GA120-8 Hamburgo 25 de mayo de 1910 -El Karma de los seres superiores

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EL KARMA DE LOS SERES SUPERIORES.

 RUDOLF STEINER

CONFERENCIA 8

Hamburgo 25 de mayo de 1910

Si queremos resolver la contradicción que se nos presentó al final de la conferencia de ayer, debemos mirar hoy una vez más hacia atrás a las dos fuerzas, los dos principios, que en el curso del tiempo se nos han aparecido para estimular y también al mismo tiempo para regular nuestro karma.

Hemos visto que nuestro karma únicamente se pone en acción a través de las influencias que los poderes luciféricos ejercen sobre nuestro cuerpo astral, y que a través de las tentaciones de estos poderes somos llevados a expresar sentimientos, impulsos y pasiones, que en cierto modo nos hacen menos perfectos de lo que deberíamos ser de no ser por ellos. Mientras actúan sobre nosotros, las influencias luciféricas suscitan las influencias ahrimánicas cuyas fuerzas no actúan desde el interior, sino desde el exterior, actuando sobre y en nosotros por medio de todo a lo que nos enfrentamos externamente. Así pues, es Ahriman el que es evocado por Lucifer, y nosotros los seres humanos estamos vitalmente involucrados en el conflicto de estos dos principios. Cuando nos encontramos atrapados en las garras de Lucifer o de Ahriman, debemos esforzarnos por progresar triunfando sobre el mal que se nos ha infligido. Esta interacción de la actividad de los poderes luciférico y ahrimánico que nos rodean puede entenderse con bastante claridad si volvemos a considerar desde un aspecto algo diferente el caso al que aludimos en la última conferencia: el caso en que la persona sucumbe a la influencia ahrimánica, por cuyo motivo experimenta todo tipo de imágenes e ilusiones engañosas. Cree que el conocimiento de una cosa u otra le ha sido especialmente transmitido, o está en una dirección u otra causándole una impresión, mientras que otra persona que ha conservado un sólido poder de juicio reconocería fácilmente que la persona en cuestión ha sucumbido a errores e ilusiones. La última vez que hablamos de estos casos de ilusiones clarividentes en relación con el mundo espiritual, la clarividencia en el sentido de la invidencia, y también hemos visto que no hay otra defensa, o al menos no más favorable contra las ilusiones de los falsos clarividentes que un sano poder de juicio adquirido durante nuestra vida física entre el nacimiento y la muerte.

Lo que se ha dicho en nuestra última conferencia es de gran importancia y de fundamental importancia si se trata de aberraciones clarividentes, ya que si en el caso de la clarividencia no se ha logrado mediante un entrenamiento regular, mediante ejercicios sistemáticos bajo una dirección estricta y adecuada, sino que se muestra a través de antiguas características heredadas, en las imágenes, o bien en la audición de los sonidos - en el caso de tal falsa clarividencia siempre encontraremos que disminuye, o incluso cesa por completo si la persona en cuestión encuentra la oportunidad y tiene la inclinación a tomar en serio los estudios antroposóficos, o a tomar una formación que sea racional y normal. Por lo tanto, podemos decir que una persona que tiene una percepción errónea de lo suprasensible siempre encuentra que las verdaderas fuentes de conocimiento, si es susceptible a ellas, invariablemente le serán útiles y le llevarán de vuelta al camino correcto. Por el contrario, todos sabemos que si alguien a través de las complejidades del karma ha llegado a una condición en la que desarrolla síntomas de manía persecutoria, o megalomanía, desarrollará todo un sistema de ideas engañosas, todas las cuales puede corroborar más lógicamente pero que sin embargo son engañosas. Puede suceder, por ejemplo, que piense correcta y lógicamente en cualquier otra faceta de la vida, pero que tenga la idea fija de que se le persigue en todas partes por una u otra razón. Será capaz, dondequiera que esté, de formar las combinaciones más inteligentes a partir de los acontecimientos más triviales: "Aquí está de nuevo esa camarilla cuyo único objetivo es infligirme esto o aquello. Y de la manera más inteligente te demostrará lo bien fundada que está su sospecha.

Por lo tanto, una persona puede ser perfectamente lógica y, sin embargo, dar expresión a ciertos síntomas de locura. Será imposible impresionar a tal persona con un razonamiento lógico. Por el contrario, si utilizamos el razonamiento lógico en tal caso, puede suceder que éste ponga en tela de juicio las ideas ilusorias y que la víctima intente encontrar una prueba aún más concluyente de la afirmación resultante de su manía persecutoria. Cuando hablamos en los términos de la Ciencia Espiritual las cosas deben ser tomadas literalmente. Si hace poco tiempo, y también la última vez, señalábamos el hecho de que en el conocimiento de la Ciencia Espiritual poseemos una fuerza contraria a cualquier aberración de los poderes clarividentes, nos referíamos entonces a algo totalmente diferente de lo que estamos discutiendo ahora. No se trata ahora de influir en la persona en cuestión por medio de las revelaciones de la Ciencia Espiritual. Tal persona no está sujeta a ningún razonamiento derivado del reino del sentido común ordinario. ¿Por qué debería ser así?

