GA239 Praga, 29 de marzo de 1924 - Relaciones Kármicas vol. V-

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Rudolf Steiner

Conferencia I

Praga, 29 de marzo de 1924

Quiero comenzar estas conferencias para los Miembros hablando de cómo la Antroposofía eleva la conciencia humana por encima del ámbito terrenal y material simplemente a través de la luz que arroja sobre la naturaleza y el ser del hombre.

Es casi imposible que alguien inmerso en la civilización moderna piense de otro modo que durante su vida, desde el nacimiento hasta la muerte, pertenece a la Tierra. La pertenencia a un mundo espiritual es, en la mayoría de los casos, una mera creencia o un vago presentimiento. La percepción de que el hombre pertenece a otro mundo que no sea la Tierra apenas está al alcance de los seres humanos cuya educación y formación son el resultado de la civilización moderna. Sin embargo, creer que cuando se habla del hombre sólo hay que tener en cuenta las condiciones terrenales es la gran falacia de toda la vida espiritual contemporánea en Occidente y en Europa Central. Sólo Oriente ha conservado cierta conciencia, -aunque en forma decadente-, de la conexión del hombre con los poderes y fuerzas suprasensibles, cósmicos, que rodean la Tierra. Antiguamente, el hombre se sentía dependiente tanto de las estrellas como de las plantas y los animales que le rodeaban en la Tierra; también sabía que la Luna no es simplemente un orbe físico que gira en el espacio. Hoy en día, el interés por la Luna no va mucho más allá de los intentos de descubrir si hay o no montañas o agua en ella; se avanzan hipótesis, pero se piensa poco en cualquier otro aspecto de este planeta vecino. En cuanto a los demás cuerpos celestes, la investigación se centra exclusivamente en sus condiciones físicas. En la antigüedad, la situación era muy distinta. El hombre era consciente de su dependencia de los cuerpos celestes del mismo modo que hoy es consciente de su dependencia de la Tierra.

Comenzaré con algo que tiene cierta importancia científica; se trata de un ejemplo que tal vez no sea del agrado de algunas personas, pero que es fácil de seguir. A menudo he subrayado en conferencias antroposóficas que la formación del embrión humano en la vida terrena, incluso cuando se investiga desde el punto de vista puramente científico, proporciona la prueba en sí misma de que algo extraterrenal actúa en el proceso. La ciencia natural cree que el óvulo es la estructura más compleja que puede existir en la Tierra. Se ha reflexionado mucho sobre esta compleja estructura del óvulo y recientemente hemos oído hablar de las maravillas del átomo y de la molécula. Se dice que la estructura de una célula es indescriptiblemente compleja. Pero esto es una falacia, ya que el óvulo es, en realidad, un caos; no es una estructura compleja. La estructura químico-física se hace pedazos, y antes de que pueda surgir un ser vivo, el óvulo debe haber estado en un estado de caos. El objetivo mismo de la fecundación es producir este estado de caos en el óvulo, de modo que en el organismo de la madre haya materia completamente desintegrada. Los procesos en el cuerpo de la madre producen este estado de caos. Y ahora piensen en un cristal. El Cosmos no puede trabajar en un cristal con sus bordes duros y firmes; tampoco puede trabajar en la sustancia de una planta, que también tiene forma sólida; ni en la de un animal. La fecundación significa que el óvulo se convierte en un caos. Sólo entonces todo el Cosmos circundante trabaja sobre esta entidad germinal y construye la forma humana viviente de tal manera que el ser anímico-espiritual procedente de vidas terrenales anteriores pueda entrar en ella.

Según los puntos de vista modernos, esto es una tontería, ¡pero resulta que es la verdad! Lo que es tan deplorable en nuestro tiempo es que cuando uno dice la verdad, casi inevitablemente es rechazada por la erudición contemporánea. Algunas personas pueden decir: "Esta afirmación suya puede estar basada en una visión ocultista; pero, ¿Acaso puede ser probada?". En efecto, lo es, y de más formas de las que uno podría imaginar. En nuestro Instituto de Investigación Biológica de Stuttgart se ha producido una notable confirmación de este hecho. Se ha investigado la función del bazo. Quizá ustedes sepan que el bazo siempre se ha considerado un órgano muy enigmático. Se cuenta que en un examen oral el profesor preguntó al candidato: "¿Puede usted decirme algo sobre el bazo?". El candidato se devanó los sesos y al final soltó desesperado: "Lo he olvidado". "¡Qué lástima!", dijo el profesor. "Nadie ha sabido nunca nada del bazo; por lo visto, usted era el único, ¡y lo ha olvidado!".

