1ª conferencia
Berlin 3 de febrero de 1913
En
estas conferencias me gustaría presentarles un cuadro de la
naturaleza de los Misterios y su conexión con la vida espiritual de
la humanidad. Antes que nada, a modo de introducción, debemos llegar
a un entendimiento con respecto a varias experiencias en el camino
hacia los mundos superiores. Tendremos que presentar cosas que en
cierta forma ya han sido tocadas en el curso de nuestros estudios
antroposóficos; pero durante los próximos días necesitaremos
ciertos puntos de vista que hasta ahora pueden haber recibido menos
atención, por lo menos en su necesario encaje.
Todo lo que
pertenece a los Misterios en su verdadera naturaleza se funda en
última instancia en las experiencias de los Iniciados en los mundos
superiores. Es dede los mundos superiores de donde deben provenir los
conocimientos y los impulsos para el entrenamiento práctico en los
Misterios. Hemos subrayado a menudo que, así como la evolución
humana en las diferentes regiones toma formas diferentes en períodos
sucesivos, lo mismo sucede con todo lo que llamamos la naturaleza de
los Misterios. No es por nada que nuestras almas pasan por vidas
humanas sucesivas; lo hacemos porque en cada encarnación
experimentamos algo nuevo y podemos añadirlo a lo que hemos
cosechado en encarnaciones anteriores. En la mayoría de los casos la
apariencia del mundo exterior ha cambiado completamente cuando,
después de nuestro paso por los mundos espirituales entre la muerte
y un nuevo nacimiento, entramos de nuevo mediante el nacimiento en la
existencia física, Y por razones que podemos reconocer fácilmente,
el principio de la Iniciación también debe cambiar en las sucesivas
épocas de la humanidad. En nuestra época el principio de la
Iniciación ya ha sufrido un gran cambio, en el que la Iniciación
puede ser alcanzada hasta cierta etapa sin ninguna guía personal;
gracias a que ha sido posible establecer públicamente los principios
de la Iniciación hasta donde se ha hecho, por ejemplo, en mi libro,
Conocimiento de los Mundos Superiores. Cualquiera que intente
seriamente trabajar a través de las experiencias descritas en este
libro puede llegar muy lejos en relación con el principio de la
Iniciación. Puede ir tan lejos que la existencia del mundo
espiritual se convierte para él en una cuestión de conocimiento, al
igual que su conocimiento del mundo físico externo. Aplicando lenta
y gradualmente a su alma, en la secuencia debida, los ejercicios
dados, se abrirá paso a la comprensión de los mundos espirituales.
El Camino de la Iniciación puede ahora describirse y seguirse sin
exponer al alma a ciertos acontecimientos que podrían conducirla a
catástrofes y revoluciones particulares.
Hasta este punto,
por lo tanto, es posible hoy en día discutir en público la Vía en
los mundos superiores. Pero también hay que decir que para quien
esté seriamente decidido a ir más lejos, la Vía está ligada hoy
en día a la persistencia de ciertos dolores y penas, y a algunas
experiencias muy especiales que pueden tener un efecto desolador y
radical en la vida de un hombre, y para ello debe haber sido objeto
de una preparación minuciosa. Sin embargo, debo subrayar de nuevo
que cualquiera puede seguir todo lo que se ha publicado sin riesgo de
daño, y por este medio puede llegar muy lejos en el Camino. El
camino hacia los mundos superiores, no hace falta decirlo, nunca está
cerrado, pero quien desee seguirlo más allá de cierta frontera debe
estar especialmente preparado si quiere llegar al final del mismo sin
que su vida interior se vea sacudida, no de forma mórbida, sino
sacudida de principio a fin. Incluso estos choques pasan de forma
natural sobre el alma cuando todo el curso de la Iniciación se lleva
a cabo correctamente. Pero es muy necesario que se lleve a cabo de la
manera correcta.