En una enfermedad cuyos síntomas son como los que hemos descrito, nos estamos enfrentando con una causa kármica en encarnaciones anteriores. Los errores que provienen del interior no proceden en todos los casos de la presente encarnación, sino de una anterior. Intentemos ahora hacernos una idea de cómo algo puede ser llevado de una encarnación anterior a la presente.

Para ello debemos prever el curso de la evolución de nuestra alma. Como hombre externo, estamos formados por un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. Con el paso del tiempo, en estas envolturas hemos construido mediante nuestro Ego el alma sensible en el cuerpo sensible, el alma racional o mental en el cuerpo etérico, y un alma consciente en el cuerpo físico. Hemos desarrollado y construido estos tres miembros del alma en las tres envolturas en las que ahora habitan. Supongamos que en alguna encarnación fuimos en tal manera tentados por Lucifer, o en otras palabras, desarrollamos tales impulsos egoístas, codicia y otros instintos debido a los cuales nuestra alma estaba cargada de transgresiones. Estas transgresiones pueden estar en el alma sensible, en el alma racional o mental, o en el alma consciente. Esta es pues la causa que se implantará en alguna futura encarnación en uno de los tres miembros del alma. Supongamos que hay una falta atribuible especialmente a las fuerzas del alma racional. En el estado entre la muerte y el renacimiento esto se verá metamorfoseado de tal manera que se manifestará en el cuerpo etérico. Por consiguiente, en la nueva encarnación encontramos en el cuerpo etérico el efecto que puede tener su causa en el alma racional de una encarnación precedente. Pero el alma racional de la siguiente encarnación actuará a su vez de forma independiente en esa encarnación, y será diferente según haya cometido previamente esta falta o no. Si lo ha hecho en una encarnación anterior, ahora lleva su falta en su cuerpo etérico. Ahora está más profundamente arraigado y no está en el alma racional sino en el cuerpo etérico. Por mucha racionalidad y buen sentido que podamos adquirir en el plano físico, eso no afectará mas que a nuestra alma racional, y no afectará a aquella actividad de nuestra alma racional que en una encarnación anterior ya ha quedado entretejida en el cuerpo etérico. Por esta razón puede suceder que las fuerzas del alma racional, tal como las encontramos ahora en los seres humanos, estén haciendo su trabajo lógicamente, de modo que el verdadero ser interior esté completamente intacto; pero que la cooperación del alma racional con la parte enferma del cuerpo etérico provoque un error en cierta dirección. Podemos afectar al alma racional con razones que se pueden anticipar en el plano físico, pero no podemos afectar directamente al cuerpo etérico. Es por eso que ni la lógica ni la persuasión tendrán ningún efecto. La lógica no serviría de nada si pusiéramos a alguien delante de un espejo convexo para que viera su imagen distorsionada, y luego tratáramos de convencerle de que se equivoca al ver la imagen. A pesar de todo, él verá una imagen distorsionada. De la misma manera depende del hombre mismo si malinterpreta mórbidamente una cosa, ya que su lógica puede ser sólida en sí misma pero se refleja de manera deformada en su cuerpo etérico.

De esta manera podemos llevar dentro de nuestro organismo profundo los efectos kármicos de una encarnación anterior, y podemos demostrar realmente que el defecto está presente en una cierta parte del organismo, como por ejemplo en nuestro cuerpo etérico. Vemos aquí cómo bajo la influencia luciférica hemos contraído un mal en una encarnación anterior, y cómo entre la muerte y un nuevo nacimiento se ha transformado. En el ínterin entre la muerte y un renacimiento se realiza la transformación de algo interno en algo externo, y entonces Ahriman trabaja contra nosotros a través de nuestro propio cuerpo etérico. Esto muestra cómo Ahriman es atraído por Lucifer para acercarse a nuestro cuerpo etérico. Anteriormente aquella transgresión que era luciférica; se ha transformado de tal manera que, por así decirlo, Ahriman nos da un recibo por ella en la siguiente encarnación, y luego es cuestión de expulsar el defecto del propio cuerpo etérico. Esto sólo puede hacerse mediante una intervención más profunda en nuestro organismo que la que se puede lograr en una encarnación por los medios ordinarios de la razón externa.