Ya he indicado un determinado método, basado en los principios de la Ciencia Espiritual, según el cual Frau Dra. Kolisko ha investigado la función del bazo. Todavía se cuestiona la validez de sus resultados, pero acabarán imponiéndose, porque las investigaciones fueron realmente exactas. Durante las investigaciones salió a la luz algo más. Debido a los métodos que se utilizan hoy en día, a veces uno se ve obligado a adoptar procedimientos que van muy en contra de la corriente, pero finalmente decidimos extirpar el bazo de los conejos. No se trataba en absoluto de una vivisección, sino de una operación bastante sencilla, e hicimos todo lo posible para no causar sufrimiento. Desgraciadamente, uno de los conejos murió de un resfriado después de la operación porque, por un descuido, no fue llevado inmediatamente a la sala con calefacción. ¿Qué resultado cabía esperar de esta operación? Tras la extirpación del bazo se desarrolló algo en el cuerpo del conejo en el mismo lugar, algo a lo que el Cosmos podía tener acceso. Mientras el bazo estaba allí, el Cosmos no podía hacer nada; pero si se extirpa el bazo, sólo queda el bazo etérico, y el bazo etérico se adapta a las fuerzas de trabajo del Cosmos. Era de esperar, pues, que en el lugar donde había estado el bazo, se desarrollara algo en la forma que es una copia del Cosmos, a saber, la forma esférica. ¡Y esto es lo que realmente encontramos! Cuando abrimos el conejo encontramos un cuerpo orgánico diminuto, de forma esférica; había sido producido por las fuerzas cósmicas en funcionamiento - cuando la condición en la que sólo actúa la Tierra había sido eliminada. Esto concuerda totalmente con la afirmación de que el óvulo fecundado es un cuerpo en el que se ha inducido un estado de caos. Y así el karma nos condujo a una prueba externa de algo que es válido en otra esfera completamente distinta.

En muchos aspectos, si los pensamientos y sentimientos de un hombre son el resultado de la civilización contemporánea, su visión se limita a la Tierra; es incapaz de dirigir su mirada en un sentido real hacia el Cosmos. Permítanme recordarles lo que se dice en el libro La Ciencia Oculta, a saber, que la Luna y la Tierra eran originalmente un solo cuerpo, pero que la Luna se separó posteriormente de la Tierra. Este hecho es revelado a la videncia, pero también es reconocido hasta cierto punto por la ciencia natural moderna. Especialmente en los últimos años, un cierto movimiento literario y científico habla, -aunque de forma errónea-, de esta relación de la Luna con la Tierra. La Luna en el cielo estuvo unida a la Tierra, fue expulsada, -si se me permite la expresión-, y desde entonces gira alrededor de la Tierra.

Ahora debo hablarles de un segundo hecho, relacionado con el desarrollo espiritual del hombre en la existencia terrenal. Incluso un examen puramente externo de lo que los hombres han logrado en la Tierra indica la existencia de una sabiduría primordial, arquetípica. Por supuesto, no fue impartida en las formas abstractas e intelectuales que se exigen hoy en día, ni estaba tan estrechamente ligada a los sentidos. Se impartía en una forma más pictórica y poética. De esta sabiduría primordial, que existió en la Tierra mucho antes de que se conociera la escritura, no ha quedado nada. Se han conservado ecos en sagas y mitos, en la maravillosa literatura védica, en el Vedanta y en otros textos orientales. Cualquiera que se sumerja en esta literatura, -no en la forma que lo hizo Deussen, que sólo ve la superficie exterior, aunque es un intérprete de gran renombre-, cualquiera que pueda llegar a las profundidades de lo que contiene esta literatura, sentirá una profunda reverencia por la infinita sabiduría expresada en forma pictórica y poética. Sentirá que detrás de todo ello había algo no dicho ni escrito, tal vez incluso más grande y significativo, una sabiduría primordial y arquetípica. ¿Cómo se alcanzó esta sabiduría? Los hombres no estudiaban como lo hacemos hoy en día, empapándose del contenido de un libro tras otro y acumulando así gradualmente una cierta cantidad de información. Todo ser humano que había desarrollado una cierta comprensión en aquellos tiempos antiguos sabía lo que es la Inspiración, sabía leer en el mundo mismo, -no en los libros-, cuando inducía en sí mismo la actitud correcta del alma. Conocía la realidad de la iluminación interior; era tan real para él como la lectura de libros es real para nosotros hoy en día. Los sacerdotes de los Misterios le llevaban a la etapa en la que era capaz de experimentar esta iluminación interior y tomar conciencia de la realidad espiritual en el Universo. Este era, de hecho, el propósito de la instrucción que recibía en los Misterios. Él no sentía que la iluminación le venía de las nubes. Si hoy escucháramos a alguien hablar detrás de una pantalla, no atribuiríamos la voz a una fuente indefinida, sino a una persona real. Del mismo modo, un hombre que alcanzaba la iluminación sabía: hay Seres en la Tierra que, aunque no estén en encarnación física, son los grandes Maestros de la humanidad. El hombre sabía que se movía entre Seres que no estaban, como él, encarnados en carne y hueso, sino que eran Seres etéricos, impartiendo la iluminación y el contenido de la sabiduría primordial. Sabía que la Tierra estaba poblada no sólo por seres humanos de carne y hueso, sino también por otros Seres que trabajaban y vivían en cuerpos etéricos.

