GA139 Basel 23 de septiembre de 1912 evangelio de s. Marcos EL NUEVO IMPULSO COSMICO

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Rudolf Steiner

EL NUEVO IMPULSO COSMICO

9ª conferencia

Basel 23 de septiembre de 1912

En distintos pasajes de las conferencias anteriores nos hemos referido a que en la relación del hombre con los Evangelios se producirá un cambio cuando, en un futuro próximo, se llegará a percibir lo profundamente artístico de su composición; y esto también permitirá juzgar debidamente el fundamento oculto y los impulsos históricos que en los Evangelios se ponen de manifiesto. En este sentido, la literatura y el arte relacionados con los Evangelios, también han de confundirse con toda la evolución histórica de la humanidad, del mismo modo de como lo hemos expuesto para otros puntos.

Hemos hablado de aquellas figuras solitarias del helenismo las que en su alma experimentaron el apagarse y extinguirse de la antigua visión clarividente, teniendo que cambiarla por el elemento del cual el yo humano debe forjar la conciencia actual, los conceptos e ideas abstractos. Podemos señalar otro hecho que justamente dentro de la cultura griega constituye, en cierto sentido, un fin de la cultura de la humanidad, un punto alcanzado por esta cultura de la humanidad, para ser impulsada desde otro punto nuevo. Me refiero al arte griego. ¿Cuál es la causa de que en Europa, no solamente en la época del Renacimiento, los hombres “buscaban con el alma el país de los griegos”, porque en la maravillosa escultura de la figura humana veían un ideal de la evolución, sino que incluso en la época del clasicismo moderno, genios como Goethe, buscaban con el alma el “país de los griegos”, de la belleza escultural? Esto se debe a que en Grecia, la belleza que se manifiesta en el aspecto de la forma exterior, efectivamente había llegado a cierto fin, a cierta culminación. El con junto armonioso de la forma es lo que se nos presenta en la belleza griega, en el arte griego. Por su composición, la obra de arte griega nos dice espontáneamente lo que ella representa. Aparece ante el ojo, y se halla totalmente dentro de la existencia sensorial. Lo grandioso reside en que el arte griego se halla enteramente en el mundo de la apariencia exterior.

Podríamos decir que en el arte de los Evangelios también hay un nuevo comienzo que hasta ahora no ha sido suficientemente comprendido. En los Evangelios encontramos particularmente una íntima composición, un enlace artístico de los hilos, que son, a la vez, hilos ocultos. Por ello es tan importante lo destacado en la conferencia anterior: darse cuenta en qué punto se basa la exposición o el relato respectivos. Precisamente en el Evangelio de Marcos se hace evidente, no tanto por el sentido material de las palabras sino por el matiz del relato, que al Cristo se describe como una figura cósmica, una entidad terrenal y, al mismo tiempo, celestial, y al Misterio de Gólgota como hecho terrenal y suprasensible a la vez. Pero hay algo más que, hacia el final del Evangelio, particularmente nos hace ver la belleza y lo artístico, al destacarse que un impulso cósmico penetró con su luz en los sucesos terrestres. Y los seres terrestres, los hombres de la Tierra eran llamados a comprender este impulso. En ningún otro documento, quizá, se alude tanto como en el Evangelio de Marcos a que, para llegar a la comprensión de lo que desde el cosmos irradia a la existencia terrenal, hará falta todo el tiempo hasta el fin de la evolución terrestre, y que esta comprensión de ninguna manera fue posible en la época misma en que el Misterio de Gólgota tuvo lugar. El que en aquella época sólo hubo un principio de tal comprensión y que ésta no se alcanzará sino paso a paso durante la ulterior evolución de la humanidad, este hecho se describe de una manera maravillosa justamente a través de lo artístico de la composición del Evangelio de Marcos. Esto lo podemos sentir si preguntamos de qué índole pudo ser o formarse, en aquel tiempo, la comprensión del Misterio de Gólgota.

