En el mundo físico, el espacio es inmóvil; para poder percibir algo en el espacio, debemos acercarnos a las cosas que hay en él; debemos movernos nosotros mismos hacia las cosas a través del espacio. El espacio es lo que contiene el mundo físico. El tiempo nos permite movernos hacia las cosas que hay en el espacio. El tiempo es lo que sustituye para nosotros en lo físico a la movilidad del espacio. Este movimiento en el tiempo a través del espacio se representa mediante la elipse.
En el mundo astral, el espacio mismo es móvil; allí no es necesario el desplazamiento físico; el ser humano puede percibir el mundo astral en todas sus partes desde el punto en el que se encuentra, sin importar dónde sea. Allí no necesita tiempo para desplazarse de una parte del mundo astral a otra. Vive allí en el tiempo tal y como vive aquí en el espacio. El tiempo es allí su entorno esencial, no el espacio. Y todo lo que hay en el espacio astral se mueve a lo largo de él. Esto se representa mediante la lemniscata.Así como en lo físico el tiempo se mueve y avanza, en lo astral el propio espacio se mueve y avanza. El espacio inmóvil en el mundo físico es una imagen del ser humano que se afianza en el mundo físico. Cuando el ser humano, tal y como se afianza en el mundo físico, ha aprendido a afianzarse en el mundo astral, entonces ha llegado el momento en que también puede afianzarse en el mundo astral para dejar que el mundo pase a través de él. Allí debe tener la misma firmeza que el espacio en lo físico para poder orientarse en el mundo astral. Porque solo se puede evaluar correctamente el movimiento de otro ser u objeto cuando uno mismo está firme. Por eso es necesario el equilibrio completo del alma para explorar el espacio astral, porque de lo contrario siempre se estaría sujeto a engaños.En el mundo espiritual, el ser humano se encuentra en el centro de un mundo radiante que irradia hacia él desde todos los lados, un mundo sonoro cuyas vibraciones confluyen en él. Esto se representa mediante el círculo, en cuyo centro se encuentra el ser humano.
Dondequiera que uno se encuentre en el mundo espiritual, allí está en el centro del mismo, y a su alrededor se extiende. Allí no se necesita ni espacio ni tiempo, porque el ser humano ha absorbido el espacio y el tiempo en sí mismo y ha reunido en sí todos los efectos del espacio y del tiempo. Allí abarca con su espíritu todo lo que hay, enviando desde el punto en el que se encuentra el espíritu, captando las cosas con el espíritu y atrayéndolas hacia sí.
En el mundo físico, el ser humano se mueve a través del espacio en el tiempo. En el mundo astral, el espacio se mueve a través del ser humano en el tiempo. En el mundo espiritual, el tiempo se mueve a través del espacio en el ser humano, ya que este tiene en su interior el espacio en el que el tiempo fluye y del que vuelve a salir.
El ser humano está situado en el espacio por medio de su organismo físico. Su columna vertebral erguida, todo el esqueleto con las extremidades, representa su posición vertical en el espacio, y su movilidad le da la posibilidad de desplazarse en el tiempo a través del espacio. Su circulación sanguínea corresponde al movimiento del espacio astral, el mundo del alma en él, a través del tiempo.
Su inspiración y espiración corresponden a la conexión de su espíritu con el mundo espiritual. Puede conectar el espíritu exterior con su espíritu interior sin espacio ni tiempo, del mismo modo que inspira y espira aire. El espacio y el tiempo se introducen en él junto con el espíritu, o bien él se conecta con el espacio y el tiempo a través de su espíritu. En lo físico, el espacio y el tiempo están fuera de él; en lo astral, se conecta con el tiempo; en lo espiritual, se conecta con el espacio y el tiempo. Mientras que en lo físico el espacio descansa fuera de él y en lo astral el espacio se mueve a través de él, en lo espiritual el espacio descansa en él.
Así pues, lo sólido en el ser humano es lo que lo hace dependiente del espacio y el tiempo, lo que lo conecta con el mundo físico. Lo líquido es lo que lo conecta con el mundo del alma, lo que lo hace independiente del espacio. Lo etéreo es lo que lo conecta con el mundo espiritual, lo que lo hace independiente del tiempo. Solo podemos percibir sensorialmente en el espacio; solo podemos percibir espiritualmente en el tiempo; podemos percibir anímicamente sin espacio ni tiempo. El espacio y el tiempo se han convertido en fuerzas dentro de nosotros. Lo sólido, el mundo físico, se acerca al ser humano desde fuera; se encuentra frente a él; es diferente a él y sigue siendo diferente; lo fluido, —el mundo astral—, fluye a través de él y vuelve a salir; lo otro se une a él; lo etéreo, —el mundo espiritual—, fluye hacia él y se convierte en él mismo; así como con cada respiración el aire fluye hacia nosotros y el aire exhalado contiene algo de nuestro ser y lo lleva consigo.