Al estudiar estas cosas debemos deshacernos de la idea preconcebida de que la humanidad ha vivido en la Tierra desde la época de la que existen registros y que ésta fue precedida por condiciones indefinidas que se remontan al hombre mono o al hombre simio. Se trata de una idea realmente ridícula. Lo que dicen los historiadores es válido sólo para unos pocos siglos, a saber, que los seres humanos no han cambiado en lo fundamental, salvo que se supone que se han vuelto más inteligentes. Se dice que los egipcios eran un pueblo supersticioso, que tenían momias y otras costumbres por el estilo, pero aparte de la inteligencia se cree que eran como los hombres modernos. No se sabe nada con certeza del largo período de la historia anterior, pero la opinión es que se remonta finalmente al hombre mono.

Esa es una manera de ver la evolución que debe abandonarse. El hombre pobló la Tierra antes que los animales, sólo que bajo una forma diferente; el hombre es el ser más antiguo, como se puede leer en la Ciencia Oculta. Los antiguos Maestros de la sabiduría primigenia no encarnaban en cuerpos físicos, sino que vivían en cuerpos espirituales, y los hombres que coincidían con ellos, habiendo experimentado, -como nosotros mismos experimentamos-, el acontecimiento de la separación de la Luna, sabían que estos Seres que habían estado entre ellos como grandes Maestros se habían ido al Cosmos, que ya no estaban en la Tierra, sino en la Luna. De modo que, en verdad, no sólo la sustancia física de la Luna, sino también estos Seres espirituales, se separaron de la Tierra. Hace mucho tiempo, estos Seres, -que no pasan por el nacimiento y la muerte de la misma manera que el hombre-, se retiraron de la Tierra y establecieron su morada en la Luna, aunque la sustancia real de la Luna se ha visto envuelta durante largas edades en un constante proceso de cambio.

Esto se aplica igualmente al hombre. En un período de siete a ocho años, las sustancias físicas del cuerpo humano han cambiado por completo. Si alguien imagina que los cuerpos de los que están aquí sentados son los mismos que hace unos años, se equivoca. La sustancia física es completamente diferente; el alma y el espíritu han permanecido. La ciencia natural es consciente de este hecho, pero no le presta atención. Una vez me hicieron la siguiente pregunta después de una conferencia: "Se dice que las abejas, como colmena, tienen un vínculo real con el apicultor, que si éste se ha dedicado mucho a sus abejas y luego muere, la colmena es consciente de su muerte y a menudo muere también. ¿Cómo es posible? Las abejas como entidades individuales no tienen facultades para conocer a un ser humano, y la colmena es sólo la suma total de las abejas individuales". - Pero esto no es en absoluto correcto. Respondí utilizando la siguiente analogía. "Hace veinte años, dos hombres estaban juntos. Uno de ellos se va a América, el otro se queda; al cabo de quince años, el primero regresa de América y vuelve a reconocer a su amigo. Sin embargo, no ha quedado ni una sola partícula de la misma sustancia física". - Así pues, no se trata de cada abeja individual, sino de la inteligencia de la colmena como unidad, y eso no es realmente muy diferente de la inteligencia humana. Como hombres, somos distintos de las células de nuestro cuerpo, así como de nuestros diversos órganos. Y al igual que no ha quedado ni una sola partícula de los cuerpos de los que asistieron a mis conferencias hace diez años, sino sólo el alma y el espíritu, así, aunque la sustancia lunar que una vez salió de la Tierra hace tiempo que ha desaparecido, se ha intercambiado en el Cosmos, los Seres han permanecido. El cómo estos Seres han continuado participando en la vida de la humanidad terrestre se revela claramente a la visión iniciática, y a la observación más profunda de lo que llamamos karma. Comenzaré a hablar de esto hoy y continuaré en las conferencias siguientes.