Esencialmente, hubo tres posibilidades; la comprensión pudo partir de tres distintos factores: en primer lugar, de los que fueron los suyos, los discípulos por el llamamiento del Cristo Jesús, quienes aparecen en el Evangelio como los escogidos por el Señor mismo; y a quienes El revelaba muchas cosas para la profunda comprensión de la existencia. De ellos podemos esperar la mejor comprensión del Misterio de Gólgota. ¿ Cuál es la comprensión que de ellos podemos esperar? Cuanto más llegamos hacia el fin, tanto más lo explica el Evangelio, a través de su fina composición. Si en ella buscamos todos los puntos respectivos, veremos que se alude claramente a que los discípulos tuvieron una comprensión superior a la de los conductores del pueblo hebreo.

Allí se halla, por ejemplo, un diálogo del Cristo Jesús con los saduceos, diálogo que primero trata de la inmortalidad del alma (Marcos 12, 19.27.) Tomándolo superficialmente, no será fácil comprender por qué justamente en ese lugar se halla este diálogo sobre la inmortalidad, y después las extrañas palabras de los saduceos, cuando ellos dicen: podría suceder que, habiendo siete hermanos, el primero se case con una mujer, y muriendo él, la toma el segundo, y después de que él también haya muerto, la toma el tercero. Así, de la misma manera la toman los demás; finalmente muere ella, después de haber muerto el séptimo. Los saduceos no comprenden, cómo, habiendo inmortalidad, en la vida espiritual, los siete hombres se relacionan entonces con esa sola mujer. He aquí la consabida objeción de los saduceos la que se ha formulado, no solamente en el tiempo del Misterio de Gólgota, sino que también figura en uno que otro libro moderno, como argumento en contra de la inmortalidad —o, quizá prueba evidente de que incluso en nuestro tiempo, los que escriben semejantes libros todavía no poseen la plena comprensión del asunto. ¿Qué nos dice ese diálogo? La respuesta del Cristo Jesús nos hace ver que después de la muerte el alma se torna celestial y que los seres del mundo suprasensible ya no son dados en casamiento, de modo que no había ningún problema al producirse el hecho a que se refieren los saduceos, y que ellos aluden a condiciones que esencialmente son de índole terrenal, sin importancia para lo extraterrenal. El Cristo Jesús habla de condiciones y de la vida extraterrenales.

Hacia el final del Evangelio, encuéntrase otro diálogo más (Marcos 10, 2.12). Allí se le pregunta al Cristo Jesús acerca del matrimonio. Entre El y los escribas judíos se discute la cuestión de si, según la Ley de Moisés, era lícito repudiar la mujer con carta de divorcio. ¿Qué es lo que importa al contestar el Cristo Jesús: “Moisés os ha dado esta ley por la dureza de vuestro corazón y porque necesitáis tal institución”? Lo que importa es que El habla ahora de un modo totalmente distinto: se refiere a cómo fue la Unión de varón y mujer antes de que la evolución humana iba hacia la seducción por las potencias luciféricas. Quiere decir que el Cristo habla de lo cósmico, dirige la atención hacia lo suprasensible. Lo importante consiste en que el Cristo Jesús orienta la discusión hacia más allá de las condiciones de la existencia sensorial, hacia más allá de la evolución terrenal corriente; y que ya con ello hace ver que por su aparición trae a la Tierra condiciones cósmicas, suprasensibles, y que de estas condiciones cósmicas habla con los seres terrestres. Por esta razón, podemos esperar, o podríamos exigir que nadie mejor que sus discípulos, establecidos por El mismo, debieran comprender las palabras del Cristo Jesús, sobre las condiciones cósmicas. Con esto hemos caracterizado la primera comprensión, la de los discípulos del Cristo Jesús de quienes se podía esperar que concibieran lo suprasensible, lo cósmico del Misterio de Gólgota, como un hecho de la historia universal.