Aquel que en una cierta encarnación pasa por una experiencia como la de la manía persecutoria, cuando vuelva a pasar por la puerta de la muerte, se enfrentará a todas las acciones que ha realizado como consecuencia de este defecto ahrimánico, y verá lo absurdo de lo que ha hecho. De ello surgirá la nueva fuerza que le curará completamente para su próxima encarnación; pues sólo podrá curarse al darse cuenta en lo sucesivo de que la forma en que actuó bajo la influencia de los síntomas en cuestión era absurda en el mundo exterior. Ahora nos damos cuenta de cómo podemos ayudar a tal curación. Si alguien sufre de tales ideas locas no conseguiremos curarle por medio de un razonamiento lógico, porque tal razonamiento sólo suscitará una oposición aún más violenta. Pero conseguiremos algún resultado, especialmente cuando esta disposición se manifiesta en la juventud temprana, si llevamos al enfermo a una situación en la que las consecuencias de estos síntomas se revelan como obviamente absurdas. Si le hacemos afrontar los hechos que él mismo ha invocado y que reaccionan sobre él de manera crasamente absurda, podemos curarlo de cierta manera.

También podemos tener una influencia curativa si nosotros mismos afianzamos las verdades de la Ciencia Espiritual, hasta el punto de que se han convertido en la posesión interna de nuestra alma. Si se han convertido en una parte integral de nosotros, entonces toda nuestra personalidad irradiará estas verdades de la Ciencia Espiritual. Con estas verdades que fluyen en la vida entre el nacimiento y la muerte, llenándola y sin embargo proyectando esta vida misma; con estas revelaciones del mundo súprasensible podemos lograr más que con las verdades racionales externas. Cuando no se puede lograr nada con el razonamiento lógico externo, si aplicamos pacientemente las verdades de la Ciencia Espiritual, seremos capaces de aportar impulsos a la persona en cuestión, para que podamos, por así decirlo, lograr en una encarnación lo que de otra manera sólo podría producirse mediante el paso tortuoso de una encarnación a otra, es decir, mediante la penetración del cuerpo etérico por el alma racional. Porque las verdades del plano físico no pueden salvar el abismo entre el alma sensible y el cuerpo astral, entre el alma racional y el cuerpo etérico, o incluso entre el alma consciente y el cuerpo físico. Por eso siempre encontraremos que por mucha sabiduría relativa al mundo material que uno pueda absorber en el plano físico, esta sabiduría tendrá poca relación con el mundo de sus sentimientos - lo que podríamos llamar una impregnación de su cuerpo astral por los correspondientes impulsos y pasiones.  Uno puede ser el más erudito, puede tener mucho conocimiento teórico de las cosas que pertenecen al mundo físico, puede haberse convertido en un "viejo profesor" y, sin embargo, puede no haber logrado en su interior una transformación de los impulsos, sentimientos y pasiones que habitan en el cuerpo astral. Uno puede, en efecto, saber mucho sobre el mundo físico y, sin embargo, ser un egoísta grosero, porque tales impulsos han sido absorbidos en la juventud. Naturalmente las dos cosas pueden ir de la mano, tanto la ciencia material externa como el cultivo de los cuerpos astral y etérico desde el interior. De la misma manera uno puede poseer verdades y acumular tales conocimientos que pueden convertirse en fuerzas para el alma racional con respecto al plano físico, y sin embargo ser incapaz de salvar el profundo abismo existente entre el alma racional y el cuerpo etérico. En las verdades externas, aunque uno puede estar aprendiendo una enorme cantidad, rara vez se encontrará que lo aprendido tendrá algún poder sobre las fuerzas formativas del cuerpo.

En el caso de una persona que se ve afectada por estas verdades hasta tal punto que se apoderan de todo su ser, podemos encontrar que en el curso de diez años toda su fisonomía habrá cambiado de modo que sobre ella podemos leer el conflicto que ha experimentado. También podemos notar en sus gestos si, por ejemplo, con autocontrol se ha vuelto tranquilo. Estas cosas encontrarán su camino en las fuerzas formativas del organismo, e incluso las partes más delicadas y sutiles del organismo se agitarán por ello. Si lo que capta nuestra mente no se refiere exclusivamente al plano físico, al cabo de diez años seguiremos siendo diferentes, pero el cambio se habrá mantenido en el curso normal, de la misma manera que las disposiciones se desarrollan y cambian de manera normal en la vida ordinaria. En el curso de diez años es posible que desarrollemos una expresión facial diferente, pero a menos que hayamos salvado el abismo desde el interior, este cambio se habrá producido por influencias externas. En este caso no nos transformamos por una fuerza que se apodere de nosotros desde dentro. Por lo tanto, es obvio que sólo lo verdaderamente espiritual que se une realmente a nuestro ser más íntimo es capaz de tener un efecto transformador sobre nuestras fuerzas de formación durante el período entre el nacimiento y la muerte, y que esta transición, este puente del abismo tendrá lugar sin duda en la actividad kármica entre la muerte y el renacimiento. Si, por ejemplo, esos mundos a través de los cuales pasamos en el ínterin entre la muerte y un nuevo nacimiento están impregnados con las experiencias del alma sensible, entonces aparecerán en la siguiente encarnación como fuerzas formativas, moldeadoras.