Ahora
bien, debemos entender claramente que si alguien quiere sumergirse en
los Misterios, todo en su vida del alma debe ir cambiando poco a
poco. El cambio se puede caracterizar en pocas palabras diciendo:
para cualquiera que desee penetrar en los Misterios, los objetivos y
metas que figuran en la vida ordinaria del alma deben convertirse en
un medio para propósitos más elevados, metas más altas. En la vida
ordinaria un hombre percibe el mundo exterior a través de sus
sentidos. Lo percibe en colores, formas y sonidos y otras impresiones
de los sentidos. Vive dentro de este mundo de impresiones
sensoriales. En el momento en que la Iniciación va a entrar en una
determinada etapa, no debe simplemente experimentar el azul o el rojo
o cualquier otro color todo el tiempo; sin perder estas experiencias
debe aprender a hacer de ellas un medio para fines más elevados. En
la vida ordinaria un hombre mira en un día claro al espacio y ve el
cielo azul y disfruta de la vista. Pero si quiere ser un Iniciado de
cierto grado debe llegar al punto de poder ver el azul de los cielos
como completamente transparente. Mientras que normalmente es un
límite o frontera, ahora debe ser transparente, y debe ser capaz de
ver lo que quiere ver a través del cielo azul. Para él ya no debe
ser un límite. O tomemos una rosa: para la visión externa la
superficie de la rosa está limitada por su color rojo. En el momento
de la Iniciación el color rojo deja de ser un límite. Se vuelve
transparente, y detrás de él aparece lo que se está buscando. El
color no deja de producir su propio efecto natural; pero el Iniciado
percibe algo diferente cuando mira a través del cielo azul, cuando
mira a través del rojo de la rosa, y de nuevo cuando mira a través
del rosado amanecer, y así sucesivamente. El color se experimenta de
manera bastante definida, pero para la visión no mediata se vuelve
transparente y es eliminado por la fuerza del alma que se ha
adquirido a través del entrenamiento que conduce a la clarividencia.
Así es con todas las impresiones de los sentidos. Mientras que antes
eran en sí mismas una experiencia completa, después de la
Iniciación se convierten en un mero medio de experimentar lo que hay
detrás de ellas.
Así es con todo el mundo del pensamiento.
En la vida ordinaria el hombre piensa ... Os ruego que no
malinterpretéis esto de ninguna manera; si lo comparáis en el
sentido correcto con otras explicaciones veréis la concordancia,
pero no es menos cierto decir que a partir de cierta etapa de la
Iniciación, el pensar en el sentido usual de la palabra cesa. No es
que el Iniciado pueda llegar a un momento en que considere que el
pensar no tiene importancia, sino que en lugar de ser el fin y el
objeto de la vida anímica, el pensar debe convertirse en un mero
medio para alcanzar un fin. El Iniciado, de hecho, está entrando en
un nuevo mundo. Para experimentarlo, es necesario que él - además
de otras cosas de las que tendremos que hablar - vaya más allá del
punto de vista del pensar ordinario en el plano físico. Cuando un
hombre vive en el plano físico juzga las cosas y se forma opiniones
sobre ellas. Después de una cierta etapa de la Iniciación estas
opiniones ya no tienen ningún significado o valor. Pero como estamos
hablando de regiones de la vida anímica tan diferentes de aquellas a
las que estamos acostumbrados, debo señalar que es muy fácil que
surjan malentendidos. Cuando se alcanza esta etapa de la Iniciación,
que tendré que describir más adelante, entonces por regla general
una persona tendrá que llevar una especie de doble vida. Ya que en
la vida diaria es imposible no reflexionar y formar juicios sobre las
cosas. En el plano físico estamos obligados a formar juicios y a
pensar. Supongamos que usted estuviera sentado en un tren y no
estuviera pensando, se pasaría de estación. Podría incluso suceder
que aunque un antropólogo debería cuidar su tarjeta de miembro, una
persona desconsiderada podría dejarla tirada, lo que iría en contra
de todos los principios que deben observarse al cuidarla. Bueno, la
vida es tal que debemos usar nuestro juicio y reflexionar.
Pero
con esta actitud de juzgar y pensar no podemos llegar a los mundos
superiores. Puede darse una mezcla de ambas actitudes: uno puede
estar tan absorto en el impulso de llegar a los mundos superiores
como ser culpable de un lapsus de memoria como el que acabo de
mencionar. Sin embargo, en general, debería ser posible mantener
estas dos cosas separadas: un poder de juicio verdaderamente sólido
para el plano físico, teniendo a la vista todos los deberes de la
vida y, al mismo tiempo, sin olvidar nunca que lo que desarrollamos
tan asiduamente para el plano físico sólo puede ser un medio para
un fin en lo que respecta a los mundos superiores.
