GA139 Basel, 16 de septiembre de 1912 evangelio de s. Marcos EL ELEMENTO DE LOS PROFETAS JUDIOS

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Rudolf Steiner

EL ELEMENTO DE LOS PROFETAS JUDIOS LA COMPOSICION ARTISTICA DE LA BIBLIA

2ª conferencia

Basel, 16 de septiembre de 1912

Si recordamos la finalidad principal de la conferencia anterior, podemos tener presente la enorme diferencia de lo más íntimo de la naturaleza humana en los tiempos antes y después del Misterio de Gólgota. He tratado de dar no una característica, sino ejemplos tomados de la ciencia espiritual con respecto a almas de los tiempos antiguos y de la época moderna; ejemplos característicos que nos hacen comprender cómo en los tiempos modernos determinadas almas de tiempos pasados vuelven a presentarse cambiadas, metamorfoseadas. La causa de semejante enorme transformación no se nos revelará sino a través de todo el sentido de este ciclo de conferencias. En forma introductora podemos señalar lo que a menudo en consideraciones parecidas ha sido mencionado, esto es que para el hombre sólo por el Misterio de Gólgota se le hizo posible adquirir la plena conciencia de su yo cuyo cabal desarrollo es la misión de nuestro planeta. Aproximadamente, podemos decir que si nos remontamos a tiempos muy antiguos de la evolución de la humanidad, encontraremos que las almas humanas no tienen individualidad, sino que dependen del alma grupal. El estar comprendidas en el alma grupal es justamente lo que ocurre en las figuras extraordinarias, por lo que se puede decir: un Héctor, un Empédocles son representantes típicos de los hombres que viven dentro del alma grupal; Héctor, un brote del alma de Troya, trasunto del alma grupal del pueblo troyano, especializado en una forma bien definida, pero enraizado en el alma grupal, lo mismo que Empédocles. Al reencarnarse en la época poscristiana, se hallan ante la necesidad de desarrollar la conciencia del yo. La transición de la vida en el alma grupal a la vida como alma individual, es lo que les da un poderoso impulso hacia adelante. De ello resulta que en tiempos poscristianos un alma tan firme como la de Héctor aparezca vacilante, sin la capacidad de hacer frente a la vida, como lo fue, por ejemplo, el alma de Hamlet; por otra parte que un alma como la de Empédocles, al reencarnarse en el Fausto del siglo XVI de nuestra era, aparentemente se convierte en una especie de aventurero, siendo conducido a situaciones de las que apenas puede arrancarse, situaciones no comprendidas por los demás, ni por toda la posteridad.