De esta manera la actividad recíproca de Ahriman y Lucifer se ha vuelto inteligible. Y ahora nos preguntamos cómo se presenta esta actividad recíproca combinada cuando las cosas están aún más distantes, cuando, por ejemplo, la influencia luciférica no sólo tiene que cruzar el abismo entre el alma racional y el cuerpo etérico, sino que tiene, por así decirlo, un camino más largo por recorrer.

Supongamos que en una vida somos particularmente susceptibles a la influencia de Lucifer. En tal caso, con todo nuestro ser interior deberíamos llegar a ser considerablemente menos perfectos de lo que éramos antes, y en el período de kamaloca tendríamos esto más vívidamente presente ante nuestros ojos, de modo que tomamos la decisión de hacer un tremendo esfuerzo para equilibrar esta imperfección. Este deseo lo incorporamos como tendencia, y en la siguiente encarnación, todo eso ahora se han convertido en fuerzas formativas, y con ellas damos forma a nuestro nuevo organismo de modo que desarrolle la tendencia a equilibrar nuestras experiencias anteriores. Pero supongamos que lo que desencadenó estas influencias luciféricas hubiera sido instigada por algo externo, por una codicia externa, debe haber existido por tanto una influencia de Lucifer. Ninguna cosa externa podría habernos afectado si Lucifer no hubiera estado activo dentro de nosotros. Por lo tanto, tenemos dentro de nosotros una tendencia a compensar lo que hemos llegado a ser debido a la influencia luciférica.

Pero como hemos visto, la influencia luciférica de una encarnación desafía y atrae hacia sí la influencia ahrimánica en la siguiente encarnación, de modo que las dos actúan en alternancia. Hemos visto que la influencia luciférica es tal que podemos percibirla con nuestra conciencia; es decir, que no obstante, nuestra conciencia (aunque débilmente) todavía puede llegar hasta nuestro cuerpo astral. Hemos dicho que cuando somos conscientes del dolor se debe a la influencia luciférica, pero no podemos descender a esos reinos que pueden denominarse la conciencia de los cuerpos etérico y físico. Incluso en el sueño sin sueños tenemos una conciencia, pero de grado tan bajo que no somos capaces de ser conscientes de ello. Pero esto no significa necesariamente que estemos inactivos en esta conciencia que es la que poseen normalmente, por ejemplo, las plantas, que consisten sólo de cuerpo físico y etérico. Las plantas viven continuamente en la conciencia del sueño sin sueños. La conciencia de nuestro cuerpo físico y etérico está presente también en nuestra condición de vigilia durante el día, pero no podemos descender a ella. Que esta conciencia puede ser activa, sin embargo, se muestra cuando realizamos en nuestro sueño acciones sonámbulas de las que más tarde no sabemos nada. Es esta conciencia de sueño sin sueños la que está activa. La conciencia ordinaria y la conciencia astral no pueden penetrar en la esfera de la acción sonambulista.

Pero aunque durante el día vivamos en nuestra conciencia del Ego y en la conciencia astral, no por ello hemos de creer que los otros tipos de conciencia están ausentes. Es sólo que no somos conscientes de ellos. Supongamos que a través de la influencia luciférica de una encarnación anterior hemos provocado una fuerte influencia ahrimánica que aunque será incapaz de actuar sobre nuestra conciencia ordinaria. Sin embargo, atacará a la conciencia que habita en nuestro cuerpo etérico, y esta conciencia no sólo conducirá a una cierta organización de nuestro cuerpo etérico, sino que nos impulsará incluso a actos que se expresarán de tal manera que la conciencia de nuestro cuerpo etérico nos dice: Ahora solo puedes quitar de ti mismo aquello que la influencia luciférica, a la que sucumbiste tan poderosamente en tu anterior encarnación, hizo en ti; ¡y puedes hacer esto ahora haciendo un acto que está exactamente en la dirección opuesta al error luciférico previo!´

Supongamos que dominados por la influencia luciférica, hemos sido llevados a sustituir un punto de vista que era religioso o espiritual por el punto de vista del hombre que dice: "Quiero disfrutar de la vida", y así se sumerge de cabeza en los burdos placeres materiales. Esto desafiaría la influencia ahrimánica de tal manera que provocaría el proceso opuesto. Sucede entonces que al pasar por la vida buscamos un punto donde es posible, de un solo salto, volver a la espiritualidad desde una vida de los sentidos. En uno, nos sumergimos de un salto en burdos placeres materiales, y en el otro intentamos de un salto volver a la vida espiritual. Nuestra conciencia ordinaria no es consciente de esto, pero la misteriosa subconsciencia que está encadenada al cuerpo físico y al cuerpo etérico nos impulsa ahora hacia un lugar donde podemos esperar una tormenta eléctrica, donde hay un roble, un banco situado debajo, y donde el rayo caerá. En este caso, la mente subconsciente nos ha instado a cumplir lo que hemos hecho en una encarnación anterior. Aquí vemos el proceso opuesto. Esto es lo que se entiende por un efecto de influencia luciférica en una vida anterior, y, como consecuencia, una influencia ahrimánica en la vida actual. La cooperación de Ahriman es necesaria para permitirnos dejar de lado nuestra conciencia ordinaria hasta tal punto que todo nuestro ser obedezca exclusivamente a la conciencia del cuerpo etérico o físico.

