GA147-Münich 25 de agosto de 1913 ¿Qué es el mal? Los peligros de cruzar el umbral.

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RUDOLF STEINER

SECRETOS DEL UMBRAL

conferencias, celebradas del 24 al 31 de de agosto de 1913, en Münich.


SEGUNDA CONFERENCIA

¿Qué es el mal? Los peligros de cruzar el umbral.


Münich 25 de agosto de 1913

Habrán visto ustedes que las experiencias anímicas de los que aparecen en El Despertar de las Almas tienen lugar en la frontera entre el mundo sensorial físico y los mundos espirituales suprasensibles. Es de gran importancia para la ciencia del espíritu captar esta región fronteriza con la mirada interior, pues es natural que al principio todo lo que el alma humana puede experimentar del mundo suprasensible sea un territorio desconocido desde el punto de vista de nuestras facultades y experiencias anímicas en el mundo sensorial físico.

Cuando una persona se ha familiarizado con el mundo espiritual por medio de los diversos métodos que hemos aprehendido, es decir, cuando el alma ha aprendido a observar, explorar y percibir fuera del cuerpo físico, entonces tal existencia y percepción en el mundo espiritual hace necesario que el alma desarrolle capacidades bastante especiales, fuerzas especiales. Cuando durante su existencia terrestre el alma se esfuerza por alcanzar la conciencia clarividente, tanto si ya lo es como si desea llegar a serlo, debe ser capaz, naturalmente, de permanecer fuera del cuerpo en el mundo espiritual y luego, como ser terrestre, volver a entrar en el cuerpo físico, viviendo como un ser humano terrestre, un ser sensorial normal dentro del mundo sensorial.

Por lo tanto, podemos decir que el alma, al convertirse en clarividente, debe ser capaz de moverse en el mundo espiritual de acuerdo con sus leyes, y a su vez debe ser capaz de volver a cruzar el umbral hacia el mundo físico de los sentidos, comportándose aquí - para decirlo en términos sencillos - correcta y sensatamente. Como las facultades del alma para el mundo espiritual deben ser y son diferentes de las que emplea para los sentidos físicos y el resto del cuerpo físico, el alma tiene que adquirir definitivamente movilidad, si quiere llegar a ser clarividente. Entonces podrá percibir y acoger el mundo espiritual con las facultades necesarias para ello, volviendo al otro lado de la frontera y experimentando ahora el mundo de los sentidos con lo necesario aquí. La obtención de esta adaptabilidad, la capacidad de transformación, nunca es fácil. Sin embargo, si queremos estimar correctamente las diferencias entre el mundo espiritual y el mundo físico de los sentidos, debemos mantener con claridad en nuestra mente precisamente esta región fronteriza entre los dos mundos y el propio umbral por el que el alma debe pasar cuando quiere salir de un mundo y entrar en el otro. Veremos en el curso de estas conferencias cuán perjudicial puede ser para el alma, de muchas maneras diferentes, llevar los hábitos de un mundo al otro, cuando - en una u otra dirección - hay que cruzar el umbral.
 Nuestra conducta al pasar este umbral se hace especialmente difícil por la presencia de seres dentro del orden del mundo que desempeñan un cierto papel en los sucesos mostrados en El Despertar de las Almas y en los demás dramas: los seres luciféricos y los ahrimánicos. En efecto, para conseguir la relación correcta con la transición entre uno y otro mundo de la que hemos estado hablando, es necesario saber cómo comportarse de forma correcta con ambos tipos de seres, los luciféricos y los ahrimánicos. Ahora bien, sería ciertamente conveniente -y esta solución es elegida al menos teóricamente por muchas almas- decir: "Sí, efectivamente, Ahriman parece ser un tipo peligroso. Si tiene tal influencia en el mundo y en los asuntos humanos, lo más sencillo es desterrar del alma humana todos los impulsos que provienen de él." Esto podría parecer la solución más conveniente, pero para el mundo espiritual sería tan sensato como que alguien, para restablecer el equilibrio de una balanza, quitara lo que pesa sobre la inferior. Estos seres que llamamos Ahriman y Lucifer están aquí en el mundo, tienen su tarea en el orden universal, y no se les puede apartar. Además, no se trata de aniquilarlos, sino que -como en el caso de los pesos en ambos lados de la balanza- las fuerzas ahrimánicas y luciféricas deben equilibrarse en su influencia sobre los seres humanos y sobre otros seres. No logramos la verdadera actividad de ninguna de las diversas fuerzas eliminándola, sino colocándonos en la relación correcta con ella. Tenemos una actitud errónea hacia estos seres luciféricos y ahrimánicos limitándonos a decir que son malos y perjudiciales. Aunque estas potencias se rebelan en cierto sentido contra el orden general del universo -que ya había sido diseñado antes de que entraran en él-, esto no se debe a que tengan que ejercer invariablemente una actividad dañina, sino a que -como los demás que hemos conocido como miembros legítimos de los mundos superiores- tienen una esfera de actividad definida en la suma total del universo. Su oposición y rebelión contra el orden cósmico consiste en ir más allá de su propia esfera; ejercen más allá de esta esfera las fuerzas que sólo deberían emplear dentro de su dominio legal. Consideremos desde este punto de vista a Ahrimán o a los seres ahrimánicos.