Muchas veces hemos dicho que lo alcanzado hasta ahora, desde el Misterio de Gólgota, significa muy poco en cuanto a lo que ha de esperarse de toda la evolución a que nos hemos referido. Todo está aún en su comienzo, y los grandes impulsos del cristianismo no darán sus resultados sino en la futura evolución terrestre. Siempre de nuevo hemos de subrayar que el gran desarrollo del cristianismo sólo se halla en su comienzo. Pero es necesario acompañar este gran desarrollo con la debida comprensividad en concordancia con las nuevas revelaciones y los impulsos desde la fundación del cristianismo. Ante todo habrá que aprender a leer la Biblia de una manera totalmente nueva, ya que esto formará un buen comienzo de una nueva comprensión del cristianismo. Todavía hay muchos obstáculos que lo impiden. En parte, la causa estriba en que mucha gente entiende y emplea la Biblia de una, manera sentimental; por otra parte, en que se la emplea como una especie de manual para toda clase de estados anímicos personales, en vez de considerarla como un libro para buscar el conocimiento. En los últimos decenios —o más bien en el curso de todo el siglo XIX— la erudición causó gran dificultad para la comprensión de la Biblia porque la desarticuló y sostuvo, por ejemplo, que el Nuevo Testamento habría sido combinado por cuantas cosas imaginables, y que el Antiguo Testamento igualmente sería una combinación de las cosas más diversas, añadidas en distintas épocas; en fin, una suma de fragmentos “cosidos” unos a otros en el curso del tiempo. Semejante erudición se populariza y se generaliza en deterioro de una seria lectura de la Biblia que deberá desarrollarse de aquí en adelante. Tal lectura de la Biblia conducirá a comprender mejor incluso lo que desde el punto de vista antroposófico puede conocerse acerca de los misterios de las Escrituras bíblicas. Habrá de familiarizarse, por ejemplo, con la idea de que el conjunto del Antiguo Testamento (hasta donde éste termina en las ediciones corrientes) debe considerarse como un todo absoluto, y no habrá de dejarse desorientar por todas las objeciones contra la unidad del Antiguo Testamento. Cuando se llegue a sentir esta unidad y si también se toma en cuenta lo que la ciencia espiritual puede decirnos al respecto, combinado con cierto sentido espiritual-artístico en cuanto a la composición, no tanto exteriormente sino precisamente en su profundo aspecto realmente artístico, entonces se verá en qué enorme fuerza espiritual-dramática se basa toda la composición del Antiguo Testamento. Únicamente en estas condiciones la vista abarcará el magnífico cuadro dramático como una unidad, como un todo; en fin, se apreciará el espíritu armonioso de la Biblia, sin pensar en que las distintas partes hubiesen sido tomadas una de un lado, otra de otro lado. Se verá, antes bien, que todo progresa gobernado por un espíritu uniforme, comenzando con el tiempo de la Génesis, prosiguiendo a través de la era de los patriarcas, después la época de los Jueces, la de los Reyes, para convergir y culminar en los maravillosos y dramáticos Libros de los Macabeos, hijos de Matatías y hermanos de Judas, en su guerra contra el rey Antioco de Siria. Esto termina y encuentra su culminación con una íntima fuerza dramática. Se comprenderá que no es mera fraseología si al investigador oculto lo invade un sentimiento espontáneo cuando al final de esos libros se habla de los siete hijos de la madre de los Macabeos y los cinco hijos de Matatías: cinco más siete, nos da un significativo total de doce; el número doce que también en otros casos aparece, cuando se trata de los misterios de la evolución. ¡Es importante ver que también aparece en el punto culminante al terminar el Antiguo Testamento! Por de pronto habla a nuestro sentimiento el relato del martirio y la muerte de los siete macabeos; la tortura que ellos sufren, uno tras otro, pero que cada uno también eleva el espíritu. El relato es realmente dramático. El primero simplemente alude a lo que en el séptimo encuentra su expresión como confesión de la inmortalidad del alma, al echarle en la cara del rey la palabra: “¡infame que no quieres saber nada del redespertar de mi alma!” Este acrecentar dramático de uno al otro de los siete hijos nos hace comprender qué fuerzas hay en la Biblia. Si en vez de la contemplación sentimental, se considera este efecto dramático-artístico, la Biblia suscitará en nosotros fervor religioso, y el arte se hace religión. Además, nos conducirá a observaciones muy singulares.

Recordemos lo expuesto en las conferencias sobre el Evangelio de Lucas de que toda la grandiosa figura del Cristo Jesús se formó gracias a la unión de dos almas, las almas de dos niños Jesús. Una de las dos no fue otra que la de Zoroastro, el fundador del zaratustrismo. El alma de Zoroastro vivió en el niño Jesús que se describe en el Evangelio de Mateo.

¿Qué es lo que se nos presenta en este hecho? El fundador del zaratustrismo, el gran iniciado de la antigua cultura persa quien en su obrar pasa por la evolución de la humanidad hasta un punto determinado, y reaparece dentro del antiguo pueblo hebreo; por el camino que toma el alma de Zoroastro pasa, dicho con otras palabras, de la primitiva cultura persa al elemento del antiguo pueblo hebreo. Ciertamente, lo externo de lo que ocurre dentro de la historia universal y en la vida humana, no es sino la revelación, la manifestación de procesos y fuerzas espirituales interiores. En verdad es así que podemos estudiar lo que relata la historia exterior, considerándolo como expresión de lo interior espiritual, es decir, de los hechos en que obra el espíritu.

Tengamos bien presente que Zoroastro pasa de la cultura persa al antiguo elemento hebreo, y consideremos entonces al Antiguo Testamento, empezando con los títulos de los distintos libros o capítulos. Lo expuesto en aquella oportunidad con relación a Zoroastro es un resultado de la investigación clarividente que se obtiene al seguir la evolución de su alma. Comparemos con este resultado no sólo el contenido de la Biblia sino también las pruebas correspondientes de la investigación exterior.