De esta manera muchos eventos se vuelven comprensibles. Sin embargo, debemos tener cuidado de no llegar a la conclusión de que cada accidente debe ser atribuido a algo similar, ya que esto sería tomar una visión muy estrecha del karma. Hay corrientes de pensamiento incluso en nuestro movimiento que toman una visión muy estrecha del karma. Si el karma fuera realmente como ellos lo conciben, todo el orden mundial tendría que estar especialmente dispuesto en interés de cada ser humano, de modo que cada vida debería funcionar armoniosamente y ser debidamente compensada - las condiciones de una vida siempre se combinarían de tal manera que resultara un equilibrio exacto de las consecuencias de una vida anterior. Sin embargo, este punto de vista no puede mantenerse. Supongamos que alguien le dijera a un hombre que ha tenido un accidente: "Este es tu karma; este es el resultado kármico de tu vida anterior, y tú en ese momento te lo buscaste". Si el mismo hombre tuviera un golpe de suerte, entonces el otro diría: "Esto se remonta a una buena acción que hiciste en una vida anterior". Si tales palabras tienen algún valor, la persona debería haber sabido lo que sucedió en una vida anterior que se supone que produjo este resultado. Si hubiera tenido conocimiento de la vida anterior, vería las causas que provienen de esa vida, y tendría que buscar los efectos en encarnaciones posteriores. De esto es lógico concluir que en cada encarnación hay ciertas causas primarias que entran en juego de una encarnación a otra, y éstas se equilibrarán kármicamente en la siguiente vida. Al examinar la próxima vida podemos observar las causas. Sin embargo, si ocurre un accidente para el cual, a pesar de todos los medios a nuestra disposición, no podemos encontrar causas en una vida anterior, entonces debemos concebir que esto se equilibrará en una vida posterior. El karma no es el destino. De cada vida algo es llevado a posteriores vidas.

Si entendemos esto, también comprenderemos que podemos encontrar nuevos eventos en nuestra vida que son de profunda importancia. Recordemos que los grandes acontecimientos en el curso de la evolución humana no podrían ocurrir sin ser llevados por ciertas personas. En un cierto momento las personas deben asumir las intenciones de la evolución. ¿Cuál habría sido el desarrollo de la Edad Media si Carlomagno no hubiera intervenido en un momento dado? ¿Cómo podría haberse desarrollado la vida espiritual de la antigüedad si Aristóteles no hubiera hecho su trabajo en un momento dado? Vemos de esto que gente como Carlomagno, Aristóteles, Lutero y así sucesivamente, no vivieron en un cierto período por su propio bien sino por el del mundo. Sin embargo, sus destinos personales están íntimamente conectados con los eventos mundiales. ¿Debemos concluir por ello que lo que han logrado es la expiación o la recompensa por sus méritos o transgresiones anteriores?

Tomemos el caso de Lutero. No podemos simplemente atribuir a su karma todo lo que experimentó y soportó; debemos tener claro que aquellas cosas que deben suceder en el curso de la evolución humana deben suceder por medio de la acción humana y que  determinadas individualidades deben ser sacadas del mundo espiritual, sin considerar si están totalmente preparados en sí mismas. Nacen para los propósitos de la evolución humana, y un camino kármico tiene que ser interrumpido o alargado, para que la individualidad en cuestión pueda aparecer en un momento determinado. En tales casos, se impone un destino a los hombres que no tiene por qué tener relación con su karma pasado. Pero el haber logrado algo entre el nacimiento y la muerte establece en la tierra causas kármicas posteriores, de modo que si bien es cierto que Lutero nació para la humanidad y tuvo que soportar un destino que no tenía ninguna vinculación vital con su karma anterior, sin embargo lo que logró en la tierra estará conectado con su karma posterior. El karma es una ley universal, y cada uno lo experimenta por sí mismo; pero no sólo debemos mirar hacia atrás a nuestras anteriores encarnaciones; también debemos mirar hacia delante. Desde este punto de vista, sólo en una vida posterior podemos juzgar y justificar las encarnaciones anteriores, ya que algunos de los acontecimientos de esta vida no se encuentran en el camino kármico.