Los
pensamientos, las ideas, los juicios, deben ser para el aspirante a
Iniciado lo que los colores, por ejemplo, son para el pintor. Para él
no son un fin en sí mismos, sino un medio para expresar lo que
quiere decir en su cuadro. En la vida física ordinaria los
pensamientos y las ideas son un fin en sí mismos; para el Iniciado
se convierten en el medio de expresar lo que experimenta en los
mundos superiores. Esta etapa sólo puede alcanzarse cuando se ha
adquirido una cierta actitud anímica hacia los puntos de vista y
opiniones personales. Una persona que tiene alguna preferencia por un
punto de vista u otro; que todavía prefiere que una cosa u otra sea
verdadera, no puede entrar en la etapa de la Iniciación a la que
aquí se hace referencia, sino sólo aquel que estima tan poco sus
propios puntos de vista como los de los demás, y está dispuesto a
dejar de lado sus propias opiniones y a observar muy objetivamente lo
que realmente está allí. En general, una de las mayores
dificultades de la experiencia interior es ir más allá del punto de
vista de las "opiniones" y "puntos de vista".
Aquí tocamos ciertas dificultades que pueden surgir en la
convivencia con otras personas cuando se busca seguir el camino hacia
los mundos superiores. Cualquiera que busque este camino, o que ya
haya llegado a cierta etapa en él, adoptará una actitud hacia
muchas cosas en la vida, a través de la condición del alma que ha
alcanzado, que será diferente de la ordinaria. Sobre todo, revelará
la característica de saber rápidamente, digamos, cómo debe uno
comportarse en tal o cual circunstancia de la vida. Entonces, tal vez
le pregunten los que le rodean: "¿Por qué debemos hacer eso?"
Ciertamente, cuando pueda apreciar el punto de vista de la otra
persona, siempre será capaz de explicar este "por qué".
Pero primero tendrá que bajar del nivel en el que ve en un instante
lo que tiene que hacer, y ponerse al lado de la persona, obligándose
a seguir el tren de pensamiento de la vida ordinaria para mostrar qué
prueba hay de lo que ve en un instante. Esta rápida comprensión de
las muy variadas y complicadas circunstancias de la vida es un
fenómeno que acompaña a la facultad de elevarse por encima de las
opiniones y puntos de vista personales.
Aparte de esto, el
logro que debe buscarse está conectado con otras cualidades morales
internas. De ellas tendremos que hablar más tarde. Señalaremos
ahora una sola cualidad a la que se ha aludido a menudo. Es la
intrepidez. Porque debemos tener en cuenta que, cuando la vida del
alma se reduce a ser un medio, en lugar de ser un fin en sí mismo,
las experiencias en las que uno entra se transforman. En primer
lugar, habrá un modo bastante nuevo de experimentar. Uno está
entrando en lo desconocido, y esto al principio siempre va acompañado
de condiciones de miedo. Y como toda la experiencia tiene lugar en
las profundidades íntimas del alma, el estado de miedo puede llevar
a todo tipo de experiencias internas del alma. Por lo tanto, la
preparación para el camino hacia los mundos superiores implica el
logro de una cierta intrepidez. Esta intrepidez debe ser adquirida
por medio de meditaciones definidas. Se puede hacer. Sólo que, en
general, la gente carece de la suficiente perseverancia para el tipo
de meditaciones requeridas. Una buena meditación es entregarse una y
otra vez a la idea de que saber sobre algo no hace ninguna distinción
a la cosa en sí. Si, por ejemplo, alguien supiera en este momento
que algo malo va a suceder dentro de una hora, y que nada de lo que
haga puede evitarlo, su conocimiento de ello probablemente le
causaría ansiedad y miedo. Pero su conocimiento no altera la cosa en
lo más mínimo. Por lo tanto, el miedo y la ansiedad son
completamente inútiles. Es una inutilidad a la que todas las almas
ceden naturalmente; una locura que seguramente asaltaría a
cualquiera en una cierta etapa de la Iniciación si su entrenamiento
no le hubiera preparado para la intrepidez exigiéndole que se diga a
sí mismo una y otra vez: ¿Algo se altera por el hecho de
saberlo?
La persona que está meditando, que ha trabajado
hasta ciertas etapas de la Iniciación, llega entonces a un
conocimiento muy notable: el conocimiento de que en cierto sentido
las cosas están en mal estado con respecto a su ser interior, su
propia alma humana.
