GA156 Dornach, 19 de diciembre de 1914 ¿Cómo puede el hombre conferir realidad al mundo de las imágenes? Los impulsos morales del Hombre y su significado para las jerarquías.

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    RUDOLF STEINER. 



¿CÓMO PUEDE EL HOMBRE DAR REALIDAD AL MUNDO DE LAS IMÁGENES
 LOS IMPULSOS MORALES Y SU SIGNIFICADO PARA LAS JERARQUÍAS. 

 Dornach, 19 de diciembre de 1914

tercera conferencia

Hoy queremos hacer una observación que puede parecer ajena a la serie de observaciones que hemos hecho aquí, pero que sin embargo nos será útil para comprender el conjunto.
Una cuestión milenaria es cómo puede el hombre traer a su conocimiento, a su mundo de ideas, lo que realmente existe en el mundo exterior. Para nosotros la cuestión no es tan candente como debe serlo para los que se sitúan fuera de nuestra corriente científico-espiritual, porque sabemos que es posible ascender a los mundos espirituales y, a través de la penetración en los mundos espirituales, adquirir certeza sobre un ser verdadero, sobre una realidad verdadera detrás de la realidad exterior que se nos presenta en el plano físico. Sólo a partir del presente hacia el futuro podrá la humanidad general elevarse a tal punto de vista de, por así decirlo, cognición extrafísica, y durante mucho tiempo la cuestión tendrá una importancia infinitamente grande en cuanto a cómo se puede llevar el ser, la realidad, al conocimiento, al mundo de las ideas.
Es importante para nosotros saber algo sobre esta cuestión, porque debemos intentar iniciar un entendimiento con aquellos que todavía están un poco fuera o muy fuera de nuestro movimiento espiritual. Debemos ser capaces de dar información sobre los enigmas e interrogantes que los que aún no están cerca de este movimiento espiritual sienten cuando oyen uno u otro de los resultados de la investigación espiritual. La cuestión a la que me refiero es la más profunda, la más trágica que jamás se haya planteado la humanidad.
Pues por mucha investigación filosófica y científica que se haya hecho, al final la cuestión que he indicado surge de un estado mental del hombre y afecta a su vez a todo el estado mental y anímico del hombre. 
El hombre -veamos el asunto desde este punto de vista- se despierta por la mañana saliendo de un mundo que debe permanecer desconocido y misterioso para él si no penetra en la ciencia espiritual, y se forma una opinión sobre el mundo en el cual entra al despertarse. En estos pensamientos él pretende entonces procurarse lo que se podría llamar una visión del mundo. El ser humano que realmente se acerca a estas cosas con toda su alma siente algo de la debilidad de la vida del pensar, de la vida de la imaginación. Podría decirse que él siente lo siguiente: que él en su fuero interno está condenado a vivir en ideas acerca de la naturaleza de los procesos del mundo exterior, a formarse tales ideas; y descubre a su vez que estas ideas son, por así decirlo, sólo ideas después de todo, que no son lo suficientemente fuertes como para abarcar al ser real en sí mismas.