Tomemos un caso que sucedió realmente. En una catástrofe natural, varias personas perecieron. No es necesario creer que estaba en su karma que todos ellos perecieran al unisono; esto sería una suposición barata. No siempre es necesario que todo se remonte a transgresiones anteriores. Se ha investigado el caso de varias personas que perecieron en una catástrofe natural que dio lugar a una estrecha alianza de estas personas en un período posterior y, debido a su destino común, adquirieron la fuerza para emprender algo en común. A través de esta catástrofe fueron capaces de dar la espalda al materialismo y trajeron consigo en su siguiente encarnación una disposición a la espiritualidad.

¿Qué ocurrió en ese caso? Si volvemos a la vida anterior encontramos que en este caso la destrucción común tuvo lugar durante un terremoto; en el momento del terremoto la inutilidad del materialismo se presentó ante sus almas, y así se desarrolló en ellas una mente dirigida hacia lo espiritual. Podemos ver de esto cómo las personas cuya misión era traer algo espiritual al mundo, se prepararon para ello de esta manera, lo que demuestra la sabiduría de la evolución. Este caso ha sido investigado y autentificado por la Ciencia Espiritual. Así que podemos mostrar cómo los eventos primarios pueden entrar en la vida humana, y que no siempre se puede atribuir a una transgresión anterior cuando una o varias personas se encuentran con una muerte temprana en una catástrofe o un accidente. Tal evento puede aparecer como una causa primaria, que se equilibrará en la siguiente vida.

Pueden darse otros casos. Puede ocurrir que alguien tenga que enfrentarse a una muerte prematura en dos o tres encarnaciones consecutivas. Esto puede ocurrir porque esta individualidad ha sido elegida para traer a la humanidad en el curso de tres encarnaciones ciertos dones que sólo pueden ser ofrecidos cuando se vive en el mundo material con tales fuerzas como resultado de un "cuerpo en crecimiento". Vivir en un cuerpo que se ha desarrollado hasta el trigésimo quinto año es muy diferente de vivir en un cuerpo de mayor edad. Hasta los treinta y cinco años dirigimos nuestras fuerzas hacia el cuerpo, para que las fuerzas se desarrollen desde el interior. Pero a partir del trigésimo quinto año comienza una vida en la que progresamos sólo interiormente - una vida en la que debemos medir continuamente las fuerzas externas con nuestras fuerzas vitales. Desde el punto de vista de la organización interna, estas dos mitades de la vida difieren en todos los aspectos la una de la otra. Supongamos que, según la sabiduría que preside la evolución humana, tenemos necesidad de tales personas, que sólo pueden florecer cuando no tienen que luchar contra la tensión externa que llega en la segunda mitad de la vida, entonces puede ser que las encarnaciones se cierren prematuramente. Existen tales casos. En nuestras reuniones ya hemos señalado una individualidad que apareció sucesivamente como un gran profeta, un gran pintor y un gran poeta y cuya vida siempre se terminó por una muerte prematura, porque lo que tuvo que realizar en el curso de estas tres encarnaciones sólo fue posible por la interrupción de la encarnación antes de haber entrado en la segunda mitad de la vida. Aquí vemos el extraño entrelazamiento del karma humano individual y el karma general de la humanidad.

Podemos ir aún más lejos y encontrar ciertas causas kármicas en el karma general de la humanidad, cuyos efectos sólo se manifiestan en un período posterior. Así, el individuo se ve de nuevo atrapado en el karma general de la humanidad.

Si consideramos la evolución post-Atlante, encontramos el período greco-latino en el medio, precedido por el período egipcio-caldeo, y seguido por nuestro período - el quinto período de la civilización. A nuestro período le seguirá una sexta y séptima época cultural. También he señalado en otras ocasiones que en cierto modo hay ciclos en la sucesión de las diversas civilizaciones, de modo que la cultura grecolatina se mantiene por sí misma, pero que el período egipcio-caldeo se repite en la nuestra. También en este curso, ya he señalado que Kepler vivió en nuestro período, y que la misma individualidad vivió antes en un cuerpo egipcio, y estuvo en esa encarnación bajo la influencia de los sabios sacerdotes egipcios que dirigieron su mirada a la bóveda celeste, de modo que los misterios de las estrellas le fueron revelados desde arriba. Todo esto fue llevado más lejos en su encarnación de Kepler que tuvo lugar en el quinto período, y que, en cierto modo, es una repetición del tercero.

