, es siempre una corriente determinada en el plano astral. La leyenda de la mujer del mediodía, que visita a los trabajadores en el campo y siempre les interroga. La curiosidad humana se expresa especialmente en el deseo del ser humano de saber algo sobre su pasado y su futuro. El reflejo de la curiosidad se expresa magníficamente en [el enigma] de la esfinge de Cadmo. Toda la evolución terrenal del ser humano se encuentra en la respuesta: el ser humano camina sobre cuatro patas, sobre dos patas, sobre tres patas. En la época lemúrica, el ser humano caminaba a cuatro patas como ser unisexual. En el presente camina sobre dos, en el futuro caminará sobre tres. Ambos pies y el lado derecho con el brazo desaparecerán; en su lugar habrá un brazo izquierdo muy desarrollado.
La evolución transcurre de tal manera que ciertos seres se desarrollan hacia arriba y tienen ramificaciones laterales que caen en decadencia. En aquellos que se quedan atrás, el cuerpo astral es más fuerte, mientras que en aquellos que avanzan, lo es el cuerpo mental.
Lo inverso del desarrollo es el retraso: la involución. Las fuerzas [retrasadoras] del astral detienen el desarrollo. Así, en el astral hay que traducir todo a su imagen refleja. Al principio del movimiento teosófico no se pudo comprender esto. El Maestro intentó explicárselo a Sinnett mediante la planta, que está rodeada de una masa en la que se imprime.
Traducido por J.Luelmo nov.2025
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