El ser humano siente esta debilidad de la vida de la imaginación especialmente cuando reflexiona sobre las ideas de la memoria. De las épocas pasadas de la vida, evocamos lo que hemos vivido en cuanto a hechos y experiencias. Lo evocamos imaginándolo después, quizá después de mucho tiempo. Al hacerlo, tenemos que repetirnos una y otra vez: "Sí, sólo tenemos la experiencia en la imaginación, y ésta no tiene el poder de evocar la realidad de nuevo". Esa es una de las cosas en las que realmente sentimos lo impotente que es el hombre, por así decirlo, en relación con la realidad llena de jugo y contenido con su vida imaginativa. La otra es cuando entramos en el mundo de la imaginación creadora. En este mundo de la imaginación creadora podemos evocar ante nuestra alma imágenes de belleza, imágenes de satisfacción, y podemos sentir cómo somos incapaces de penetrar en la existencia real con lo que evocamos en nuestra imaginación. Las personas de mentalidad más materialista parten de los sentimientos que uno puede tener hacia este mundo de imágenes fantásticas. Dicen: Si te formas ideas sobre un mundo espiritual superior, sobre Dios y el mundo espiritual, ¿Qué garantía tienes de que estas ideas que te formas no sean otra cosa que producto de la imaginación? ¿Qué garantía tienes de que con esas ideas, aunque te produzcan una profunda satisfacción, estés penetrando en un mundo de auténtica realidad?
Lo que está en la base de las sensaciones frente a esta impotencia de la imaginación, de la formación de las ideas, es lo que ha dado lugar a la lucha filosófica, se podría decir, que desde hace miles de años se libra en torno a la pregunta: ¿Cómo puede el hombre penetrar en una realidad con sus conceptos, con sus ideas?  Habrá suficientes orientaciones filosóficas, aun prescindiendo del mayor escepticismo, que crean que hasta ahora no se ha encontrado una respuesta satisfactoria a esta cuestión, una solución satisfactoria a este enigma de la vida mental humana. Ciertamente, la gente puede pasar de largo ante estos enigmas del mundo, ante estas preguntas, con cierta facilidad de pensamiento. Pero incluso el que pasa con su conciencia y vive de este modo sentirá, sin embargo, que esta insatisfacción con los enigmas del mundo provoca ondas en su alma astral y da lugar a ciertos estados de ánimo hacia el mundo, estados de ánimo melancólicos que pueden instalarse y que uno quizá se ayuda a sí mismo a superar mediante el cinismo. 
Pero tal pasar de largo de los enigmas del mundo no puede conducir ciertamente a una verdadera satisfacción en la vida interior del alma, a la armonía del alma. 
Es necesario que nos acerquemos a estos enigmas del mundo como debemos acercarnos a muchas cosas; es necesario que miremos en la esencia de la naturaleza humana y preguntemos de dónde viene este enigma, por qué existe. Que puede sentirse infinitamente trágico lo han demostrado ciertos filósofos que prácticamente han desesperado de resolver estos enigmas, y que han hablado de una Deidad que, por así decirlo, extravía a la humanidad en el caos de los fenómenos del mundo y ha creado la naturaleza humana de tal manera que no puede llegar a una concepción satisfactoria del mundo.  