Pero podemos ir aún más lejos. Desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual podemos afirmar que la mayoría de la gente hoy en día está ciega cuando considera la evolución del mundo y la vida humana. Estas similitudes, estas repeticiones, estas vidas cíclicas pueden ser seguidas incluso en sus detalles. Si tomamos un cierto momento de la evolución humana, digamos por ejemplo el año 747 A.C., encontraremos que constituye una especie de "Hipomocrito", una especie de punto cero, y que lo que está antes y después de este punto se equiparan de manera bastante definida. Podemos volver a una época de la evolución egipcia, y allí encontramos ciertas ordenanzas y órdenes rituales que aparecieron como dadas por los dioses. Y esto es lo que realmente eran. Estas ordenanzas se relacionaban con ciertas abluciones que los egipcios tenían que hacer de día. Estaban reguladas por la costumbre y por ciertas prescripciones rituales, y los egipcios creían que sólo podían vivir de la manera deseada por los dioses, si en este o aquel día debían realizar un cierto número de abluciones. Esta era una orden de los dioses que se expresaba en un cierto culto a la limpieza, y si en el ínterin nos encontramos con un período algo menos limpio, ahora de nuevo, en nuestro propio período, nos encontramos con medidas higiénicas como las que se dan a la humanidad por razones materialistas. Aquí vemos una repetición de lo que se perdió en un período correspondiente en Egipto. El cumplimiento de lo ocurrido anteriormente está representado en el karma general de una manera muy notable. Sólo el carácter general es siempre diferente. Kepler en su encarnación egipcia había dirigido su mirada hacia el cielo estrellado, y lo que allí percibía esa individualidad, se expresaba en las grandes verdades espirituales de la astrología egipcia. En su reencarnación durante ese período de objetivos materialistas, la misma individualidad expresó estos hechos de manera correspondiente a nuestro período, en sus tres leyes de Kepler de tintes materialistas. En el antiguo Egipto las leyes de la limpieza eran leyes por revelación divina. El egipcio creía que cumplía su deber con la humanidad cuidando su limpieza particular en cada oportunidad. Esta preocupación por la limpieza vuelve a ponerse en primer plano hoy en día, pero bajo la influencia de una mentalidad que es totalmente materialista. El hombre moderno no piensa que está sirviendo a los dioses cuando obedece tales reglas, sino que se está sirviendo a sí mismo. Sin embargo, es una reaparición de lo que fue antes.

Así, todas las cosas se cumplen cíclicamente de cierta manera. Y ahora empezamos a entender que los asuntos que resumimos la última vez en una contradicción, no son tan simples como uno tiende a suponer. Si en un cierto período la gente no podía concebir ciertas medidas contra las epidemias, eran tiempos en los que los hombres no podían hacerlo porque, según el sabio plan mundial general, las epidemias tenían que surtir efecto para dar a las almas humanas la oportunidad de equilibrar lo que se había efectuado a través de la influencia ahrimánica y ciertas influencias luciféricas anteriores. Si ahora se producen otras condiciones, éstas también están sujetas a ciertas grandes leyes kármicas. Así que vemos que estos asuntos no pueden ser considerados superficialmente.

Cómo concuerda esto con nuestra afirmación de que si alguien busca una oportunidad de ser infectado en una epidemia, esto es el resultado de la reacción necesaria contra una causa kármica anterior. ¿Tenemos derecho ahora a tomar medidas higiénicas o de otro tipo?