El antiguo pueblo hebreo funda su reino en Palestina; este reino primitivo se divide; primero se produce el cautiverio de Asiria; después el de Babilonia; más tarde la sumisión por los persas. ¿Qué significa todo esto? Hemos de contestar que los hechos de la historia universal no dejan de tener sentido; estos hechos corresponden a los sucesos espiritual-anímicos. Volvamos a preguntar: ¿ Por qué ocurrió todo eso; por qué los antiguos pueblos hebreos son guiados de tal manera que desde Palestina se los lleva a los elementos caldeo, asirio, babilonio; después al elemento persa, y que finalmente son liberados por Alejandro el Grande? Sencillamente se podría decir que detrás de todo eso se halla el paso de Zoroastro de la cultura persa al elemento judío. Los judíos lo llamaron; fueron guiados a encontrarse con él, incluso a través de la sumisión al elemento persa, por el solo hecho de que Zoroastro quiso venir para unirse con ellos. La historia exterior es un maravilloso trasunto de estos sucesos; y a la ciencia espiritual se le revela que la historia exterior no es sino el medio corpóreo para el paso de Zoroastro desde el elemento persa, el que como primer paso abraza y envuelve al antiguo elemento hebreo y, después de haberlo envuelto lo bastante, es liberado por Alejandro el Grande. Lo que resultó de todo lo relatado fue el ambiente apropiado y necesario para Zoroastro. Fue un traspaso de un pueblo a otro.

Sólo podemos referirnos a puntos escogidos; pero si echamos una mirada sobre todo el tiempo de la historia hebrea: el tiempo de los reyes, de los profetas, del cautiverio de Babilonia, la conquista por los persas hasta el tiempo de los macabeos y, si buscamos la comprensión del Evangelio de Marcos que comienza con una palabra del profeta Isaías, entonces salta a la vista el elemento de los profetas judíos. Diríamos: partiendo de Elías, reencarnado en Juan el Bautista, se nos presentan los profetas en su maravillosa grandeza.

Sin referirnos, por ahora, a Elías y el Bautista, consideremos primero a los profetas entre aquél y éste, diciéndonos: la ciencia espiritual nos permite considerar los profetas judíos de una manera singular. Si nos referimos a los antiguos grandes guías espirituales de todo el orbe, estamos hablando de los iniciados de los tiempos pasados. Sabemos que estos iniciados habían alcanzado un alto nivel espiritual porque habían pasado por los más diversos sitios sagrados para elevarse de grado en grado hacia el conocimiento y la Visión espiritual. Además, que a través de la iniciación pudieron unirse con el actuar de los impulsos espirituales en el mundo, de modo que ellos mismos pudieron hacer fluir en la vida física los impulsos recibidos en el mundo espiritual. Por consiguiente, si se nos presentan iniciados de los pueblos persa, indio o egipcio, preguntaremos ¿Cómo pudieron elevarse, dentro de sus respectivos pueblos, por los escalones de la iniciación, y cómo se convirtieron en guías espirituales de esos mismos pueblos? Sin embargo, esta pregunta no se justifica con respecto a los profetas judíos. Existen, por cierto, núcleos teosóficos donde se habla de los antiguos profetas hebreos de la misma manera como de los iniciados de otros pueblos pero esto no conduce a nada. Si estudiamos lo que la Biblia misma (y ella representa precisamente un fiel elemento) dice de los profetas desde Elías hasta Malaquías, pasando por Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, veremos que no es posible considerarlos según el esquema general de la iniciación. ¿Dónde se dice que los profetas judíos hubiesen pasado por el riguroso camino de la iniciación como aquellos de los demás pueblos? Se nos dice que ellos aparecieron dotados en su alma de la Voz del Cielo la que los capacitaba para percibir más que el hombre común y para vaticinar el futuro destino de su pueblo como asimismo el curso de la historia universal. Fueron dones elementales de los profetas. Nada se dice de que ellos hubiesen sido iniciados de la misma manera que los demás profetas; para estos últimos existen pruebas de cómo obtuvieron la iniciación. Los profetas judíos aparecen como genios, con la visión espiritual con respecto a lo que tuvieron que anunciar a su pueblo y a la humanidad; así también invocan sus dones proféticos. Tal profeta, cuando tiene que hablar, dice que el Dios se lo ha comunicado a través de entidades espirituales, o bien que lo ha recibido espontáneamente como una verdad elemental. Esto nos hace preguntar: ¿Quienes son estos profetas judíos que exteriormente se nos presentan al lado de los iniciados de los demás pueblos (dejando aparte a Elías y el Bautista)? Si investigamos, mediante la ciencia espiritual, lo que fueron las almas de esos profetas, llegamos a un resultado sorprendente. Y si se trata de examinar este resultado, comparándolo con lo que dicen al respecto la historia y la tradición religiosa, se verificará que es exacto.