La mejor manera de definir a Ahriman es decir que es el Señor de la Muerte, el gobernante de todos los poderes que tienen que llevar a cabo en el mundo físico de los sentidos lo que este mundo tiene que tener, la aniquilación y la muerte de sus entidades. La muerte en el mundo de los sentidos es una parte necesaria de su organización, pues de otro modo los seres que lo componen se acumularían en exceso, si no se produjera la destrucción de la vida. La tarea de regular esto de forma lícita recayó en Ahriman desde el mundo espiritual; él es el gobernante del ordenamiento de la muerte. Su dominio soberano es el mundo mineral, un mundo que está completamente muerto. Se puede decir que la muerte se derrama sobre todo el mundo mineral. Además, dado que nuestro mundo terrestre está constituido como tal, el mundo mineral y sus leyes impregnan todos los demás reinos de la naturaleza. Las plantas, los animales, los seres humanos, todos están impregnados, en la medida en que pertenecen a la tierra, por el mineral; absorben las sustancias minerales y, con ellas, todas las fuerzas y leyes del reino mineral; están sujetos a estas leyes en la medida en que forman parte del ser de la tierra. Por lo tanto, todo lo que pertenece justificadamente a la muerte se extiende también a las regiones superiores del dominio legítimo de Ahriman. En lo que nos rodea como naturaleza externa, Ahriman es el legítimo Señor de la Muerte y no debe ser considerado como un poder maligno, sino como aquél cuya influencia en el orden general del mundo es plenamente legítima. Sólo entraremos en una relación correcta con el mundo de los sentidos cuando le aportemos un interés digno de crédito, cuando nuestro interés por el mundo de los sentidos sea tan razonable que podamos ver todo lo que hay en él sin exigir con avidez la vida eterna para ninguna de sus formas físicas; al contrario, que podamos prescindir de ellas cuando encuentren su muerte natural. Ser capaz de regocijarse correctamente en las cosas del mundo de los sentidos, pero no ser tan dependiente de ellas como para contradecir las leyes de la muerte y la decadencia - esta es la relación correcta del ser humano con el mundo de los sentidos. Para llevar a cabo esta correcta relación con el crecimiento y la decadencia, el ser humano tiene los impulsos de Ahriman dentro de sí mismo; por esta razón palpitan en él.
Sin embargo, Ahriman puede sobrepasar sus límites. En primer lugar, puede extralimitarse tanto que se pone a obrar sobre el pensar humano. Un hombre que no ve en el mundo espiritual ni tiene comprensión de él, no creerá que Ahriman pueda poner sus dedos en el pensar humano de una manera muy real - ¡sin embargo, lo hace! En la medida en que el pensar humano vive en el mundo de los sentidos, está ligado al cerebro, que según la ley universal está sujeto a la decadencia. Ahriman tiene que regular el paso del cerebro humano hacia la decadencia, pero cuando sobrepasa su territorio, desarrolla la tendencia a soltar este pensar humano de su instrumento mortal, el cerebro, para hacerlo independiente. Trata de desprender el pensar físico dirigido al mundo de los sentidos del cerebro físico, en cuya corriente de decadencia debe fundirse este pensar cuando el ser humano atraviesa la puerta de la muerte. Ahriman tiene la tendencia, cuando admite al hombre como ser físico en la corriente de la muerte, de arrebatar su pensar de la corriente de la decadencia. A lo largo de toda la vida del hombre, Ahrimán está siempre clavando sus garras en esta actividad pensante y trabajando sobre el ser humano para que su pensar se desprenda de la destrucción. Debido a que Ahriman está activo de esta manera en el pensar humano y a que los hombres atados al mundo de los sentidos naturalmente sólo perciben los efectos de los seres espirituales, aquellos que están así en las garras de Ahriman sienten el impulso de arrancar su pensar de su lugar en el gran orden cósmico. El resultado es el marco mental materialista; esta es la razón por la que los hombres quieren aplicar su pensar sólo al mundo de los sentidos, y las personas que se niegan a creer en un mundo espiritual son las que están particularmente obsesionadas por Ahriman: es él quien entra en su pensar y se impone sobre él para que permanezca en el mundo de los sentidos. En primer lugar, si una persona no se ha convertido en un ocultista práctico, el resultado para su actitud interior será que se convierta en un materialista de rango, que no quiere saber nada de los asuntos espirituales. Es Ahrimán quien lo ha seducido a esto, sólo que él no lo nota. Para Ahrimán, sin embargo, el proceso es el siguiente: cuando logra separar el pensar físico de su base cerebral, lanza al mundo sombras y fantasmas que pululan entonces por el mundo físico; con ellos, Ahrimán intenta continuamente establecer un reino ahrimánico especial.