Esto es el cuerpo físico. Fuera de este ser humano físico vive, por así decirlo, en el universo infinito, aquello que es el ser anímico-espiritual real del ser humano, y en la vida despierta del día este ser anímico-espiritual se extiende al ser anímico-corporal.  Esto crea un reflejo, y este reflejo es en realidad lo que sentimos como contenido de nuestra vida cotidiana despierta. Realmente, nuestro cuerpo es como un espejo, y así como no vemos el espejo, sino lo que se refleja en él, así, cuando el ser humano está despierto, básicamente tampoco vemos lo que sucede en el cuerpo, sino que vemos la imagen del espejo, aquello que se refleja en él desde el mundo físico exterior. 
Pero en la medida en que estamos en él en nuestra conciencia diurna despierta, nuestro yo, lo que somos como ser anímico, está básicamente también en este mundo de imágenes especulares. Pues el mundo que nos rodea es Maja, es una suma de imágenes especulares. Nuestro yo despierto está en esta suma de imágenes especulares, y básicamente, como seres en el plano físico, no somos otra cosa que una imagen especular entre imágenes especulares.
Aclaremos esto para nosotros mismos. En la medida en que estamos en el plano físico, ¿Qué queda de toda nuestra vida imaginativa cuando extinguimos nuestra conciencia diurna? Entonces el yo se extingue con ella. Si no se refleja, como ocurre en el sueño profundo sin sueños, entonces el yo también se extingue.
Y cuando despertamos y tenemos ante nosotros el mundo de las imágenes-espejo, nuestro yo también está en este mundo de imágenes-espejo; de modo que, en la medida en que vivimos en el plano físico, no podemos tener de nosotros mismos más que una imagen reflejada. 
Pasamos por el mundo como seres del plano físico y nunca tenemos de nosotros mismos más que una imagen reflejada. Vivimos en el mundo; pero en la medida en que somos conscientes, no tenemos ante nosotros la actualidad viviente, sino el reflejo de esa actualidad viviente. Vivimos como una imagen reflejada entre imágenes reflejadas; y eso que así aprendemos a reconocer por medio de la ciencia espiritual, -que vivimos como una imagen reflejada entre imágenes reflejadas, como Maja entre los componentes de la gran Maja-, es lo que el hombre siente cuando siente la impotencia de toda experiencia del alma en relación con la realidad plena. En la vida ordinaria, el hombre no se dice a sí mismo: Soy un reflejo entre reflejos, sino que lo siente, y lo siente tan justamente cuando siente: ¿Cómo puedo alcanzar el verdadero ser pleno con este reflejo?  
Tengamos claro lo que esto supone. Imagínense que tienen ante ustedes una pared reflectante que refleja lo que hay repartido por la habitación, por ejemplo una mesa. Pero ustedes no ven la mesa, ven el reflejo. Supongamos que quisiéramos entrar en el reflejo, sacar la mesa y poner algo encima. No podrían hacerlo, porque no pueden poner un plato o una sopera sobre la mesa reflejada. Tan imposible como es colocar platos y soperas sobre la mesa espejada, así de imposible es deducir la esencia de la inmortalidad del alma a partir de lo que el hombre experimenta en el plano físico y tiene a su alrededor entre el nacimiento y la muerte en el estado de vigilia. Pues el alma real es inmortal, no su reflejo que es lo que experimentamos en el plano físico. Consideren esto muy claramente.
El hombre anhela reconocer lo que continuamente se le oculta y que, por el hecho de vivir en el plano físico, sólo le muestra continuamente una imagen especular. Las filosofías de todos los tiempos se han esforzado por obtener la realidad a partir de imágenes especulares, por demostrar la inmortalidad a partir de imágenes especulares. Han emprendido la tarea, simbólicamente hablando, de sacar la mesa de la imagen especular, ponerla en la habitación y colocar platos y cuencos sobre ella. 
Si repasan las filosofías que no están fecundadas por la ciencia espiritual, les parecerán un empeño en vano. Básicamente, si intentan profundizar en mi libro "Los Enigmas de la Filosofía", encontrarán relatado en él cómo, desde el principio de la lucha filosófica de la humanidad, la filosofía se ha esforzado, por así decirlo, en sacar la mesa del espejo y poner platos y cuencos sobre ella. Por eso, ahora que tenemos tal movimiento científico-espiritual, se tuvo que añadir un capítulo final al libro, que muestra que lo que había antes debe ser complementado por la ciencia espiritual, que no tiene que ver con imágenes especulares, sino con realidades. Ahora se dirá: Entonces el libro es ciertamente algo que no necesitamos leer, pues ¿de qué sirve ocuparse de la lucha inútil de la humanidad? ¿Por qué debemos prestar atención a la filosofía, si sólo trata de la lucha inútil de la humanidad? ¿Por qué debemos tener en cuenta la filosofía en absoluto, ya que sólo se ocupa de un esfuerzo inútil de la humanidad? ¡Sí, no es así después de todo, realmente no lo es! Lo que hacemos al sumergirnos en esta lucha, que desde cierto punto de vista es ciertamente fútil, es sin embargo algo infinitamente significativo, algo que no puede ser sustituido por ninguna otra cosa. Ciertamente, la filosofía seguirá siendo siempre infructuosa para la comprensión de la naturaleza inmortal del alma, para la comprensión del mundo espiritual y también del ser divino, pero no seguirá siendo infructuosa para el despliegue de ciertas potencias humanas, para el desarrollo de ciertas facultades humanas.