Si se investiga el desarrollo de las almas de los profetas judíos se descubre que se trata de reencarnaciones de iniciados que en otros pueblos habían l1egado a ciertos grados de la iniciación. Remontándonos de la vida de un profeta judío a tiempos pasados, llegamos, pues, a un alma que durante mucho tiempo había vivido, como iniciado, en otro pueblo y que, después de haber pasado por el portal de la muerte, volvió a encarnarse dentro del pueblo judío. Si buscamos las almas de todas estas figuras —Jeremías, Isaías, Daniel, etc.— en sus encarnaciones anteriores, hemos de remontarnos a su existencia dentro de otros pueblos. Es, realmente, como un reunirse, paso a paso, de los iniciados de otros pueblos, en el pueblo judío, donde aparecen en las figuras de los “profetas”. Así se explica que el espíritu profético aparezca en ellos cual una manifestación elemental de su interioridad; es el recuerdo de lo adquirido como iniciados en otra existencia. Esto se manifiesta, pero también puede aparecer de tal manera que no tenga la misma forma armoniosa de las encarnaciones anteriores. El alma que estuvo encarnada en un cuerpo persa o egipcio, tendrá que acostumbrarse a la corporeidad del pueblo judío, y una u otra cualidad del pasado no podrá desenvolverse. No es así que al pasar el hombre de encarnación a encarnación reapareciese invariablemente lo que él antes poseía, sino que, debido a los estorbos que provienen de la corporalidad, las propiedades de antes pueden aparecer discordantes y caóticas. De esta manera ocurre que los profetas judíos dan a su pueblo impulsos espirituales que muchas veces constituyen reminiscencias grandiosas, pero desordenadas, de la iniciación del pasado. ¿Por qué ocurre tal cosa en los profetas judíos? Sucede por ningún otro motivo sino porque toda la evolución de la humanidad tuvo que pasar por la transición de que lo conquistado en sitios dispersos debió reunirse como en un centro y renacer de la sangre del antiguo pueblo hebreo - Es por tal motivo que en su historia (como en la de ningún otro pueblo) se haga constar la unidad y el fluir de la sangre por las generaciones- Toda la misión universal del antiguo pueblo hebreo se basa en la continuidad del fluir de la sangre por las generaciones; y es por esta razón que para expresar que un hombre realmente forma parte del pueblo judío, siempre se lo llama “hijo de Abraham, Isaac, Jacob”, quiere decir, del elemento que primero se manifestaba en la sangre de esos patriarcas. Fue en esta sangre que fluía por las generaciones en que debieron encarnarse los elementos provenientes de los iniciados de los demás pueblos. Cual irradiaciones provenientes de distintos lados y convergentes en un centro, así también convergieron, como en un centro, los rayos de la iniciación habida en los distintos pueblos, en la sangre del antiguo pueblo hebreo. El elemento psíquico de la evolución de la humanidad debió pasar una vez por ese centro. Es importante que tengamos presente este hecho oculto, puesto que sólo así se comprenderá por qué el Evangelio de Marcos desde un principio se basa en el elemento del Antiguo Testamento.

Más adelante veremos lo que significa aquel “concentrarse” de los distintos elementos de la iniciación de otros pueblos. Si se toma en consideración el desarrollo dramático del Antiguo Testamento, se notará que a raíz de ese elemento de la iniciación de los distintos pueblos se va formando, dentro de dicho desarrollo, la idea de la inmortalidad la que en su culminación aparece precisamente en el libro de los Macabeos. Pero en cierto sentido es preciso contemplar esta idea de la inmortalidad en toda su primordial importancia, teniendo presente la relación del hombre con el mundo espiritual.