Acecha incansablemente cuando el pensar del hombre está a punto de pasar a la corriente en la que el hombre mismo atravesará la puerta de la muerte; allí acecha Ahrimán, al acecho para arrebatar y retener tanto como sea posible de este pensar, y para formar de él, para arrancar de su tierra madre, sombras y fantasmas que poblarán el mundo físico. Observados ocultamente, estos fantasmas vagan por el mundo físico perturbando el orden universal; son creaciones que Ahriman realiza de la manera que acabamos de describir. Tendremos el sentimiento correcto hacia Ahrimán cuando apreciemos sus impulsos lícitos, pues cuando los deja entrar en nuestras almas, tenemos una relación correcta con el mundo de los sentidos. Sin embargo, debemos vigilar que no nos tiente de la manera que he indicado. Ciertamente, la política que algunos eligen es más conveniente cuando dicen: "Muy bien, expulsaremos todo impulso ahrimánico de nuestras almas". Pero con este desalojo no se logrará nada, excepto que el otro lado de la balanza será derribado - y quien por medio de teorías equivocadas logra expulsar los impulsos ahrimánicos de su alma, cae presa de los de Lucifer.

Esto se muestra particularmente cuando las personas, rehuyendo la correcta relación con los poderes ahrimánicos, desprecian el mundo de los sentidos y desarraigan su alegría en él. Entonces rechazan su anterior buena relación y para no apegarse a ella, aplastan todo su interés en el mundo físico. Con esto surge un falso ascetismo, que a su vez ofrece el asidero más poderoso para la entrada de los ilícitos impulsos luciféricos. La historia del ascetismo bien podría escribirse presentándolo como una continua seducción de Lucifer. En el falso ascetismo la persona se expone a este tipo de seducción porque en lugar de equilibrar correctamente la balanza, utilizando así la polaridad de las fuerzas, prescinde totalmente de un lado.

Sin embargo, cuando el ser humano hace una estimación correcta del mundo físico de los sentidos, Ahriman está plenamente justificado. El mundo mineral es su propio reino, el reino sobre el que la muerte se derrama continuamente. En los reinos superiores de la naturaleza, Ahrimán es el regulador de la muerte en la medida en que afecta al curso de los acontecimientos y a las criaturas de forma lícita. Lo que podemos rastrear como suprasensible en el mundo externo, lo llamamos por ciertas razones espiritual; lo que es más activo interiormente en el ser humano, lo asignamos al alma. 
Ahriman es un ser más espiritual; Lucifer es más de naturaleza anímica. Ahriman puede ser llamado el señor de todo lo que ocurre en la naturaleza externa; Lucifer penetra con sus impulsos en la naturaleza interna del hombre.

Ahora bien, también existe una tarea lícita que le corresponde a Lucifer, una tarea muy acorde con el orden cósmico universal. La tarea de Lucifer es, en cierto modo, arrancar al hombre y a todo lo que en el mundo pertenece al alma, de vivir y ser absorbido sólo en lo físico-sensorial. Si no hubiera poder luciférico en el mundo, soñaríamos en las percepciones que nos llegan del mundo exterior y en lo que nos llega de ese mundo a través del intelecto. Eso sería una especie de sueño de la existencia del alma humana dentro del mundo de los sentidos. Hay, en efecto, impulsos que no arrancan a nuestra alma del mundo de los sentidos mientras esté temporalmente ligada a él, sino que la elevan a un tipo de vida, de sentimiento y de alegría diferente del que puede ofrecer el mundo de los sentidos. Basta con pensar en lo que la humanidad ha buscado como desarrollo artístico. Allí donde el ser humano crea algo a través de su imaginación y de su vida anímica de sentimientos, dejando de aferrarse dulcemente al mundo de los sentidos para elevarse por encima de él, Lucifer es el poder que lo arranca de ese mundo. Una gran parte de lo que es edificante y liberador en el desarrollo artístico de la humanidad se inspira en Lucifer. Podemos designar algo más como la inspiración de Lucifer: el ser humano tiene la oportunidad a través de los poderes Luciféricos de liberar su pensar de una mera copia fotográfica del mundo de los sentidos; puede elevarse por encima de esto en libertad, lo que hace, por ejemplo, en su filosofía. Desde este punto de vista, todo filosofar es la inspiración de Lucifer. Se podría incluso escribir una historia del desarrollo filosófico de la humanidad, en la medida en que ésta no sea puro positivismo -es decir, que no se atenga a lo externo materialista- y se podría decir: la historia del desarrollo de la filosofía es un testimonio continuo de la inspiración de Lucifer. Todo trabajo creador, de hecho, que se eleva por encima del mundo de los sentidos se lo debemos a las actividades y poderes legítimos de Lucifer.