Por
debajo del umbral de la conciencia hay algo que uno desearía que
fuera diferente, a juzgar por las opiniones de la vida ordinaria. En
cierto modo es algo bastante aterrador. Y sería en el orden natural
de las cosas que si un hombre fuera llevado sin preparación a las
profundidades de su propia alma, recibiría una increíble conmoción.
Uno debe prepararse, entonces, con una meditación siempre repetida
sobre el pensamiento: Las cosas no pueden ser alteradas por el
conocimiento de ellas. En verdad, lo que es aterrador en las regiones
subliminales del alma no es evocado únicamente cuando uno se acerca
a ellas y las mira. Siempre están ahí, aunque uno no sea consciente
de ello. Pero a través de la meditación constantemente repetida
sobre el pensamiento de que las cosas no pueden ser alteradas por el
conocimiento de ellas, uno expulsa una gran parte del miedo que debe
ser eliminado.
Así se ve, por algunas cosas que he
mencionado, que en el momento en que uno se prepara para elevarse a
mundos superiores, las cualidades intelectuales y morales del alma se
entremezclan. Para el conocimiento externo ordinario de nuestro
tiempo uno requiere sólo cualidades intelectuales. En este sentido,
llamo cualidades morales al valor y la intrepidez. Sin ellas, ciertas
etapas de la Iniciación no pueden ser alcanzadas.
Tanto si
hablamos de Misterios de Oriente como de Misterios de Occidente,
todos tienen ciertas etapas en común, por lo que para todos los
Misterios ciertas expresiones tienen un significado válido y se
pueden expresar de alguna manera como sigue. Toda alma que desee
llegar a un determinado estadio de la Iniciación y de los Misterios
debe pasar por ciertas experiencias. La primera puede llamarse "El
contacto con la experiencia de la muerte"; la segunda es "El
paso por el mundo elemental"; la tercera se llamó en los
Misterios egipcios y otros "Ver el sol a medianoche"; y la
cuarta es "El encuentro con los dioses superiores e inferiores".
Estas experiencias deben ser vividas por todo aquel que alcance una
cierta etapa de la Iniciación. A través de la experiencia interior
debe llegar a conocer el significado de estas frases y debe ser
capaz, por así decirlo, de vivir en dos mundos - el mundo actual en
el que el hombre vive hoy, el mundo del plano físico; y un mundo en
el que el hombre sólo puede vivir cuando sabe lo que significa haber
"entrado en contacto con la Muerte", haber "pasado por
el Mundo Elemental", haber "visto el Sol a Medianoche",
y por "el encuentro con los Dioses Superior e Inferior".
"LLegar a las cercanías de la muerte". El punto aquí es que en su condición de despierto entre el nacimiento y la muerte un hombre realmente vive continuamente, por el hecho de vivir conscientemente, en todo aquello sobre lo que acabo de decir: eso debe ser superado, debe convertirse para los Iniciados en un mero medio para un fin. Intentemos ahora ser muy claros en cuanto a lo que un hombre vive mientras está en el plano físico. En el plano físico vive en sus impresiones sensoriales y en las experiencias ordinarias de su alma. Todo esto debe convertirse en un mero medio, tan pronto como entra en los Misterios. ¿Qué queda entonces, más allá de lo que un hombre se siente en la vida ordinaria? No queda nada. Todo se hunde en una realidad de segundo grado. El hombre debe dejar de lado todas sus experiencias habituales, tanto las internas como las externas. Sólo piensa, la bóveda azul del cielo se vuelve transparente, ya no está allí; todos los límites producidos por el color en la superficie de las cosas se desvanecen, ya no están. Los sonidos del mundo físico cesan, ya no están allí; la experiencia del tacto cesa, ya no está allí. Y os ruego que toméis nota de que esto se convierte en una experiencia real. Así, por ejemplo, el sentimiento de "estar de pie con los pies en tierra firme", que no es otra cosa que una expresión del sentido del tacto, cesa, y la persona siente como si el suelo le fuera arrebatado y estuviera de pie sobre la nada; pero no puede retroceder ni puede levantarse. Lo mismo sucede con todas las impresiones de los sentidos, con todo aquello para lo que el cuerpo físico es un instrumento. Todo lo que un hombre pasa en su vida normal entre el despertar y el dormir es llevado a cabo a través de la instrumentación del cuerpo, y todo esto cesa. Una condición de la que el hombre en la vida ordinaria está preservado ahora realmente se produce - la condición que se produciría si alguien, mientras duerme, de repente se hace consciente sin despertar de nuevo en su cuerpo físico. Esta no es una condición alcanzada en los sueños ordinarios. El sueño es en cierto sentido una experiencia extrafísica, pero la conciencia de la misma está tan disminuida que la persona no es consciente de estar fuera de toda experiencia física. Esta intensidad de la conciencia, "Tú estás fuera de toda vida física", no se produce hasta la Iniciación. Durante el ascenso a los mundos superiores llega un momento en que el hombre se enfrenta a su cuerpo físico, cuyas manos puede mover durante la vida despierta, con cuyos