Precisamente porque la filosofía como tal no resulta adecuada para alcanzar las cosas mencionadas, porque permanece hasta cierto punto embotada frente a ellas, fortalece aún más las facultades del alma humana. Y aunque no pueda proporcionar conocimiento, prepara al alma para penetrar hacia arriba en el mundo espiritual mediante una vida concentrada de pensamiento.

Lo que trabajamos, lo que adquirimos en filosofía, nos eleva al mundo espiritual, y nos eleva incluso más que cualquier otra cosa. Precisamente debido a que no se pierden fuerzas en la adquisición de conocimientos reales, todas las fuerzas se utilizan para la elevación de las capacidades humanas. Pero precisamente a partir de esta consideración debemos aceptar que la experiencia en el plano físico, por ser una experiencia en imágenes, tiene algo de irreal, de irreal, y que en el fondo, al vivir en el mundo filosófico, vivimos algo irreal en nuestras almas y espíritus. ¿Pero tiene sentido, tiene algún significado que experimentemos lo anímico-espiritual en el plano físico como algo irreal? ¿Podemos encontrar una sabiduría del orden mundial en esto? Debemos hacernos tal pregunta, y para responder a esta pregunta debemos traer ante nuestras almas algunas percepciones de la ciencia espiritual.

Cuando las personas hayan progresado un poco a través de la meditación, a través de la concentración, en resumen, a través de un fortalecimiento de su experiencia anímica-espiritual, se pasará a una experiencia anímica que es un dormir despierto, a una vida interior en el mundo espiritual. Y la primera experiencia que el hombre tiene cuando está en el punto de partida de la iniciación será una experiencia de este tipo, que por lo general es demasiado poco considerada por los discípulos, a saber, que el hombre experimenta momentos en los que el mundo espiritual penetra en su conciencia como destellos, como sueños -en realidad sólo lo sabe después, cuando tiene que decirse a sí mismo: Acabo de experimentar algo del mundo espiritual.

Si el hombre no perdiera la conciencia mientras duerme, estaría todo el tiempo en este mundo espiritual, desde que se duerme hasta que se despierta. Él está realmente todo el tiempo en la experimentación y el tejer de la vida objetiva del pensar. Quien siga cuidadosamente las instrucciones de "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?" pronto se dará cuenta de que cuando despierta sabe: Estoy emergiendo como si hubiera estado nadando bajo el mar y ahora estuviera emergiendo en el aire, como si hubiera estado entretejiendo con mi experiencia espiritual en un mundo de pensamientos puros.  Cuando se despierta es como si uno estuviera todavía allí cogiendo los últimos jirones de esta experiencia.

Esto puede causar una gran impresión, aunque se pierde inmediatamente y suele ser difícil de memorizar. Pero sería importante que el que quiera progresar capte justamente esos momentos de despertar, pues entonces se hace uno consciente de que, antes de despertarse, estaba en su cuerpo astral, en un mundo objetivo de pensamientos que se entreteje en su interior, y al sumergirse en su cuerpo físico, allí se alza, allí resplandece en el alma, allí se encuentra con su cuerpo físico, que le refleja lo que ha vivido durante toda la noche. Esta conciencia puede surgir y debe ser atendida, y es importante que surja. Cuando se tiene tal conciencia, entonces se empieza a saber por qué es difícil, por así decirlo, conseguir realmente los pensamientos que se viven durante el sueño y también durante la iniciación en el mundo físico, en el pensamiento físico; porque se vive con los pensamientos de forma muy distinta fuera del cuerpo que dentro del cuerpo.

Para tomar conciencia de ello, consideremos el momento de despertar y estar despierto. Cuando uno se despierta, se sumerge con su ser anímico-espiritual en su cuerpo físico. Que uno siga viviendo allí en pensamientos ya no es maravilloso, pues uno ha vivido en él toda la noche durante el sueño en el tejido de pensamientos. Por lo tanto lo que sucede es lo siguiente. Piénsenlo, -lo dibujaré esquemáticamente-, se sumergen desde fuera en el cuerpo físico -sólo lo dibujaré en relación con la cabeza. 

Mientras aún no estén dentro, sino todavía fuera, se encuentran en un mundo maravilloso de pensamientos vivos, allí donde los espíritus de la siguiente Jerarquía superior desarrollan su actividad. Antes de que hayan despertado, están dentro con su experiencia anímica-espiritual en el mundo de los Ángeles, Arcángeles, Arkais y así sucesivamente. Al igual que en el mundo físico están entre los animales, las plantas y los minerales, mientras duermen están en el mundo de las jerarquías superiores. Ahora bien, este estar dentro, este trabajar de las jerarquías superiores en tu ser espiritual, eso sucede precisamente con las fuerzas del pensar que están trabajando allí. Y es ahora cuando se sumergen en el cuerpo físico. Cuando se sumergen ustedes en el cuerpo físico, concentran sus pensamientos desterrándolos a una pequeña porción de espacio que rodea su cabeza. Entonces hay que reunir lo que está esparcido fuera de una manera muy concentrada. Lo que surge de esta manera es que la vida del pensar, el sistema de pensamientos, es atraído, sumergido en el sistema nervioso. Se introduce a través de los sentidos. ¿Qué tiene lugar allí? Lo que allí sucede, en efecto, es que a través de la experiencia del pensar se capta constantemente la substancia física, primero las substancias del cuerpo etérico, luego también la substancia física. Y, en efecto, cuando se embute un pensamiento en lo físico, esto tiene un efecto mortífero en cierto sentido; al apoderarse de un pensamiento en la vida física, en realidad se mata algo en el sistema nervioso. "Matar" es incluso la palabra correcta para ello.

Pensamos algo ahora, -y pasado un tiempo lo meditamos. Mientras estábamos pensando algo; ¿Qué es lo que pasaba dentro de nosotros? ¡Resulta que quedan tantos cadáveres nerviosos como pensamientos! Lo que queda no son en realidad más que cadáveres, de modo que cuando nos dormimos por la noche debemos dejar a nuestro cuerpo físico a su suerte para que se lleve los cadáveres de pensamientos que hemos creado durante el día.