La segunda manera de comprenderlo hubiera sido la que podía esperarse de los conductores del antiguo pueblo hebreo, de los grandes sacerdotes, de los jueces superiores, de los conocedores de las Escrituras y de la evolución histórica del pueblo hebreo. De ellos ¿qué podía esperarse? El Evangelio lo evidencia: de ellos no se exige la comprensión de las condiciones cósmicas del Cristo Jesús; pero sí se espera la comprensión de que el Cristo vino al antiguo pueblo hebreo y que con su individualidad encarnó en la sangre de este pueblo, como hijo de la casa de David, siendo íntimamente enlazado con la esencialidad de lo que con David entró en el pueblo judío. Esto nos indica la segunda índole de comprensión, la de menor grado. Hacia el final del Evangelio de Marcos se alude maravillosamente a que el Cristo tiene una misión con la cual culmina la misión de todo el pueblo judío, pues se destaca cada vez más (por medio de una fina composición artística) que en El se trata de un hijo de David. De los discípulos se exige la comprensión de la misión del héroe cósmico, mientras que de los que se consideran pertenecientes al pueblo judío, se exige la comprensión de que advino el enviado de la misión de David. El pueblo judío debiera haber comprendido que su misión propia había llegado a su fin y que hubiera requerido un nuevo impulso.

Y la tercera comprensión ¿de dónde debía venir? Para ella, nuevamente se exige algo menos; y esto también se nos presenta en el Evangelio de Marcos a través de su fina composición artística. Nuevamente se exige algo menos, y se lo exige de los romanos. En el decimoquinto capítulo del Evangelio de Marcos — siempre me refiero ahora a este Evangelio— se habla de la entrega, de parte de los príncipes de los sacerdotes, del Cristo Jesús. Ellos le preguntan si El confiesa ser el “Cristo”, lo que ellos considerarían una blasfemia, porque en tal caso hablaría de su misión cósmica; o si El dice ser hijo de la estirpe de David. Y Pilato ¿a qué hace objeción? Únicamente a que el Cristo habría pretendido ser el “Rey de los Judíos”.

Los judíos debieran haber comprendido que el Cristo representaba la culminación de la propia evolución de ellos; los romanos debieran comprender que el Cristo tenía cierta importancia dentro de la evolución del pueblo judío: que El significaba no un punto culminante sino que meramente le correspondía la tarea de un conductor. ¿Qué hubiera sucedido si los romanos lo hubieran comprendido? Nada distinto de lo que sin ello sucedió; simplemente no lo comprendían. Es sabido que, pasando por Alexandría, el elemento judío se extendió sobre el mundo occidental; y los romanos debieran haber comprendido que había llegado el momento para la extensión de la cultura judía. Esto es menos de lo que podía esperarse de los escribas: de los romanos sólo podía esperarse la comprensión de la importancia de los judíos, como una parte del mundo. Comprenderlo hubiera sido un deber de la época; a la falta de comprensión se alude, ya que Pilato no comprende debidamente el que al Cristo se considere como Rey de los Judíos; antes bien lo toma por una cosa insignificante.

Vemos pues que de triple manera podía esperarse la comprensión de la misión del Cristo Jesús:

  1. la comprensión de los discípulos por el elemento cósmico del Cristo,

  2. la comprensión de los judíos por lo que en el pueblo judío mismo se extiende,

  3. la comprensión de los romanos que los judíos dejaban de extenderse sobre Palestina solamente, y que empezaban a extenderse sobre una parte más grande del orbe.

Esto se infiere de la maravillosa composición artística del Evangelio de Marcos; e incluso nos son dadas las respuestas correspondientes. En primer lugar hemos de preguntarnos si la comprensividad de los apóstoles, los discípulos escogidos, estuvo a la altura necesaria para reconocer al Cristo Jesús como espíritu cósmico. ¿Comprendieron que con ellos vivió Uno quien no solamente fue lo que como hombre entre ellos significaba, sino un hombre envuelto en un aura, por la cual penetraban en la Tierra fuerzas y leyes cósmicas?