Al respecto, quiero llamar la atención sobre lo siguiente. Tratemos de buscar los pasajes del Antiguo Testamento en los cuales se trata de que el elemento divino penetra en la vida humana. A menudo se relata, como por ejemplo en el Libro de Tobías, donde Tobías manda a su hijo a cumplir un encargo y, apareciendo como hombre, viene y le ayuda el arcángel Rafael. En otros pasajes vienen otras entidades de las jerarquías superiores. Se trata de un penetrar en el mundo humano del elemento divino espiritual un penetrar que se realiza de manera tal que al hombre se presenta claramente ese elemento divino-espiritual como algo del mundo exterior. En el Libro de Tobías, Rafael aparece en el mundo exterior como un hombre que sale al encuentro de otro hombre al cual ha de guiar. Si estudiamos el Antiguo Testamento veremos que frecuentemente las relaciones con el mundo espiritual se constituyen de esa misma manera. Hay muchos pasajes en que se trata de tales hechos; pero en los distintos libros del Antiguo Testamento se nota un dramático evolucionar, y éste culmina en el martirio y la muerte de los siete hijos macabeos. Ellos hablan del reunirse e incluso del despertar de sus almas en el elemento divino. En los hijos de los macabeos y asimismo en los hermanos de Judas los que hasta el último momento defienden a su pueblo contra el rey Antioco de Siria, se nos presenta el certero convencimiento de la inmortalidad de sus almas. El elemento espiritual habla a la interioridad del alma. Y el desarrollo dramático se nos presenta aún más si lo contemplamos a partir de la aparición de Dios en el zarzal ardiente (donde este aparecer también se produce en la existencia externa) hasta aquel brotar en los hijos de los macabeos de la íntima certeza de que, al morir en el martirio, serán redespertados en el reino de su Dios, por las fuerzas que en ellos viven.

Este grandioso desarrollo evidencia la unidad interior del Antiguo Testamento. Empero, con relación a la conciencia de que, en cierto sentido, Dios quita al hombre de la tierra y lo eleva a formar parte de la divinidad, nada dice al principio el Antiguo Testamento de que esta alma humana realmente será despertada. No obstante, todo el desarrollo se realiza de tal manera que la conciencia se afirma cada vez más de que el alma humana, por las fuerzas que le son inherentes, va penetrando en el elemento espiritual. La actitud pasiva frente al dios Yavé o Jehová, paulatinamente se convierte en la íntima conciencia activa de la naturaleza del alma. Este desarrollo progresa página por página a través del Antiguo Testamento, y paso a paso nace la idea de la inmortalidad. Es notable que en los profetas se evidencia el mismo progreso. De profeta en profeta la historia y las promisiones se tornan más íntimas; esto es otro elemento dramático y de maravilloso acrecentar. Cuanto más nos remontemos al pasado, tanto más se habla de hechos de la evolución exterior; en cambio, al progresar el tiempo, los profetas hablan cada vez más de la fuerza y de la esperanza interiores y del sentimiento de unidad. De tal manera todo va acrecentando hasta que finalmente el Antiguo Testamento va conduciéndonos al Nuevo Testamento; y el Evangelio de Marcos se enlaza directamente con lo que acabamos de exponer, cuando ya al principio dice que quiere concebir el advenimiento de Cristo Jesús, enteramente en el sentido de los antiguos profetas, y que se comprenderá ese acontecimiento si se toman en consideración las palabras del profeta Malaquías o las del profeta Isaías: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí. Voz del que dama en el desierto: aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas”. Con esto se señala el advenimiento del Cristo como por medio de un tono fundamental que aparece a través de la historia del Antiguo Testamento. Después dice el Evangelio de Marcos (las palabras lo indican claramente para quien quiera leer): Igual a como hablaron los profetas, vuelve a hablar otro: el Bautista. Así se presenta firme y grandiosamente la figura del Bautista, si la concebimos de esta manera: los antiguos profetas hablaron de un mensajero de Dios quien en la soledad indicará el camino que el Cristo Jesús deberá tomar a través de la evolución del mundo.