Esta es una pregunta profunda, y debemos empezar por reunir el material necesario para responderla. Debemos comprender que cuando los principios luciférico y ahrimánico cooperan, ya sea de forma simultánea o durante períodos más largos, o cuando trabajan uno contra el otro, se manifiestan ciertas complicaciones en la vida humana. Estas complicaciones aparecen bajo formas tan diversas que nunca vemos dos casos idénticos. Sin embargo, si estudiamos la vida humana, encontraremos nuestro camino de la siguiente manera: si en un caso particular tratamos de descubrir la actividad combinada de Lucifer y Ahriman, siempre encontraremos un hilo por el cual esta conexión se hará evidente. Debemos discriminar claramente entre el hombre interno y el externo. Aún hoy hemos tenido que diferenciar claramente entre lo que expresa el alma racional y lo que aparece dentro del cuerpo etérico como resultado del alma racional. Debemos examinar la continuidad en la que se realiza el karma, y al mismo tiempo debemos comprender que seguimos teniendo la posibilidad de influir en nuestro ser interior por medio de ciertas influencias kármicas, de modo que en el futuro el ser interior pueda preparar una nueva compensación kármica. Por esta razón, es posible que un ser en una vida anterior haya experimentado sensaciones, sentimientos y demás que hayan desarrollado en él un deseo de amor hacia sus semejantes. Supongamos, por ejemplo, que ha pasado por una experiencia en la que, a través de la acción kármica, se ha vuelto poco caritativo. Puede suceder que nosotros, siguiendo por un tiempo un grado descendente, engendremos el mal. Al principio descendemos para desarrollar el impulso contrario que nos hará volver a ascender. Supongamos que un ser, al ceder a ciertas influencias, tiende a la falta de caridad. Esta falta de caridad aparecerá en una vida posterior como resultado kármico, y desarrollará fuerzas internas en su organismo. Podemos entonces actuar de dos maneras: conscientemente, o bien inconscientemente. En nuestra época no hemos progresado tanto como para hacerlo conscientemente. Con tal persona podemos tomar precauciones para que estas características en su organismo, derivadas de la falta de caridad, sean expulsadas y podemos actuar de tal manera que el efecto que se expresa en el organismo externo como falta de caridad sea contrarrestado. Por estos medios, sin embargo, el alma no se limpiará de toda falta de caridad, sino que sólo el órgano externo de la falta de caridad será expulsado. Si no hacemos nada más, sólo habremos cumplido la mitad de nuestra tarea, quizás incluso nada en absoluto. Quizá hayamos ayudado a esta persona física y externamente, pero no le habremos dado un respiro a su alma. Ahora que se ha eliminado la expresión física de la falta de caridad, no podrá dar expresión a esta falta de caridad, sino que tendrá que retenerla en su organismo interno hasta una futura encarnación. Supongamos que un gran número de personas, debido a la falta de caridad, se han visto obligadas a absorber ciertos gérmenes infecciosos, de modo que sucumbieron a una epidemia. Supongamos además que estuviéramos en condiciones de protegerlos de esta epidemia. En tal caso, deberíamos preservar el cuerpo físico de los efectos de la falta de caridad, pero no deberíamos haber eliminado la tendencia interna a la falta de caridad. Podría ser que, al eliminar la expresión externa de la falta de caridad, debiéramos asumir el deber de influir en el alma también de manera que se elimine de ella la tendencia a la falta de caridad. La expresión orgánica de la falta de caridad es eliminada en el sentido más completo, en el sentido corporal externo, por la vacunación contra la viruela. Allí, por ejemplo, se manifiesta lo siguiente, y ha sido investigado por la Ciencia Espiritual. En un período de la civilización, cuando prevalecía una tendencia general a desarrollar un mayor grado de egoísmo, y la falta de caridad, la viruela hizo su aparición. Tal es el hecho. En la Antroposofía es nuestro deber dar expresión a la verdad.

Ahora quedará claro por qué en nuestro período apareció la protección de la vacunación. También entendemos por qué, entre las mejores mentes de nuestro período, existe una especie de aversión a la vacunación. Esta aversión corresponde a algo interno, y es la expresión externa de una realidad interna. Así que si por un lado destruimos la expresión física de una falta anterior, debemos, por otro lado, asumir el deber de transformar el carácter materialista de tal persona por medio de una educación espiritual correspondiente. Esto constituiría la contrapartida indispensable sin la cual sólo realizamos la mitad de nuestra tarea. No hacemos más que cumplir algo para lo cual la persona en cuestión tendrá que producir por sí misma una contrapartida en una encarnación posterior. Si destruimos la susceptibilidad a la viruela, nos concentramos sólo en el lado externo de la actividad kármica. Si por un lado vamos por la higiene, es necesario que por otro lado sintamos el deber de contribuir a la persona cuyo organismo se ha transformado tanto, algo también por el bien de su alma. La vacunación no será perjudicial si, después de la vacunación, la persona recibe una educación espiritual. Si nos concentramos en un solo lado y no ponemos énfasis en el otro, pesamos la balanza de manera desigual. Esto es realmente lo que se siente en los círculos que sostienen que cuando las medidas higiénicas van demasiado lejos, sólo se propagan las naturalezas débiles. Esto, por supuesto, no es justificable, pero vemos cuán esencial es que no emprendamos una tarea sin la otra.

Aquí nos acercamos a una importante ley de la evolución humana que actúa de tal manera que lo externo y lo interno deben estar siempre equilibrados, y que no es permisible actuar con respecto a uno solo, dejando el otro fuera de consideración. Aquí se vislumbra una relación importante, y sin embargo no se ha llegado ni siquiera a la significación de la pregunta: "¿Cuál es la relación entre la higiene y el karma? Como veremos, la respuesta a esta pregunta nos llevará aún más lejos en las profundidades del karma, y veremos además que existen relaciones kármicas entre el nacimiento y la muerte del hombre. Además, otras personalidades influyen en la vida humana, y el libre albedrío y el karma del hombre están en armonía.


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1 comentario:

luxmundi dijo...

Tienes razón se me ha colado una traducción incorrecta.
Donde dice para el bien de la humanidad debe decir para el propósito de la humanidad. Se entiende que los propósitos del mundo espiritual no tienen por que coincidir (aparentemente), con nuestros valores morales inmediatos. Son propósitos del mundo espiritual teniendo en cuenta leyes kármicas de vasto alcance, que afectan a grandes grupos humanos y culturas.
Steiner no está juzgando (nunca lo hace) si los hechos conocidos de Lutero, son o no correctos. El describe la necesidad de que existan personalidades que den un impulso en una u otra dirección según los designios del mundo espiritual.

El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919