Sin embargo, Lucifer también puede sobrepasar su dominio, y la rebelión de los seres luciféricos contra el orden cósmico se debe a que sobrepasan el lugar que les corresponde. Lucifer tiene la tendencia a hacerlo continuamente, contaminando la vida sentimental del alma. Ahriman tiene más que ver con nuestro pensar, Lucifer con el sentir, con la vida de las emociones, pasiones, impulsos y deseos. Lucifer es el señor de todo el sentimiento del alma en el mundo sensorial físico. Tiene la tendencia a separar esta vida de sentimientos del alma del mundo físico, a espiritualizarla, y a establecer, se puede decir, en una isla especialmente aislada de la existencia espiritual, un reino luciférico compuesto por todos los sentimientos del alma que pueda apoderarse y llevarse del mundo de los sentidos. Mientras que Ahriman quiere retener el pensar en el mundo físico de los sentidos y hacer de él sombras y fantasmas, visibles para la clarividencia elemental como sombras flotantes y vaporosas, Lucifer hace lo contrario: toma lo que es sentimiento del alma en el mundo físico de los sentidos, lo arranca y lo pone en un reino luciférico especial establecido como un reino aislado similar a su propia naturaleza, en oposición al orden cósmico general.
Podemos formarnos una idea de cómo Lucifer puede llegar a los seres humanos de esta manera considerando con todo el corazón y el alma un fenómeno de la vida humana del que hablaremos más adelante con más detalle: el fenómeno del amor en el más amplio sentido de la palabra, el fundamento de una verdadera vida moral en el orden mundial de la humanidad. Respecto al amor en su sentido más amplio, hay que decir lo siguiente: cuando el amor aparece en el mundo de los sentidos físicos y tiene su efecto en la vida humana, está absolutamente protegido de todo ataque luciférico ilícito si el amor es por otra persona y por el propio bien de esa otra persona. Cuando nos encontramos con algún otro ser humano o con alguien que pertenece a otro reino de la naturaleza en el mundo físico, ese ser nos encuentra con ciertas cualidades. Si somos libremente receptivos a estas cualidades, si somos capaces de conmovernos por ellas, entonces nos imponen nuestro amor y no podemos evitar amar a ese otro ser. El otro ser nos mueve a amarlo.

Cuando la causa del amor no reside en el que ama sino en el objeto del amor, esta forma y tipo de amor en el mundo de los sentidos es una prueba absoluta contra toda influencia de Lucifer. Pero ahora, si observan ustedes la vida humana, verán pronto que otra clase de amor desempeña su papel, en la que una persona ama porque ella misma tiene ciertas cualidades que se sienten satisfechas, o encantadas, o complacidas, cuando puede amar a tal o cual otro ser. Aquí ama por sí mismo; ama porque su disposición es así o asá, y esta disposición particular encuentra su satisfacción al amar a otro.

Este amor, que se puede llamar amor egoísta, también debe existir. Realmente tiene que estar presente en la humanidad. Todo lo que podemos amar en el mundo espiritual, todos los hechos espirituales, todo lo que el amor puede hacer vivir en nosotros como un anhelo y un impulso hacia el mundo espiritual, para comprender a los seres del mundo espiritual, para percibir el mundo espiritual: todo esto surge naturalmente de un amor sensible por ese mundo. Este amor por lo espiritual, sin embargo, debe -no puede sino que debe- surgir necesariamente por nuestro propio bien. Somos seres cuyas raíces están en el mundo espiritual. Es nuestro deber hacernos tan perfectos como podamos. Por nuestro propio bien, debemos amar el mundo espiritual para atraer el mayor número posible de fuerzas de él hacia nuestro propio ser. En el amor espiritual está plenamente justificado un elemento personal, individual -podemos llamarlo egoísta-, porque desprende al hombre del mundo de los sentidos; lo conduce hacia arriba, hacia el mundo espiritual; lo lleva a cumplir el deber necesario de llevarse continuamente más y más lejos hacia la perfección.