¿Han de estar ahí esos cadáveres de pensamiento? Sí,  porque estos cadáveres de pensamiento son en realidad las huellas del pensar, y si no pudiéramos formar estos cadáveres de pensamiento, seríamos tan incapaces de formar conscientemente un pensamiento durante el día como lo somos por la noche al dormirnos. Por la noche estamos en el mundo espiritual en el tejer de los pensamientos. No disponemos de ningún cuerpo físico en el que podamos plasmar los cadáveres del pensamiento. El pensamiento desaparece inmediatamente y se disuelve en la vida que todo lo piensa. Esa es la diferencia, que durante el día podemos mantener el pensamiento en el cuerpo físico: allí la vida de pensamiento se endurece, y este endurecimiento hace que podamos tener la vida de pensamiento conscientemente.

Esta es la descripción más precisa del proceso. Pero es una descripción que muestra que el materialismo no da en el blanco. El materialismo cree que debe buscar la causa del pensamiento en lo que allí tiene lugar como proceso de cadáver. Pero lo que allí tiene lugar como proceso cadavérico es en realidad un proceso de disociación del pensar, y los nervios están allí para que la actividad del pensar pueda producir en ellos el proceso de segregación. Lo que la fisiología física analiza es lo que el pensamiento deja atrás, lo que no puede utilizar, lo que segrega. A través de esto, sin embargo, se forma a su vez algo con la vida diurna de vigilia que puede llamarse la muerte del pensamiento en el cuerpo físico interior. Las fuerzas del pensar que uno desarrolla sirven para producir, por así decirlo, huellas de uno mismo. Entonces las fuerzas entran en estas improntas. Durante la noche no entran en tales improntas, vivimos, por así decirlo, en el mar general del ser espiritual. Pero como no podemos formar improntas de esto en la vida normal sin iniciación, los pensamientos también se disuelven inmediatamente en este mar general. Cuando queremos captarlos por la mañana, simplemente se disuelven; ni siquiera la memoria puede retenerlos.

Así que si captamos el proceso con mucha precisión, podemos decir:

Cuando algún proceso de pensamiento se desarrolla. Cuando penetra en nuestro cuerpo, produce esos productos de secreción en los nervios. Pero antes de que produzca estos productos de secreción, se refleja a sí mismo. Antes de pasar al cuerpo y a la actividad corporal, primero se refleja a sí mismo; la evocación de esta actividad es un reflejo.

Pensemos en mirar un objeto a través de los ojos o en escuchar un sonido o conjunto de sonidos a través de los oídos. El sonido está fuera. Esta armonía de sonidos entra en el oído. Se produce un proceso en los nervios auditivos, precisamente eso que llamamos secreción cadavérica. Y lo que se oye es por tanto el sonido reflejado, en realidad un eco interno.

De este modo, en nuestra experiencia cotidiana estamos completamente en un mundo de imágenes reflejadas, y nuestro propio ser está entretejido en este mundo de imágenes reflejadas. Pues captaríamos nuestro verdadero ser si nos sintiéramos flotar fuera de nuestro cuerpo en el ser espiritual, si sintiéramos: Ahora uno de los Ángeles se apodera de mi; ahora me estoy entretejiendo en él, me estoy elevando en el reino de los Ángeles, pasando al reino de los arcángeles, al reino de los Poderes Primordiales y así sucesivamente. Entonces nos sentiríamos llevados a los reinos de los seres superiores. Sentiríamos: tan cierto como que a través de la comprensión de estos seres los acontecimientos del mundo son llevados de una época del mundo a otra época del mundo, así ellos nos llevan consigo de una época del mundo a otra época del mundo. Pero en la vida cotidiana el hombre no percibe esto. Él se sumerge en el cuerpo físico, y la experiencia de su propio yo en el ser verdadero se extingue durante la vida en el cuerpo físico, y sólo queda el mundo de las imágenes reflejadas.

Podemos, por tanto, iluminar profundamente el proceso de la cognición, y sería de desear que la conciencia de la naturaleza de este proceso cognitivo se apoderara realmente de la época. Pues este reconocimiento del mundo como una suma de imágenes especulares, y la comprensión de que el ser real se encuentra detrás de ello, eso ya es un ascenso a lo que la humanidad realmente debe ser conducida a través de la ciencia espiritual. Por consiguiente, no podemos decir ni más ni menos que: El hombre entra en el plano físico, y al entrar en él es trasladado realmente del mundo de la realidad a un mundo de irrealidad, a un mero mundo de imágenes. Y debemos sentir toda esta gravedad haciéndonos conscientes de que estamos dentro de un mundo de imágenes cuando comprendemos con el pensar y la imaginación en el plano físico.