pies puede caminar, cuyas rodillas puede doblar, cuyos párpados puede abrir y cerrar y así sucesivamente, pero ahora siente como si todo su cuerpo físico estuviera petrificado, como si fuera imposible mover los párpados, las piernas, las manos, etc. Llega entonces un momento en que sabe que hay ojos en este cuerpo físico, pero que no sirven para ver. Por un lado, todas las cosas se vuelven transparentes, y por otro lado la posibilidad de acercarse a estas cosas con los medios habituales y familiares cesa completamente. Trate de comprender la contradicción que es esto, en el sentido ordinario de la palabra. Cuando un hombre se prepara para llegar a este punto, encuentra que todas las cosas son, por así decirlo, transparentes, que ve a través de todo. Pero en el momento en que esto comienza - por ejemplo, cuando los cielos se vuelven transparentes - el ojo deja de tener el poder de ver la bóveda azul del cielo en absoluto. Esto significa que el primer momento de los Misterios consiste en que la persona llega al punto en que supera el método de percepción por los sentidos, y también el acto de pensar, pero lo que debe alcanzar de esta manera en ese mismo momento se le quita. Se ha abierto camino hasta el momento en que se le da algo bastante nuevo; llega precisamente al momento en que esta cosa nueva sale a su encuentro, pero en este mismo instante también se le quita. Ahora no sabe nada más que: "Te has abierto camino de tal manera que estás ante los mundos superiores, y ahora en ese mismo momento te son arrebatados."
Imaginen
esta experiencia para ustedes mismos, y tendrán el momento que ha
sido designado en los Misterios de todas las épocas como "El
Acercamiento a la Puerta de la Muerte". Porque la persona sabe
ahora lo que se quiere decir con las palabras: el mundo se te quita,
es decir, el mundo entero de las impresiones. Y sabe que no consiste
en nada más que en estas experiencias de impresiones internas.
Porque en realidad no existe nada más que estas experiencias, estas
impresiones interiores. Tan pronto como una persona se duerme, cuando
todas las impresiones cesan, normalmente cae en la inconsciencia.
Esto significa que vive en sus impresiones. Ahora supera estas
impresiones de la vida ordinaria; sabe que ha progresado tanto que
puede ver a través de todo, pero en este momento un nuevo mundo le
es arrebatado. Tendremos que hablar más detalladamente sobre este
punto; pero primero queremos aclarar aún más lo que se quiere decir
con las expresiones utilizadas.
Frente a este alto inevitable,
sin posibilidad de ir más allá, la única liberación consiste en
haber desarrollado la vida interior - antes del momento real - hasta
tal punto que el aspirante es capaz de llevar consigo lo único que
es posible llevar más allá de ese punto. Debe llegar al punto en
que el mundo exterior le niegue realmente todo poder, y debe haber
progresado tanto en su desarrollo interior que en este momento,
mediante el entrenamiento en la confianza en sí mismo, en la
seguridad en sí mismo y en la presencia de la mente y otras virtudes
interiores (virtudes que aquí significan capacidades), posea un
poder interior, una energía interior, de modo que en el momento en
que el mundo le sea arrebatado, tenga a su disposición un excedente
de energía interior. Pero esto conlleva al mismo tiempo una
experiencia extraordinariamente significativa. Imaginad a un hombre
que llega a los límites por los que se ha esforzado, donde el mundo
es transparente; entonces se le quita. Ahora no ha conservado nada;
no puede haber guardado nada más que una cierta fuerza interior por
haber entrenado su confianza en sí mismo, la presencia de la mente,
la intrepidez y otras cualidades interiores similares. De esta manera
llega a la experiencia significativa, una que se fuerza sobre él: Tú
estás solo en el mundo. Estás completamente solo en el mundo. Y
luego viene una experiencia que no puedo indicar más que en las
palabras: Sólo tú eres el mundo entero. Esta experiencia se hace
cada vez más fuerte, más y más completa. Y lo notable es que de
esta experiencia en el alma puede surgir un mundo completamente
nuevo, y realmente debe surgir en aquel que va a ser iniciado. Siente
que ha llegado a un cierto límite en el que se ha enfrentado al
Vacío, pero que ha traído consigo un cierto poder. Es quizás
bastante pequeño al principio, pero se hace cada vez más grande y
se extiende por todos lados. Empieza a penetrar en el mundo entero, a
impregnarse del mundo entero; y cuanto más impregna el mundo con su
propio ser, más parece siempre diferente. Extiende el poder que ha
traído consigo a uno u otro lado, y según lo vaya extendiendo,
siempre experimentará algo diferente. Pero al principio estas
experiencias se sentirán como bastante aterradoras, porque dos cosas
faltan por completo en ellas. En una cierta etapa del conocimiento la
falta de estas cosas puede no parecer espantosa antes de ser
experimentada, porque en la experiencia ordinaria del plano físico
la cosa siempre está ahí, y uno primero tiene una idea real de ella
sólo cuando ya no está ahí.