Ahora bien, Lucifer tiene la tendencia a intercambiar los dos mundos entre sí. En el amor humano, siempre que una persona ama en el mundo de los sentidos físicos para sí mismo con un rastro de egoísmo, ocurre porque Lucifer quiere hacer que el amor físico sea similar al amor espiritual. Entonces puede sacarlo del mundo sensorial físico y llevarlo a su propio reino especial. Esto significa que todo el amor que puede llamarse egoísta y que no está ahí por el bien del amado sino por el bien del que ama, está expuesto a los impulsos de Lucifer.
Si consideramos lo que se ha dicho, veremos que en esta cultura materialista moderna hay muchas razones para señalar estos alicientes luciféricos con respecto al amor, pues gran parte de nuestra perspectiva y literatura actuales, especialmente la de la medicina, está impregnada de la concepción luciférica del amor. Tendríamos que tocar un tema bastante ofensivo si tratáramos esto con más detalle. El elemento luciférico en el amor es en realidad apreciado por una gran parte de nuestra ciencia médica; a los hombres se les dice una y otra vez -pues es el mundo masculino el que se ve especialmente favorecido en esto- que deben cultivar una determinada esfera del amor como necesaria para su salud, es decir, necesaria para su propio bien. Se dan muchos consejos en este sentido y se recomiendan ciertas experiencias amorosas que no surgen de un amor por el otro ser, sino porque se presumen indispensables en la vida del varón. Tales argumentos -incluso cuando se revisten con los ropajes de la ciencia- no son más que inspiraciones del elemento luciférico en el mundo; una gran parte de la ciencia está penetrada simplemente por puntos de vista luciféricos. Lucifer encuentra los mejores reclutas para su reino entre aquellos que permiten que se les den tales consejos y que creen que son imperativos para el bienestar de su persona. Es absolutamente necesario que conozcamos estas cosas. Hay que insistir una y otra vez en las palabras que cité ayer: La gente nunca se da cuenta del diablo, ya sea en forma luciférica o ahrimánica, ¡incluso cuando los tiene agarrados por el cuello! La gente no ve que el científico materialista que da los consejos que acabamos de mencionar está bajo el yugo de Lucifer. Ellos niegan a Lucifer porque niegan todos los mundos espirituales.

Vemos pues que lo que es grande y sublime por un lado, que lleva y eleva la evolución de la humanidad depende de Lucifer. La humanidad debe comprender cómo mantener los impulsos que provienen de él en el lugar que les corresponde. Allí donde Lucifer hace su aparición como guardián de la belleza y la gloria, como patrón de los impulsos artísticos, surge en la humanidad de su actividad un poder grande y sublime. Pero también hay un lado de sombra en la actividad de Lucifer. En todas partes intenta arrancar el lado emocional del alma del organismo de los sentidos y hacerlo independiente, impregnado de egoísmo y egocentrismo. Así entra en la naturaleza emocional del alma el elemento de la voluntad propia y otras tendencias semejantes. Una persona puede entonces formar para sí misma en una actividad libre -con una mano generosa, se puede decir- todo tipo de ideas sobre el universo. ¡Cuántas personas se entregan al filosofar, se lo sacan de la manga, sin preocuparse en lo más mínimo de si sus especulaciones están de acuerdo con el curso general del orden universal! Estos filósofos excéntricos se encuentran realmente en gran número en todo el mundo. Enamorados de sus propias ideas, no logran contrarrestar el elemento luciférico con el ahrimánico, que siempre se pregunta si todo lo que el hombre adquiere por su pensar en el mundo de los sentidos físicos cuadra realmente con las leyes del mundo físico. Así que vemos a estas personas corriendo con sus opiniones, que no son más que un montón de entusiasmos fanáticos incompatibles con el orden cósmico. Es del lado de la sombra del impulso luciférico que surgen todos estos entusiasmos fanáticos, las opiniones egoístas y confusas, las ideas excéntricas y el idealismo falso y extravagante. Sin embargo, lo más significativo es que es en la frontera o umbral entre lo sensible y lo suprasensible donde estos elementos lucifericos y ahrimanicos se enfrentan a nosotros, cuando miramos con los ojos de la conciencia clarividente.
Cuando el alma humana asume la tarea de hacerse capaz de mirar en el mundo espiritual y obtener allí una visión, asume por sí misma, más que nada, una tarea que de otro modo es llevada a cabo por la guía subconsciente de la vida anímica. La naturaleza y sus leyes se encargan de que en la vida cotidiana el hombre no transfiera a menudo las costumbres y reglamentos de un reino a otro; el orden natural estaría totalmente fuera de control si los mundos separados se mezclaran. Hemos subrayado hace un momento que el amor por el mundo espiritual debe evolucionar de tal manera que el ser humano desarrolle en sí mismo, ante todo, una fuerza interior omnipresente, así como un afán de superación. Tiene que fijar su mirada en sí mismo cuando alimenta su amor por el mundo espiritual. Sin embargo, si transfiere a los sentidos el tipo de ardor que puede guiarle en el mundo espiritual hacia lo más sublime, le llevará a lo más detestable. Hay personas que en su experiencia física exterior y en sus actividades cotidianas no tienen ningún interés especial por el mundo espiritual. Se dice que tales personas hoy en día no son infrecuentes. Pero la naturaleza no nos permite utilizar la estrategia del avestruz en sus asuntos. La estrategia del avestruz, como saben, consiste en que el pájaro mete la cabeza en la arena y cree que las cosas que no ve no están ahí. Las mentes materialistas creen que el mundo espiritual no está ahí; no lo ven. Son verdaderos avestruces.