Así que podemos decir que al entregarnos al plano físico, los seres espirituales nos han sacado del mundo de la verdadera realidad y nos han colocado en un mundo de irrealidad. Y esto lo reconocemos ante todo como un hecho del contexto mundial espiritual, aunque todavía no del plano mundial. Sólo lo reconocemos como un hecho del plano mundial cuando nos planteamos la pregunta: ¿Por qué, siendo seres del mundo real, somos transferidos, como seres del plano físico, a un mundo de imágenes irreales? ¿Por qué? Supongamos que no, supongamos que somos transferidos al plano físico de tal manera que no tenemos imágenes sino realidades. ¿Qué significado tendría eso en realidad? Significaría que estamos aquí frente al mundo físico de forma perceptiva. Por ejemplo, oímos un contexto sonoro. El efecto de este contexto sonoro entra en nuestro oído, en nuestros nervios auditivos y provoca un cambio en nuestro cerebro. Si sólo disfrutáramos de los procesos en los nervios auditivos, no tendríamos la imaginación; entonces tendríamos realidad, no sólo imágenes. Pero no es así. Realmente somos expulsados del mundo de la realidad y transportados a un mundo de imágenes, a un nuevo mundo de irrealidad. Si estuviéramos en un mundo de realidad, en un mundo de realidades, entonces nosotros mismos nunca podríamos darle realidad a un mundo, porque no podemos darle realidad a lo que experimentamos ya como realidad. Un objeto que recojo del exterior es algo. No es sólo una imagen, el objeto es algo. Igual que no puedo empujar la mesa que veo en el espejo, no puedo hacer nada real con el mundo que sólo se me da en imágenes. Pero si se trata de que nosotros mismos creemos realidades, entonces es justo que vivamos en un mundo de imágenes, porque entonces las imágenes no tienen realidad, pero nosotros si podemos darles realidad. ¿Es eso lo que hacemos? 

Efectivamente así es, en un área de nuestras vidas lo hacemos. Lo hacemos cuando actuamos moralmente. El momento en que los impulsos morales destellan a través del deseo de nuestra alma, el momento en que creamos algo en el mundo que no estaría ahí sin nosotros. Cuando imaginamos el mundo, sólo tenemos imágenes; cuando actuamos moralmente, creamos realidades en el mundo. Nunca podríamos desenvolvernos con nuestra moralidad en un mundo que encontráramos como real en sí mismo. Porque lo que queremos hacer moralmente chocaría con el mundo en todas partes.

Tomemos como ejemplo a los animales; ellos experimentan el mundo de forma muy diferente a la de los humanos, no como un mundo de imágenes, sino como un mundo de realidades concretas. Por eso los animales no pueden desarrollar la moral. El hombre puede desarrollar la moral por la razón de que él mismo puede poner los impulsos morales en el mundo, que por lo demás no es más que un mundo de imágenes reflejadas. Lo que el hombre deja fluir en el mundo como impulsos morales fluye en el mundo como una realidad que emana de él. Los dioses nos han colocado en el plano físico y han convertido nuestra experiencia espiritual en un mundo de irrealidad para que seamos capaces de colocar los impulsos morales como realidad en la irrealidad. He aquí la creación a partir de la nada, la creación en la nada, en la medida en que las ideas son sólo imágenes, una nada.

Si miramos de nuevo al ser humano dormido, podemos decir: En la medida en que este ser humano dormido está fuera de sus cuerpos físico y etérico, experimenta desde su mundo de pensamientos, en el que están entretejidos los seres de las jerarquías superiores. Pero hay algo más que impregna y fluye a través de este mundo. ¿De qué se trata? Los seres de las jerarquías superiores no son meros seres de pensamiento, son seres reales, tienen sustancia, y lo que tienen de sustancia no lo experimentamos en nuestro pensar, sino en nuestra voluntad, a saber, en la voluntad que está impregnada de amor. ¡En nuestra voluntad! Y al poner los impulsos morales en el mundo, que por lo demás sólo es un mundo de imágenes para nosotros, hacemos descender la sustancia de los seres superiores a nuestro mundo. Lo que realmente hacemos a partir de los impulsos morales no significa otra cosa que hacer descender la sustancia de los seres de las jerarquías superiores a nuestro mundo.

