GA091 Haubinda, 10 de agosto de 1905 - La piedra filosofal

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 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

LA PIEDRA FILOSOFAL

Haubinda, 10 de agosto de 1905

En la Edad Media se oye hablar a menudo del arte de fabricar oro y de la piedra filosofal. Aunque estas cosas están relacionadas con cuestiones muy profundas de la vida, a menudo son malinterpretadas por personas que no saben nada de cosas superiores. Antiguamente, por «piedra filosofal» se entendía la producción de algún mineral que, tomado como medicina, podía prolongar la vida. El oro, tal y como se encuentra hoy en día en la Tierra, no ha existido siempre en la misma forma, sino que al principio tenía formas muy diferentes y luego se transformó gradualmente en oro. Es más difícil llevar el oro a un estado líquido que, por ejemplo, el plomo, pero también existe oro líquido que, a altas temperaturas, fluye como el agua. Se puede licuar aún más, entonces se forman nubes de oro que cubren el planeta, y si se volatiliza cada vez más, el oro se convierte en luz solar. De modo que en el oro tenemos una sustancia que se ha formado en el interior de la Tierra por la solidificación de la luz solar, al igual que el hielo se forma por la solidificación del agua.

Cuando la Tierra aún era el Sol, el oro era luz solar. Solo tras separarse del Sol, la Tierra se enfrió tanto que los rayos de luz que quedaron en ella se solidificaron y se convirtieron en oro. El minero lo sabe y trata el oro como tal. En la Luna, el oro se solidificó un poco más que en el Sol y fluía en arroyos por la superficie lunar. En la Tierra se convirtió en vetas de oro y atravesó la Tierra, como las venas atraviesan al ser humano. Cuando llegó el tiempo de la Tierra, sucedió que el ser humano pudo absorber todo lo que antes se había solidificado en oro. La luz adquirió este significado para el ser humano. Al exhalar y aspirar fuego, este lo calentaba y lo impregnaba con la sustancia contenida en la luz solar. La inhalación y exhalación del fuego es un proceso que estaba relacionado externamente con fenómenos luminosos y de luz; en aquella época, el ser humano era un ser luminoso y resplandeciente. Los restos de ello se encuentran en los seres que provocan el resplandor marino y también en las luciérnagas. El ser humano ha perdido esta capacidad luminosa al absorber el calor en su interior. En la era post lemúrica ya tenemos al ser humano cálido, y ahora comienza el camino de vuelta. Cuando el ser humano se desarrolle físicamente, no solo desarrollará el calor en su interior, sino que volverá a irradiarlo e iluminará su entorno como un sol. Entonces irradiará la luz como antes lo hacía el sol, y la Tierra podrá seguir desarrollándose. En la Tierra, que más tarde se convertirá en Júpiter, irradiará la fuerza luminosa del oro, de modo que el ser humano será el creador del oro. Así, a través de su propio desarrollo, el ser humano se convertirá en el laboratorio químico que produce el oro. El ser humano se convierte en espíritu planetario y entonces produce lo que el planeta ha producido. Se produce realmente una transformación material en él, y así se convierte en la fuente del oro. A través de la meditación y la concentración generamos las fuerzas que conducen a ello. De modo que hoy en día, para la humanidad, estas actividades espirituales son las fuerzas de la naturaleza a través de las cuales se preparan las transformaciones materiales posteriores. Hoy en día, ni siquiera Cristo podría crear oro materialmente de forma inmediata en nuestra Tierra física, ya que no se puede crear nada que el entorno no absorba.

En la Edad Media, el arte de fabricar oro se entendía de forma totalmente material. No se esperaba, no se extendía la espiritualidad a muchas encarnaciones, sino solo a una, y así se materializaba.

[Pasemos ahora a] la piedra filosofal. Para cualquiera que no se haya dedicado al ocultismo, los escritos sobre ella parecen haber sido escritos por un loco. En el siglo XVIII, alguien la describió en el «Reichsanzeiger» y dijo: «Quien la conoce una sola vez, la encuentra en todas partes; la tenéis en vuestra habitación, la encontráis en la calle, la tenéis en la mano». Así pues, la describe como algo que simplemente no se sabe qué es. Es algo que, si el ser humano fuera capaz de crear por sí mismo, lo haría realmente inmortal.

Sabemos que el ser humano forma parte de la naturaleza y que depende del mundo vegetal. Él inhala oxígeno y exhala dióxido de carbono; las plantas, por el contrario, asimilan el dióxido de carbono y exhalan oxígeno. Así se complementan el ser humano y las plantas. Las plantas construyen su cuerpo a partir de lo que el ser humano expulsa. Es evidente que, para que las plantas puedan construir su cuerpo, primero debe haber luz; pero, cuando la hay, lo construyen a partir del dióxido de carbono. Una planta es un curioso laboratorio químico. La sustancia principal es el dióxido de carbono; lo que absorbe en forma de sales es secundario. El dióxido de carbono está compuesto por carbono y oxígeno. La planta retiene el carbono y expulsa el oxígeno. El ser humano combina el oxígeno con su carbón y lo expulsa. Podemos verlo cuando desenterramos plantas de la tierra después de millones de años; ¿qué encontramos entonces? Encontramos carbón. De hecho, la planta se ha encarnado en el carbón, y el carbón es su cadáver, su cuerpo lunar. Si siguiéramos lo que haría el mundo vegetal si se le dejara a su aire, veríamos que la Tierra se convertiría en un planeta de carbón.

Ahora hemos visto que el ser humano transforma el reino mineral, que cultiva la tierra con las mismas fuerzas con las que trabaja el reino mineral. Cuando la Tierra salga de su ciclo actual, el ser humano la habrá transformado por completo, y entonces comenzará el quinto ciclo con el reino vegetal [como reino inferior]. Entonces el ser humano hará con el reino vegetal lo que ahora hace con el reino mineral: lo trabajará y se encarnará en él. Y con ello, las fuerzas de laboratorio del mundo vegetal pasarán a él, y él transformará el planeta en carbón con sus propias fuerzas. Con ello habremos llegado al punto en el que el reino humano se vuelve inmortal. El ser humano ya no entrará y saldrá de un cuerpo, como ocurre en sus encarnaciones minerales, sino que, como ser espiritual, asimilará la materia y volverá a salir, formando así el planeta a partir de su propia materia. Por supuesto, el carbón estará presente en la forma refinada del diamante actual; el ser humano crea su planeta diamantino, que recorre con vetas de oro, tal y como antes el sol recorría su planeta Tierra con vetas de oro. El ser humano se convierte en espíritu planetario. Así debemos entender a Kortum cuando dice que sostenemos continuamente la piedra filosofal en la mano: es el carbón.

Traducido por J.Luelmo nov,2025

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