Sin embargo, en lo más profundo de sus almas, el anhelo por el mundo espiritual no deja de existir sólo porque ellos se adormezcan y nieguen su realidad. En realidad está ahí. En todas las almas humanas, por muy materialistas que sean, el deseo y el amor por el mundo espiritual están vivos, pero las personas que adormecen su naturaleza anímica son inconscientes del anhelo.

Existe la ley de que algo reprimido y adormecido en un punto estallará en otro. La consecuencia de la represión del impulso egoísta hacia el mundo espiritual es que éste se empuja hacia los deseos sensoriales. El tipo de amor debido al mundo espiritual se lanza desde allí hacia los impulsos, pasiones y deseos sensuales, y estos impulsos se vuelven perversos. La perversidad de los impulsos sensuales y sus anormalidades repelentes son el espejo de lo que podrían ser nobles virtudes en el mundo espiritual, si los seres humanos utilizaran para el mundo espiritual todas las fuerzas vertidas en el mundo físico. Debemos considerar esto seriamente: lo que se expresa en el mundo de los sentidos como impulsos repugnantes podría -si se utilizara en el mundo espiritual- lograr allí algo del más sublime carácter. Esto es inmensamente significativo.

Se ve cómo, en este sentido, lo sublime se transforma en horrible cuando la frontera entre el mundo físico de los sentidos y el mundo suprasensible no es observada o valorada de la manera correcta. La conciencia clarividente debe desarrollarse de modo que el alma clarividente pueda vivir en los mundos suprasensibles según las leyes de esos mundos; entonces debe ser capaz de volver a su vida en el cuerpo sin dejarse llevar por las leyes de los mundos suprasensibles en el mundo sensorial físico cotidiano.
Supongamos que un alma no pudiera hacer esto - entonces ocurriría lo siguiente. Veremos que el alma, al pasar por la región fronteriza entre un mundo y otro, aprende sobre todo a conducirse de manera correcta mediante el encuentro con el Guardián del Umbral. Pero supongamos que un alma, habiéndose hecho clarividente (esto puede suceder muy bien), se ha hecho clarividente, por diversas circunstancias, sin encontrarse correctamente con el Guardián del Umbral. Tal alma podría ver en los mundos suprasensibles clarividentemente y tener percepciones allí, pero regresaría después al mundo sensorial físico tras entrar erróneamente en el mundo espiritual y meramente mordisquear las golosinas allí. Tales comedores de golosinas en el mundo espiritual son numerosos y se puede decir verdaderamente que mordisquear allí es mucho más serio que en el mundo sensible. Después de mordisquear el mundo espiritual, sucede muy a menudo que una persona lleva de vuelta al mundo de los sentidos lo que ha experimentado, pero la experiencia se encoge y se condensa. Un clarividente de este tipo, que no se comporta según las leyes del orden universal, vuelve al mundo sensorial físico llevando consigo las imágenes e impresiones condensadas de los mundos suprasensibles. Ya no se limitará a mirar y reflexionar sobre el mundo físico, sino que mientras viva dentro de su cuerpo físico tendrá ante sí las secuelas del mundo espiritual en imágenes bastante similares a las de los sentidos, excepto que no tienen relación con la realidad, son sólo ilusiones, alucinaciones, imágenes de sueños.