Cuando vivimos con nuestro ser anímico-espiritual en el cuerpo físico después de despertar, nuestros pensamientos se reflejan en una parte de nuestro cuerpo: en el sistema nervioso se forman los productos de la segregación de la vida del pensar. La esencia de los impulsos morales, -que proceden básicamente de la esencia de las jerarquías superiores-, entra en todo nuestro cuerpo, impregna todo nuestro ser, toda nuestro organismo, y no sólo el sistema nervioso. De modo que el ser humano puede, por así decirlo, imaginarse como un ser doble: como su sistema nervioso, y luego todo el resto del ser humano físico, en el que fluye lo que vive en sus impulsos morales.

Pero salimos del mundo de las realidades espirituales sumergiéndonos en nuestro cuerpo físico. Al sumergirnos en nuestro cuerpo físico, saliendo de los mundos del pensamiento, éstos parpadean y centellean, reflejándose, formando los cadáveres del pensamiento en el sistema nervioso. En nuestra vida ordinaria simplemente no percibimos este parpadeo y centelleo. Los pensamientos viven en nosotros, pero no son seres vivos en nosotros; son reflejados, y lo que percibimos es una especie de lectura de los cadáveres de los pensamientos. Pero estos pensamientos que se reflejan son seres vivos, y esto tiene un gran significado en el orden del mundo. ¿Qué pasa con la luz espiritual que entra en él, que causa impresiones en su sistema nervioso? ¿Qué pasa con las impresiones que surgen allí? Pues que los querubines vienen, recogen esta luz y la utilizan para hacer avanzar el orden mundial, y todos nosotros somos las lámparas que se establecen en el orden mundial. Pensando, percibiendo e imaginando, somos las lámparas de los querubines en el orden mundial. Así como aquí, en el mundo físico, esta luz ilumina la habitación, nosotros somos las lámparas de los querubines en el mundo espiritual. Cuando pensamos, la luz surge en nosotros, la luz del pensar irradia de nosotros, y esto ilumina el mundo en el que viven los querubines.

Penetrando en nuestro cuerpo desde el mundo de las sustancias de las jerarquías superiores, esas sustancias de las que nacen los impulsos morales, que penetran en toda nuestro organismo, nuestros impulsos de voluntad, se producen nuestras acciones. Todo lo que hacemos sucede gracias a que estos impulsos de voluntad están activos en nosotros. No es únicamente lo que sucede externamente en el mundo a través de nosotros, sino que en la medida en que es acción moral, esta acción moral congrega a los serafines. Esta acción moral es la fuente de calor para todo el orden universal. Bajo la influencia de las personas que actúan inmoralmente, los serafines se congelan, es decir, no reciben calor con el que podrían calentar todo el mundo cósmico. Bajo la influencia del comportamiento moral, los serafines adquieren aquellos poderes por los cuales el orden mundial cósmico se mantiene de la misma manera que el orden mundial físico se mantiene por el calor físico.

Como ven, la visión del mundo que nos proporciona la ciencia espiritual se hace muy real. Ella nos hace darnos cuenta de que cuando pensamos, imaginamos, somos la luz encendida de los querubines. Cuando actuamos, cuando hacemos algo, cuando envolvemos la voluntad, entonces somos la fuente de calor, la fuente de fuego de los serafines. Vamos por el mundo, con la conciencia de que estamos en él no como meros adornos fruto del azar, sino que estamos en él en el orden del mundo en beneficio de todo el orden del mundo, pues también tenemos en nuestro poder ser en el mundo una fuente de oscuridad. Porque si queremos ser obcecados y estúpidos y no pensar, entonces aumentamos la oscuridad, y la consecuencia de esto es que los querubines no tienen luz. Si somos inmorales, aumentamos la frialdad en todo el orden mundial, y los serafines no tienen calor.

La ciencia espiritual no pronuncia meras teorías como puede hacerlo la ciencia externa, cuando ésta no es ciencia práctica ni conduce a una aplicación correcta. La ciencia espiritual proporciona algo a través de lo cual aprendemos primero a saber lo que somos como seres humanos en todo el orden del universo. Lo que se deriva pues de la ciencia espiritual es algo esencial, algo importante: es un elevado sentido de responsabilidad hacia el ser humano. Uno siente qué deberes tiene hacia el cosmos como ser humano que es. Uno siente que puede ser un ser humano en el sentido correcto y que puede ser un ser humano en el sentido equivocado, que puede contribuir a la oscuridad y al frío o a la luz y al calor en el orden del universo.