El Evangelio alude claramente a que el Cristo Jesús les exigía tal comprensión: cuando los dos discípulos, hijos de Zebedeo, se llegaban a El y pedían que les concediese sentarse el uno a su diestra, y el otro a su siniestra, El les decía: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados del bautismo de que yo soy bautizado?” (Marcos 10, 38.) Y ellos lo prometen. ¿Qué pudiera haber sucedido entonces? Dos cosas distintas: los discípulos pudieran haber participado de todo lo que como Misterio de Gólgota se realizó, quiere decir que hasta llegar al Misterio de Gólgota hubiérase mantenido el lazo entre los discípulos y el Cristo. Pero el Evangelio nos hace ver claramente que en lugar de aquello sucedió algo bien distinto. Cuando le prenden al Cristo Jesús, todos los discípulos huyen, y Pedro quien había prometido no escandalizarse con nada, le niega tres veces antes que el gallo había cantado dos veces. Así se presenta el relato con respecto a los apóstoles; pero ¿cómo hemos de considerarlo con relación al Cristo mismo?

Pongámonos, con toda devoción —pues así debe ser— en la situación del alma del Cristo Jesús la que hasta el último momento trata de mantener el lazo con las almas de los apóstoles; en la medida en que esto nos sea permitido, pongámonos en el lugar del alma del Cristo, en cuanto al ulterior desarrollo del acontecer. Quizás, esta alma se habrá formulado la pregunta históricouniversal: “,Qué puedo hacer para que, al menos las almas de los más selectos discípulos, se eleven a la altura para vivenciar conmigo todo cuanto hasta el realizarse del Misterio de Gólgota ha de suceder? Ante esta pregunta se halla el alma propia del Cristo. Es un momento grandioso cuando Pedro, Jacobo y Juan son conducidos al Monte de los Olivos; el Cristo quiere ver si puede mantenerlos fuertes; y en el camino comienza a angustiarse. ¡Que nadie crea que el Cristo pudiese haber tenido temor a la muerte, al Misterio de Gólgota, o que pudiese haber sudado sangre por acercarse el acontecimiento de Gólgota! Tal pensamiento significaría adquirir poca comprensión del Misterio de Gólgota. Será un razonamiento teológico, pero carece de sentido. ?Por qué se entristece el Cristo? Se entiende que no se atemoriza de la cruz; pero sí se angustia pensando: “Resistirán ellos a lo que exige el momento en que se decidirá si los que vienen conmigo tienen la voluntad de acompañarme y de vivenciar con el alma, todo hasta la cruz?” Deberá decidirse si el estado de vigilia de ellos se mantiene despierto para todo esto. Esto es el “vaso” que se le acerca. Los deja solos, para que quedasen “velantes”, es decir en el estado de conciencia en que pudiesen vivenciar con El lo que El ha de vivenciar. Luego va y ora: “Padre, traspasa de mí este vaso; empero no lo que yo quiero, sino lo que tú”. Esto quiere decir: haz que no tenga que sufrir el encontrarme solo como Hijo del Hombre, sino que ellos me acompañen. Después vuelve y los halla durmiendo; no podían mantener aquel estado de conciencia. Nuevamente hace la prueba, y tampoco pueden mantenerse despiertos. Otra vez más hace la misma prueba, con el mismo resultado; de modo que resulta evidente que El se halla solo, y que los discípulos no le acompañan en el camino hasta la cruz.

El vaso no traspasó de El y, con el alma en soledad, le tocó al Cristo llevarlo a cabo, todo solo. Para el mundo se había entonces realizado el Misterio de Gólgota, pero ese mundo aún no podía comprenderlo. Ni tampoco las almas escogidas pudieron mantenerse suficientemente fuertes. Esto que se refiere a la primera índole de comprensión, se expresa maravillosa y artísticamente para quien sabe sentir el fundamento oculto de los Evangelios.