Una persona que es capaz de mirar de manera correcta en el mundo espiritual nunca más confundirá la realidad y lo fantástico. En esto, la filosofía de Schopenhauer, en la medida en que es errónea, se refuta a sí misma. En el caso de su mayor error -que todo nuestro entorno no es más que nuestra imagen mental- se refuta a sí misma incluso en el mundo de los sentidos. Si presionas la afirmación de Schopenhauer, se mostrará como una falacia, ya que serás guiado por la vida misma para distinguir entre el hierro calentado a 900 grados que es realmente perceptible y el hierro imaginado de 900 grados que no causará ningún dolor. La vida misma revela la diferencia entre la realidad y la fantasía cuando se vive en el mundo real con las capacidades que le son propias. Incluso la afirmación de Kant con la que formuló su supuesta prueba de Dios, es decir, que cien dólares imaginados tienen el mismo valor que cien reales, también será contradicha por la vida. Ciertamente, cien dólares imaginados contienen tantos centavos como cien reales, pero a pesar de ello hay una diferencia que aflora con fuerza en la vida real. Yo recomendaría a cualquiera que considere correcta la afirmación de Kant que intente pagar una deuda de cien dólares con moneda imaginaria; notará la diferencia enseguida.
Si esto es así en el mundo físico de los sentidos, cuando uno se mantiene realmente firme en él y observa sus leyes, lo mismo ocurre con los mundos suprasensibles. Si uno sólo mordisquea estos últimos, no tendrá ninguna protección para no confundir la ilusión con la verdad; cuando las imágenes se encogen y condensan, uno toma lo que debería ser meramente imagen por realidad. Los dulces, también, que tal persona lleva dentro de sí desde el mundo espiritual son un botín especial para que Ahriman se abalance sobre ellos. De lo que puede sacar del pensar humano ordinario sólo obtiene sombras aéreas, pero -para decirlo claramente- obtiene sombras bien acolchadas y fantasmas regordetes cuando presiona fuera de las individualidades corporales humanas (tan bien como puede) las falsas imágenes ilusorias creadas al mordisquear a escondidas en el mundo espiritual. De esta manera ahrimánica, el mundo sensorial físico está poblado de sombras y fantasmas espirituales que ofrecen una seria resistencia al orden cósmico general.

De todo esto, vemos cómo la influencia ahrimánica puede invadir más fuertemente cuando sobrepasa sus límites y trabaja contra el orden cósmico general; se convierte en el mal, especialmente en la perversión de su actividad lícita.

No existe el mal esencial. Todo lo malo surge de esto, algo que es bueno en una dirección se pone en uso en el mundo en otra dirección y así se convierte en malo. De una manera algo similar, la influencia luciférica, la inducción a todo lo que es noble y sublime, puede volverse peligrosa, sumamente peligrosa, particularmente para el alma que se ha vuelto clarividente. Esto ocurre justamente en la situación contraria. Ya vimos antes lo que sucede cuando un alma pica en el mundo espiritual, es decir, percibe algo allí, pero luego al volver al mundo sensorial físico no se dice a sí misma: "Aquí no puedes usar el mismo tipo de imágenes de pensamiento que son adecuadas para el mundo espiritual". En este caso el alma está expuesta en el mundo físico a la influencia de Ahriman. Pero puede ocurrir lo contrario. El alma humana puede llevar al mundo espiritual lo que debería pertenecer sólo al mundo sensorial físico, es decir, las clases de percepción, sentimiento y pasión que el alma debe desarrollar necesariamente en cierto grado para el mundo físico. Sin embargo, ninguna de las emociones cultivadas aquí debe ser llevada al mundo espiritual si el alma no ha de ser víctima de las tentaciones y seducciones de Lucifer en un grado inusual.