El Evangelio sigue: “aparecía Juan el Bautista en el desierto y predicaba el bautismo para el reconocimiento de la propensión al pecado en el hombre” — es así como hay que traducir adecuadamente esas palabras. Resumiendo, se nos dice: Dirigid la mirada hacia los antiguos profetas quienes desarrollaban en sí mismos una nueva relación con Dios y una nueva idea de la inmortalidad; después mirad cómo aparecía la figura de Juan el Bautista y hablaba de cómo se llega a conocer la propensión al pecado en el hombre. De esta manera se señala a la grandiosa figura del Bautista.

A continuación: ¡la maravillosa figura de Cristo Jesús mismo, que en el Evangelio de Marcos se nos presenta en forma tan sencilla y tan grandiosa y dramática a la vez, como en ningún otro documento en el mundo! ¡Hay que contemplarlo con toda la atención del alma! El Evangelio comienza diciendo: mirad la figura del Bautista; no la comprenderéis sino en su relación con los antiguos profetas judíos cuya voz ha tomado vida en él. Todo el pueblo judío fue a recibir de él el bautismo. Esto significa que muchos reconocían que por la boca de Juan hablaban los antiguos profetas. Después entra en el escenario la figura de Cristo Jesús mismo. Dejemos, por ahora, de lado el bautismo en el Jordán y todo lo demás hasta después de la escena de la tentación, y tratemos de contemplar el dramático acrecentar que precisamente se nos presenta en el Evangelio de Marcos.

Después de haber presentado la figura del Bautista, y habiendo expuesto la relación en que se hallan los hombres con él y su misión, se introduce la figura de Cristo Jesús mismo. Pero hemos de ver ¿cómo? El Cristo aparece, pero a El le reconocen no solamente los hombres, sino también otros seres. ¡Esto es lo que importa! Al lado del Cristo hay hombres quienes piden ser curados, librados de los demonios, pues en ellos hay demonios. Ahí están los hombres en los cuales no sólo habitan almas humanas, sino son poseídos de seres suprasensibles los que actúan a través de aquéllos; y en un pasaje significativo se nos dice: estos espíritus reconocen al Cristo Jesús. Los hombres reconocen al Bautista y quieren ser bautizados; los espíritus suprasensibles reconocen al Cristo, de modo que tiene que ordenarles que enmudezcan y que no hablen de El.

Los seres del mundo suprasensible reconocen al Cristo. Aparece un ser que es reconocido no sólo por los hombres, sino que por su modo de actuar es reconocido y considerado peligroso por seres suprasensibles. Esto es el grandioso acrecimiento que se nos presenta al comienzo del Evangelio de Marcos: por un lado Juan el Bautista reconocido y venerado por los hombres; por el otro lado Aquel que es reconocido y temido por seres suprasensibles los que, no obstante, tienen que ver con la tierra; de modo que ellos se dan cuenta que ahora deben irse. ¡Este otro ser es el Cristo! En ningún otro documento existe un acrecimiento tan sencillo y tan dramático a la vez.

Quien lo tenga presente, sentirá la realidad de ciertas cosas las que, de otro modo, le quedarían inadvertidas. Al respecto, llamo la atención sobre un pasaje particular el que —en vista de lo sencillo y grandioso de este Evangelio— salta singularmente a la vista. En el tercer capítulo del Evangelio de Marcos donde se habla del establecer de los doce y se mencionan sus nombres, El se refiere especialmente a dos de ellos y los llama “Hijos del Trueno”. Esto es algo que no se debe pasar por alto, sino que debe tenerse muy en cuenta, si se quiere comprender el Evangelio. Los llama hijos del trueno porque, para que sean sus servidores, les quiere impregnar un elemento que no es de la Tierra sino que proviene de fuera de la Tierra; puesto que se trata del Evangelio que se origina en los reinos de los Ángeles y Arcángeles, algo totalmente nuevo que hace necesario hablar no sólo de los hombres sino del yo que es un elemento celeste, sobrenatural. Los llama hijos del trueno para evidenciar que también los Suyos se hallan en relación con el elemento sobrenatural. El mundo que inmediatamente linda con el nuestro, es el mundo elemental sin el cual no sería comprensible lo que influye sobre nuestro mundo; por ello, el Cristo da a sus discípulos nombres que hacen ver que inmediatamente contiguo a nuestro mundo existe un mundo suprasensible; les da nombres calificativos del mundo elemental. Lo mismo ocurre cuando a Pedro le llama el “Hombre de la Roca” lo que también alude a algo suprasensible De esta manera se anuncia a través de todo el Evangelio el penetrar del “Angelio”: los impulsos desde el mundo espiritual.