Con respecto a la segunda índole de comprensión, preguntemos ahora cómo los conductores judíos comprendieron a Aquel que de la estirpe de David debía aparecer como la flor de la evolución del antiguo pueblo hebreo. En el décimo capítulo del Evangelio de Marcos hállase uno de los primeros pasajes en que se nos hace ver la comprensión que el pueblo hebreo tenía para el hijo de la estirpe de David. Es el pasaje decisivo donde se trata de que el Cristo, en el camino hacia Jerusalén, debiera haber sido reconocido como Aquel que descendía de la casa de David.

Entonces vienen a Jericó: y saliendo El de Jericó, y sus discípulos y una gran compañía, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús el Nazareno, comenzó a dar voces y decir: Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí. Y muchos le reñían, que callase: mas él daba mayores voces: Hijo de David, ten misericordia de mí.”

Expresamente se caracteriza la voz del ciego, diciendo “Tú, Hijo de David”, lo que significa que sólo debía llegar a comprender la presencia del “Hijo de David”.

Entonces Jesús parándose mandó llamarle: y llaman al ciego, diciéndole: ten confianza: levántate, te llama. El entonces, echando su capa, se levantó, y vino a Jesús. Y respondiendo Jesús, le dice: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dice: Maestro que cobre la vista. Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. Y luego cobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.” (Marcos 10, 46-52.)

Esto quiere decir que el Cristo únicamente exigía la fe ¿Por qué encuéntrase aquí, tan aislada entre otros relatos, la curación del ciego? Algo nos enseña la composición del Evangelio: lo importante no es la “curación”, sino que uno solo, el ciego, exclama en voz alta: “Jesús, Hijo de David”. Los que ven, no le reconocen; el ciego que físicamente no ve, sí le reconoce, con lo cual se evidencia cuán ciegos son los demás, y que aquel debía perder la vista para poder ver. Lo que aquí importa no es la curación, sino la ceguedad. Y a continuación se hace evidente cuán poco se comprende al Cristo.

En los relatos subsiguientes, el Cristo siempre se refiere a que lo cósmico se unirá con la individualidad humana; y es importante que justamente donde se trata del Cristo como “Hijo de David”, El habla efectivamente de 1o cósmico, de la inmortalidad, diciendo que Dios no es el Dios de muertos, sino de vivos; como así también es el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. (Marcos 12, 26-27), puesto que cada uno de ellos sigue viviendo, en otras formas, en el descendiente; porque Dios vive en las individualidades. Pero más claramente se lo expresa donde el Cristo se refiere a lo que en El espera a que sea despertado. Allí se dice que no se trata, meramente, del hijo físico de David, ya que David mismo no habla del “hijo” físico sino del “Señor”.

(Marcos 12, 35-37.) Cuando declina la influencia del Cristo cósmico, siempre se habla del Señor, en la individualidad humana, de lo que ha de surgir de la estirpe de David.

Hacia el final del Evangelio de Marcos hay otro pasaje que fácilmente pasa por alto quien no lo comprende, pero que conmueve el alma de quien lo comprende. Me refiero al capítulo en que se relata que el Cristo es entregado a las potencias de este mundo y que se buscan testimonios para sentenciarle. En otro capítulo anterior se había relatado lo que Jesús hacía en el templo, volcando las mesas y echando fuera los cambistas, y donde dicen que había predicado con singulares palabras; sin embargo, nada se había hecho contra él. Y ahora, el Cristo lo dice expresamente: “Todo esto lo habéis escuchado y ahora encontrándome ante vosotros, buscáis testimonios falsos contra mí; con la ayuda de un traidor habéis salido a prenderme, así como se agarra a un malhechor; y nada habéis hecho cuando yo estaba con vosotros en el templo.” ¡Realmente, un pasaje conmovedor! Pues somos conducidos a comprender que, bien mirado, el Cristo siempre obra de tal manera que El queda inatacable ¿Por qué es así? El actúa realmente de tal manera que se pone claramente de manifiesto que la evolución del mundo ha llegado a un punto en que comienza una nueva era, cuando El dice: “Los primeros serán postreros, y los postreros serán primeros”. No pasa nada cuando pronuncia enseñanzas que, considerando las enseñanzas y la comprensión del Antiguo Testamento, debían parecer espantosas. Pero después, con la ayuda de un traidor, le prenden a la sombra de la noche; y podría dar la impresión de que se trata de algo así como una riña. El relato es emocionante:

Y el traidor les había dado señal común, diciendo: al que yo besare, aquél es: prendedle, y llevadle con seguridad. Y como vino, se acercó luego a El, y le dice: “Maestro, Maestro, y le besó. Entonces ellos echaron en El sus manos, y le prendieron. Y uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja.