Precisamente con este objetivo práctico en la vida se pretende llevar la ciencia espiritual al mundo para que arraigue en los corazones humanos. Pues uno puede estar seguro de que entonces la ciencia espiritual será realmente capaz de producir una nueva constitución anímica humana y con ello una forma completamente nueva de experiencia humana en la tierra y además en el mundo, porque esta ciencia espiritual no es únicamente una fuente de conocimiento, sino una fuente de verdaderas y genuinas fuerzas vitales. ¡Cómo me gustaría que esto fuera captado, que fuera captado tan profundamente por aquellos que hoy sienten el impulso de esta ciencia espiritual! Porque esta ciencia espiritual todavía se toma demasiado como algo externo, demasiado para que también satisfaga la curiosidad, o digamos la sed de conocimiento, como otros conocimientos. Pero la seriedad con la que la ciencia espiritual se introduce en la vida debe crecer. Esto es lo que tanto necesita nuestra época: no sólo fe en el mundo espiritual, sino la posibilidad de afrontar el mundo espiritual de tal manera que el alma humana se incline realmente hacia el mundo espiritual. Y al igual que el niño succiona alimento del pecho de su madre, así esta alma humana succiona de lo que la ciencia espiritual es capaz de ofrecerle: sustancia vital para una nueva forma de experiencia terrenal, de estar en la tierra, de conocerse a sí misma en el mundo espiritual.

Sólo cuando la relación de las personas con la ciencia espiritual esté impregnada de este soplo mágico de sentimiento y sensibilidad, la ciencia espiritual será comprendida en su verdadero y más íntimo núcleo vital. Esto, sin embargo, será necesario para que arraigue entre los que participan en un esfuerzo común científico-espiritual.

¡Qué se supone que es este edificio nuestro sino aquello en lo que participamos, -especialmente los que trabajan en él-, participamos como en un común, en una confluencia de actitudes que la ciencia espiritual despierta! Esto es lo tremendamente importante y significativo. Si el edificio se levanta en esta actitud, entonces no será sólo este edificio a secas con sus formas, sino que será algo que irradie lejos en el mundo; será lo que los que han trabajado en él han puesto en él en un trabajo amoroso, en un auténtico trabajo cooperativo. Lo que han dejado fluir hacia el edificio, lo que, por así decirlo, han dejado atrás en este edificio, sea incluso la actividad más pequeña, que esta actividad esté todavía tan vagamente conectada con este edificio, -si está dirigida en amor hacia lo que el edificio ha de ser, hacia lo que fluye como esa actitud humana que quiere fundirse en el orden cósmico, entonces este edificio será algo que no es meramente una cosa muerta, sino una cosa viva, una cosa verdaderamente viva.

Este es el secreto de nuestros cadáveres de pensamiento: que podemos revivirlos una y otra vez durante cierto tiempo. Y el otro aspecto, el del recuerdo, lo expliqué la última vez: aquello que los pensamientos han producido en nosotros como cadáveres de pensamiento y que quedan atrás en su forma, -lo mismo que los cadáveres humanos que permanecen en la tierra-, puede ser revivido por fuerzas anímicas posteriores. Y cuando surge un recuerdo, aquello que sólo es un cadáver de pensamiento volverá a brillar vivo en nosotros durante un tiempo.

Trabajemos para que nuestro edificio sea algo semejante en el orden humano, que quienes se acerquen a contemplarlo sean transportados inconscientemente a esa esfera de amor con la que está construido. Porque entonces no será una mera conexión de formas muertas, sino algo que se vivifica al mirarlo, como los cadáveres de la memoria. Y entonces ocurrirá para todo el futuro que, por la forma en que trabajemos en él, este edificio será algo que podrá ser revitalizado una y otra vez por quienes se encuentren frente a él.

Al permitir que este pensamiento afecte a nuestras almas, obtendremos una relación viva con este edificio nuestro, la relación viva que la humanidad realmente necesita al vivir desde el presente hacia el futuro. Porque a muchas cosas no se les permitirá permanecer cadáveres, sino que tendrán que vivir, pero sólo podrán vivir a través del surgimiento de ese nuevo tipo de actitud que debe ser el resultado de la ciencia espiritual y de la comprensión espiritual.

Traducido por J.Luelmo feb.2024

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919