Una
cosa que cesa es todo sentimiento de materialidad física. Todo lo
material ha desaparecido en la nada indefinida, el Vacío - no está
ahí. La sensación de contactar con algo duro, o incluso algo suave
como el agua o el aire - en resumen, la sensación de estar rodeado
de materia cesa, no está ahí. Uno sólo esta interesado en las
cualidades de las cosas, no en las cosas en sí mismas. De los
cuerpos físicos pesados y densos sólo queda la densidad, no la
sustancialidad; de los cuerpos fluidos, sólo la fluidez, pero no el
agua o el fluido; del aire sólo queda la tendencia a expandirse en
todas las direcciones, pero no la sustancialidad. Se crece en las
cualidades de las cosas, pero con la sensación de que se crece sólo
en las cualidades; que los objetos se han desvanecido, toda la
materialidad se ha ido. Esto es algo que cesa.
La otra cosa
que cesa para el aspirante en esta etapa de la experiencia es todo lo
relacionado con lo que en la vida física ordinaria llamamos
percepción sensorial. Esto se desprende de lo que ya se ha descrito.
Nada le impresiona, sino que él mismo es todo. La única impresión
que permanece es como mucho la del "tiempo" - "Ahora
no eres nada todavía, y después de un tiempo serás algo".
Pero en cuanto a tener objetos externos a sí mismo, que están
presentes en otros lugares y le impresionan, no queda nada de eso. O
es algo propio, o nada en absoluto es elemental allí. Todo lo que
encuentra se convierte en sí mismo; se sumerge en él, se hace uno
con él, y finalmente se hace tan grande como el mundo que está a su
disposición; se hace uno con él.
Estoy describiendo la
experiencia real. Es lo que generalmente se conoce en los centros de
Misterio como "Experimentar el mundo elemental". El
aspirante se ha elevado más allá del mero "Contacto con la
Muerte", pero es, por así decirlo, una unidad indiferenciada
con el mundo entero que está a su disposición.
Ahora hay dos
posibilidades. O la preparación fue buena o no fue buena. Si fue
buena, entonces el futuro Iniciado, después de haberse derramado
hasta cierto punto sobre el mundo, debe haber progresado tanto que
todavía tiene fuerzas de sobra. En ese caso - ya veis que estoy
describiendo hoy desde un punto de vista diferente las cosas que he
descrito a menudo., pero ahora necesitamos este otro punto de vista -
entonces él tiene ahora la siguiente experiencia.
Mientras
que en el mundo ordinario, uno se enfrenta a un objeto, lo mira, y el
objeto causa una impresión en el ojo de modo que uno entonces sabe
algo sobre el objeto, cuando se alcanza el punto de Iniciación que
acaba de ser descrito, tal cosa ya no sucede. El aspirante no se
ocupa de la reproducción del mundo ordinario, sino que a partir de
un punto determinado debe disponer de fuerzas suficientes a su
disposición para verter más de sí mismo. Por tanto, después de
haber gastado la fuerza suficiente para convertirse en uno con el
mundo, ahora debe tener suficiente fuerza para hacer salir fuerzas de
sí mismo como la araña teje una telaraña. Ya veis como todo el
proceso de los Misterios muestra la importancia de desarrollar una
fuerte energía interior en la vida del alma; pues hay que tener
grandes reservas para que todo esto pueda tener lugar.