Y respondiendo Jesús, les dijo: como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a tomarme. Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me tomasteis; pero es así, para que se cumplan la Escrituras.” (Marcos 14. 4449.)

¿Qué es lo que ocurrió que primero no le habían prendido que después buscan motivos para capturarle como a un asesino?

Esto sólo se comprende si se consideran las profundidades ocultas de las cosas. Ya lo he dicho que en el Evangelio de Marcos se confunden los relatos de hechos espirituales ocultos con los de hechos puramente físicos. Y se nos hace ver que la esfera del obrar del Cristo no estuvo limitada en la personalidad individual de Jesús de Nazareth, sino que El se exteriorizaba en los discípulos; fuera del cuerpo físico, buscándolos, por ejemplo, junto a la mar. Así le fue posible, fuera de su cuerpo físico, el que tal caso se hallaba en otro lugar, transmitir al alma de los discípulos, todo que hacía y que de El irradiaba como impulso espiritual. El Evangelio señala claramente que los hombres captan lo que El, en estado exteriorizado, fuera de su cuerpo físico, predica y enseña. Esto vive en las almas; ellas no lo comprenden pero lo asimilan: existe entonces en lo terrenal y en lo suprasensible; en la individualidad del Cristo y en la multitud. El Cristo está unido con una extensa aura activa. Y ésta se formaba porque El se unía con las almas que El mismo seleccionaba; y perduraba durante el tiempo mismo de tal unión.

El vaso no había traspasado de El. Los hombres escogidos no habían llegado a la comprensión. Entonces, el aura se retiraba. poco a poco, del hombre “Jesús de Nazareth” y, cada vez más, se enajenaban, uno del otro, el Cristo y el Hijo del Hombre, Jesús de Nazareth. Más y más, acercándose el fin de su vida, Jesús quedaba solo, y cada vez más se aflojaba el lazo entre éste y el Cristo. El elemento cósmico y el lazo entre el Cristo y Jesús de Nazareth existieron hasta el momento que se describe como el “sudar sangre” en Gethsemaní, pero esa unión se aflojaba debido a la falta de comprensión de parte de los hombres. Y si antes el Cristo cósmico actuaba en el templo, echaba fuera a los cambistas, predicando las más grandes enseñanzas, sin que nada se hiciese contra El; ahora, en cambio, que el lazo de Jesús con el Cristo se había aflojado los esbirros pudieron prenderle. Lo cósmico aún le envuelve, pero cada vez menos unido con el “Hijo del Hombre”. Estos son los hechos

conmovedores. Puesto que faltaba la triple comprensión — ¿qué es lo que finalmente pudieron prender y sentenciar? ¿A quién pudieron clavar en la cruz?

¡A1 Hijo del Hombre!

Cuanto más lo llevaron a cabo, tanto más se retiraba el elemento cósmico que como impulso nuevo penetró en la vida terrena. Al retirarse aquel elemento, quedaba el Hijo del Hombre, en torno del cual sólo se cernía lo que como nuevo elemento cósmico debió aproximarse.

Únicamente el Evangelio de Marcos se refiere a que el Hijo del Hombre quedaba solo y que el elemento cósmico se cernía en torno suyo. Vemos por lo tanto, que con relación al acontecimiento de Gólgota, únicamente el Evangelio de Marcos expresa en forma tan concisa el hecho de que en el mismo instante en que los hombres, por su falta de comprensión, atentan contra el “Hijo del Hombre”, huye el nuevo elemento cósmico que con el comienzo de la nueva era se unió con la evolución terrestre, como impulso. Aquel elemento huyó y les quedaba el Hijo del Hombre. Examinemos si el Evangelio de Marcos destaca, en este relato, cómo lo cósmico se relaciona con lo humano.