Para comprenderlo basta leer correctamente, diciéndose que el Evangelio es, a la vez, un libro en el que podemos encontrar la más profunda sabiduría. El progreso que se ha producido consiste en que las almas se individualizan y que su relación con el mundo suprasensible ya no se establece tan sólo por medio del alma grupal sino por el elemento del alma individual. Y El quien entra en el mundo de la humanidad; siendo reconocido dentro de la naturaleza terrena —pero también reconocido por los seres suprasensibles— necesita el mejor elemento humano para enraizar en las almas que han de servirle, un elemento suprasensible. El tiene que recurrir a los hombres que en el sentido de las condiciones anteriores ya habían alcanzado el máximo progreso de sus almas. Es sumamente interesante observar el desarrollo anímico de los doce que el Cristo reúne en torno suyo, quienes en su sencillez habían cumplido de la manera más grandiosa lo que en la conferencia anterior se ha caracterizado con respecto a encarnaciones más distanciadas unas de las otras. El hombre tardará en adaptarse a la individualización. Al principio, le cuesta orientarse cuando del elemento anímico, característico de todo un pueblo, pasa a apoyarse en las fuerzas del alma propia. Los doce estaban hondamente arraigados en el elemento de su pueblo el que, justamente en esa época, grandiosamente había vuelto a sentir su nacionalidad; y ellos se hallaban, por así decirlo, con alma desnuda y sencilla, cuando el Cristo los encontró. En este caso se trataba de intervalos irregulares entre las encarnaciones pasadas y ¡as nuevas, y la mirada del Cristo se dirigía justamente sobre los doce: las almas reencarnadas de los siete hijos macabeos y los cinco hijos de Matatías, hermanos de Judas, los que en su conjunto formaban el apostolado. Hallábanse allí, reencarnados dentro del elemento de los pescadores y gente sencilla; sin embargo, en la época en que el elemento judío había ascendido a un punto culminante, estaban conscientes de que este elemento representaba entonces máxima potencia —pero sólo potencia— y que se individualizó al reunirse en torno del Cristo. Alguien, sin ser creyente, podría contemplar lo artístico del relato de que al final del Antiguo Testamento aparecen siete y cinco y que al principio del Nuevo Testamento hay otra vez doce y, considerando solamente esta composición artística, quedaría impresionado por la sencillez grandeza de la Biblia, sin contar el hecho de que los “doce” son los mismos que los cinco hijos de Matatías más los siete hijos de madre macabea. Habrá que aprender a tomar la Biblia en su grandeza, incluso como obra de arte.

Voy a llamar la atención sobre otra cosa más. Uno de los cinco hijos de Matatías, ya en el Antiguo Testamento, se llama “Judas”; él es el más sobresaliente en la lucha por su pueblo, al que se entrega con toda su alma. También consigue hacer un pacto con los romanos contra el rey Antioco de Siria. Este Judas es el mismo que más tarde tiene que padecer la tribulación de hacer la traición, porque él, hallándose en lo más íntimo ligado con el elemento específico del Antiguo Testamento, tarda en encontrar la transición al elemento cristiano y debe pasar primero por la severa prueba de la traición. Considerando lo puramente artístico de la composición, se nos presenta maravillosamente la grandiosa figura de aquel Judas hacia el final del Antiguo Testamento; y después en el Nuevo Testamento la figura del otro Judas. En este hecho sintomático es notable que el Judas del Antiguo Testamento hace un pacto con los romanos; en cierto sentido prepara lo que más tarde sucederá sea, el camino que el cristianismo toma a través del romanismo, para establecerse en el mundo. Esto es, diríamos, el ulterior desarrollo. Si agregáramos otros hechos que no pueden exponerse ante un auditorio tan grande, veríamos que a través de Judas, reencarnado posteriormente, se produce la síntesis de los elementos romano y cristiano, y que justamente él es el primero quien, en cierto sentido, tiene gran éxito en la divulgación del cristianismo latinizado; de modo que el pacto con los romanos, celebrado por el Judas del Antiguo Testamento, es el augurio profético de lo que más tarde realiza quien reaparece al reencarnarse el Judas que debió pasar por la dura prueba de la traición. Lo que surge como resultado de su posterior actuar: el cristianismo dentro del romanismo que es, a la vez, el romanismo dentro del cristianismo; esto es algo que aparece como una renovación, convertida en un hecho espiritual, del pacto con los romanos de Judas del Antiguo Testamento.