Entonces
puede suceder lo siguiente. El aspirante naturalmente no tiene ojos
físicos, ya que pertenecen al cuerpo físico y hace tiempo que lo
dejó atrás. Pero como ha vertido algo de sí mismo y puede verter
aún más, a medida que la araña teje su telaraña a partir de sí
misma, se construye algo parecido a los órganos, y puede discernir
que junto con lo que él mismo está produciendo, aparece algo
absolutamente nuevo. Las cosas se presentan no como si, por ejemplo,
tuviera mi reloj aquí y mis ojos allí, sino como si los ojos
enviaran un rayo que se formara a sí mismo en un reloj, de modo que
el reloj estuviera allí por la actividad de los ojos. No se trata de
construir o crear un mundo subjetivo, sino de hacer girar el
alma-sustancia fuera de nosotros mismos, y los mundos superiores en
los que empezamos a vivir tienen que elegir este camino indirecto,
para que podamos confrontarlos y reconocerlos. Primero deben
infiltrarse en nuestra propia alma-sustancia que hemos puesto a su
disposición. En el mundo físico las cosas se nos presentan sin
nuestra cooperación. En los mundos superiores, nada nos enfrenta a
menos que primero pongamos nuestra propia alma-sustancia a su
disposición. Por eso es tan difícil en este momento distinguir lo
subjetivo de lo objetivo, ya que lo que sacamos de nuestra
alma-sustancia está obligado a ser enteramente subjetivo, y lo que
utiliza nuestra alma-sustancia para hacerse perceptible está
obligado a ser enteramente objetivo.
He presentado estas cosas
para que podáis experimentar un sentimiento definitivo de que todo
entrenamiento en los Misterios consistía preeminentemente en un
fortalecimiento de las energías del alma. Eso era lo importante -
hacer el alma poderosa, fuerte, energética. Desde el principio el
candidato a la Iniciación tenía que renunciar a la esperanza de que
alguien le entregara, a él los objetos y entidades de los mundos
superiores como en una bandeja. Primero tenia que desarrollarse punto
por punto hacia los mundos superiores. Nada sin esfuerzo,
absolutamente nada sin esfuerzo! Así es para todo lo que hay que
alcanzar individualmente en los mundos superiores; así es para todo
lo que se ha alcanzado en el curso de la evolución humana con
respecto a los mundos superiores.
Supongamos que algún ser,
la individualidad de Moisés por ejemplo, se encarnara en el curso de
la evolución humana y tuviera que trabajar sobre esta evolución por
medio de su poder espiritual. Sería infantil suponer que ahora nada
tenía que suceder excepto que la evolución humana procediera en su
camino, y que en algún momento de su curso el Cielo enviara a
Moisés. Moisés está ahora allí; los hombres saben que es Moisés,
y sólo tienen que llevar a cabo lo que se estaba haciendo cuando
Moisés vino! Si Moisés hubiera sido enviado a cualquier lugar de
esta manera, el resultado sólo podría haber sido que los que lo
rodeaban no lo hubieran reconocido. No se trata de que tal o cual
personalidad externa estuviera allí, sino que un número de personas
deberían ser capaces de juzgar qué ser espiritual vivía en esta
personalidad particular. Uno nunca habría necesitado decirles a
estas personas: "Este u otro es Moisés". Uno habría
necesitado sólo preparar sus almas de la manera apropiada. Entonces
sus almas, sin que se les dijera, "Este o el otro es Moisés",
habrían sabido que este era el ser espiritual particular que debía
ser reconocido como cierta persona.
Esto
es, pues, lo que tenemos que reconocer: que el camino hacia los
mundos superiores está ligado a una energización, a un
fortalecimiento de los poderes internos del alma; nada puede ser dado
desde el exterior, sino que todo puede ser alcanzado únicamente a
través del fortalecimiento de la vida interior; porque sólo por
este medio puede pasarse el Umbral a los mundos por los que el hombre
pasa entre la muerte y el nuevo nacimiento. Eso es lo que he querido
presentaros hoy como una introducción.
Mañana iremos más
lejos, describiendo en primer lugar cómo son los mundos entre la
muerte y el nuevo nacimiento, y hasta qué punto se ha hecho
necesario e importante que a través de los Misterios se comunique al
hombre durante su vida física algo sobre el conocimiento de estos
mundos superiores.
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