Esto es lo que se intentó hasta cierto punto en la Escena Nueve de El Despertar de las Almas al presentar la actitud más íntima del alma de María. Sería muy erróneo que alguien exigiera en esta escena algo tan dramáticamente tumultuoso y excitante como lo que a uno le gusta tener en el drama físico superficial. Si la naturaleza interior de María fuera tal que en el momento de recibir los recuerdos del mundo devachánico y del período egipcio, su alma hubiera experimentado pasiones perturbadoras, deseos perturbadores, habría sido lanzada de un lado a otro por estas ondas de emoción. Un alma que no puede recibir los impulsos del mundo espiritual con calma interior, en absoluta tranquilidad, elevándose por encima de todo drama físico exterior, sufrirá en el mundo espiritual un destino que sólo puedo representar en la siguiente imagen: Imagínense a un ser de goma volando en todas direcciones en un espacio cerrado por todos lados, volando contra una pared y arrojado hacia atrás de ella, volando contra otra pared, arrojado de nuevo hacia atrás, volando así de un lado a otro en movimiento turbulento sobre las olas de la vida emocional. Esto es lo que realmente le ocurre a un alma que lleva al mundo espiritual el tipo de percepción, sentimiento y pasión que pertenece al mundo de los sentidos. Algo más sucede. No es agradable ser lanzado de un lado a otro como una pelota de goma, como si uno estuviera en una prisión cósmica. Por lo tanto, en tal caso el alma clarividente sigue principalmente la política especial del avestruz; de hecho, el alma se aturde con respecto a este ser arrojado de un lado a otro; ofusca su conciencia de modo que ya no es consciente de ello. Por lo tanto, cree que no está siendo arrojada de un lado a otro. Lucifer puede entonces acercarse aún más, porque la conciencia está ofuscada. Atrae al alma y la conduce a su reino aislado. Allí el alma puede recibir sus impresiones espirituales, pero, recibidas en este reino insular, son completamente luciféricas.
Como el conocimiento de sí mismo es difícil de conseguir y el alma tiene la mayor dificultad para aclararse sobre algunas de sus cualidades, porque, también, las personas se empeñan en entrar lo más rápidamente posible en el mundo espiritual, no es de extrañar que se digan a sí mismas: Ya soy lo suficientemente maduro; por supuesto que podré controlar mis pasiones. De hecho, es más fácil decirlo que hacerlo. Hay ciertas cualidades que desafían particularmente nuestro control. La vanidad, la ambición y otras cosas similares están tan arraigadas en las almas humanas que no es fácil admitirlo ante uno mismo: ¡Eres vanidoso y ambicioso! ¡Quieres poder! Cuando miramos dentro de nosotros mismos, solemos engañarnos con sólo esas emociones que son las peores. Llevarlas al mundo espiritual significa que una persona se convertirá más fácilmente en la presa de Lucifer. Y cuando se da cuenta de cómo es arrojado de aquí para allá, no dice de buena gana: Esto viene de la ambición o de la vanidad - sino que busca la manera de adormecer el alma. Entonces Lucifer lo lleva a su reino. Allí, por supuesto, una persona puede recibir percepciones, pero éstas no corresponden al orden cósmico, que ya había sido diseñado antes de que Lucifer comenzara su intromisión. Se trata de percepciones espirituales de naturaleza totalmente luciférica. Puede recibir las impresiones más extraordinarias y juzgarlas como verdades absolutas. Puede contar a la gente toda clase de encarnaciones de esta o aquella persona, pero éstas serán simplemente inspiraciones puramente luciféricas.

Para que la relación correcta se produjera en su "Despertar", María debía ser presentada, en el momento en que el mundo espiritual iba a abalanzarse sobre ella con tanta vehemencia, como una persona que bien podía parecer absurda a alguien como uno de nuestros jóvenes y finos críticos de teatro. Un pequeño y delicado crítico moderno bien podría decir: "Después de terminar la escena egipcia, allí estaba sentada María como si acabara de desayunar, experimentando estas cosas sin un poco de dramatismo vivo". Y sin embargo, cualquier otra cosa sería falsa en esta etapa de su desarrollo. Sólo la tranquila calma de María puede representar la verdad de su desarrollo, mientras los rayos de luz espiritual caen sobre la escena. Vemos de esto cuánto depende del estado de ánimo del alma, dominando en sí misma todas las emociones y pasiones que sólo son significativas para el mundo sensorial físico, si el alma ha de cruzar el umbral del mundo espiritual de la manera correcta; de lo contrario, experimentará allí la consecuencia necesaria de lo que queda del sentimiento sensorial. Ahriman es el ser más espiritual; lo que realiza en el camino de la actividad ilícita, de la actividad ilícita que puede crear, fluye más o menos en el mundo general de los sentidos. Lucifer es un ser más anímico; trata de sacar los elementos anímicos emocionales del mundo de los sentidos y encarnarlos en su reino luciférico especial, donde para cada ser humano -según el egoísmo arraigado en su naturaleza- Lucifer quiere asegurar la mayor posibilidad de independencia segregada.

Vemos de esto que cuando queremos formar un juicio de tales seres como Ahriman y Lucifer, no puede ser una cuestión de simplemente llamarlos buenos o malos. Por el contrario, tenemos que comprender cuál es la actividad lícita, cuál es el dominio correcto de estos seres y dónde comienza su actividad ilícita, la superación de sus límites. Ya que, al sobrepasar sus límites, atraen a los seres humanos a un sobrepaso ilegal de la frontera hacia el otro mundo, llevándose consigo las facultades y leyes de este mundo. Las escenas de El Despertar de las Almas tratan particularmente de lo que se experimenta al pasar de un lado a otro de la frontera entre el mundo físico de los sentidos y el mundo suprasensible. En esta conferencia de hoy he querido dar un primer paso describiendo algunas de las cosas que hay que vigilar cuidadosamente en la zona fronteriza entre los dos mundos. Mañana profundizaremos en ello.
Traducido por J.Luelmo jul,2021



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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919