Contemplando semejantes hechos, se va llegando a la conclusión que, espiritualmente comprendida y sin tomar en consideración todo lo demás, la evolución de la humanidad como tal, es la obra de arte más grande de todos los tiempos. Sólo hace falta mirarlo bien; y esto es lo que debe exigirse al alma humana. Cuando alguien ve una obra dramática con su bien comprensibles peripecia y desenlace, puede, si no es capaz de comprender su composición, describir simplemente la sucesión de los procesos. Así también procede la historiografía exterior. Esto, naturalmente, no da ninguna obra de arte, sino meramente la sucesión de hechos. Sin embargo, ahora comienza una nueva época en que debemos comprender el aspecto interior y la progresiva configuración de los hechos, la peripecia y el enlace en el transcurso de la evolución de la humanidad. Así veremos cómo en este o aquel punto aparecen las individualidades que dan los impulsos, conducen a enlaces y desenlaces; y de esta manera se aprende a comprender el obrar del hombre den- [ro de la evolución histórica. Esto también requiere considerarlo todo como un organismo y hasta más que un organismo; poner cada cosa en su lugar y diferenciarlo todo de la misma manera de como lo hacemos en otras esferas. A ningún astrónomo se le ocurrirá equiparar al sol con los demás planetas ya que le es lo más natural considerar al sol como “monon” frente a los planetas. Así también, para el que comprende la evolución de la humanidad, es “lo más natural” hablar de un “sol” en medio de los grandes conductores de la humanidad. Y así como sería absurdo hablar del Sol de nuestro sistema planetario de la misma manera como de Júpiter, Marte, etc., así también sería absurdo hablar del Cristo como se habla de los Bodisatvas y los demás conductores de la humanidad. Por la misma razón es absurdo hablar de una reencarnación del Cristo, algo totalmente imposible si realmente se consideran los hechos. Pero es necesario comprender las cosas en su verdad, no en forma dogmática ni tampoco sectaria; y si hablamos de cristología en el verdadero sentido cosmológico, tampoco hay motivo para dar preferencia al cristianismo sobre cualquier otra religión. Esto sería lo mismo que si en las Escrituras de alguna religión figurase el sol como un planeta igual a los demás, y alguien dijese: “hay que distinguir el sol del total de los planetas”, contra lo cual los demás protestarían, diciendo que con eso se daría preferencia al sol. En realidad, esto sería simplemente un reconocimiento de la verdad. Lo mismo ocurre con el cristianismo; únicamente se trata de reconocer la verdad, una verdad que cualquier religión puede adjudicarse, con tal de que realmente lo desee. Y si otras religiones seriamente admiten la idea de reconocer indistintamente todas las confesiones, sin usarla de puro rótulo, entonces tampoco pondrán reparo en que el Occidente tenga un Dios que nada tiene que ver con la nacionalidad de cada pueblo, sino un Dios que es una entidad cósmica. En la India se habla de dioses de la nación, y por eso es lo más natural que el hindú se exprese de otra manera que aquellos que no reconocen a un dios nacional germánico sino a una entidad que se había encarnado, no en su territorio, sino lejos de ellos, dentro de otro pueblo. Se podría hablar de una distinción del principio cristiano occidental frente al principio indio- oriental, si alguien quisiera poner a Wotan por encima de Krishna. En cuanto al Cristo, es muy distinto: desde un principio, El no pertenece a determinado pueblo, sino que el Cristo realiza lo más hermoso de los postulados de la ciencia espiritual, esto es, reconocer algo sin distinción entre color, raza, pueblo, etcétera.

Hemos de considerar estas cosas objetivamente; y si Comprendemos los Evangelios por lo que son sus fundamentos, comprenderemos verdaderamente de qué se trata. Por lo expuesto en esta conferencia sobre el Evangelio de Marcos en su sublime sencillez y el acrecentar dramático desde la personalidad de Juan Bautista a la del Cristo Jesús, se concibe su verdadero contenido.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919