Y respondiendo Jesús, les dijo: como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a tomarme. Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me tomasteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras. Entonces dejándole todos sus discípulos, huyeron.”

El se queda solo. ¿Y el nuevo elemento cósmico? Imaginémonos la soledad del hombre que hasta entonces estaba compenetrado del Cristo cósmico, y que ahora, como si fuera asesino se halla frente a los esbirros. Y los que debieran haberle comprendido, huyeron. El versículo 50 dice: “Entonces dejándole todos sus discípulos, huyeron”. Siguen, los versículos 51-52:

Empero un mancebillo le seguía cubierto de una sábana sobre el cuerpo desnudo; y los mancebos le prendieron; mas él, dejando la sábana, se huyó de ellos desnudo.”

¿Quién es el “mancebillo” que aparece al lado de Cristo Jesús, casi sin vestir y que luego se escapa desnudo? Es el impulso cósmico que desaparece y que ahora sólo por un lazo muy débil queda unido con el Hijo del Hombre. Estos dos versículos tienen un amplio contenido. El nuevo impulso no conserva nada de lo que en los tiempos antiguos envolvía al hombre. Es el nuevo impulso cósmico, totalmente desnudo, de la evolución terrestre. Queda vinculado a Jesús de Nazareth y volvemos a encontrarlo. Pues el decimosexto capítulo comienza así:

Y como pasó el sábado, María

Magdalena, y María madre de Jacobo y Salomé, compraron drogas aromáticas, para venir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vienen al sepulcro, ya salido el sol. Y decían entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro? Y como miraron, ven la piedra revuelta; que era muy grande. Y entradas en el sepulcro, vieron un mancebo sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dice: no os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; resucitado ha.”

¡Es el mismo mancebo! En ninguna otra parte de la composición artística de los Evangelios aparece este mancebo quien se escapa en el instante en que los hombres sentencian al Hijo del Hombre y que vuelve a la escena después de los tres días. Y que desde entonces obra como el principio cósmico de la Tierra. En ningún otro Evangelio, sino en estos dos pasajes, aparece este mancebo, y de una manera tan grandiosa. Esto nos permite comprender en qué sentido más profundo, precisamente el Evangelio de Marcos se refiere a que se trata de un acontecimiento cósmico y del Cristo cósmico. Además, se comprenderá que con ello concuerda la composición artística de todo este Evangelio.

También es notable que, después de la doble aparición del mancebo, el Evangelio de Marcos, muy pronto llega a su fin, sin otras expresiones de relieve. Esto también es comprensible si se considera que difícilmente se hubiera alcanzado un acrecentamiento. Quizás, un aumento en lo sublime y lo soberbio, pero no en cuanto a lo conmovedor y lo importante para la evolución terrestre — después del monólogo del Dios; el diálogo en lo supraterrestre, en el “monte”, diálogo que los tres discípulos no comprenden; luego Gethsemaní, la escena en el monte de los olivos, donde el Cristo tiene que decirse que los escogidos no llegan a la comprensión de los sucesos inminentes; el encontrarse solo, la pasión y la crucifixión del Hijo del Hombre; finalmente la soledad histórico- universal al ser abandonado por los que El había seleccionado; y abandonado paulatinamente por el principio cósmico. Habiendo comprendido la misión y el significado del “mancebillo” que se escapa a la vista y las manos de los hombres, comprenderemos en toda su profundidad, las palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Después, con la reaparición del mancebo, se alude brevemente a que este “mancebillo” es un fenómeno espiritual, suprasensible, pero físicamente perceptible en virtud de las condiciones especiales de aquel tiempo; primero, para María Magdalena; “después apareció en otra forma a das de ellos que iban caminando, yendo al campo”. Naturalmente, lo físico no hubiera podido aparecer “en otra forma”.