Cuando conocemos a un ser humano, por lo general no pensamos lo suficiente en el hecho de que en realidad hemos dirigido toda nuestra vida terrenal hacia ese encuentro. El encuentro con otro ser humano puede adoptar dos formas. Si prestamos atención, veremos más o menos lo siguiente. - Llegamos a conocer a una persona y nos damos cuenta de que tenemos un vínculo íntimo con ella, independientemente de cómo sea exteriormente: guapa o fea, inteligente o estúpida. No prestamos atención a su aspecto exterior; sentimos un vínculo interior con él. Esta es la única alternativa, en su forma extrema. La otra alternativa es la siguiente. - Conocemos a alguien sin sentir ningún vínculo interior, pero nos causa una impresión intelectual o moral. Podemos describirlo con todo detalle. Nuestra relación con el primer conocido es tal que si, después de nuestro encuentro, estamos entre otras personas que también lo conocen, hablar de él va en contra de la corriente; sentimos una especie de vergüenza; hay algo esencialmente interno en nuestra relación con él. Pero hablar del segundo conocido es bastante fácil. Decimos que es inteligente o que es tonto; podemos describir la forma misma de su nariz, pero no tenemos ninguna afinidad interior con él. En el caso de algunas personas, en cuanto las conocemos, siempre estamos soñando con ellas. Podemos llegar a conocer muy bien a otra persona, podemos estar con ella todos los días, pero nunca soñamos con ella porque no nos ha conmovido interiormente. Muy raramente habrá alguien como Garibaldi, que sintió el vínculo interior incluso antes de que hubiera una relación directa y personal. Tales casos son raros, pero ocurren. Las circunstancias en que Garibaldi conoció a su primera esposa son muy interesantes. La vida exterior le afectaba tan poco que no tenía ningún interés por las mujeres. En un viaje a la costa de Brasil, miró la tierra a través de su telescopio y vio a una chica de pie en la orilla. En ese mismo momento supo que debía convertirse en su esposa. Se apresuró a llegar a tierra, donde un hombre le saludó amistosamente y le invitó a comer en su casa. Garibaldi aceptó, ¡y este hombre resultó ser el padre de la chica que había visto a través del telescopio! Incluso antes de que se sirviera la comida, le dijo, -él sólo hablaba italiano y ella sólo portugués-, que debía ser suya de por vida. Ella lo comprendió y se estableció entre ellos una relación muy hermosa. He aquí un ejemplo elocuente de relación kármica. Había algo heroico en el comportamiento de la mujer. Acompañó a Garibaldi en sus campañas por Sudamérica y cuando llegó la noticia de que había caído en el campo de batalla, fue a buscarlo allí. En esas circunstancias dio a luz a su hijo, y para mantenerlo caliente se vio obligada a atárselo al cuello. Estas experiencias ayudaron a Garibaldi a afianzarse en la vida. Su esposa murió y él se casó con otra mujer, a la que conoció de una manera totalmente convencional, ¡pero este matrimonio duró sólo un día!

Estos son asuntos en los que el karma nos mira fijamente a la cara, indicando dos formas en las que el karma se expresa entre un ser humano y otro. Las relaciones kármicas difieren totalmente según que el hombre sienta un vínculo interior o que sólo pueda describir las características externas de la otra persona.

Cuando estudiamos experiencias kármicas como la de un conocido en la que la belleza o la fealdad no cuentan para nada, sino en la que el sentimiento de parentesco brota enteramente del interior, nos vemos llevados a presentir la influencia de esos Seres de los que he dicho que eran los Maestros originales y primigenios de la humanidad; han permanecido activos hasta hoy, pero ahora trabajan desde el exterior, desde el Cosmos. Tales relaciones son de especial interés para estos Seres Lunares y a través de ellas participan de la manera más íntima en la evolución de la humanidad terrestre.

Así como hay Seres que pertenecen a la Luna, también hay Seres que pertenecen al Sol. Hemos hablado de relaciones en las que nos resulta fácil describir a la otra persona de una manera más externa. En estos casos son los Seres del Sol los que están implicados en los vínculos que se tejen entre alma y alma.

Al estudiar las relaciones humanas, nos alejamos de la Tierra para dirigirnos, en primer lugar, al Sol y a la Luna. Hay relaciones humanas en las que hemos de suponer la acción de la Luna, y otras en las que hemos de suponer la acción del Sol. Y así, etapa tras etapa, somos llevados de la Tierra al Cosmos.

Todo lo que ha sido posible hoy es hacer un comienzo y continuaremos en las conferencias siguientes.

Traducido por J.Luelmo abr.2019

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