Mientras que el mundo físico se presenta ante el ser humano como algo objetivo, su relación con el mundo espiritual es puramente subjetiva. La conexión con el mundo astral es tanto objetiva como subjetiva. Mientras el mundo astral se manifieste a través de él, es de su propiedad; él vive en él de forma subjetiva; pero lo que añade al astral desde su propia alma, sale de él con la corriente astral y se le presenta entonces como algo objetivo. Ese es su karma, que, cuando se le presenta como imagen global, constituye el guardián del umbral. El karma es la vida del alma del ser humano convertida en objetiva. Para superar este karma, el ser humano debe reunificarlo consigo mismo; debe reincorporar la vida del alma convertida en objetiva de tal manera que se una con ella, que resurja subjetivamente en él, desde el espíritu. Si deja que el karma renazca subjetivamente desde su espíritu, entonces el karma se convierte en fuerza espiritual dentro de él. Así pues, debemos considerar al ser humano como un laboratorio espiritual y vivo que transforma las fuerzas del mundo.
El ser humano nunca se conecta por completo con el mundo físico; se conecta con el mundo anímico, pero este vuelve a salir de él; se conecta con el mundo espiritual, y este permanece en él.
Se mueve por el mundo físico, acumula experiencias en el espacio con la ayuda del tiempo. Estas experiencias despiertan en él fuerzas del alma. De este modo, entra en contacto con el mundo anímico. El mundo anímico atraviesa ahora su alma con sus imágenes y vuelve a salir a través de él transformado como su karma. Su karma es lo que él ha trabajado desde su ser en el mundo anímico. Pero el mundo anímico que lo atraviesa también ha creado algo nuevo en su interior; ha despertado sus fuerzas espirituales. Con sus fuerzas espirituales, ahora recupera el karma, su mundo anímico objetivado, y lo procesa en su interior con sus fuerzas espirituales, y lo envía transformado como espíritu de nuevo al mundo.
Por tanto, el camino del desarrollo es, el siguiente:
Primero, girando alrededor de los dos focos de la elipse de la vida física, la vida humana fluye a través del alma por el centro entre los dos focos de una lemniscata y luego fluye en el espíritu desde el centro hacia la periferia del círculo.
Todo el mundo físico existe para adquirir experiencia, para despertar los poderes del alma; el mundo del alma existe para cultivar los poderes humanos; los poderes activados del alma humana transforman su ser subjetivo interior en un objetivo externo, como karma; este karma es el ser humano tanto como el ser interior de su alma es él mismo; debe reconectarse con este karma. En el mundo espiritual, expresa lo adquirido en nuevos poderes mediante la conexión consciente y voluntaria con su karma. Así como la absorción de impresiones físicas despierta poderes en el alma, también la absorción de karma despierta poderes en el reino espiritual.
Los seres humanos han dejado atrás el mundo físico en su desarrollo físico como una etapa de su ascenso físico; este se convierte en el maestro de su alma. De igual manera, los seres humanos han dejado atrás el mundo del alma, o karma, en su desarrollo anímico como una etapa de su ascenso espiritual; este actúa como maestro para el espíritu, enriqueciéndolo y haciéndolo crecer. Para la humanidad, el camino hacia la espiritualización pasa por el alma. Cuando una persona aprende a llevar a cabo conscientemente este proceso de desarrollo, consume su karma tan pronto como surge y ya no posee karma personal.
La evolución humana es una alquimia que transforma las impresiones físicas en fuerzas espirituales. Los seres humanos pueden aprender a acortar este proceso de desarrollo, a subordinarlo a su voluntad. Quienes han alcanzado la maestría pueden transformar inmediata y conscientemente todo lo que perciben a través de los sentidos en poder espiritual dentro de su alma. El camino del estudiante es el desarrollo gradual del alma hasta esta etapa, donde aprenden conscientemente a realizar esta alquimia espiritual. Cuando logran transformar su propio karma en poder espiritual, también pueden alcanzar la etapa en la que ya no acumulan karma, porque están tan firmemente establecidos en el reino espiritual que transforman instantáneamente lo físico en espiritual a través de su alma. El poder que antes usaban para transformar su propio karma puede entonces usarse para transformar el karma del mundo. Cristo es quien transformó el karma del mundo en fuerzas espirituales mundiales de tal manera que toda la humanidad le debe el poder para su ascensión. Y dentro de cada individuo, también está la fuerza Crística, el amor, que transforma su karma en poder espiritual. El amor es la fuerza del alma que transforma el karma en conocimiento, en sabiduría, en poder espiritual.
Los seres humanos deben aprender cada vez más a acortar el proceso global de transformación de todo lo físico en espiritual mediante el poder de su alma, que es el amor. El amor es el vínculo que abraza y une lo físico y lo espiritual. Así, por un lado se encuentra el mundo físico y, por el otro, el mundo espiritual, con la humanidad situada en el medio, existiendo en ambos mundos simultáneamente. El mundo espiritual es el ámbito donde la humanidad transforma las fuerzas del mundo físico en espirituales.
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