Con ello el Evangelio ya se acerca a su fin, hablando del porvenir, con relación a lo que entonces no se comprendía porque, para la humanidad que había descendido hasta el punto más bajo de su evolución, había que señalar la futura evolución; y esta referencia al porvenir también se prepara a través de la composición artística. ¿Qué es lo que como una referencia al porvenir emana de Aquel que vio la triple falta de comprensión al realizarse el Misterio de Gólgota? Podemos pensar que El hará referencia a que los hombres, cuanto más la evolución vaya hacia el futuro, tanto más deberán alcanzar la comprensión de lo acontecido en aquel tiempo. Llegaremos a la justa comprensión si dirigimos la mirada hacia lo que nos revela, tan decididamente, el Evangelio de Marcos; y si nos decimos: Cada época deberá llegar a mayor comprensión del Misterio de Gólgota. Y por ello creemos que a través del movimiento antroposófico efectivamente cumplimos con algo a que el Evangelio se refiere: adquirir una nueva comprensión de lo que el Cristo quiso traer al mundo. Pero El mismo aludió a lo difícil de adquirir esta nueva comprensión y a la posibilidad de un malentendido con respecto a la naturaleza del Cristo:

Y entonces si alguno os dijere: he aquí, aquí está el Cristo; he aquí, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán señales y prodigios, para engañar, si se pudiese hacer, aun a los escogidos. Mas vosotros mirad; os lo he dicho antes todo.” (Marcos 13, 21-23.)

En todos los tiempos, en los siglos transcurridos desde el acontecimiento de Gólgota, hubo casos para acordarse de esta advertencia. El que tiene oídos para oír, oirá también hoy las palabras que nos llegan de Gólgota: “Si alguien os dijera: he aquí, aquí está el Cristo, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán señales y milagros, para engañar, si fuera posible, aun a los escogidos”.

¿Cómo hemos de considerar el Misterio de Gólgota?

Entre las pocas expresiones de relieve al final del Evangelio de Marcos, después de los relatos tan conmovedores, también se encuentran las únicas palabras de los discípulos, después de haber recibido un nuevo impulso por aquel mancebo, el Cristo cósmico; en contraste a la poca comprensión de antes:

Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían.”

¡El Señor obró con ellos! Así se confiesa en el sentido del Misterio de Gólgota. No, por cierto, el Señor incorporado en el cuerpo físico, sino que El obra, donde se le comprende, desde los mundos suprasensibles, cuando —no con la vanidad de presentarlo físicamente— se esté obrando en su nombre y El esté presente espiritualmente entre quienes en verdad comprenden su nombre. Bien comprendido, el Evangelio de Marcos habla del Misterio de Gólgota, de manera tal que, comprendiéndolo correctamente, también nos será posible cumplir con lo concerniente a este Misterio. Justamente este singular relato con respecto al “mancebillo” que en el momento decisivo se desprende del Cristo, nos enseña cómo debemos comprender el Evangelio. Puesto que los escogidos huyeron, no tomaron parte en lo que entonces sucedió. El Evangelio lo describe y, en composición artística, se inserta el relato de algo que los discípulos no presenciaron; ninguno de ellos fue testigo ocular. No obstante, ¡todo se describe! Esto se nos presenta como una pregunta. Trataremos de profundizarla y, además, de arrojar luz sobre lo ulterior.

¿De dónde proviene el relato de lo ulterior, lo que los discípulos no vieron? Las tradiciones judías lo describen de un modo bien distinto de lo que dicen los Evangelios. Como los que lo describen no lo vieron, hemos de preguntar, por razones de la verdad del Misterio de Gólgota: ¿de dónde proviene el conocimiento de lo que ninguno de los que estuvieron del lado del desarrollo del cristianismo puede haber visto?

Esta pregunta nos conducirá a contemplarlo todo aún más profundamente.


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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919